8 de mayo de 2020

Un conflicto de escudos en Baños de Montemayor: los Zúñiga frente a los Carvajal (1ª Parte)


Autor: Miguel Sánchez González

Este pequeño texto fue publicado originalmente en “Castillejos, hoja informativa y cultural de Baños de Montemayor” nº 106 (agosto de 2012), creación de uno de los bañenses más conocidos en la red: Juan Luis Regidor. A él debemos agradecer la labor de difusión de anécdotas, personajes, curiosidades, noticias históricas, fotografías, poesías... relacionadas con Baños y alrededores, sirviendo de pequeño altavoz cultural y vehículo de difusión entre 2013 y 2017 [1].




Cualquier vecino de Baños de Montemayor o visitante que se haya acercado al pueblo habrá dado un paseo hasta la “iglesia de abajo” o de Santa Catalina de Siena. Después de haber mirado a lo alto de la torre, calculado el peso del nido de las cigüeñas, de haber pensado si merecerá la pena subir las escaleras que llevan a la entrada de la torre y haber desistido pensando en sus rodillas, habrá acabado por dar una vuelta a su alrededor y quizás haya acabado fijándose en la puerta que mira hacia el sur. 

 Portada principal de la iglesia de Santa Catalina de Baños


Se trata de una sencilla puerta con arco de medio punto, renacentista, y alfiz que lo enmarca. Sobre él una hornacina que siempre vimos vacía y a ambos lados sendos blasones de los duques de Béjar similares a los que vemos en una casa cercana a la iglesia, que hace esquina junto a la torre, y a otros que hay en las Fuentes de los Mesones, llevada a la carretera de la salida del pueblo.



Nunca me había planteado qué hacían esos escudos en la iglesia aunque no es en la única en que se ven escudos nobiliarios, bien por ser los Zúñiga patrocinadores de las obras, o sus benefactores, o simplemente porque eran poderosos. Hace poco, buscando entre papeles, encontré una posible explicación de la presencia de estos escudos.

 El obispo Gutierre de Vargas Carvajal. Estatua orante de su cenotafio en la "Capilla del Obispo". Madrid. 
Foto sacada de aquí


Corrían los primeros años del siglo XVI cuando en Plasencia es nombrado obispo don Gutierre de Vargas Carvajal con 18 años. Llevó una vida bastante placentera y movidita en casi todos los sentidos (quien quiera saber más sobre este personaje puede consultar la web en http://www.chde.org). La situación en que se encontró el obispado no debía de ser buena por los enfrentamientos internos de la clerecía y los choques entre los linajes placentinos, en fin, lo habitual en las buenas familias.


Volvamos a Baños. En 1547 el obispo don Gutierre presenta una denuncia quejándose de las actuaciones en su contra de los duques de Béjar. Dice en ella que los obispos de Plasencia siempre tuvieron pintadas sus armas a las puertas de sus casas principales en Béjar, así como en algunas iglesias, altares y torres, y los duques habían mandado quitarlas y quebrarlas poniendo las suyas en su lugar


Escudo de los duques de Béjar en la iglesia de Santa Catalina de Baños de Montemayor




Relata cómo algunos servidores de los Zúñiga dejan casi derribada la torre de la iglesia de Hervás (no sería para tanto pues sólo quitaron los escudos), y ocasionan daños en la iglesia de Santiago de Béjar y en Baños


“...teniendo el dicho sus harmas puestas en el retablo del altar e iglesia de Santa Catalina de Baños los susodichos para efecto de quitar las dichas armas de noche quitaron e abían mandado quitar e quitaron unas tablas que estaban sobre las puertas de la dicha yglesia y por allí abían entrado en ella e abían quitado las armas del dicho obispo su parte del dicho altar e abían puesto las de los dichos duques e por el mismo agujero que abían hecho en las dichas puertas abían hurtado de la dicha yglesia un relicario sagrado que balía más de beinte myl maravedís”.


Los susodichos no eran otros que el gobernador o alcalde mayor de Béjar, el licenciado Francisco de Ribera, nombrado por el duque, el alguacil mayor Lope de Valmaseda y el escribano Francisco Martín. Lógicamente no se mancharían las manos con la obra, sino que llevarían criados para ello. El obispo había mandado poner sus armas en los edificios eclesiásticos del obispado, política a la que se opone el duque, que ve en ello una resistencia o un contrapoder a su dominio señorial. Debemos tener en cuenta que los Zúñiga habían sido hasta 1496 duques de Plasencia, dominio que volvió a la corona por expreso deseo de la reina Isabel la Católica. En 1476 su señorío  había supuesto fuertes enfrentamientos entre los Zúñiga, luego duques de Béjar, y gran parte de los caballeros placentinos, que veían mermadas sus prerrogativas y su control sobre la ciudad. Todo esto estaba reciente en la mente de nuestros protagonistas, del obispo y de los duques, al igual que la guerra de las Comunidades en la que ambos linajes habían tenido un enfrentamiento, uno más, por el control de la ciudad.


 Escudo del obispo Gutierre de Vargas Carvajal
Imagen de aquí


El episodio de las Comunidades (1520-1521) fue un momento histórico de gran importancia que casi siempre se ha saldado con unas pocas frases en los libros de texto. Para muchos historiadores se trata de una verdadera revolución. El pueblo se rebeló contra mucho más que una política de nombrar cargos y repartir rentas entre extranjeros. Un famoso hispanista, Joseph Pérez, francés de nacimiento pero de padres españoles, dedicó al tema su tesis doctoral en La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521). En el libro se narra el enfrentamiento entre dos linajes o clanes rivales en Plasencia: Zúñigas y Carvajales.

Un miembro del linaje Zúñiga se erige en portavoz de las Comunidades y pretende encabezar el movimiento y rápidamente se le enfrentan los Carvajales. Hay luchas, tensiones, intentos de llegar a treguas, pasan los días y cuando acaba el conflicto todo queda igual que al principio. El almirante de Castilla encargado de la represión deja las cosas como estaban porque entiende que la actuación de unos y otros, Zúñigas y Carvajales, no tiene que ver con las Comunidades sino con defender su posición en la ciudad. Poco después don Gutierre logra el obispado y su madre, al enterarse, dijo “Guterrico obispo, perdido anda el mundo”[2].

 Cenotafio del obispo don Gutierre en la Capilla del Obispo de Madrid. 
Foto sacada de La Gatera de la Villa


Volvemos a Baños. Cuando acabéis de leerlo veréis que el asunto de los escudos se resuelve como casi siempre en estos casos. Los que resultaron condenados fueron el licenciado Ribera a dos años de destierro, Valmaseda y el escribano a un año (que podían cumplir perfectamente en otros dominios del duque), más una multa de veinte ducados. Ninguno acusó a nadie, simplemente alegaron que era función de su cargo el mantener las señas y símbolos de su señor. Fueron, pues, leales servidores. 

¿Y al duque? Perdón, a la duquesa doña Teresa. ¿Quién condenaba a la duquesa? La duquesa había muerto en 1557 y el obispo en 1559, y el pleito acabó en 1569. Ni el nuevo duque ni el nuevo obispo se responsabilizaron del asunto, y del relicario nunca más se supo de él.


Hoy nos parece quizás un sinsentido pero detrás de un aparente choque por minucias, como era aparentemente la cuestión del escudo, había algo más. Por cierto los blasones de los obispos ya no lucen por ningún lado. Los que están a la vista en la fachada son los de los duques. Habrá que revisar el retablo de cerca porque a lo mejor nos encontramos con algún resto de los blasones del obispo.



Continuará


[1] El texto original entrecomillado, ha sido completado con alguna información más y fotografías que ilustran su contenido.
[2] Asunción FERNÁNDEZ HOYOS. El obispo Vargas Carvajal, un madrileño del Renacimiento,  citado por Alonso Párraga Sánchez en http://www.chde.org/index.php?option=com_content&view=article&id=107:gutierre-de-vargas-carvajal-y-expedicion-estrecho-de-magallanes&catid=28:2006&Itemid=2

14 comentarios:

  1. Este Vargas Carvajal, al que llamaron El Obispo Arquitecto, llenó su territorio de Iglesias con su escudo, unas nuevas y otras modificadas. Hacía igual que los actuales alcaldes y concejales, que en cualquier obra menor en su municipio le ponen una placa conmemorativa con su nombre. Vease como ejemplo la que hay en la Pazuela del Solano (Plazuela de Gómez Rodulfo) de Béjar.
    En los pueblos donde tenían mando los Zúñiga, topó con la "horma de su zapato". Bonito artículo. Espero la continuación.

    ResponderEliminar
  2. Una moda aquella de poner blasones por todos lados. Bueno, hoy se ponen placas, que viene a ser lo mismo. De Baños de Montemayor recuerdo una comida en un sitio espectacular y tranquilo. Creo que se llamaba restaurante El Puente. Recuerdo las croquetas de boletus y la tabla de quesos.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. La nobleza y el clero pugnando por quien era quien mandaba en esas tierras como ocurría seguro en otros lugares. Pero al parecer los únicos que sufrieron cierto castigo fueron los mandados.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Una historia muy interesante. Me ha parecido muy bonito el escudo del obispo. Mis padres veraneaban todos los años por esa zona y seguro que conocerían estos lugares.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Esto parece mmuy interesante, veremos como continúa la historia.

    Besos

    ResponderEliminar
  6. Da para mucho esta lectura, Carmen. Lo primero que me viene a la mente es la contradicción de los entorchados honoríficos del Pastor de su grey, supuestamente el servidor de todos y la distancia tan enorme del Evangelio. En cuanto a los poderes terrenales, lo mismo de ayer y siempre, la resistencia que opone siempre a alguien que le haga sombra. Muy interesante.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. He estado en ese pueblo Carmen. Y como siempre ando despistado, no me fije en esos escudos...
    Ya veremos cómo deriva la historia...

    Besos Carmen. Cuídate

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues ya sabes, Doc. Cuando todo esto acabe ven a Baños y tomas unas aguas que siempre vienen bien. Y te fijas en los escudos y recordarás toda esta historia.
      Un beso

      Eliminar
  8. Todos empeñados en dejar señales de nuestro paso para la posteridad (unos con más éxito que otros, por supuesto) y, en cuanto a la disputa, podría decirse que era más el fuero que el huevo.
    Un abrazo,

    ResponderEliminar
  9. Esto es como quitar las placas callejeras no sería mejor dejar las antiguas que algo representaron en su tiempo y poner al lado las nuevas, así iríamos conservando toda la historia.
    Un buen domingo.

    ResponderEliminar
  10. Tengo una foto de 1918/1919 de mis abuelos en el balneario de Baños de Montemayor.
    Están con doce, creo, de los quince hijos que llegaron a tener, y la entrada me ha provocado la curiosidad de ver el entorno en que se tomó la imagen. Saludos y continuaré la lectura.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué bonita fotografía. En aquella década el balneario bullía de personas y familias enteras que se retiraban durante un tiempo para tomar las aguas.
      Un beso

      Eliminar
  11. Un saludo, Carmen, y quedo a la espera de esa segunda parte, de esta interesante historia.

    ResponderEliminar
  12. El escudo del obispo lo veo bastante ostentoso y el cenotafio es una obra de arte. La historia como siempre, las luchas por el poder están presentes. Espero la siguiente entrega.

    Abrazos.

    ResponderEliminar

"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.