24 de mayo de 2024

La representatividad municipal en la procesión del Corpus Christi de Béjar. Cuando no salió la bandera de Béjar en 1911

 Autora: Carmen Cascón Matas.

Publicado: Béjar en Madrid, nº (17/05/2024)

             La procesión del Corpus Christi es uno de los acontecimientos fundamentales del año en Béjar por motivos religiosos, folclóricos y tradicionales e incluso turísticos. Pero hubo un tiempo, otro tiempo, en que la política, el patronazgo y la jerarquía primaban en una fiesta que significaba (y significa) una demostración de poder social. Su apropiación por parte de la Casa ducal de Béjar en la Edad Moderna[1] es una buena prueba de esta afirmación al igual que los altercados que se han sucedido a lo largo de los siglos en torno a ella[2].

 

 La procesión del Corpus de Béjar en 1912. Foto de Requena aparecida en la revista Nuevo Mundo



            Cuando el poder ducal desaparece con la abolición de los señoríos, la fiesta se reconfigura y en el siglo XIX el Corpus barroco va desapareciendo paulatinamente hasta desvestirse de cualquier elemento superfluo, adaptándose a la mentalidad y a la escenografía burguesas. Todas las figuras alegóricas, a excepción hecha de los hombres de musgo, desaparecen, al igual que el desfile de los santos patronos de los gremios. El papel de patronazgo que en otro momento habían ejercido los duques es retomado por la burguesía al igual que la representatividad política, económica y social de la primero villa y luego ciudad. La Abadía del Santísimo Sacramento, que aglutina a los caballeros de la alta y media sociedad, y el clero protagonizan la organización de una procesión sobria en la que desfilan los abades, los niños y niñas de primera comunión, el sacerdote que porta la custodia cobijado bajo el palio que llevan cuatro miembros de la burguesía y el gobierno municipal de la ciudad flanqueado por los hombres de musgo.

            La fiesta no es ajena a los vaivenes políticos que ocurren en el consistorio y en España, y en determinados momentos se producen alteraciones en cuanto a la representatividad municipal. Y esto se nota sobre todo con La Gloriosa. Por vez primera, el gobierno del consistorio se niega a desfilar en la procesión de 1872 porque la nueva constitución proclama la libertad de cultos. La decisión provoca polémica, claro está, por la novedad. Pero esta línea rupturista continúa a lo largo de la Restauración en ocasión del advenimiento del partido liberal o de opciones políticas socialistas o republicanas en el poder municipal. Siguiendo los distintos idearios se considera apropiado o no que la municipalidad asista a los actos religiosos. 

 

Procesión del Corpus de Béjar pasando por la calle Mansilla (1916)

Foto: Documentos Béjar

 

            Viajemos a 1911, en un momento en que la Restauración está en crisis. En el pleno de 8 de junio[3] de ese año se aprueba que el Ayuntamiento, con mayoría de ediles socialistas y republicanos, no desfile en la procesión con la bandera de la ciudad. La propuesta de volver a la tradición parte del concejal Hernández Santos y es rechazada por Vicente Valle (republicano y el mismo que participó en los hechos de la revolución de 1868), Emilio González Gosálvez (presidente de la Agrupación Socialista) y Eusebio Benito Jiménez (primer concejal socialista de Béjar), esgrimiendo la libertad de cultos. Valle declara que «la bandera del pueblo hace mal en las procesiones» y González Gosálvez que «la historia moderna debe renegar de la historia antigua». La decisión desata la polémica[4]. Y el malestar crece entre los grupos de orden, que están desorganizados políticamente, sin cabeza visible.

Era el 14 de junio, vísperas del Corpus, y un centenar de bejaranos deciden, un poco atropelladamente, presentarse en el despacho del alcalde, González Bolívar, para solicitarle la entrega de la bandera y procesionarla en el Corpus. La crónica de este suceso la redacta el director de La Victoria, Santiago Agero, que tenemos que coger con pinzas, pues su tendencia es católica y conservadora[5]. El periódico Béjar Nueva, de la Coalición republicano-socialista, por el contrario, no alude a la polémica y obvia en sus páginas la reunión con el alcalde y todo tema que tenga que ver con el Corpus. No hay que dar relevancia al suceso. 

 

Foto antigua de los hombres de musgo y el edil con la bandera (principios del siglo XX)

 

Al primer edil no le parece mal en principio la solicitud, toda vez que son particulares y que no se rompe el acuerdo de que los representantes políticos no salgan en el cortejo religioso, pero por prudencia convoca un pleno extraordinario para esa misma tarde. La sala de sesiones, que estaba a rebosar de público, manifiesta su aprobación o desaprobación en las intervenciones de los ediles. Unos abogan por entregar la bandera a los que la han solicitado; otros se niegan, pues no ven en este grupo una representatividad social determinante y reniegan de una afirmación esgrimida por los solicitantes de que la bandera es del pueblo (de qué pueblo, protestan airadamente). Valle incita a reflexionar si ese grupo de bejaranos ha venido a hacer una petición o a protestar por la postura del Ayuntamiento. Y alude a una frase de Unamuno: «debemos olvidar el pasado y fijarnos solo en el presente; las tradiciones debemos recogerlas, guardarlas y no volvernos a acordar de ellas».

El problema es que los peticionarios son personas de orden y conservadores ligados a la Iglesia en su mayor parte (algunos son republicanos) que han sido alentados por el periódico La Victoria. Desde este mismo medio se defenderá desde el primer momento que son personas de distintas clases sociales, bejaranos a los que solo les preocupa su ciudad. Los dos grupos políticos, irreconciliables (por un lado, los conservadores, disgregados, y por otro, los socialistas y republicanos en el poder), muestran sus divergencias en este asunto en que se mezcla lo político y lo religioso. La aprobación por el Ayuntamiento de no desfilar en actos religiosos no solo afectaba al Corpus, pues tampoco habían salido en la romería de la Virgen del Castañar de 1910. La pugna por ver quién tenía razón en este punto se traslada a la prensa de una y otra ideología, defendiendo unos la libertad de cultos y los otros la tradición.

Y así las cosas, el Corpus de ese año es diferente en cuanto a representatividad municipal: ni desfilan los ediles, ni la bandera de la ciudad, ni los hombres de musgo y tampoco repica el reloj civil de San Gil. Pero su importancia no queda relegada a una mera anécdota: solo unos meses después, en noviembre, una parte de aquellos bejaranos que protestaron en el despacho del alcalde González Bolívar por la ausencia de la bandera en el Corpus se organizaron políticamente. A finales de noviembre[6], presentan en el Salón Variedades un nuevo partido político que se llamará Unión Bejarana, un conglomerado de personas apolíticas (había conservadores y republicanos) con el ideario común de trabajar por Béjar. El abad del Santísimo Sacramento de 1911, el juez Bernabé Sánchez-Cerrudo, una de las personas que lideró la protesta, integraba aquella lista y saldrá elegido como alcalde al año siguiente.

En 1912 volvieron a desfilar los hombres de musgo, la bandera y los representantes municipales. Solo tres años más tarde en que tiene lugar esta historia, en 1914, la apisonadora de la Gran Huelga de los Siete Meses quebrará a ambos partidos políticos y convertirá el asunto de la bandera en una mera anécdota.

 



[1] LÓPEZ ÁLVAREZ, A. Ideología, control social y conflicto en el Antiguo Régimen: El derecho de patronato de la Casa ducal sobre la procesión del Corpus Christi de Béjar. CEB y Ayuntamiento de Béjar, 1996, 201 págs.

[2] De estos sucesos y conflictos se ha tratado en este mismo periódico en RIVADENEYRA PRIETO, Óscar. «Sangre y fervor en el Corpus de otro tiempo». Béjar en Madrid, nº 4.750 (5/06/2015), p. 4.

[3] La Victoria, nº 880 - 1911 junio 10.

[4] La Victoria, nº 881 - 1911 junio 17.

[5] La Victoria, nº 882 - 1911 junio 23.

[6] La Victoria, nº 902 - 1911 noviembre 11.

7 comentarios:

  1. Volvió a surgir la controversia en toda España en Semana Santa cuando el Partido Socialista llegó al poder. En muchas localidades no salieron los miembros de los Ayuntamientos algunos años. La reacción popular fue totalmente contraria, sobre todo entre los jóvenes, que se apuntaron en masa a la cofradías. Tardaron poco los alcaldes y ediles en volver a presidir las celebraciones (o se quedaban sin clientela).

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  2. Es lo que tienen las ideologías que siempre terminan en conflictos: y gracias que después de tantos tira y afloja la cosa quedó como una mera anécdota.Los tiempos cambian y sobre todo el fervor religioso, pero el político siempre va a su conveniencia.
    Un abrazo Carmen

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  3. Cuando en los motivos de fe se mezclan los intereses ajenos a ella, tanto político como social, la fe queda diluida o debilitada y lo ajeno se convierte en el motor del acontecimiento. Lo malo es que eso mismo sigue pasando en todos los lugares. Gracias por desentrañarnos la historia.

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  4. Los sentimientos religiosos, deben estar al margen del poder político.
    Feliz domingo.

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  5. Desde luego, la sorpresa al negarse ciertos integrantes del consistorio a desfilar en la procesión religiosa debió ser importante. Tanto como supongo sucedería si los que hoy reciben ciertas consignas para asistir a una determinada manifestación de signo contrario, decidieran no ir. La libertad nunca es completa, por mucho que nos empeñemos.
    Un abrazo, Carmen.

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  6. Creo que la decisión de ese grupo de personas fue un tanto acertada al querer ser ellos los portadores de la bandera de Béjar ya que la misma representa a todos ciudadanos de la localidad y no solo a unos cuantos, mas aun siendo ellos de varías tendencias políticas.

    Saludos.

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  7. Una muestra más de lo que te comenté en tu anterior entrada, al decirte que era una fiesta controvertida, ya que durante su larga historia ha habido problemas con ella en muchas ciudades españolas, en varias ocasiones políticas y en otras con problemas dentro del mismo clero.
    Muy Interesante...como siempre.
    Un abrazo.

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.