23 de noviembre de 2019

Doña Juana de Zúñiga, sobrina del duque de Béjar, segunda mujer de Hernán Cortés


 Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez

         Se la ha llamado la esposa sevillana de Hernán Cortés, pero nació en Yanguas (Soria), señorío de su padre Carlos Ramírez de Arellano, II conde de Aguilar de Inestrillas. Su madre era hermana de Álvaro de Zúñiga, I duque de Béjar (*), y debido a la mayor importancia de este apellido -aunque ambos linajes eran de la línea real de Navarra- pasó a la historia como Juana de Zúñiga. Hermosa mujer, de carácter imperioso y arrogante, envanecida por sus noblezas, hay señales de que ella tomó la iniciativa para acercarse epistolarmente al conquistador de Nueva España, cuyas riquezas ambicionaba, con el pretexto de rehabilitarlo ante el emperador.  







          Cualesquiera fueran las influencias que movió la joven en la corte -tenía 19 años entonces y Cortés 44-, el hecho es que después de volver a España y entrevistarse con el monarca, el gobernador (y no virrey como él quería) y nuevo marqués del Valle (de Oaxaca) partió de esta corte el segundo día de Pascua Florida, que se contaron 29 de marzo;… a Béjar a casarse -con doña Juana de Zúñiga por cierto- y de allí a ver a su madre, y a Sevilla a embarcarse…  Por otra parte la reina Juana (madre del emperador) había ordenado que se concedieran honores y facilidades a la pareja en su viaje por Béjar y por Sevilla.    


16 de noviembre de 2019

El tesoro bejarano del moro Muza


Autor: Oscar Rivadeneyra Prieto
Publicado: Semanario Béjar en Madrid nº 4.826 (7/06/2019), p. 6.


         Sostienen con reiterada insistencia los historiadores que las leyendas, fruto de la imaginación, son una perversión popular y adornada de la historia, que sin sostén documental nada puede ser tenido por cierto y que sin la fe de un escribano o la sentencia de un juez todo carece de credibilidad. Todos los pueblos y ciudades tienen salpicada su pequeña historia con relatos fantásticos que pretenden ser tenidos por verdaderos. El medievalismo que dominó algunas facetas del siglo XIX, momento álgido de la creación de tantas ficciones, configuró un universo increíble de batallas remotas y sangrientas, amores apasionados, muertes inesperadas y tesoros escondidos para, de manera atractiva y simple, explicar nuestro pasado.

 La cara norte del casco antiguo de Béjar se alza sobre la muralla y una colina que se utilizó con carácter defensivo



        Una de las creencias más extendidas en Béjar es la que supone que el subsuelo del antiguo palacio ducal, y aun el de la plaza Mayor y su entorno, está repleto de túneles y pasadizos de extensión casi ilimitada que pondrían en comunicación la residencia de los duques con lugares muy distantes. Que existen esos túneles es una realidad demostrada siendo sus dimensiones, en todo caso, mucho más reducidas que las que la fantasía les otorga. 


      La prueba de su certeza y de que la historia muchas veces adquiere tintes y destellos legendarios quedó reflejada en los autos judiciales que contra el bejarano Agustín de Bonilla se desarrollaron en el año 1662 «por haber extraído un cofre con piezas de oro que encontró en los muros de la ciudad, a las espaldas de las casas del duque de Béjar»[1], en los que, sin duda, adquiere protagonismo uno de los famosos túneles del palacio. 

9 de noviembre de 2019

Una aventura de galeotes


Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, 4.812 (02/11/2018), p. 4

      ¿Qué había peor que acabar con los huesos en la cárcel por dedicarse a robar en los caminos públicos? La justicia de la Edad Moderna tenía la potestad de imponer la pena de galeras a los amigos de lo ajeno y no era extraño ser condenado en estos casos a cumplir, como mínimo un año o diez a lo sumo, atados a un remo, bogando en los galeones de Su Majestad, desterrados y lejos de la familia. Mejor seguir vivo y entero que sin una mano o una oreja, sin ver la luz del sol en una cárcel húmeda y oscura, o azotado con riesgo de morir. Si lo miramos desde un prisma positivo era una buena forma de ver mundo para aquellos hombres fuertes y con suerte; desde el negativismo, una esclavitud para los sancionados de por vida o para los endebles y desafortunados. Muchos morían por las fiebres, el agotamiento extremo o el hundimiento del barco. Algunos se agarraban con fuerza a la vida pero eran hechos prisioneros o trocaban su barco por otro u otros de distinta bandera, por ejemplo en los galeones de los piratas berberiscos, que azotaban con sus saqueos el Mediterráneo. Los menos sobrevivían y volvían a sus casas, con un sentimiento de desarraigo que acababa en locura, mendicidad o regreso al delito.



      Conocido es el episodio XXII de la primera parte de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, en el que don Quijote libera a una cuerda de galeotes, es decir, a unos presos que eran conducidos con grilletes hasta el puerto más próximo, en contra de la voluntad de Sancho. Por semejante afrenta a la justicia su protagonista muy bien hubiera podido encontrar la muerte en la horca, final que no quiso aplicarle don Miguel de Cervantes para deleite del lector, que disfruta así de capítulos y aventuras sin cuento. 

2 de noviembre de 2019

De máculas en el linaje de los Zúñiga y "El tizón de la nobleza"


 Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez

      En esta ocasión, como sucede a veces en la historia, el ataque vino desde dentro porque los miembros de la Casa de Mendoza estaban unidos por estrechos lazos de parentesco con la Casa de Zúñiga, como también con otros linajes poderosos de la época.

 
     A comienzos de 1560, y previa aprobación de Felipe II, Francisco Hurtado de Mendoza, hijo de los marqueses de Cañete, había enviado sus antecedentes familiares al Consejo de Órdenes Militares con el fin de obtener el hábito de Santiago, trámite que fue demorado por suscitarse algunas dudas sobre su limpieza de sangre. Agraviado el joven aspirante, hizo presente de inmediato el hecho a su tío Francisco de Mendoza y Bobadilla, hermano de su padre, que había vuelto de Roma con el nombramiento de obispo de Burgos, el título de cardenal, y el encargo de recoger en Francia a Isabel de Valois y traerla a España para su boda con el monarca, misión en la que llevó consigo, y a su costa, entre parientes, amigos y criados hasta mil quinientas personas, y gastó en ella más de tres millones de reales (Relación de la entrada de Isabel de Valois en tierras españolas, Colección Granvela, Real Biblioteca, Madrid).

26 de octubre de 2019

Los saltos hidráulicos de la cuenca media del río Cuerpo de Hombre y sus propietarios (3ª Parte). El Batán de Arriba


Autor: José Ignacio Díez Elcuaz
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2010.


EL BATÁN DE ARRIBA


El Batán de Arriba es uno de los edificios fabriles de mayor antigüedad en la ciudad de Béjar. Fue construido por iniciativa de los duques de Béjar entre 1670 y 1671, en el lugar en el que había existido con anterioridad un molino. A finales del siglo XVIII fue vendido a Luis Antonio Pizarro, conde de Las Navas. En 1837 estaba en manos de José Rodríguez y Miguel Faure y, posteriormente, fue regentado por Justo Pastor Martín Hernández[1].



Vista del Batán de Arriba y Navahonda



En 1897, se planeaban importantes reformas, tal como se escribía en la prensa de la época: “Se proyecta sustituir por una sola rueda metálica las dos pequeñas de madera que hoy existen, colocando transmisiones en todos los pisos de ambos edificios, con lo cual aumentará mucho la fuerza, pues la instalación que parece ha de realizarse suprimirá engranajes y evitará rozamientos, siendo de esperar por tanto que resulte más económica, útil y duradera. También tratan los dueños de esta finca de adquirir terrenos para mejorar el camino y ampliar las dependencias”[2].

19 de octubre de 2019

Los saltos hidráulicos de la cuenca media del río Cuerpo de Hombre (2ª Parte). Navahonda


NAVAHONDA


Autor: Ignacio Díez Elcuaz
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2010.

La fábrica Navahonda fue creada en 1842 por Cipriano Rodríguez Arias, aún se conserva la fecha sobre la entrada de uno de los pabellones del complejo industrial. Desde sus orígenes, la fuerza motriz era la hidráulica. Tal vez en su solar hubiera con anterioridad un molino, pero de los tiempos previos a la producción textil sólo se conserva una fuente de 1816. Su construcción fue un proceso progresivo, pues hay pabellones fechados en 1844, 1845, etc. Todos ellos presentan un magnífico estado de conservación, con unos criterios que debían ser tomados como modelo de referencia en las intervenciones sobre el patrimonio arquitectónico.

 Fábrica de Navahonda (Béjar)


Con motivo de la pretensión de Gregorio Ortín de construir un nuevo salto hidráulico, Gerónimo Rodríguez Yagüe solicitó, a su vez, a la Jefatura de Obras Públicas autorización para aumentar la altura de su presa de Navahonda, respaldado en el acuerdo al que había llegado con el mencionado Gregorio Ortín, por el cual este último se comprometía a no reclamar un recrecimiento de la presa en 32 centímetros de altura. 

 Pabellón de Navahonda

12 de octubre de 2019

Los saltos hidraúlicos de la cuenca media del río Cuerpo de Hombre (1ª Parte). La Eléctrica de Navahonda


Autor: José Ignacio Díez Elcuaz
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar 2010. 

            En la Revista de Fiestas de 2009 se revisaron los saltos hidráulicos del río Cuerpo de Hombre en su cuenca alta, por lo que en esta ocasión vamos a referirnos a los primeros de su curso medio, en concreto, a los que se encuentran en el área de Navahonda, por donde el desnivel del río aún es importante y, en consecuencia, el aprovechamiento motriz de la corriente es importante, como pone de manifiesto la siguiente tabla con la altura de los saltos en 1934:


            Eléctrica de Navahonda                    20 metros

            Fábrica de paños Navahonda            20      ”

            Batán de Arriba                                 5,50   ”


         La altura de los saltos es, en promedio, inferior a los del curso alto del río; pero hay que tener en cuenta que el caudal del río aumentaba con el mayor número de afluentes y por tanto, aunque las cantidades de agua que se podían tomar estaban limitadas a un tope máximo, éste estaba garantizado durante un mayor período de tiempo en los tramos inferiores, es decir, sufrían un estiaje menor[1].

 Edificio en ruinas de la Central Eléctrica Navahonda