Autora: Carmen Cascón Matas
En noviembre de 1966 el escultor bejarano Francisco González Macías[1] estaba concluyendo la exposición de algunas de sus obras en la Sala Grifé Escoda de Madrid. Durante los años precedentes había reducido su actividad artística hasta que comienza de nuevo a rodar en ese año, pues entrega un Cristo Crucificado a la Casa de Caridad costeada por Ángel Rodríguez Olleros. Esta noticia, y la restauración de su Cristo Yacente del Sepulcro y el Amarrado a la Columna (nos imaginamos que se trata del depositado en el Museo «Mateo Hernández» realizado en escayola y el de la ermita del Humilladero de Candelario respectivamente), demuestran que el artista pasó un tiempo en Béjar.
No eran años boyantes para González Macías. Tenemos que tener en cuenta que había tenido taller abierto, primero en Salamanca y después en Madrid, y de ahí había regresado a Béjar por un descenso palpable en el número de encargos. No se había decantado por la temática religiosa de manera exclusiva durante esos años, aunque así podamos deducirlo de las obras hasta ahora nombradas, sino que también había tocado el retrato para ornato público, las alegorías y los animales. Los materiales variaban siendo la piedra y la madera los más frecuentes en las obras de nuestro escultor, dependiendo de la finalidad última de sus esculturas. A partir de la guerra civil se había centrado en la imaginería religiosa en madera, dado que eran las cofradías y los donantes privados sus principales clientes.
La Virgen en casa de los donantes
Es un año antes, probablemente en 1965, cuando recibe un encargo de tipo privado en Béjar: una imagen de la Virgen de la Soledad. Esta pieza la encarga María Dolores Sánchez-Cerrudo Atienza, esposa del fabricante textil Higinio Cascón Núñez. No sabemos cuándo se firmó el contrato, pero sí conocemos la fecha exacta de entrega de la pieza: el 14 de noviembre de 1966 en Béjar. El material fue madera de pino sueco y el precio, 25.000 pesetas de la época[2]. La tradición familiar apunta a que fue tomada como modelo para el rostro una de las nietas de los mecenas. El fin último de esta talla no era una capilla privada, sino la donación a la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Béjar con el fin de que fuera procesionada. De hecho, y como se puede apreciar en la talla, el propio González Macías firmó la pieza en el manto esbozado. Sobre el color azul, en letras plateadas, una inscripción reza «Donación de María S-Cerrudo de Cascón. Escultor F. G. Macías 1966».
Firma del escultor en la pieza
Durante un tiempo fue procesionada hasta que acabó sustituyéndose por otra talla y la de González Macías acabó arrumbada y en paradero desconocido. Tanto es así que en 2010, cuando José Carlos Brasas Egido publica en 2010 con el Centro de Estudios Bejaranos y la diputación de Salamanca su estudio sobre el escultor bejarano en su libro Francisco González Macías. Vida y obra de un escultor bejarano, se daba por perdida. Sin embargo, unos años después salió de nuevo a la luz.
Corría 2016, y el presidente de la cofradía de la Santa Vera Cruz y colaborador de este blog, David Hernández, se puso en contacto con ésta que escribe, nieta de los donantes. Sabía de la existencia de esa Virgen que se encontraba entonces en paradero desconocido y me preguntaba si tenía recibos, alguna carta, alguna fotografía antigua. La suerte estaba de nuestra parte, pues guardaba como oro en paño alguna fotografía y a mayores el recibo de entrega firmado por el mismísimo escultor. Las evidencias orales hablaban de que la talla estaba arrumbada en la ermita de Santa Ana y así era. Gracias a la atribución segura al escultor bejarano, la Vera Cruz se embarcó en su restauración, un proceso que estuvo a cargo de Rosa María Rodríguez, restauradora y perito en Bellas Artes, siendo presentada en el Casino Obrero en 2017 junto a Julio Santos, experto en la obra de González Macías[3]. Muy oportunamente se le trocó el nombre, habida cuenta de que la cofradía contaba por entonces con otra talla de idéntico nombre, y se le concedió el de la Virgen de los Dolores, ya que su donante llevaba éste de segundo nombre.
Virgen de los Dolores en procesión
La pericia en la gubia de González Macías en tallas de carácter religioso es ampliamente conocida y reconocida. En Béjar destacan el Calvario de la Cofradía de la Vera Cruz, un grupo escultórico en madera de tres figuras de 1947, Nuestro Padre Jesús de las Victorias de la iglesia de El Salvador, datada en 1957, y esta Virgen de la Soledad o de los Dolores, además del Cristo Yacente del Museo «Mateo Hernández«. Muy cerca, en Candelario, en la ermita del Humilladero, se conserva el Cristo amarrado a la columna de 1946. En Salamanca destacan varios grupos procesionales como el Paso del Entierro de 1942 y Nuestro Padre Jesús ante Pilatos de 1947. No queremos dejar de lado la Virgen de la Esperanza, que acabó en Peñaranda de Bracamonte en 1958 después de pasar por Salamanca. Al igual que la de Béjar fue sometida a un proceso profundo de restauración y ambas salen en las procesiones de Semana Santa. Su valor es mayor cuando nos damos cuenta de la escasez de obras marianas en González Macías.
Virgen de la Esperanza de Peñaranda de Bracamonte
Unos años después de entregar esta Virgen de la Soledad, Francisco González Macías marcha a Gijón donde obtiene múltiples encargos de tallas en madera y sobre todo retratos e imágenes para esculturas en parques y jardines. Allí encontró el verdadero éxito. Sobre la imaginería religiosa del bejarano destacan obras en Medina del Campo, Nueva, Ribadesella, Cuenya, Nava, Arriondas (Asturias), La Felguera, Vidiago, Gijón y Oviedo, todas ellas en Asturias, Salamanca y Peñaranda o Lugo.
Con esta Virgen de los Dolores, que sale en la Procesión del Santo Entierro de Viernes Santo organizada por la Cofradía de la Santa Vera Cruz, se recuperó un ejemplo del patrimonio perdido bejarano, se le puso en valor y enriqueció la Semana Santa bejarana.
[1] Me baso para conocer la vida y la obra del escultor bejarano en el libro de BRASAS EGIDO, José Carlos. Francisco González Macías. Vida y obra de un escultor bejarano. Diputación de Salamanca y CEB, 2010, 239 págs.
[2] Archivo familiar de Carmen Cascón Matas.
Creo que este hallazgo y restauración que tan de cerca te atañe estarás doblemente satisfecha, como descendiente de sus patrocinadores y gran amante de la cultura.
ResponderEliminarSaludos.