12 de octubre de 2019

Los saltos hidraúlicos de la cuenca media del río Cuerpo de Hombre (1ª Parte). La Eléctrica de Navahonda


Autor: José Ignacio Díez Elcuaz
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar 2010. 

            En la Revista de Fiestas de 2009 se revisaron los saltos hidráulicos del río Cuerpo de Hombre en su cuenca alta, por lo que en esta ocasión vamos a referirnos a los primeros de su curso medio, en concreto, a los que se encuentran en el área de Navahonda, por donde el desnivel del río aún es importante y, en consecuencia, el aprovechamiento motriz de la corriente es importante, como pone de manifiesto la siguiente tabla con la altura de los saltos en 1934:


            Eléctrica de Navahonda                    20 metros

            Fábrica de paños Navahonda            20      ”

            Batán de Arriba                                 5,50   ”


         La altura de los saltos es, en promedio, inferior a los del curso alto del río; pero hay que tener en cuenta que el caudal del río aumentaba con el mayor número de afluentes y por tanto, aunque las cantidades de agua que se podían tomar estaban limitadas a un tope máximo, éste estaba garantizado durante un mayor período de tiempo en los tramos inferiores, es decir, sufrían un estiaje menor[1].

 Edificio en ruinas de la Central Eléctrica Navahonda





La Eléctrica Navahonda



El primer proyecto para aprovechar hidráulicamente el paraje donde luego se establecería La Eléctrica de Navahonda se debió de producir en 1877, cuando la sociedad “Luis Olleros y hermanos” fue autorizada para construir una presa y dos artefactos fabriles, según un proyecto del maestro de obras Manuel Dorado[2].


En 1895, Gregorio Ortín Asenjo pidió permiso a la Jefatura de Obras Públicas para derivar novecientos litros de agua por segundo en el sitio de Navahonda, “con el fin de utilizarlos como fuerza motriz para producir energía eléctrica con destino al alumbrado y otros usos industriales”. Pretendía además construir un “artefacto” en la margen izquierda del río y una “regadera o canalizo que conduzca las aguas al motor hidráulico que intenta establecer en la margen izquierda de dicho río para desarrollar fluido eléctrico”. Sin embargo, su solicitud no iba acompañada por un título de propiedad de los terrenos que pretendía utilizar, por lo que inicialmente fue denegada. Posteriormente volvió a presentar una nueva solicitud, esta vez acompañada de un contrato privado de compraventa del predio. Firmaba como vendedor Eugenio Gutiérrez Mansilla en nombre de su esposa, Carmen Olleros, de su hermano Luis Olleros y de los hijos del difunto Anselmo Olleros[3]


Su instancia dio lugar a las reclamaciones de los propietarios de los predios inmediatos. La primera fue presentada por Bonifacio Rodríguez, por los perjuicios que le podría ocasionar a su finca situada aguas arriba; pero fue desestimada al considerar que no había probabilidad alguna de que le pudiera perjudicar. La segunda fue realizada por Jerónimo Rodríguez Yagüe, dueño de la parte de Navahonda situada aguas abajo; pero, viendo que no tenía visos de prosperar, decidió llegar a un acuerdo con Gregorio Ortín (el 19 de marzo de 1896) y retirar la demanda.


La petición de Gregorio Ortín obtuvo la aprobación oficial el 28 de julio de 1897 y en ella se establecía que el agua debía volver al cauce del río antes de que saliera de su propiedad. Se estipulaba también que: “Las obras se construirán con sujeción al proyecto presentado, debiendo establecerse la coronación de la presa horizontalmente y a una altura de cincuenta centímetros sobre el punto señalado con una cruz en el terreno para el nivel del fondo del canalizo en el punto de toma, cuya señal deberá conservar intacta el concesionario a fin de poder comprobar en todo tiempo el cumplimiento de esta condición”. El plazo para la ejecución de las obras era de dos años.


No se le autorizaba a derivar del río más agua de la señalada y se le concedía un plazo de dos años para la ejecución de las obras[4].



La figura de Gregorio Ortín Asenjo


Gregorio Ortín Asenjo era un comerciante establecido en Madrid en 1864. Dos años después decidió trasladarse a Béjar, ciudad a la que le unían algunos vínculos familiares. 


A lo largo de su vida tuvo una destacada actividad política. Participó en la revolución de 68 y llegó a formar parte de la Junta de Gobierno de la ciudad[v]. Fue elegido concejal en 1885 y segundo teniente de alcalde en 1887. En los dos años siguientes ejerció como alcalde, en sendas ocasiones. Su gestión suscitó algunos debates que fueron publicados en la prensa local. En 1893 promovió la formación de una candidatura republicana para el Congreso y, en una reunión celebrada en su jardín, se postuló como candidato; pero no fue elegido él, sino Santiago Duprado, que estuvo a punto de derrotar al candidato liberal Jerónimo Rodríguez Yagüe, situación que éste último evitó mediante una masiva compra de votos en el Cuarto de Arriba (Santibáñez, Puente de Congosto...). Su credo ideológico se situaba entre el progresismo del 68 y el republicanismo de sus últimos años de vida.


Como empresario, durante sus primeros años en Béjar estuvo vinculado a la Empresa de Coches (no sabemos si eran las diligencias que se dirigían a Salamanca o a Madrid). En la matrícula industrial de 1888 figura como vendedor de paños y tejidos; su contribución (324 pesetas) refleja una buena situación económica. En 1894, fue redactor y administrador del periódico La Nueva Locomotora. Tras su actividad en la creación de La Eléctrica de Navahonda, su persona no vuelve a aparecer relacionada con la nueva empresa.


Al menos desde marzo de 1897 está ya vinculado a La Electricista Candelariense. En aquella fecha ejercía ya como director de la empresa e inició el suministro de fluido eléctrico a la villa de Candelario. Por aquel entonces solicitó autorización para establecer una línea telefónica entre Béjar y la villa chacinera.


Como consecuencia de su actividad empresarial, fue elegido presidente de la Cámara de Comercio de Béjar en 1899. El 12 de diciembre de 1902 falleció en Béjar, a los 62 años de edad. Pocos días antes había publicado sus Memorias.



La sociedad Eléctrica de Navahonda


No están claras las razones que provocaron el abandono por parte de Gregorio Ortín de su proyecto empresarial en Navahonda. Pero es probable que alguna responsabilidad se deba a los antiguos propietarios, los hermanos Olleros Mansilla, y sobre todo a Eugenio Gutiérrez Mansilla, esposo de Carmen Olleros, como más adelante veremos. 


La Eléctrica de Navahonda fue una sociedad creada por Luis Hernández Anaya y por los hermanos Germán y Lorenzo Petit Harguindey[6]. Debido a la ausencia de Lorenzo Petit, Germán ejerció inicialmente como administrador, aunque el protagonismo empresarial lo tuvo siempre el primero. Al menos desde 1899, la sede social de la empresa estaba en el domicilio familiar de los hermanos, en los números 70 y 72 de la calle Sánchez Ocaña. 

 Fotografía del blog Los Abdones


En octubre de 1897 habían comenzado ya las obras, que se prolongaron hasta marzo de 1899. Las instalaciones fabriles estaban formadas por dos edificios, una cuadra y por la presa con su canalizo de conducción de aguas. En 1903, la altura total del salto era de 24 metros. La fuerza que desarrollaba era de 64,5 caballos y rendía, descontando un 25% en pérdidas por transformación de energía, 35.644 vatios. En comparación, La Electricista Candelariense (instalada en la antigua fábrica de papel de Candelario) disponía de una capacidad de producción menor, pues sólo generaba “40 caballos de fuerza, en corriente alterna”, según un anuncio de venta publicado en 1924[7]


La expansión de la actividad empresarial comenzó en 1898, cuando se concedió autorización a la empresa para instalar postes eléctricos de Béjar a Candelario. En 1903 se pedía permiso para colocarlos en la calle La Libertad (las líneas de alta tensión que cruzaban la ciudad siempre despertaban temores, especialmente en ocasiones de tormentas). Dos años después se solicitó al Ayuntamiento bejarano autorización para colocar postes en Bañaduras Altas, con el fin de suministrar fluido eléctrico a Palomares. Por aquel entonces su renta se calculaba en 450 pesetas anuales, pero el negocio fue creciendo en años posteriores. Entre 1907 y 1910, la empresa obtuvo permiso para suministrar luz a Guijuelo, Santibáñez de Béjar, Ledrada y Campillo de Salvatierra


El problema del suministro eléctrico era el estiaje del río en el verano. Para remediarlo, la empresa instaló una máquina de vapor, alimentada con carbón y madera. Pero, en ocasiones, tuvo dificultades para disponer del mineral, por lo que se veía obligada a suspender el suministro, como sucedió en agosto de 1917.


En los años veinte, la sede social de la empresa se había trasladado al número 17 de la calle Solano (Colón) y, en 1924, se anunció su venta. Desde aquella fecha, ejerció como gerente o arrendatario Alejandro Martín Cascón. Finalmente, en 1936, la empresa acordó fusionarse con las otras compañías eléctricas privadas bejaranas (con La Doble Eléctrica y con La Abeja, pues la Eléctrica Municipal no se integró); así se formó Eléctricas Reunidas, que tuvo como primer presidente a Ernesto Izard.



El empresario Lorenzo Petit


Lorenzo Petit y Harguindey era hijo del fabricante de paños Anselmo Petit y de Antolina Harguindey[8]. Lorenzo debió de especializarse en los estudios de electricidad, pues toda su vida profesional estuvo vinculada a ella: desde junio de 1898 hasta diciembre de 1901 residió en Guadalajara, donde ejerció como administrador de La Eléctrica de Guadalajara; posteriormente se trasladó a Valcarlos (Navarra), para ejercer como gerente de una compañía eléctrica, y finalmente a Béjar. 

 Fotografía del blog Los Abdones


En 1889 se había casado con María Gutiérrez Olleros, hija de Eugenio Gutiérrez Mansilla y de Carmen Olleros, es decir, los dueños (junto a los hermanos de ella) del predio de Navahonda, que habían pactado la venta con Gregorio Ortín. Pero ésta, finalmente, no se llegó a formalizar, con el fin de transmitírsela en herencia a su yerno. Eugenio, por otro lado, no tenía intereses empresariales propios, pues era juez y presidente de la audiencia territorial de La Coruña, donde falleció en el año 1900. 


Lorenzo Petit estuvo además vinculado La Electricista Bejarana, pues desde 1904 ejercía como representante de esta sociedad. No tuvo grandes ambiciones políticas, pues, aunque en 1923 fue elegido concejal, a los pocos meses renunció al cargo.

Continuará





[1] La Abeja disponía de un aprovechamiento de 48 metros; la Eléctrica de Candelario, de 21 metros; la fábrica de harinas (hoy central Samuel Solórzano), de 6 m.; El Navazo, de 14,20 m.; la fábrica de Bonifacio Rodríguez, 4,80 m. (Béjar en Madrid, 3-II-1934, “El río Cuerpo de hombre es inagotable venero de riqueza para Béjar y los pueblos de su comarca”).

[2] Boletín Oficial de la Provincia de Salamanca, 13-VII-1877, “Sección de Fomento”.

[3] Boletín Oficial de la Provincia de Salamanca, 31-XII-1895, “Jefatura de Obras Públicas”.

[4] Boletín Oficial de la Provincia de Salamanca, 6-VIII-1897, “Jefatura de Obras Públicas”.

[5] Ceferino GARCÍA MARTÍNEZ: Centenario de la Cámara de Comercio e Industria de Béjar 1886-1986, ed. Madrid: Cámara Oficial de Comercio e Industria de Béjar, 1986, pp. 65-67.

[6] Luis Hernández Anaya (1853- 1913) fue concejal republicano en 1886, 1891 y desde 1903 a 1905. Fue miembro y ocupó interinamente la presidencia de la Cámara de Comercio de Béjar.

[7] La Victoria, 7-III-1903, “Sueltos y noticias”.


[8] El primer Petit en Béjar fue su abuelo Lorenzo, natural de Reims y fabricante. La primera referencia documental del padre, Anselmo, es de 1867 (La Provincia. Revista  Salmantina, 1-XII-1867, “Revista provincial”).  Su madre pertenecía a una familia de Puerto de Béjar con una importante industria de curtidos.

12 comentarios:

  1. Interesante publicación. Quedo a la espera de su continuación.
    Un abrazo,

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  2. Pude ver ese río cuando atravesaba Béjar en un auutobús camino de Candelario. Tenía mucha curiosidad por conocerlo porque ya había visto fotos de amigos blogueros, aunque sólo fue a través de la ventanila del autobús...algo es algo.

    Besos

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  3. Interesante todo el desarrollo de la empresa eléctrica que tengas un buen día.

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  4. Las fotos de los Abdones. Cuando las copié de los originales no disponía de escáner y tuve que hacer fotocopias. Después escaneé las fotocopias. Demasiado bien me salieron.
    Me alegro de que hayan servido para apoyar este artículo.

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    1. Menuda peripecia, Jero. Lo importante es que lo hiciste y de ello nos podemos aprovechar algunos, jejej.
      Un abrazo

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  5. Estuve viendo sobre el río, cuando publicastes la otra vez sobre su valle.

    Me llamó mucho la atención sobre el desarrollo de su rivera.

    Besos

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  6. Un texto que nos ayuda a entender los cómo y porqués de tantos importantes desarrollos industriales que llevaron al engrandecimiento de ciertas zonas. Algo que muchas veces nos preguntamos al contemplar la ruina de edificios que nos sugieren una intensa actividad fabril.
    Saludos.

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  7. Impresionante reportaje este que nos muestras sobre la historia de Béjar que fue impulso a la industria textil de la localidad.

    Saludos.

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  8. Interesante todo lo que nos cuentas, me entra curiosidad por visitar esa zona, los saltos de agua siempre me han atraído y sé que, gracias a ellos y a la transformación de su energía, muchas industrias se han creado a su alrededor.
    Cariños y buena semana de octubre.
    kasioles

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  9. Hola Carmen, con tus escritos sobre Béjar puedo ver lo importante que es en todos los campos. Espero la continuacion sobre esta industria.

    Abrazos.

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  10. Durante el proceso de industrialización, los saltos de agua y otros equipamientos e infraestructuras eran la meta codiciada, el objetivo a conseguir para lograr satisfacer la demanda de energía que requería la modernización y la eficacia de las instalaciones industriales. Hoy, debido a los vaivenes del cambio climático, el problema no radica tanto en el equipamiento, aunque siempre hay instalaciones que se van quedando obsoletas, sino en la ausencia de agua cuando esta se necesita más: con el tiempo se está convirtiendo en un bien más preciado que el oro.
    Saludos.

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.