Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de la Cámara de Comercio de Béjar, 2016.
Típico sol de septiembre. Pica. Solanera en la calle
Mayor. ¿A cuánto?, pregunta una mujer. Cincuenta céntimos la libra na más.
Voces. Tráigame aquí una. Lleno el saco. Unos críos piojosos corren entre los
puestos. Un anciano renquea con su bastón ante el de la Manuela. ¡Fuera,
chucho!. El chucho sale despavorido. Oigan, oigan, los mejores garbanzos aquí.
Más voces. Una moza se acerca, cesta al cuadril. Mira y remira. Mira y vuelve a
remirar. Se va sin decir ni ay. ¡El barquillerooooo, el barquillerooooo! Un prójimo
bigotudo y con blusón, pipa torcida en los labios, chasquea la lengua. ¡Estos
no son garbanzos, ni son na! ¿Qué no? ¿Quién lo ha dicho?, respondo airado,
chulesco. El otro: El Canillas y a mucha honra. A ver, ¿qué es lo que pasa
aquí? Se acercan los Civiles. El del palillo: ¡na!, ¿pos que ha de pasar?
Recula. El sol sigue picando. Me restan diez libras, doce tirando p’arriba.
¡Miren a ver lo que hay aquí! Sombra, se agradece. Un paisano apunta con el
dedo. Solo tres en su mano derecha. Las putas máquinas, resopla. ¡Oigan, dos libras
se me quieren ir! ¿Quién las quiere? El ocaso que llega. Las sombras se
alargan. No hay voces. Los chiquillos siguen corriendo. Piojos y chinches. Los
guardas urbanos. ¡A recogerse tocan! Mañana más. Quedan dos días de feria.
******
Comerciantes en Béjar. Finales del XIX. Cromolitografía. Colección
JAM-BÉJAR. Foto sacada de Archivo Fotográfico y documental de Béjar
Corría el año 1867 y Béjar no vivía precisamente su mejor
momento. Aunque se consideraba uno de los núcleos industriales más relevantes
del reino por su pujante industria textil, la ciudad (con título de tal desde
hacía dieciséis años)[1]
se encontraba inmersa en una grave crisis que paralizaba desde hacía años su
único motor económico. Para paliar una conflictividad social que atenazaba seriamente
a la sociedad bejarana, las autoridades habían recurrido a una inversión en
obras e infraestructuras con el fin de contratar al mayor número de personas
posibles (como vemos la solución planteada por Keynes para solucionar el
problema del paro en la grave crisis de 1929 ya estaba inventada a pequeña
escala). La construcción de la carretera de La Calzada se había iniciado
unos años antes y, sin embargo, en ese preciso instante la ausencia de
inversiones había provocado un frenazo a este proyecto y los conflictos se
cernían de nuevo, cual amenazadora tormenta estival, sobre las cabezas de los
miembros del Ayuntamiento. La olla social parecía a punto de estallar y lo
hizo, y de qué manera, solo un año más tarde.
Mientras tanto, en el pleno de 8 de julio de ese año[2],
el Ayuntamiento se reúne con el fin de aprobar las nuevas ordenanzas de ferias
y mercados siguiendo la pauta establecida por la comisión nombrada al afecto. Y
aquí me detengo para introducir al lector en la feria bejarana, en su origen y
en su discurrir histórico. Los datos bibliográficos y documentales son
conocidos desde antiguo[3],
aunque creo que bien merecen una pequeña reseña en este preciso momento del
relato.
Fuero de Béjar
El
primer documento que hace referencia a la feria de Béjar es el Fuero otorgado a
finales del siglo XIII y principios del XIV, aunque no nos ofrece demasiada
información explícita sobre el tema, más allá de su existencia, como bien suele
ocurrir en los documentos medievales. Sí sabemos que en 1407[4]
el rey Juan II de Castilla firma la Real Cédula por la cual la feria de Béjar se
instituye de manera oficial con unas ordenanzas veladoras de un buen
funcionamiento. La iniciativa partió del señor de la villa y Justicia Mayor de
Castilla, Pedro de Estúñiga y su concesión se consideró un regalo especial por
parte de la corona a su fiel servidor. Al fin y al cabo organizar una feria
anual enriquecía las ciudades y pueblos y, por ende, de manera indirecta, a la
Casa de Estúñiga. El privilegio que diferenciaba a la feria de Béjar de las
demás es que era una feria franca, es
decir, libre de impuestos para los comerciantes forasteros.
Los
distintos miembros de la Casa de Estúñiga procuraron engrandecerla con el paso
de los siglos al modo y manera de Pedro de Estúñiga. Notoria fue la Orden Real conseguida
por el primer duque de Béjar, Álvaro I, de la reina Isabel la Católica en 1485[5].
A pesar de que unos años antes los reyes habían rubricado la desaparición total
de las ferias de sus villas y ciudades, permitieron la existencia de la de
Béjar y Gibraleón quizá como medio para mantener al Duque, anteriormente
partidario de Juana La Beltraneja, atado a su real vera en la política general
de pacificación de los reinos.
Continuará
[1] CASCÓN MATAS, Mª Carmen: “Béjar: de villa a
ciudad (1850)”. Revista de Ferias y
Fiestas de la Cámara de Comercio de Béjar, 2013. ISSN 1889-6421.
[2] Archivo Municipal de Béjar (AMB).
Libro de actas de sesiones del
consistorio de 1867. Sesión de 8 de julio, f.76, Sign. 1624.
[3] Por ejemplo, el artículo de LORA
SERRANO, Gloria: “La feria de Béjar en el siglo XV” en Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval. N. 4-5
(1986), pp. 271-286, que podemos descargarnos en el siguiente enlace https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/7101/1/HM_04-05_15.pdf (consultado en 23/06/2016).
[4] De los orígenes de la feria y de
los distintos privilegios de los que gozó a lo largo de los siglos también publicó
un artículo Juan Muñoz García titulado “La feria de Béjar” en Ofrenda a la Santísima Virgen del Castañar,
excelsa patrona de Béjar y su comarca, vol. II, Prensa Española, 1963. En
concreto ese documento de 1485 se puede consultar en Archivo General de
Simancas “Licencia a la villa de Béjar para seguir celebrando su feria
anual." RGS, LEG, 148507, 23. También hizo una brevísima mención a la
feria MAJADA NEILA, José Luis. Historia
de Béjar (1209-1868), 2001, pp. 122 y 123.
[5] Archivo Histórico Nacional
(AHN). "Cédulas de los Reyes Católicos autorizando libremente a los que
quisieran ir a la feria de Béjar (Salamanca), a pesar de las disposiciones en
contra y confirmando la declaración que hizo Álvaro [López] de Zúñiga, [I] duque
Plasencia, sobre la sucesión de su nieto Álvaro en los mayorazgos que él tenía,
y en la merced de justicia mayor de Castilla”. OSUNA, C.217, D. 70-78.
La Feria de San Miguel, en Béjar, marcaba definitivamente el fin del verano. Empezaba a llover y había que hacer los baules para irnos a los Colegios.
ResponderEliminarPues por el momento nos ha trasladado usted a esa feria. Hasta aquí han llegado sonidos y olores, como si estuviéramos paseando entre los puestos.
ResponderEliminarFeliz domingo
Bisous
Como siempre, buena cualidad narrativa la de Carmen. Para mí ha sido un viaje en el tiempo y en el espacio. Gracias, espero la continuación. JZR.
ResponderEliminarDan ganas de acercarse por Béjar para ver al Canillas y recular mientras pica el sol, con un puñado de garbanzos en el bolsillo. Buena atmósfera, Carmen.
ResponderEliminarY buena la referencia a Keynes, que a veces parece que inventó la rueda.
Nunca mejor traído que aquí lo de las "pinceladas bejaranas", con esa descripción a base de frases cortas, tan dinámicas y precisas ellas, y esa semblanza tan castiza de parroquianos y del ambiente de las ferias decimonónicas.
ResponderEliminarUn saludo, Carmen.
Las ferias de los pueblos, se viven con bastante intensidad por los habitantes de la población , a ellas acuden propios y extraños.
ResponderEliminarBesos
Perfectamente descrito el ambiente de las feria. El primer duque de Béjar hizo un gran favor a su ciudad logrando que se mantuviera,aunque lo consiguiera cambiando de bando.
ResponderEliminarUn beso Carmen
Recuerdo perfectamente a los feriantes, camino de Béjar, con sus caballos y yeguas, sus mulas y, especialmente, los muletos pequeños y juguetones. También recuerdo al toro cebado durante meses con la argolla en su nariz a la que se ata la soga que sirve para conducirlo al mercado de la feria, siempre por los caminos, esquivando la carretera para que el ruido de los coches no lo asuste. Recuerdo los chalanes con sus blusones oscuros, boina sobre la oreja, brizna de hierba entre los dientes y apoyados en sus varas de fresno. Y también recuerdo al payo ese de Navacarros al que payos y gitanos recurren como mediador en sus transaciones de ganado.
ResponderEliminarPero, por cierto, tienes razón; todo eso se ha ido a la m...
¡Ah, Carmen!. Como sabes yo soy pueblerino, a mucha honra, y en mi pueblo cuando gritamos o llamamos la vocal que alargamos no es la última, sino aquella correspondiente a la sílaba sobre la que recae el acento prosódico u ortográfico. Ejemplo: Cenceeeerro, trae pa'ca el triiillo, Antoooonio. Claro que, en Béjar, al ser citadinos, no se muy bien como lo hacéis.
Un abrazo,
Genial las referencias que nos das de la feria de otro tiempo, que ésa sí que lo era y no la de ahora, descafeinada a más no poder. Te veo escribiendo una entrada alusiva en tu espacio con fotografías de otras ferias...
EliminarPues por aquí no sé cómo se hace, pero a mí me salió así, a saber por qué.
Abrazos mil
Interesante reseña histórica de la feria de Bajar. Siempre la nobleza arrimándose al árbol que más sombra da.
ResponderEliminarUn saludo.
Los nobles instituyeron ferias y mercados para su beneficio.
ResponderEliminarSaludos.
Has recreado preciosa y puntillosamente ese ambiente de feria, Enhorabuena, Carmen.
ResponderEliminarUn abrazo
Tu descripción, me ha llevado a la feria...Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarBesos
Interesante la descripción de una época y sus costumbres en referencia a las ferias-
ResponderEliminarMuy bien contado Carmen.
Besos
Puri
·.
ResponderEliminarMe ha encanta esa retransmisión en vivo y en directo del ambiente y algarabía de la feria. Es como haber esta dentro de ella.
Un abrazo Carmen
· LMA · & · CR ·
Muy interesante
ResponderEliminar