Autor: Roberto Domínguez Blanca.
Publicado: especial del semanario Béjar en
Madrid de 2009.
La presencia
de maestros canteros de procedencia
gallega (en especial de la villa pontevedresa de La
Guardia) trabajando en
Béjar y los pueblos de su comarca fue una constante durante los siglos
XVIII y XIX, como ya documentara Ros Massana para la década que transcurre de 1828 a 1838 se registran varios viajes a Galicia de canteros de esta
procedencia, tras el trabajo
estacional en Béjar y en otras zonas de Castilla[1].
Junto con los canteros locales trabajarían en todo tipo de tipo de obras
propias de su oficio, desde el empedrado de calles hasta la construcción de
iglesias.
Candelario (Salamanca)
Habría que preguntarse la razón de tan prolongada estancia en nuestras tierras, sin duda relacionada con el auge económico que Béjar y Candelario experimentan en el siglo XVIII, causado por el desarrollo de las manufacturas textiles y cárnicas respectivamente. Esta circunstancia obligaría a ejecutar una serie de mejoras en las infraestructuras de cada lugar para atenderlas con eficacia, y a cuya cabeza se situaría la casa-obrador, la cual integra en un único inmueble el hogar y el medio de vida de la unidad familiar. Lo cierto es que en este momento las tramas urbanas de Béjar y Candelario comienzan a crecer y a densificarse, gracias a la demanda de casas-obrador, dentro de un ímpetu constructor que comenzaría a mediados del siglo XVIII y terminaría en la década de 1910[2]. A comienzos del siglo XX se llega a una época en que el modelo familiar de casa-obrador ya no tenía sitio frente a la concentración fabril de las actividades industriales, pero hasta entonces no se dejaron de construir, teniendo que ser el principal reclamo para las idas y venidas de estos canteros (pues la mayoría siguen avecindados en Galicia), que veían de este modo asegurado su trabajo y su salario.
Ejemplo de casa- obrador candelariense
A
mediados del siglo XVIII no es que surja la
casa-obrador ni mucho menos, pues ya habría tenido un largo recorrido;
iniciándose ahora la implantación de un modelo arquitectónico, que tiene en
cuenta la tradición y que se consagrará durante el siglo XIX con pequeñas
variaciones fundadas sobre los avances tecnológicos y las modas puntuales. Lo
interesante es que este modelo
edificatorio se va a repartir por todo el caserío siguiendo un patrón común,
sistematizándose su construcción, y teniendo en cuenta el aspecto externo
del edificio y sobre todo de su fachada
principal, sometida ahora a las
leyes de la simetría y la armonía. Todo esto no se daba en la arquitectura
tradicional anterior, similar a la que podemos encontrar en los pueblos de la
vecina Sierra de Francia, donde es difícil encontrar un edificio igual a otro,
y donde la asimetría, la irregularidad y la construcción con entramado (que
permite los característicos voladizos) se van a eliminar en las casas-obrador.
Resultaría
interesante poder fijar hasta qué punto
estos canteros gallegos influyeron en la determinación del modelo, con
elementos ajenos a lo local y más propios de su lugar de origen; a fin de
cuentas sus viajes de ida y vuelta se convertirían en vías comerciales y de
comunicación de ideas entre dos regiones. Hay elementos que hacen pensar en
esta posibilidad. Uno de ellos es la singularidad
que presentan nuestros edificios vernáculos con algunos de sus muros cubiertos por paños de tejas para
aislarlos del frío y la humedad. No es una característica sólo de Béjar y
Candelario, sino de los lugares cuyas comarcas están próximas al punto donde convergen las provincias de
Salamanca, Ávila y Cáceres (como ejemplo véanse las localidades de Barco de Ávila y Hervás). A medida que
nos alejamos de este punto, este recubrimiento se hace más raro, como en el
entorno de Montemayor del Río o en la
Sierra de Francia, donde esta función la realizan tablas de
madera solapadas. Con esto queremos decir que este insistente empleo de los
paños de tejas en los paramentos es muy extraño fuera del área comentada,
curiosamente salvo en el sur de Galicia
de donde procedían estos canteros itinerantes, advirtiéndolo Luis Feduchi,
quien señala determinados casos en Ribadavia,
Tuy y Villagarcía de Arosa[3].
Casa bejarana con muro recubierto de teja
Plaza de Ribadavia. Foto sacada de aquí
A
continuación vamos a exponer varios
ejemplos de participación de estas familias de canteros (así debe ser, pues
entre ellos se repiten los mismos apellidos) en algunas de las obras que hemos
podido documentar[4], junto con aquéllos ya
dados a conocer por otros investigadores.
La
construcción de la iglesia de Navacarros
(Salamanca) es un caso paradigmático, pues fundamentalmente trabajaron en su ejecución dichos canteros[5]. La
obra se comenzó por la torre en 1743,
estando al cargo de su ejecución Juan y
Pedro Portela. Los mismos canteros se encargaron de ejecutar la cabecera y la nave: la primera a partir
de 1746 y la segunda a partir de 1752. La torre
sigue el estilo recio y sobrio de sus homónimas graníticas que se reparten
por muchos lugares del Sistema Central:
un sencillo prisma que tiene la peculiaridad en este caso de rematarse con una
cúpula visible y no con un tejado, lo que le da cierta personalidad. El
edificio de la iglesia es sencillo y funcional, si bien en planta copia modelos típicos de las iglesias jesuíticas: única
nave con capillas entre contrafuertes, crucero con brazos poco profundos y
única capilla mayor amplia pero también poco profunda. En definitiva, se sigue el esquema consagrado por J. Barozzi
da Vignola para la iglesia del Gesu de
Roma.
Iglesia de Navacarros (Salamanca). Foto sacada de aquí
Otros
maestros gallegos acometieron distintas labores para esta iglesia. Pedro Carrero es contratado en 1756
para el revoque de los muros que se
habían levantado antes de la ejecución de las bóvedas de la nave, mientras que Francisco Sino (o Signo según la
documentación que manejemos) terminó en 1764 la bóveda del sotocoro y la portada
de acceso al órgano.
(Continuará)
[1] ROS
MASSANA, R.: La industria textil lanera de Béjar, 1680-1850. La formación de
un enclave industrial, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1999, pp. 324.
[2] Sobre
este tema ver DOMÍNGUEZ BLANCA, R.: “La arquitectura y el urbanismo en Béjar y
Candelario en la transición de la Edad Moderna a la Edad Contemporánea”, en Actas del II Seminario de Becarios de
Investigación y personal investigador del Área de Historia del Arte. Salamanca,
2009.
[3] LUIS FEDUCHI: Itinerarios de arquitectura popular,
vol. 2. Barcelona, Blume, 1974, pp. 80, 84 y 104.
[4] He de
agradecer a Carmen Cascón Matas muchos de los datos inéditos que aparecen en el
presente artículo.
[5] Ver
DOMÍNGUEZ BLANCA, R. y CASCÓN MATAS, Mª del C.: “El proceso constructivo de la iglesia de Nuestra
Señora de la Asunción
de Navacarros y su patrimonio artístico”, en Revista de Estudios Bejaranos,
nº 19, 2009.
Buenas construcciones han dejado los canteros gallegos. Candelario es un buen ejemplo y siguen ahí en pie viendo como pasar los siglos tan ricamente.
ResponderEliminarBuen fin de semana.
Un beso
Interesante este estudio de Roberto sobre la labor realizada por los maestros canteros gallegos en la comarca de Béjar. No cabe duda que esa coyuntura económica texti tan buena de la zona, posibilitó la construcción de muchos edificios y la demanda de buenos canteros. La labor realizada en Candelario es impresionante. Seguiremos esperando las nuevas entregas de Roberto. Saludos para él y, por supuesto, para tí tambien, Carmen.
ResponderEliminarBuenos canteros tiene Galicia. Solo con mirar el entorno de un pueblo gallego se explica la gran tradición con la cantería, hacen maravillas .En un estudio que tuvimos que buscar la marca del cantero en unas iglesias ya la marca estaba practicamente borrada por lo que indica que son unos buenos conocedores de este arte y oficio.
ResponderEliminarMe encanta este sentido de la responsabilidad en las construcciones que lo estético no quita con que sea una casa confortable.Me refiero al uso de paños de teja para las humedades.
Gracias por esta entrada es muy interesante y esperando la siguiente entrega.
Feliz día de la madre para todas!
Un beso Carmen.
Conozco Candelario y me ha gustado mucho. Curioso todo lo que cuentas y para la época da que pensar como en las distintas regiones la gente se especializaba en determinados trabajos que les hacia ser valorados en otros lugares. También he visitado la iglesia del Gesu de Roma.
ResponderEliminarCon tu magnífico post me has ampliado la visión.
Bss
Curiosísima esa casa con el muro recubierto de teja. Indudablemente los canteros de Galicia dejaron una huella indeleble en la personalidad de Béjar.
ResponderEliminarFeliz fin de semana
Bisous
Unos maestros en el arte de trabajar la piedra, muy abundante por cierto en esa comarca salmantina.
ResponderEliminarHoy tendrían más fácil todavía el acceso a Béjar esos canteros gallegos gracias a la autovía de la Plata. Llegarían en un periquete.
Un saludo.
Excelente artículo que intenta rescatar del olvido a los canteros, una de las profesiones más olvidadas de la Historia del Arte.
ResponderEliminarUn saludo
De los canteros siempre me ha parecido muy interesante el tema de las marcas de cantería. Hace unas semanas estuve en la mezquita de Córdoba y resultaba emocionante ver las marcas en las columnas, con caracteres árabes.
ResponderEliminarEsperamos la continuación del artículo.
Buen fin de semana, Carmen.
Voy a dejar por unos días la Córdoba de los patios para conocer por mis propios ojos la tierra salmantina. Es una asignatura pendiente que tengo. Si bien el hotel lo tengo en Salamanca, estaré cada día de un lado para otro, ya que se trata de un circuito en autobús, ya ardo en deseos de estar ahí.
ResponderEliminarUn abrazo.
http://ventanadefoto.blogspot.com.es/
Me he quedado con la casa recubierta de tejas. Me ha parecido realmente original y moderna.
ResponderEliminarSaludos.
Muy buen artículo sobre las huellas de los canteros gallegos en estas hermosas poblaciones salmantinas.
ResponderEliminarAbrazos.
Buenos artistas los canteros gallegos.
ResponderEliminarSaludos
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ResponderEliminarEncantadora entrada. Bejar es un crisol de arte y gente talentosa que ha pensado y piensa en ella con mucho amor, se nota de lejos :)
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Es muy interesante todo lo que se relaciona con la casa, como exponente de la cultura tradicional. Espero la segunda parte del artículo.
ResponderEliminarSaludos.
Dejaron un importante legado por lo que se puede ver en nuestra ciudad y en Candelario. Es una construcción que era muy habitual verla, hoy ya no tanto, han sido engullidos por las modernas construcciones de ladrillo visto.
ResponderEliminarEso que cuentas de los canteros gallegos en Béjar parecería algo muy particular, si no supiéramos que la inmensa mayoría de canteros a lo largo del tiempo lo son de esa procedencia, posiblemente por las cercanas canteras de granito y la familiaridad con ellas hecha profesión.
ResponderEliminarBesos, Carmen.
Muy interesante lo que no cuentas Carmen.
ResponderEliminarLa región de Galicia asume una considerable expresión en la presencia y permanencia de los canteros por nuestra geografía y claro en Béjar. La proximidad geográfica y las históricas relaciones comerciales y culturales son razones de peso que justifican, de forma más global, el gran flujo de artistas gallegos en esta bella comarca.
Esperaré tu próximo post.
Con ternura
Sor.Cecilia
!Ah! no tengamos miedo a las nuevas tecnologías, sólo hay que tener la responsabilidad de saberlas usar para un bien común.
Interesante estudio que ha despertado mi curiosidad de manera especial. Galicia siempre supo ser un joyero que encierra ciencias y saberes profundos. Porque no sólo eran y son gallegos los mejores canteros (especialmente ahora que los de Fresnedoso, sus herederos, van desapareciendo), sino que también era y es tierra de constructores. No en vano el Camino de Santiago siempre fue una vía inciatica por la que circularon esos saberes ocultos. Un abrazo,
ResponderEliminarLos canteros gallegos auténticos artistas de la piedra en compañía de los portugueses, no solo labraron el granito en Galicia sino que engalanaron la piedra en muchas otras partes de este Pais.
ResponderEliminarUn beso.
La casa me ha recordado a las casa en el pueblo de mi papá en Ourense (Nogueiró). No tenía idea de que los gallegos estuviesen por esos lares.
ResponderEliminarBesote guapa
Curiosísimo. No tenía idea de que las tejas realizaran una función aislante que funcionara también en los muros de cerramientos. Excelente artículo, felicidades al autor. Besazos.
ResponderEliminarLo que no se les haya ocurrido a esos gallegos :) Los grandes maestros de la piedra, acostumbrados a hacer cosas cuyo destino es invariablemente permanecer. Un abrazo, Carmen
ResponderEliminarImportante artículo que demuestra la movilidad de los maestros canteros y de cualesquiera otras especialidades, desde unas zonas a otras en las que el trabajo abundaba, Carmen. Me parece de gran interés establecer, si es posible, las relaciones familiares de la maestría en el mismo trabajo a lo largo del tiempo. Observar edificios antiguos similares que se encuentran a cientos de kilómetros es una gran satisfacción artística y de estudio.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, querida Carmen.
Como siempre muy interesante.
ResponderEliminarEs curioso con la cantidad de veces que he estado y pasado por Bejar jamás pensé en que tuviera una historia tan sumamente rica hasta que conocí u blog ahora cada vez que paso me acuerdo de algo que he leído aquí
Besos
Querida Carmen, me ha encantado este artículo de Roberto que nos habla de ese fecundo hermanamiento entre Galicia y Béjar que ha dejado en Candelario y otros lugares profunda huella; la labor de los canteros de Galicia con el granito es como una comunión espiritual del Hombre con la piedra que ha dejado su reflejo desde el delicado románico al extraordinario Barroco gallego. Sirva mi comentario de invitación a todos tus lectores a conocer este mágico noroeste peninsular que esconde entre sus "outeiros", sus "fragas" y sus "cantís" tesoros artísticos dignos de ser descubiertos.
ResponderEliminarMil biquiños.
Unos maestros muy necesarios en tierras de abundante piedra berroqueña. Un abrazo.
ResponderEliminarLos canteros gallegos debían de ser unos muy buenos profesionales a juzgar por las construcciones que hacían fuera de sus tierras.
ResponderEliminarMe parece muy curioso revestir los muros de tejas o tablas para protegerlos del frío y la humedad.
Abrazo, Carmen!
Ya se habla de ellos en las antiguas cantigas:
ResponderEliminarCanteiros de Pontevedra
¡ Miña Santa Liberata ¡
Levan os picos de aceiro
hannos de traer de prata.
Según cuentan los historiadores, los canteiros gallegos se inventaron un lenguaje gremial en el que hablaban entre ellos cuando no querían que les entendiesen.
Un interesante artículo el que no traes y que por lo que veo tiene mucha aportación tuya.
Un saludo
Hola Carmen, como no se me actualizan todos los blogs, voy a ciegas, venia a ver si ya habías publicado la continuación de este post.
ResponderEliminarSólo te dejo un beso de ternura
Sor.Cecilia
Enterarse de terminologías diversas, ya se trate de una u otra zona española o actualmente en desuso, es comprobar una vez más la riqueza de nuestra lengua, muy capaz de desplegar una batería de nombres para una sola acción y es buena cosa. Me interesa lo que cuentas sobre la proliferación de los canteros gallegos en Béjar en el XVIII, porque entre el XX y XXI el taller de Manuel Mallo de Lugo fue el autor del puente que une los campanarios de La Pasión en La Sagrada Familia de Barcelona y de los capiteles de sus columnas interiores, auténticos corazones de la obra.
ResponderEliminarEsa casa con el muro recubierto de teja no sé si será algo común en la zona o una creación del constructor, pero nunca lo había visto. Es de lo más original.