Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, 2019.
Las sorpresas asaltan a cada poco, endulzando o agriando la vida con regalos inesperados o envenenados según sea su cariz. El pasado oculto asalta al historiador cuando descubre un tesoro documental entre los legajos polvorientos de un archivo tradicional, en las fichas informatizadas de uno moderno, ante la pantalla de un ordenador en los registros digitalizados o visitando un lugar significativo. Incluso en una charla con los amigos, que en estos tiempos todo puede ser. El hallazgo que motiva este artículo surgió en una conversación, en este caso de guasap, una modalidad no incluida en la lista precedente. La historiadora Teresa López Hernández había descubierto una lápida de pizarra, inserta en una pared de la catedral de Salamanca, con una inscripción referida al mayorazgo de Francisco Pizarro y Pedraza y a un personaje, «vezino de Bexar». ¿En la catedral de Salamanca?, le pregunté. Sí, en la capilla de Santa Catalina.
Lápida y retablo de Francisco Pizarro y Pedraza, en la capilla de Santa Catalina de la catedral de Salamanca
De la familia Pizarro y Pedraza, una de las familias hidalgas con mayor ascendencia económica y política durante los siglos XVII y XVIII, se han publicado diversos artículos en este semanario y en otros lugares[1]. Originarios de la villa de Gibraleón (Huelva), uno de los dominios ducales de la Casa de Zúñiga, monopolizaron el comercio de la lana al ser propietarios de una extensa cabaña de ganado lanar que pastaba tanto en la sierra de Béjar como en el norte de Extremadura. Su inmenso poder les procuró grandes riquezas en forma de propiedades muebles e inmuebles, tierras, ganados, cargos en el Concejo de la Mesta, en la administración ducal y en la concejil, y de su dominio económico hicieron ostentación en un palacio cuyos soportales de acceso conocemos como Portales de Pizarro, único rastro que de ellos se conservaba a nivel popular.
Sin embargo, y para seguir con la indagación, necesitaba más información porque desconocía que el linaje poseyese un sepulcro o similar en la catedral de Salamanca, al margen de los enterramientos de la familia en la iglesia de El Salvador de Béjar. Teresa me proporcionó la llave imprescindible para desentrañar aquel misterio. Regresó a la catedral y me envió la foto de la inscripción que reza así:
Lápida de pizarra
ESTE ARCO DE LOS REIES I EL QUE ESTÁ A EL LADO DE LA EPISTOLA DEL ALTAR MAYOR SON DEL MAIORAZGO QUE FUNDO D. FRANCISCO PIZARRO I PEDRAZA, VEZINO DE LA VILLA DE BEXAR.
En el centro de la lápida, interrumpiéndola, aparece esculpido el escudo[2] de los Pizarro. Partido por un árbol de ramas llameantes, se encaraman a su tronco dos grifos rampantes y el conjunto se enmarca entre esas eses o ces tan características del arte barroco salmantino con decoración de hojas. Por encima de esta inscripción en pizarra (mi buen amigo Óscar Rivadeneyra me sugirió, con muy buen criterio, que la utilización de este material no era baladí, sino que es un guiño a su apellido) existe un retablo esculpido en piedra y policromado con la escena de la Adoración de los Reyes Magos de regular factura, perteneciente, quizá, al siglo XVII. Y todo ello, a su vez, inserto en un lucillo bajo un arco de medio punto.
Casa del mayorazgo de los Pizarro en Béjar
Teresa me ofreció una pista más: la inscripción y el retablo se habían trasladado a la capilla de Santa Catalina durante la desamortización, lo cual induce a pensar que el conjunto procedería de un convento o iglesia desaparecida de la capital charra. Un testamento encontrado hace unos años en el Archivo Histórico Provincial de Salamanca me dio la clave definitiva de su lugar original.
Sin entrar en muchos detalles, en 1734[3] Francisco Pizarro y Pedraza López Dávila y del Castillo, hijo del fundador del mayorazgo Francisco Pizarro y Pedraza y de Isabel López Dávila, heredera del canónigo Bartolomé López Dávila[4], otorga testamento ante el escribano Esteban García. El mencionado Francisco, nacido en Béjar, había recibido órdenes eclesiásticas menores y en su testamento explicita los lugares de su posible enterramiento. Así, si exhalaba su último suspiro en Béjar, ordena que le sepulten bien en la capilla mayor de la iglesia de San Salvador de Béjar, o bien en la de San Juan Bautista, en el mismo enterramiento que su antepasado y tío bisabuelo, Bartolomé López Dávila, ante el altar del Santo Cristo. En cambio, si su muerte ocurría en Salamanca, su última voluntad es que lo depositen al lado de la epístola del altar mayor de la iglesia de San Isidro, bajo el cuadro del Descendimiento, «que lleva alrededor de el mis armas pintadas y ni nombre» y si no a los pies de las gradas, donde tiene otros dos entierros.
Bartolomé López Dávila.
Estatua orante de la iglesia de San Juan Bautista
«Compre el sitio y con el altar de la Adorazion de los Santos Reies que esta en dicha iglesia de San Ysidro frente de la entrada de la puerta principal al lado de la epistola sacado el retablo de media talla de piedra dorado y estofado antiguo, arrimado a el altar Maior tengo un arco y sepulcro a el lado de la Epístola».
Del cuadro del Descendimiento no tenemos conocimiento, puede que se haya perdido, mientras que se ha conservado el retablo de la Adoración de los Reyes y la lápida, quizá sepulcral, de Francisco Pizarro y Pedraza, vecino de Béjar. La desamortización provocó que la antigua parroquia de San Isidoro o San Isidro, a la que se agregó la de San Pelayo, destruida en la construcción del Colegio adyacente de la Compañía de Jesús, desapareciera y que algunos de sus bienes muebles pasaran a la catedral de Salamanca, donde aún se conservan.
Escudo de los Pizarro en una obra del médico Juan Bautista de la Calle
En ese documento testamentario se recogen otros datos de interés del finado, tales como que poseía una casa junto a las Escuelas Mayores, precisamente en la Plazuela de San Isidro con las armas o escudos labrados de sus padres en medio de la fachada, flanqueándolos otros dos de su abuela materna y de los Pizarro y Pedraza.
Junto a Bernardo Ordóñez de Lara, tesorero de la Catedral de Salamanca, Francisco Pizarro y Pedraza es el segundo bejarano relacionado con este magno edificio del que tenemos noticia hasta ahora.
[1] CASCÓN MATAS, Mª Carmen. «El hermanamiento entre Béjar y Gibraleón a través de una familia hidalga de la Edad Moderna: los Pizarro», en Revista Cultural de Gibraleón nº 17, 2015. Y de la misma autora «Personajes bejaranos de la Edad Moderna: Francisco y Antonio Pizarro», en Béjar en Madrid 4.462 (21/IX/2007) y 4.463 (28/IX/ 2007).
[2] Un escudo de la familia aparece en la obra del médico de Candelario Juan Bautista de la Calle Dissertaciones phisico-médico- chirurgicas, en que se exponen desengaños de engaños, y verdades desnudas, dedicada a Antonio Pizarro y Pedraza, heredero del mayorazgo a la muerte de Francisco Pizarro en 1761. Es mucho más complejo que el que figura en la lápida de la catedral salmantina.
[3] Archivo Provincial de Salamanca. Protocolos Notariales, n 771. Testamento de Francisco Pizarro hijo.
[4] CASCÓN MATAS, Mª Carmen. «El contador mayor Juan Núñez Burgalés de Prado y el canónigo Bartolomé López Dávila». Béjar en Madrid, 4.537 (27/II/2009) y 4.538 (06/III/2009).
He estado en la catedral de Salamanca. Generalmente suelo visitar las catedrales de las ciudades que visito, pero es un detalle que no me pude dar cuenta...si hubiera leído este artículo antes, seguro que hubiera estado buscando la lápida y el retablo.
ResponderEliminarBesos
No todas las miradas ven las mismas cosas, pero ahí están dando información a todo el que quiera y sepa interpretarla. Gracias por desvelarnos los pormenores que pasan desapercibidos para la mayoría, entre los que me encuentro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues ya tiene el visitante bejarano tres pasatiempos en la ciudad: descubrir la rana en la fachada de la universidad, encontrar el astronauta en la catedral nueva y hallar la lápida del paisano en la Capilla de Santa Catalina de la catedral vieja.
ResponderEliminarSaludos.
Pues no te digo que no, amigo Cayetano.
EliminarUn abrazo
Estuve en Salamanca. Vi la rana y el astronauta. No busque la lápida... lo que no se busca, no se no se encuentra... Lo tendré pendiente en la próxima visita
ResponderEliminarBesos
Interesante articulo y como he visto pare ser un reto mas para localizar en Salamanca. Si la rana es tan fácil de localizar como el astronauta y parece esta lapida por el retablo creo lo puedo localizar cuando vuelva a la ciudad.
ResponderEliminarSaludos.
Muy interesante este dato que aportas y compartes en esta entrada, cuando vuelva a Salamanca, seguro que no me olvidaré de lo aprendido y visitaré con detenimiento la capilla de Santa Catalina.
ResponderEliminarAh! Por aquí también ha nevado.
Cariños
Kasioles
Kasioles
Nadie podrá achacar a Don Francisco Pizarro y Pedraza López Dávila y del Castillo, su falta de previsión a la hora de decidir dónde debían reposar sus restos, en función de donde se produjera su último suspiro.
ResponderEliminarQuerida Carmen. Una minuciosidad tan envidiable está pidiendo un soneto.
Un beso.
Comprendo la alegría que producen esos descubrimientos, que permiten buscar y rebuscar mayor información sobre el mismo o asuntos relacionados. Y cuando se trata de hechos o personajes de nuestros terruños más aún.
ResponderEliminarUn saludo.