7 de noviembre de 2020

Pedro Dorantes Arias: un conquistador bejarano en el Río de la Plata (2ª Parte)

Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto

Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.749 (18/III/2016), p. 6. 

 

       En el diccionario enciclopédico Espasa-Calpe, en su célebre edición de mediados del siglo XX que lustra tantas bibliotecas españolas, solamente encontramos referenciados a cuatro personajes bejaranos. Solo cuatro paisanos que hayan hecho méritos o logrado notoria fama como para merecer figurar en sus ilustres páginas. A saber: el marqués de Valero Baltasar de Zúñiga, Francés de Zúñiga, Mateo Hernández y Pedro Dorantes Arias, protagonista de esta serie de artículos. El personaje es descrito como gran conquistador español del siglo XVI y citados sus descubrimientos en el Nuevo Mundo, los cargos que tuvo, así como una referencia a la recopilación de los escritos en los que dejó constancia de su aventura vital en ese continente[1]. Así mismo, su presencia en toda crónica histórica de aquellos acontecimientos nos da cuenta de la notoriedad del personaje y de su importancia mayúscula dentro del Descubrimiento. 

 

 De los montes bejaranos a tierras americanas

Foto de Manuel Álvarez-Monteserín

 

         Habíamos dejado a Dorantes, a Pedro Dorantes (insisto, no confundir con su pariente Andrés), camino de América. Y en ese su primer viaje ya denotamos una distinción de nuestro protagonista frente al aventurero clásico, tan frecuente en la época, lanzado a la incertidumbre de lo desconocido buscando, allende el mar, la fortuna de la que se le privaba en Castilla. No, Dorantes no fue de aquellos. El bejarano, como ya vimos en el anterior artículo, no solo no era un buscavidas sino un guerrero e hidalgo perteneciente a una familia donde el poder político se lucía como marchamo y donde sus miembros llevaban generaciones ocupando cargos de  prestigio. No era la insaciabilidad del deseo áureo la que le cegaba, o al menos está estaba matizada por un deseo de más complejo análisis: el de lograr en las nuevas y bastas tierras americanas renovados poderes políticos. No era la aventura incierta sino la certeza de ir y de poder volver, de tener las espaldas cubiertas y de llevar bajo el brazo el título de Oficial del rey. Es decir Pedro Dorantes formaba parte del selecto grupo de funcionarios de la conquista, personas encargadas de representar al monarca y configurar en las nuevas tierras descubiertas la estructura burocrática del imperio. 

 

Cataratas de Iguazú

           Su primer destino en 1529 fue Méjico[2], o, mejor dicho, Nueva España, donde además de colaborar activamente en la conquista de distintos territorios como Guatemala y las mismas tierras mejicanas, ocupó cargos administrativos y notariales hasta el año 1536, en que regresa a España. Tal y como relatan distintos testigos de la época, residió en su villa natal, Béjar, durante dos años tras lo cual tomó rumbo de nuevo a América llevándose con él a su hijo, de igual nombre y apellido[3]. Este nuevo Pedro Dorantes, no tan imbuido del ardor conquistador como su padre, terminaría regresando en la célebre carabela «Comuneros» a España y a Béjar, donde se convierte en uno de los hombres más poderosos, acaparando propiedades y cargos. Solo tras la muerte de su padre, en 1580, se plantea volver de nuevo a América a fin sustituirle en el oficio de encomendero de indios para lo cual se le concedió una real cédula con la que se le permitía el retorno[4]

        Pero regresemos a 1540 cuando Pedro Dorantes viaja esta vez a Paraguay en compañía de su hijo, como oficial de intendencia del emperador Carlos V[5] y cobrador de rentas. La expedición, después de no fáciles avatares de financiación, parte de Cádiz el 2 de noviembre de 1540 con tres embarcaciones: la «nao Santa María», «La Trinidad» y «La Carabela» en la que Dorantes iba al mando. Tardaron nueve días en llegar a las Islas Canarias, desde donde partieron para Cabo Verde, ya en pleno océano. Finalmente arribaron a la costa brasileña el 29 de marzo de 1541[6] tras haber sufrido un naufragio que les obligó a desembarcar en la Isla de Santa Catalina.


          Curiosamente el mando de aquella expedición lo ostentaba un viejo conocido: el Adelantado y Gobernador del Río de la Plata Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que unos años antes, en inefable aventura, había recorrido todo el sur de Estados Unidos acompañado, entre otros, por Andrés Dorantes, primo de Pedro. En esta ocasión su objetivo era llegar a la capital paraguaya, Asunción, desde la provincia de Santa Catalina por una zona hasta ese momento inexplorada. Eligió al bejarano, en quien parece confiaba ciegamente, para que le abriera camino por ese terreno propio de los indígenas guaraníes. 

 


         Pedro Dorantes y su hueste, formada por unos 250 hombres, comenzó su itinerario el 24 de junio de aquel año 1541 y no regresó hasta tres meses después tras haber caminado más de 800 kilómetros. Atravesó manglares y bosques selváticos, y vadeó cursos de crecidos ríos. En ese tramo de imprevisibles sorpresas se toparon los aventureros ni más ni menos que con las cataratas del Iguazú, fueron ellos los primeros europeos en ver aquel espectáculo natural[7] y en homenaje a una de las naves con las que habían viajado a América las bautizaron con el primer nombre de «Cataratas de Santa María», recuperando después su denominación vernácula. Consta que en aquella aventura Pedro Dorantes llevaba a su propio hijo así como a un esclavo llamado Hernández. También le acompañaban varios extremeños, entre ellos el cacereño Nuflo de Chaves, futuro fundador de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, e incluso un italiano llamado Jacome Guillermo. Algunos se quedaron por el camino como el soldado Hurtado que murió ahogado en las aguas del río Paraná.

       La verificación de la existencia de un trayecto para acceder a Asunción desde el mar encumbró a Dorantes a la mitología de los conquistadores españoles, pareciendo su alianza con Cabeza de Vaca inquebrantable. Pero los acontecimientos que trataremos en el próximo artículo demostrarán que las discrepancias entre los poderosos no saben de amistades.

 

 

(Continuará)



[1] LEVILLIER, Roberto: Correspondencia de los Oficiales Reales de Hacienda del río de la Plata con los reyes de España. Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1915.

[2] No hay noticias más detalladas de cómo se desarrolló su primer viaje a América, no olvidemos que los itinerarios marítimos en el siglo XVI estaban plagados de peligros y atravesar el Atlántico solía suponer varios meses de navegación.

[3] Chancillería de Valladolid: Pergaminos, Caja 83.6. Ejecutoria de hidalguía a favor de Pedro de Orantes Arias, vecino de Béjar (Salamanca).

[4] Archivo General de Indias. Sección Buenos Aires, 1, L.4, F. 130R: “Real Cédula de Pedro Dorantes Arias, vecino de la villa de Vejar(sic), autorizándole a suceder a su padre Pedro Dorantes, en la encomienda de indios que tiene en el Río de la Plata…”

[5] VARNUM, Robin: Alvar Núñez Cabeza de Vaca. American trailblazer, p. 225. University of Oklahoma Press, 2014.

[6] MOREIRO, Julián: Españoles excesivos, p. 54. EDAF, Madrid, 2008.

[7] No está claro quién de los expedicionarios fue el primer descubridor de las célebres cataratas. El cronista Ruy Díaz se lo atribuye a Alonso de Riquelme y Guzmán, y el historiador Fernando Rodrigo de la Torre a Pedro Dorantes.

 

11 comentarios:

  1. Me imagino que los conquistadores españoles alucinarían con esos paisajes nunca vistos antes. Un espectáculo en primicia sin que antes ninguna revista, documental, pintura o foto hubiera mostrado detalles de todo ello.
    Saludos.

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  2. De oro traeis la historia a nuestro tiempo y conocimiento. Que suerte la nuestra con vosotros. Gracias.

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  3. Era imprescindible, enviar a personas que tuviera fidelidad al rey y que informara de una forma cierta , de todo lo que ocurría en esos lugares.

    Besos

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  4. Interesante la historia de Pedro Dorantes y sus aventuras por el Nuevo Mundo Conocer estas hazañas nos hace aprender muchas cosas de Historia que no se saben habitualmente, y son muy bonitas. Quedo a la espera de lo que le pasó a Don Pedro. Me he quedado intrigada.
    Un beso, Carmen

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  5. Magnífico, Carmen, como es costumbre en ti muy bien documentado. Sin duda es admirable el arrojo de esos conquistadores, por mucho que fuera el afán de gloria.
    Un abrazo.

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  6. Si hoy día que antes de ir a un lugar casi sabemos lo que vamos a ver me supongo que les pareció ver ese espectáculo por primera vez. Por cierto el de volver a su nombre original un acierto no como por ejemplo aquí al picu Urriellu como lo conocen en Bulnes se paso a conocer como Naranjo.
    Ya veremos que nos deparan esas luchas por el poder.

    Saludos.

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  7. Estas expediciones estaban llenas de hombres soñadores,aventureros y a la vez fieles a la corona sin ellos no se hubiese conquistado el nuevo mundo.
    Un abrazo.

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  8. Imagino que la exuberancia de la selva, debió impresionar. No me extraña que alimentara las leyendas que corrían entonces sobre "El Dorado", una de las entelequias que ayudó a la conquista de Venezuela.

    Besos

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  9. La labor de estos pioneros que, con desprecio de sus vidas, afrontando una naturaleza avasalladora, fue impresionante. Hacía falta estar hecho de una pasta especial para tales aventuras. El conocimiento que de ellos se hace con publicaciones como la presente, son muy pertinentes.
    Un saludo.

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  10. Conocí sobre 1970 a un familiar político al que contrataron en Colombia en los años 30 como funcionario del Gobierno, con la tarea de recaudar impuestos por la zona sur de Colombia. Iba a caballo con varios acompañantes y las aventuras que contaba eran espeluznantes. Él mismo no se explicaba como había salido vivo de aquella experiencia.
    Aun situándolo en otro plano, al leerte he pensado en lo que debió vivir vuestro paisano por ese continente en el siglo XVI y lo interesante que sería poder leer sus notas de viaje, si se conservaran.
    Saludos y sigo.

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  11. ·.
    Es sorprendente ver lo poco que conocemos acerca de los conquistadores en general, al menos yo por lo que este post me resulta muy instructivo.
    Quiero y puedo imaginarme lo que sintió frente las cataratas del Iguzú. Todavía guardo en mis retinas el casi inabarcable espectáculo regalo de la naturaleza.

    Un abrazo

    LaMiradaAusente · & · CristalRasgado

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.