Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2015, pp. 64-69.
De mirada recia e inquisitiva, Gabriel Herrera nos
observa altanero desde su posición privilegiada. Las largas patillas enmarcan
una cara a la moda de la 1ª mitad del s. XIX, a caballo entre los bravos guerrilleros
de la Guerra
de Independencia y las barbas recortadas de su segunda mitad, siendo su boca,
fruncida y de labios ausentes, el puente entre ambos apéndices. La cabellera azabache
surge de la oscuridad del fondo, al igual que su figura austera vestida
enteramente de negro en la que destacan un pañuelo anudado al cuello y las
insignias del cargo de rector de la Universidad de Salamanca: las puñetas blancas, el
bastón y la medalla[1].
Retrato de Gabriel Herrera en un dibujo
de Óscar Rivadeneyra
Si
de su vida sólo poseyéramos el rastro de este retrato deduciríamos de su mirada
el peso de una grave responsabilidad que surcó su rostro de arrugas, enmarcó de
ojeras sus ojos y resumió su boca en una sobria línea. Seriedad y austeridad,
dureza, destacan de una figura cuya faz nos mira desde el hall del rectorado de
la universidad de Salamanca. Y nuestro interés en ella no es baladí porque tal
personaje olvidado desde hace siglo y medio nació en Béjar y su imperativa
mirada nos ordena rescatar una vida que, como tantas otras, pereció bajo esa
extraña enfermedad del olvido imperante en nuestro lugar de mutuo origen para
los nacidos en ella.