19 de noviembre de 2017

Apuntes para una feria en decadencia (3ª Parte y final)



Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de la Cámara de Comercio de Béjar, 2016.


         Llegamos así al siglo XIX, concretamente al año 1835, y según un informe que el Ayuntamiento presenta al Gobierno por Real Orden[1], los principales artículos que se comerciaban en Béjar se circunscribían dentro de la ganadería (mular, caballar, vacuno, cabrío y cerdoso), además de granos (trigo, centeno, cebada y garbanzos). No faltaban los curtidos, los paños de lana, las telas y los muebles



Por lo que se deduce de la documentación, la feria había crecido en demasía con el paso de los años y a esas alturas la organización de los puestos brillaba por su ausencia. Hora era de poner orden en ese caos. Es curioso que justo un año antes de los acontecimientos de 1868, aquellos que elevaron a Béjar a la categoría de Ciudad Liberal y Heroica, se tomaran de una vez por todas medidas contra la desorganización y el caos que imperaba en la feria. Nadie hacía presagiar lo que ocurriría a doce meses vista. El Ayuntamiento decide en el pleno del 8 de julio de 1867 [2], como introducíamos al comienzo del artículo, aprobar unas nuevas ordenanzas de ferias y mercados. Dicen así:

 Plaza mayor en un día de mercado
Fotografía de Archivo fotográfico y documental de Béjar

12 de noviembre de 2017

Apuntes para una feria en decadencia (2ª Parte)



Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de la Cámara de Comercio, 2016. 

La feria bejarana de la Edad Moderna no se emplazaba en septiembre como hoy día, sino en el mes de agosto, quizá para aunar a la mayor cantidad de paisanos posible, y concentraba en un mismo espacio la feria de ganado y de productos varios. En concreto durante el reinado de los Reyes Católicos se desplegaba durante dos meses completos, coincidiendo con el estío[1]


    El paso del tiempo hizo mella en dicho evento y al duque Juan Manuel II, ya en el siglo XVIII, le fue preciso echar mano de su influencia en la corte (apoyó la causa de Felipe V, el pretendiente borbónico que ganó la guerra de Sucesión) para auparla de nuevo a sus cotas de influencia primigenia, más que nada porque cada Duque había cambiado las fechas de la feria a su libre albedrío. Así, en 1736, logra colocarla a finales de septiembre justo antes de la celebración del patrón de la villa, san Miguel. Durante tres días (25, 26 y 27 de septiembre) las calles de Béjar, desde los despoblados Prados de la Justa y de la Corredera hasta la Calleja de San Nicolás (más o menos por el actual Casino Obrero), se sucedían los puestos en una cadena que parecía no tener fin. Para el ganado de cerda, lanar, vacuno, cabrío y caballar se reservaron los extramuros de la villa (Corredera y Justas); para los comestibles y demás géneros los puestos intramuros, es decir, desde la Puerta de la Villa hacia dentro siguiendo la calle Mayor y paralelas, e incluso las colindantes. 

5 de noviembre de 2017

Apuntes para una feria en decadencia (1ª Parte)



Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de la Cámara de Comercio de Béjar, 2016.



            Típico sol de septiembre. Pica. Solanera en la calle Mayor. ¿A cuánto?, pregunta una mujer. Cincuenta céntimos la libra na más. Voces. Tráigame aquí una. Lleno el saco. Unos críos piojosos corren entre los puestos. Un anciano renquea con su bastón ante el de la Manuela. ¡Fuera, chucho!. El chucho sale despavorido. Oigan, oigan, los mejores garbanzos aquí. Más voces. Una moza se acerca, cesta al cuadril. Mira y remira. Mira y vuelve a remirar. Se va sin decir ni ay. ¡El barquillerooooo, el barquillerooooo! Un prójimo bigotudo y con blusón, pipa torcida en los labios, chasquea la lengua. ¡Estos no son garbanzos, ni son na! ¿Qué no? ¿Quién lo ha dicho?, respondo airado, chulesco. El otro: El Canillas y a mucha honra. A ver, ¿qué es lo que pasa aquí? Se acercan los Civiles. El del palillo: ¡na!, ¿pos que ha de pasar? Recula. El sol sigue picando. Me restan diez libras, doce tirando p’arriba. ¡Miren a ver lo que hay aquí! Sombra, se agradece. Un paisano apunta con el dedo. Solo tres en su mano derecha. Las putas máquinas, resopla. ¡Oigan, dos libras se me quieren ir! ¿Quién las quiere? El ocaso que llega. Las sombras se alargan. No hay voces. Los chiquillos siguen corriendo. Piojos y chinches. Los guardas urbanos. ¡A recogerse tocan! Mañana más. Quedan dos días de feria. 


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 Comerciantes en Béjar. Finales del XIX. Cromolitografía. Colección JAM-BÉJAR. Foto sacada de Archivo Fotográfico y documental de Béjar

29 de octubre de 2017

Catalina Dorantes: la amante con licencia del II Duque de Béjar Álvaro de Zúñiga y Pérez de Guzmán




Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez


      Este caso, que merecería figurar en Con la Z de Stúñiga; Curiosidades (y excentricidades habría que agregar) sobre el Ducado de Béjar de Antonio Sánchez Sánchez, publicado en Archivo Fotográfico y Documental de Béjar, 2009, lo trae el genealogista y heraldista Julio de Atienza y Navajas, barón de Cobos de Belchite, en su trabajo El Marquesado de Águilafuente, incluido en la revista Hidalguía, 1993, del Instituto Salazar y Castro (CSIC) de Madrid:

 



Emblemas del marquesado de Aguilafuente en el antiguo palacio de Aguilafuente, Segovia. Casadelpalacio.com



Viéndose sin sucesión legítima don Álvaro de Zúñiga, II duque de Béjar, III conde de Bañares, I marqués de Gibraleón, Justicia y Contador mayor de Castilla, de su mujer y tía doña María de Zúñiga, acudieron ambos al rey Carlos I (el emperador Carlos V) haciéndole presente que, además de los bienes de su mayorazgo, tenían otros libres adquiridos algunos de ellos durante su matrimonio, y careciendo de descendencia suplicaban se les diese licencia y facultad para poder fundar un mayorazgo o dos, con condición precisa que no pueda revocarse, añadirse, disminuirse o alterarse durante la vida de los fundadores, y para mayor firmeza, verificada la muerte de uno, no pueda el otro revocarlo, modificarlo ni condicionarlo, quedando siempre en el estado que tenía cuando falleciese uno de los fundadores, excepto si el sobreviviente fuese el expresado don Álvaro, a quien le había de quedar libre la facultad de poderlo alterar según y cómo tuviese a bien. Esta licencia y expreso consentimiento les fue concedido en todo, considerando los bienes que constituyesen el mayorazgo como inalienables e indivisibles, y así les fue despachada en Burgos a 20 de diciembre de 1527, refrendada por don Francisco de los Cobos (Seis meses antes había nacido Felipe, hijo y sucesor de Carlos, cuyos padrinos de bautismo fueron Álvaro de Zúñiga y la reina Leonor, hermana del emperador)


22 de octubre de 2017

Béjar, Plasencia y Yuste: una relación interesante

Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez


       La pintura es ilustrativa porque muestra al emperador Carlos V llegando a su retiro de Yuste sobre una litera, similar a la réplica que hoy se muestra a los visitantes del palacio adjunto al monasterio, a hombros de cuatro portadores. Lo acompaña una breve comitiva de asistentes domésticos, y es recibido en la puerta del cenobio por una procesión de monjes jerónimos ataviados litúrgicamente. No obstante en el Museo del Prado existe otra pintura, de José María Alarcón Suarez, que muestra al monarca llegando a pie acompañado de una numerosa comitiva de nobles y cortesanos, y recibido bajo palio, en esta ocasión, por los monjes. Ambas pinturas son del siglo XIX.
 
Entrada del Rey Carlos V (sic) en el Monasterio de Yuste, por Antonio Casanova y Estorach. Museu Nacional d´Art de Catalunya.  elmundo.es