Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, n. º 4.916 (5/05/2023)
El lustroso pelaje del caballo relucía a la luz del sol de mediodía. Los cascos resonaban sobre el empedrado de la Plaza Mayor y la muchedumbre se retiraba ante la autoridad de su jinete. No en vano, portaba espada al cinto y bastón de mando en la mano derecha. Ese día de fiesta de 1679 llevaba sus mejores galas y los más deslumbrantes jaeces lucían en su montura. Detrás de él, unos doscientos hombres de armas formaban mientras se dirigía hacia la Puerta de los Osos para recibir al Santísimo. No cabía duda de que, después del duque y del corregidor, era la persona que más temor provocaba en los bejaranos. El alférez mayor era persona preeminente y principal y su figura aparece destacada en los documentos por su relevancia en un momento determinado del año: la procesión del Corpus Christi.
Juan Manuel II en un fragmento del cuadro de Toribio Álvarez de la jornada de caza en La Moraleja. Palacio de Riofrío
Vayamos al origen, a la Edad Media. El Fuero de Béjar[1] no recoge sus funciones, pues dependían de los alcaldes de los pueblos de la tierra y del juez, si acaso del señor, cuando un peligro cierto sobrevenía sobre la villa. Si tal situación se producía, el señor de Béjar, entonces el rey por ser tierra de realengo, tenía la facultad de reunir a la hueste junto a los alcaldes y el juez, e ir a la guerra allá donde se terciara. Por tanto, digamos que su poder se implementaba en caso de guerra o de conflicto.
Sin embargo, la función del alférez cambió con el paso del tiempo. El cargo era una herencia medieval, pero mantenía sus funciones durante la Edad Moderna en toda su amplitud: capitanear a las milicias de la Villa y de la Tierra en caso de ataque bajo la autoridad de la Casa Ducal. El alférez de Béjar era un cargo de carácter militar que recaía en un miembro de la corte ducal del estado noble.
Un documento del Archivo Histórico de la Nobleza[2] nos desvela que el V duque de Béjar, el cuarto de nombre Francisco, pretendió elevar al alférez mayor al nivel de los alféreces de las grandes ciudades para lo cual envió una misiva a Felipe IV que no tuvo respuesta por fallecer el duque antes de su resolución. Pretendía que su alférez asistiera a los plenos del concejo con preeminencia y en el primer asiento por encima de los regidores, teniendo derecho a hablar el primero y armado con espada. Con esta petición Francisco IV intentaba romper una de las pocas prerrogativas que había ganado el consistorio en el pleito interpuesto por los pecheros contra la duquesa Teresa de Zúñiga en 1555, que impedía que los cargos del concejo pudieran ser ocupados por criados de la Casa. Si conseguía que su alférez asistiera a los plenos por encima de los regidores, ganaba que un criado de su confianza pudiera ocupar un cargo consistorial. Pero la Parca impidió que el duque ahondara al respecto.
Fuero de Béjar
La pretensión del duque quedó estancada y nunca tuvieron ni voz ni voto en las reuniones consistoriales, pareciendo que su misión principal no fuera más allá que las representativas en el Corpus. Aunque no pudieran asistir a los plenos, la autoridad y disciplina que emanaba e imponía el alférez le hacía posicionarse por encima de los miembros del consistorio, a excepción hecha del corregidor, aun cuando hubiera procuradores y regidores por el estado noble. Parecía como si su voluntad fuese ley y tanto los miembros del estado llano como los del noble parecían plegarse a su voluntad. Fray Liciniano usa una palabra muy descriptiva: miedo[3].
El que el alférez pudiera ir armado a las reuniones consistoriales era justificado a finales del siglo XVIII por Fray Liciniano Sáez (archivero de la duquesa Osuna y persona a la que citaremos en estos artículos) por la situación de guerra que se estaba viviendo en 1636 y por las órdenes llegadas desde la corte. Si buscamos a nivel general qué conflictos bélicos existían en esas fechas, sólo nos cuadra la guerra de los Treinta Años. Pero mucho nos tememos que este conflicto al que aludía el archivero no era esta guerra europea, alejada de nuestras fronteras, sino a otro suceso que ocurrió un año antes. Sin embargo, para entenderlo, tenemos que aludir a otros asuntos. Volveremos sobre ello.
Fachada del edificio consistorial de Béjar
Queremos pararnos en Pedro de Tórtoles Dorantes porque fue un alférez que pretendió asistir a las reuniones del consistorio armado a pesar de que, como hemos visto, estaba prohibido. El suceso ocurrió en agosto de 1718 y lo conocemos por los libros de actas del ayuntamiento[4]. Este alférez mayor y regidor por el estado noble, «se sentava con su espada en la zinta y con el vaston de Alferez Mayor desta dicha Villa y su Tierra, lo que solo se permitia al Señor Alcaide del Palacio». Algunos regidores redactaron una carta al duque explicándole la situación, dando razón de que podía asistir por su condición de regidor, pero no podía mostrar el símbolo de otro cargo. Juan Manuel II le ordenó que no acudiera armado, «deponiendo la espada[5]».
La situación de indefensión general no gustó a los regidores y se opusieron a que Pedro de Tórtoles Dorantes se presentase a las reuniones ante el disgusto mayúsculo del duque, que no veía con buenos ojos que su alférez fuese a las reuniones armado, pero tampoco le hizo gracia que sus regidores mostrasen así su disgusto. El corregidor mandó apresar, mientras llegaba la resolución ducal, a Bernardo Benítez, Francisco Muñoz de la Cruz, Diego Rubín de Celis, Antonio de Olivares y Francisco de Herrera, regidores por el estado llano. Esta situación tan anómala, casi de golpe de estado, provocó que el XI duque de Béjar depusiera a los regidores díscolos, nombrando a otras personas[6]por el «ejemplo muy perjudicial a mis Basallos, Resistiendo sin razón una horden tan del servicio de Dios, del Rey Nuestro Señor y mia».
Juan Manuel II expidió un nuevo decreto para regularizar las situaciones similares que se pudieran presentar en el futuro[7]: «don Pedro Dorantes y los que demás que le subcedieren en su empleo de Alferez y Capitular no se sienten en consistorio sin arrimar espada y baston como los demás capitulares escepto ni Correjidores ni Alcaides, por quanto el dicho Alferez Mayor solo entra allí como Capitular Rejidor y no como Alferez, por cuios oficios no tiene entrada, boto, ni asiento». Cuando fue leída la resolución, «el señor don Pedro Dorantes luego que oyo dicho devreto se levanto de su asiento y arrimo el baston obedeciendo ciegamente lo mandado por su Excelencia». El 15 de agosto[8] un nuevo decreto ducal restituía en sus puestos a los regidores apresados porque habían mostrado arrepentimiento.
Continuará
[1] RUIZ ASENCIO, José Mª; RUIZ ALBI, Irene, y HERRERO JIMÉNEZ, Mauricio. «Estudio y edición. El fuero de Béjar». AAVV. Fuero de Béjar (c. 1250). Estudios, edición y facsímil. Diputación de Salamanca, Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Universidad de Salamanca, pp. 76 y ss.
[2] Archivo Histórico de la Nobleza, OSUNA,C.243,D.52. Testimonio de la pretensión que tuvo el [VII] duque de Béjar, [Francisco López de Zúñiga], de que el oficio de alférez mayor de la villa de Béjar (Salmanca) tuviera, por concesión del rey, voz y voto, y todas las demás preeminencias que gozasen los alféreces mayores del reino.
[3] Ibídem.
[4] Archivo Histórico Municipal de Béjar. Libro de actas de plenos consistoriales de 1718. Pleno de 5 agosto y siguientes, s/f.
[5] AHMB. Libro de actas de plenos consistoriales de 1718. Decreto del duque, 5 de agosto de 1718, s/f.Sig. 1598.
[6] AHMB. Libro de actas de plenos consistoriales de 1718. Pleno de 6 de agosto de 1718, s/f.Sig. 1598.
[7] AHMB. Libro de actas de plenos consistoriales de 1718. Decreto del duque, 13 de agosto de 1718, s/f.Sig. 1598.
[8] AHMB. Libro de actas de plenos consistoriales de 1718. Decreto del duque, 15 de agosto de 1718, s/f.Sig. 1598.
Las luchas por el poder y el aparentar, toda una constante en la historia.
ResponderEliminarUn abrazo,
Todo las personas importantes, desfilaban en su recorrido. aunque no se puede decir con certeza, si era por sus sentimientos religiosos.
ResponderEliminarQue tengas un feliz domingo. Un abrazo.
Se ve que eso de posesionar bajo palio es algo innato a algunos con cierto poder.
ResponderEliminarEste alférez mayor me parece que era de los que se creen sobre todo y todos al ir con armamento a los plenos estando prohibido.
Saludos.
Magnífica tu publicación. Enhorabuena
ResponderEliminarGracias.
Eliminar¡Caramba con el Alférez! Creo que pecaba de soberbia.
ResponderEliminarAbrazos.