Autor: Antonio Avilés Amat.
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar 2018.
Establecido lo que antecede, es conveniente introducir una pausa en el relato para poner al lector al corriente de los antecedentes de cuanto aquí se narra que no son demasiado remotos en el tiempo. Antecedentes que tienen en la reina Isabel II su centro de atención y en los diversos gobiernos conservadores y poco ejemplares que se suceden en el país durante su reinado las causas del deterioro político, económico y social del momento. Los pronunciamientos y el ruido de sables anteriores al hecho revolucionario gaditano se habían ido produciendo sin demasiado éxito para los progresistas excluidos sistemáticamente del poder.
Juan
Cambón. Pose de algunos sublevados con Fronski a caballo mostrando un cañón en
Campopardo
Tuvieron que confluir una serie de factores políticos y circunstancias sociales, unidos a una grave crisis en todos los órdenes, para que la revolución de septiembre del 68, promovida por los demócratas, los progresistas y los unionistas, llegase a buen puerto. Al menos en Cádiz —ciudad constitucional y rebelde— y luego, desde allí, a las ciudades y poblaciones que, con diversa gradación en fervores y entusiasmos, se adhirieron a la proclama subversiva.
Insólito, por diversos motivos, sería el caso bejarano. Y único y adelantado al del resto del país por lo que se verá.
Todo comenzó poco después de la proclama gaditana el día en que abandonaba la decaída ciudad textil una dotación del ejército que había permanecido largo tiempo acuartelada en el palacio ducal. Unos jóvenes ociosos o diligentes —se podría decir que de modo impetuoso aunque todo esto debían tenerlo bien planeado— asaltaron y redujeron a los soldados que conducían un carro rezagado que transportaba fusiles y diverso armamento.
Luego de este singular incidente, las cosas se precipitaron y, horas después, el alcalde corregidor era detenido en su intento de huída y se nombraba para regir la ciudad una Junta Revolucionaria —como no podría ser de otra forma cuando se quebrantaba la legalidad establecida— de Gobierno y Defensa. Esta Junta Revolucionaria —integrada por personajes indómitos y de probada experiencia subversiva como Domingo Guijo y Vicente Valle—, que sabe a lo que se expone la ciudad en su rebeldía, con el beneplácito de la mayoría de la población, se otorga unas funciones cuyos cometidos previos a la jornada del 28 de septiembre cumplen escrupulosamente. Tales fueron las colectas, la ayuda a los desfavorecidos, la organización de una milicia armada, la fabricación de cañones —como los que montará Víctor Gorzo—, el establecimiento y dotación de hospitales de sangre para la que se avecinaba, los desplazamientos para constatar el posible levantamiento en otras ciudades y pueblos, la previsión de socorros o el desalojo a municipios cercanos de la población más desamparada ante la cercana contienda.
Juan Cambón. Cadáveres de fusilados en el Puente Viejo.
Lo cierto es que, pasados unos días en los que se produce el desplazamiento a la ciudad de las tropas gubernamentales, y tras el ultimátum dado por el brigadier Nanetti a los miembros de la Junta Revolucionaria para que depusieran en su actitud y el rechazo de estos, unas horas antes, la suerte —aunque no el final que estaba por decidir— ya estaba echada. Así como los efectivos militares —ya reseñados al comienzo de esta relación— que en la mañana del 28 se desplegaban ante la ciudad. O los de la milicia local, dirigida por José Fronski, singular estratega que organizará la defensa de la ciudad, ocupando con barricadas los puntos considerados como más vulnerables de la misma.
De esta violenta jornada, que apenas ha dejado huella en los archivos, poseemos —como ya se ha escrito— el apasionado relato Béjar al vapor (quizá con la precipitación el autor confundió valor con vapor) de sus hechos políticos pasados y presentes 1868 por Juan Muñoz Peña, uno de sus participantes, y los documentos gráficos de Juan Cambón. Y no solo de las poses previas al enfrentamiento, sino también, el registro fotográfico de los cadáveres abandonados tras la represión de la soldadesca, en retirada, sobre la indefensa población civil del barrio de La Corredera.
Continuará
Al final, como ocurre siempre, es la gente corriente la que paga los platos rotos que han destrozado otros.
ResponderEliminarUn saludo.
Se ve que todo lo tenían bien planeado. Las consecuencias, siempre la padece la población .
ResponderEliminarBesos
Pocas huellas dejaron en los archivo, pero si en las victimas.
ResponderEliminarUna buena semana Carmen.
No se por qué comienzo a intuir (reconozco desconocimiento de los hechos) a través del relato que nos encontramos una vez más en un lucha política, mejor dicho, de las élites políticas para hacerse con el poder. Lucha en la que, como de costumbre, el peor parado es el pueblo; ese fácilmente influenciable pueblo, siempre manipulado, cuya sangre es derramada en charcos anónimos para la mayor gloria de quienes dirigen la historia desde sus despachos.
ResponderEliminarUn abrazo,
Hola Carmen:
ResponderEliminarCreo que no hay diferencia de aquellas reivindicaciones a las de ahora...los que salen perdiendo ya sabemos quienes son...
Besos
La solución por ambos lados fue por las armas ya que como parece el dialogo no debe ser el fuerte del ser humano.
ResponderEliminarSaludos.
Los hechos históricos se pueden contemplar desde la objetividad de lo sucedido, y que mayor objetividad que lo plasmado por un fotógrafo que Béjar tuvo la suerte de tener entre sus vecinos, para memoria de lo sucedido.
ResponderEliminarComo leo en las entradas anteriores que andan en fiestas. Felicidades a todos los bejaranos, y a ti, Carmen.
Saludos.