2 de marzo de 2009

Dos obras de arte de Béjar y Candelario en las Edades del Hombre de Ponferrada

Autores: Roberto Domínguez Blanca
Carmen Cascón Matas
Óscar González Hoya
Publicado: Béjar en Madrid, 2008



           A principios de este año 2007 recibimos el encargo por parte del Obispado de Plasencia de la elaboración de un informe que catalogase los bienes artísticos muebles más sobresalientes, pertenecientes a las iglesias de los arciprestazgos de Béjar y Fuentes de Béjar. El resultado del mismo sería remitido a la Fundación de las Edades del Hombre, con el objeto de que la misma llevara a cabo una preselección de las piezas destinadas a la futura exposición de Ponferrada, cuya inauguración tendrá lugar previsiblemente en mayo del presente año. Dicho informe constaba de una veintena de piezas, de las cuales la Fundación preselecciono en un primer momento cuatro: el Cristo Yacente de la iglesia de Santiago de Béjar, la cruz procesional de Candelario, las estatuas de San Pedro y San Pablo del retablo mayor de la iglesia de Puerto de Béjar, y dos tablas de San Pedro y San Pablo procedentes del mismo templo. Finalmente se decidió que tan sólo las dos primeras formaran parte de las 130 piezas definitivas que integrarán dicha exposición. Es la primera vez que obras de arte pertenecientes a nuestra comarca son elegidas para ser expuestas en una de las ediciones de este reconocido evento. A su vez estas dos piezas participan representando a todo el Obispado de Plasencia. 

La pieza que la ciudad de Béjar aporta a la exposición es el Cristo Yacente que se puede admirar en la iglesia de Santiago, encajado en un arcosolio medieval del lado de la epístola de la nave. Se trata de una talla en piedra del siglo XVI, seguramente de su primera mitad, de autor desconocido.







        Se trata de un Cristo de tamaño natural, canon alargado y correcta anatomía. El cuerpo muestra una acusada frontalidad y rigidez, mitigadas por la caída más natural de los brazos. Las facciones del rostro son delicadas, destacando la labor de trépano en el trenzado de la corona de espinas. El artista ha conseguido dotar a la imagen de una serena belleza idealizada obviando cualquier gesto dramático. Pieza ejecutada con oficio como se ve en la decoración de los plegados. Los bordados y brocados, muy detallados, emplean un repertorio muy renacentista a base de estrígiles, aspas, cordones y fajas reticuladas. Aún conserva visibles restos de policromía, como en las heridas y en los brocados.

           Esta talla procede de la antigua parroquia de San Gil de Béjar, a la que se agrega un hospital entre 1520 y 1533, fechas de las dos fundaciones: la primera por doña Juana de Carvajal, y la segunda por doña María de Zúñiga duquesa de Béjar; quien poco antes de esta fecha contrata con Felipe Bigarny la obra escultórica de la capilla funeraria de los duques en el desaparecido monasterio de la Trinidad de Valladolid. La historia del hospital de San Gil se resume en otras dos fechas claves: 1568, la iglesia queda reducida a la parroquia de El Salvador; y 1575, los hospitales de Béjar se reducen al de San Gil. El documento más antiguo que hemos encontrado haciendo referencia a esta escultura se fecha en torno a 1664.

        El interés de esta pieza radica en su rareza, pues pocos yacentes en piedra del siglo XVI han llegado hasta nosotros, siendo más habitual que los cristos yacentes formen parte del grupo del santo sepulcro, como el de Damián Forment para el Monasterio de Sigena (Huesca); el de Jacobo Florentín para San Jerónimo de Granada; o el de Diego Copín de Holanda para la cripta de la catedral de Toledo. Durante el Renacimiento, sin embargo, son más frecuentes, pero tallados en madera policromada y de más reducido tamaño.



     La segunda de las piezas que se expondrá en las Edades del Hombre procede de Candelario, y es su magnífica cruz procesional. Consiste en una pieza de 116 cm. de altura, ejecutada en plata repujada, cincelada, fundida y torneada. Su autor es el platero salmantino Jerónimo Vázquez, quien realizó la pieza en la década de 1580. Escondida entre la decoración del pie o macolla, aparece la huella de la marca de localidad dejada en su momento por el contraste municipal de la ciudad del Tormes, que aseguraba al cliente que la aleación de plata empleada lo era conforme a la ley vigente.

       La cruz, paradigmática del Manierismo Figurativo, se divide en dos partes: la cruz propiamente dicha o árbol, y el pie o macolla. El árbol es una cruz latina de brazos abalaustrados que parten de un cuadrón cuadrado de lados incurvados. El anverso de la cruz lo preside un Cristo de tres clavos delante de la imagen de la Verónica. En los extremos de los brazos, cuatro medallones con las imágenes de los Evangelistas se corresponden en el reverso de la cruz con los Padres de la Iglesia, en torno al altorrelieve de Santa Ana enseñando a leer a la Virgen Niña del cuadrón. El árbol está saturado de un horror vacui decorativo en gran relieve compuesto por ristras de frutos, aves diversas, máscaras empenachadas, angelotes, cintas de rollwerk y bandas planas; todo dentro del repertorio decorativo manierista.


    La macolla es un templete cupulado de dos cuerpos hexagonales, que acoge una diversa iconografía a base de santos mitrados, profetas y alegorías de las virtudes. El cuerpo inferior, de mayores proporciones, lleva en los ángulos columnas exentas de capitel jónico y tercio inferior decorado, mientras que cada frente se abre con una hornacina avenerada que enmarca las figuras de bulto redondo. Un entablamento movido da paso al segundo cuerpo, precedido por una balaustrada con jarrones. Este segundo cuerpo también es un hexágono cuyas caras se separan por estribos angulares rematados en retropilastras acanaladas de orden compuesto con hermes decorativos. Entre los estribos, como en el cuerpo inferior, figuras de bulto redondo adelantadas respecto a su nicho avenerado, cerrándolo todo un entablamento quebrado, rematado con cresterías y pirámides. En la cúspide de la macolla se coloca la vaina, en cuyos lados mayores se recrean escenas de la pasión: Cristo atado a la columna y Cristo camino del Calvario. El tubo de enmangar toma forma de columna de capitel corintio, enlazándose con el templete por medio de un grueso toro. La transición entre el toro y la base de la macolla se realiza por medio de sátiros masculinos y femeninos a modo de atlantes y cariátides. En la macolla se repiten los motivos decorativos del árbol.

      Por la documentación sabemos que la cruz se debió de contratar antes de 1578 con el platero bejarano Antonio de Rojas, quizás hijo de otro insigne platero, Francisco de Rojas, avecindado en la villa ducal al menos desde 1544. Antonio de Rojas debió subcontratar el encargo de la cruz de Candelario, pues en 1582 se concierta con Jerónimo Vázquez para hacer el pie de dicha cruz. En 1584 Francisco Blázquez, en nombre del concejo de Candelario, contrata el árbol o crucifijo de la cruz también con Jerónimo Vázquez, quien aún no había concluido la hechura del árbol. La pieza al completo se concluiría hacia 1585, pues un año después se registra el último pago.

        Comparada con otras piezas castellanas similares, destaca por la abundancia y la riqueza decorativa, especialmente por el altorrelieve aplicado en todo el repertorio, que entronca esta pieza con la mejor platería palentina del momento. Otras piezas similares en la provincia de Salamanca son las de Hinojosa de Duero y las de Fuentes de Béjar; esta última, quizás fue realizada copiando de primera mano la candelariense por un platero menos capacitado.

       Finalmente, destacar que el repertorio decorativo de la cruz tiene su origen en los grabados flamencos de artistas como Mignon o Fantuzzi, que se basaron en la decoración en estuco de la galería de Francisco I en el palacio de Fontainebleau (Francia).

        Por último, destacar que la presencia de estas dos piezas en las Edades del Hombre de Ponferrada 2007, su restauración, puesta en valor y difusión, no habría sido posible sin la inestimable intervención del Obispado de Plasencia.




Bibliografía:
PÉREZ HERNÁNDEZ, M.: Orfebrería religiosa en la diócesis de Salamanca (siglos XV al XIX), Salamanca, 1990, pp. 41-43.
DEL RÍO DE LA HOZ, I.: El escultor Felipe Bigarny (h. 1470-1542), Ed. Junta de Castilla y León, 2001, pp. 248-249.
GÓMEZ MORENO, M.: Catálogo monumental de la provincia de Salamanca; estudio introductorio a cargo de José Ramón Nieto González, t. I, Salamanca, 2003, pp. 413, 443, 444.
CASCÓN MATAS, M. C., GONZÁLEZ HOYA, O. y DOMÍNGUEZ BLANCA, R.: “Cristo Yacente”, Catálogo de las Edades del Hombre Ponferrada, 2007, (en prensa).
DOMÍNGUEZ BLANCA, R.: “Cruz procesional de Candelario” Catálogo de las Edades del Hombre Ponferrada, 2007, (en prensa).

Archivos consultados: 
Archivo Provincial de Salamanca.
Archivo Parroquial de El Salvador (Béjar)
Archivo Parroquial de Nra. Sra. de la Asunción (Candelario).

2 comentarios:

  1. Hola Carmen:
    Es muy interesante que exista gente como tú que se preocupa de valorar, mostrar y enaltecer el patrimonio histórico que vamos legando de generación en generación. Enhorabuena por la pica que La Comarca ha puesto en Ponferrada.
    Saludos.
    Jesús.

    ResponderEliminar
  2. Como siempre, muy interesante.
    ¡Suerte en todo lo que emprendas!
    Celeste

    ResponderEliminar

"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.