Autora: Carmen Cascón Matas
Un 24 de junio de hace cien años Béjar vivió una jornada especial con la visita del rey Alfonso XIII en su regreso de su famoso viaje a Las Hurdes. No era el primer monarca que paseaba por las calles de la Muy Leal y Muy Noble Ciudad, pues otros le habían antecedido en el tiempo, véase Enrique IV[1] o los Reyes Católicos. Habían pasado muchos siglos, empero, para que un miembro de la familia real se interesara por nuestros montes hasta que la infanta Isabel de Borbón, La Chata[2], pusiera sus reales pies en la Fonda España en dos ocasiones, en 1916 y 1929, o la infanta Paz de Borbón lo hiciera en 1912[3]. Entre los monarcas castellanos y las dos damas, se puede enmarcar la visita de su coronado sobrino. Harían falta otros cincuenta años para que otro rey, en ese caso Juan Carlos I, regresara a la Ciudad Estrecha.
Alfonso XIII en La Corredera y el famoso reloj
Béjar en Madrid
Es el 3 de julio de 1922 cuando La Victoria[4] edita un número especial con los pormenores de tan ajetreados días. El cronista, a lo largo de tres páginas, detalla con exactitud lo acontecido en Béjar, de tal manera que podemos reconstruir a la perfección lo que dio de sí la real visita, sin perder la perspectiva de que su crónica no está exenta de una pátina o un velo de condescendencia, omitiendo errores o críticas si las hubo. También hace lo propio Béjar en Madrid[5], el periódico de la competencia, pues si La Victoria era eminentemente católica y monárquica, Béjar en Madrid se definía como liberal de orden por aquellos años. Llama la atención que uno de los primeros apuntes de La Victoria, tras recordar las visitas reales que le precedieron, es disculpar a la corporación municipal porque «no hubo apenas tiempo de preparar un recibimiento digno, hasta el extremo de que el pueblo, en confuso revoltijo de todas las clases sociales, apenas permitía marchar al automóvil real», una situación que no produce enfrentamientos y que sugería una paz social que dudo mucho de que existiera. Una descripción idílica que nos hace reflexionar[6].
No era, sin embargo, esta situación la que se vive en España en aquel momento. El reinado de Alfonso XIII atravesaba la Etapa Constitucional, por la cual el país se regía por los dictados de la constitución de 1876, una situación que impedía cualquier transformación hacia un régimen más aperturista. Los problemas sociales y económicos se iban acentuando más y más sin visos de que el rey quisiera hacer concesión alguna a los imperativos que dictaban los movimientos sociales que se extienden por toda España. Los gobiernos de concentración se suceden uno tras otro y mientras, y precisamente en 1921 y 1922 se produce el Desastre de Annual en Marruecos, en el que se pierden cientos de vidas de lo más granado de la juventud española.
Dándonos cuenta de las posibles trampas que nos tienden los cronistas de ambos periódicos en este conflictivo contexto, avancemos en la descripción de los hechos. No hay duda de que el consistorio bejarano estaba al tanto del viaje de Alfonso XIII a Las Hurdes vía telegráfica y en el trayecto de ida se prohíbe que se hagan preparativos al paso del cortejo por Béjar por deseo real. A pesar de esa proscripción municipal, y contradiciéndose a sí misma, el 20 de junio la corporación permanece en la carretera a la altura del Arco del Monte, junto a decenas de ciudadanos, y cuando pasa el monarca, y ante las aclamaciones hacia su real persona, éste no puede por menos que descender del coche, que conduce por cierto, y dar la mano a los allí presentes, un particular que nos cuenta Béjar en Madrid. Además mantiene una larga conversación con el alcalde Clemente González, tratando de temas de tanta enjundia como la guarnición del cuartel, el estado de las fábricas textiles y otros muchos que dudamos se produjeran en medio de la aclamación de la multitud y de la prisa que mostraba. En todo caso promete a su regreso parar en Béjar.
Llegada al Puente Viejo
Béjar en Madrid
Cuando las noticias telegráficas demostraron que el monarca volvía de Las Hurdes, el alcalde Clemente González envía otro al ministro de la Gobernación, a la sazón acompañante del rey en su periplo jurdano, para recordar la promesa realizada por Alfonso XIII, una invitación que no obtiene respuesta de momento. Los bejaranos, entusiastas siempre, deciden, no obstante, ponerse manos a la obra y trabajar en un hipotético recibimiento con el alcalde a la cabeza. En la fábrica Hernández-Agero se levanta un arco confeccionado con paños para el Ejército, la especialidad de las fábricas textiles locales, «en el cual se colocaron los retratos del Rey de la Reina, con la inscripción ¡Viva el Rey! y terminado con la bandera nacional». Esta tradición de levantar arquitecturas efímeras en ocasiones especiales provenía de la costumbre secular de hacerlo en la procesión del Corpus Christi y se había mantenido incólume durante siglos, de tal suerte que se había aplicado a las recepciones de personajes ilustres[7]. La fachada de la fábrica fue envuelta con piezas de paño y el despacho se prepara con la disposición de largas mesas para invitar al rey, además de paños en las paredes y mantas en el suelo. El detalle curioso nos lo ofrece Béjar en Madrid apuntando que la noche de San Juan estaba a rebosar de un público entusiasta de la verbena que acaba pasándose por las inmediaciones de la fábrica para contemplar los preparativos.
Arco de la fábrica de Hernández Agero. La Victoria
Por su parte, el ayuntamiento adorna con paños la carretera de Ciudad Rodrigo, al igual que los fabricantes, una campaña de marketing vistosa a la vez que productiva económicamente y que no venía a ser otra cosa que un muestrario textil a escala gigante. El acontecimiento no se reduce así a un paseo triunfal por la ciudad y poco más, sino que era una campaña orquestada para la difusión de los paños de lana producidos en las fábricas locales. Más si cabe si tenemos en cuenta que el principal cliente era el Estado.
Mientras tanto el ministro de la Gobernación envía por fin el telegrama de confirmación desde La Alberca en la mañana del 24 de junio. Nada más llegar el aviso, el alcalde procede a acelerar los preparativos, tanto en la colocación de los paños en la carretera como a publicar un bando para que los ciudadanos engalanaran sus balcones con colchas, colgaduras, banderas y mantones de manila. Dice Béjar en Madrid que «los jardines quedaron sin una flor, todas fueron arrancadas y a toda prisa se confeccionaban ramos y se deshojaban rosas» y nos lo creemos si tenemos en cuenta que ya se habría celebrado el Corpus. Para el primer llamamiento, varios fabricantes donan piezas de distintos colores tales fueron Mateo Rodríguez, Hijo de F. Muñoz, Viuda de Rafael Díaz, Higinio y Segundo Cascón y Martín González hasta un total de entre quince mil y veinte mil metros de paño.
La arquitectura efímera de la que hemos hablado, una de las enseñas de Béjar y de tradición secular, sería uno de los paradigmas decorativos de la visita: en la carretera se levanta uno con el lema «Béjar a Su Majestad el Rey», otro con paños en la fábrica de Francisco Gosálvez y se adorna la fábrica de Remigio Gosálvez. Los fabricantes se movilizan para que todo saliera a la perfección, animando a las señoritas a recibir al rey con mantilla y peineta, y dando la tarde libre a sus obreros pagándoles el jornal para que salieran a recibir al rey. El telégrafo y el teléfono echan humo en las fábricas y en el consistorio. Navahonda es un hervidero de preparativos, dado que Alfonso XIII va a recalar en ella, y comienzan a llegar personajes ilustres.
A las 3 de la tarde La Corredera está a rebosar de bejaranos esperando al rey. En este caso no se producirá la visita frustrada de Bienvenido Mr. Marshall. Allí se encuentra la creme de la creme de la sociedad bejarana y salmantina, con el diputado de provincial Filiberto Villalobos, el presidente de la Cámara de Comercio de Béjar, el gobernador civil, el coronel de la Guardia Civil, el alcalde de Béjar, los presidentes del Casino Obrero y de la Escuela Industrial, el juez de instrucción y el juez municipal, el arcipreste de Béjar, y la prensa local con los representantes de Béjar en Madrid, La Victoria y El Adelanto. Es una foto fija que valdría ahora un potosí en cuanto a interés histórico. Mientras Villalobos y el gobernador civil salen a recibir al rey a Valdefuentes de Sangusín, la comitiva bejarana, precedida por los hombres de musgo, los maceros y la bandera de Béjar, se pone en marcha arropada por una numerosa muchedumbre.
El rey en La Corredera. La Victoria.
El deseado encuentro se produce junto a la fábrica de Remigio Gosálvez en el Puente Viejo. Las señoritas ataviadas de mantilla blanca y peineta se encuentran al frente del maremágnum y son las privilegiadas que contemplan primero la comitiva de automóviles entrando en la ciudad tras pasar por delante de la fábrica de Agero. Hasta este punto, el punto álgido de su intervención, no se cita a la Banda Municipal, una agrupación fundada precisamente ese año. En cuanto el siguiente coche hace su aparición, la Banda comienza a interpretar la Marcha Real, pero el chasco es tremendo: no es el rey, sino el automóvil que transporta al obispo de Plasencia. Las carcajadas nerviosas se alzan por la equivocación. No pasa nada. Ya llegará. El siguiente transporta al obispo de Coria, quien también había seguido sus pasos por Las Hurdes.
Ahora sí: un automóvil descapotable asoma el morro por el Puente Viejo. ¡Es el rey! La Banda reinicia los acordes de la Marcha Real que es absorbida por el clamor de la muchedumbre, mientras los hombres agitan sus sombreros y las mujeres sus pañuelos. El coche frena delante de la bandera de Béjar llevada por el concejal Bernabé Sánchez, los hombres de musgo y los maceros, que se inclinan ante la presencia real. Clemente González, el alcalde a la sazón, da la bienvenida y Alfonso XIII le hace subir al coche. La muchedumbre ha roto el cordón de seguridad para ver mejor lo que acontece, mientras las señoritas se acercan a regalarle ramos de flores. Otro coche marcha detrás con el gobernador civil de Madrid y el doctor Gregorio Marañón en interior, en una comitiva formada por hasta treinta vehículos. La Corredera es un caos absoluto con una muchedumbre que rodea los coches cual mar embravecido. Parece que el espejismo de la revolucionaria Béjar, de la combativa y dividida en clases sociales, se hubiera disipado. Allí se produce una anécdota que no se nos relata en las crónicas de Béjar en Madrid y La Victoria, y que parece posterior: en medio de La Corredera se estaba construyendo una torre con un reloj. Alfonso XIII la mira y dice algo así como qué oportuno es derribar esta torre tan fea, sentencia que determinará la escasa vida de la construcción.
Foto Documentos Béjar
El cortejo enfila la Calle Mayor, mientras las campanas tocan sin cesar y la muchedumbre, el pueblo bejarano «tan desconocido y calumniado, que es el prototipo de la franqueza, de la lealtad y de la honradez», rompe la seguridad para acercarse al monarca. La calle principal está engalanada como en un día de Corpus con colgaduras y letreros de ¡Viva el Rey!, solo que las flores y los pétalos de las rosas se arrojan sobre el rey de España. Su coche, según Béjar en Madrid, fue «cubierto con ramos». Sin duda Alfonso XIII recordaría en algún momento un ramo fatídico: el que le arrojó Mateo Morral el día de su boda en la calle Mayor de Madrid. Las más bellas flores pueden ocultar las más mortíferas bombas.
La Victoria
Al llegar a la Plaza Mayor, el rey parece ser que hizo ademán de bajar y dirigirse hacia la iglesia de El Salvador. En lo alto de las escalinatas se encontraba revestido con los ornamentos litúrgicos el párroco, José María Nieto, dispuesto a recibirle con las puertas abiertas (según Béjar en Madrid era el obispo de Coria), pero el ministro no se lo permite, dice el cronista, por sus ideas liberales. El cortejo entra en el salón de plenos junto a la corporación y Filiberto Villalobos. Alfonso XIII, asombrado por la presencia de los hombres de musgo, pregunta por el particular, siendo explicada la leyenda por Francisco Muñoz. Idéntica situación se produce con la identidad de los cuadros de Sánchez-Ocaña, Pardiñas y Reinoso que lucían en ese emplazamiento entonces. La visita no es sino una manera de descanso para el monarca, pues en el ayuntamiento toma un dulce y bebe una copa de agua. Mientras Alfonso XIII departe sobre esto y aquello, y se asoma a una ventana para vislumbrar el monte en pleno esplendor, se baraja la posibilidad de subir al Castañar, pero el ministro de la Gobernación alega cansancio y poco tiempo, por lo que la visita a la Patrona se ve frustrada.
Una vez repuestas las fuerzas, el cortejo reinicia la marcha hacia la fábrica de Navahonda, siguiente parada en el periplo bejarano, pasando por la calle Colón donde los fabricantes Segundo, Higinio y Leocadio Cascón tienen su fábrica adornada con los paños de su fabricación. El rey para un momento para recibir un ramo de rosas de Felipa Cascón y de las obreras del edificio industrial. También en la calle Colón le reciben señoritas de Candelario ataviadas con el traje típico. Parece como si las mujeres fueran puestas estratégicamente para llamar la atención del rey, una situación que no se les escapa a los cronistas de ambos periódicos. De hecho Béjar en Madrid describe cándidamente que a Alfonso XIII le gustaron las candelarias por sus trajes y «por sus perchas».
La Victoria
Las crónicas se detienen en describir la fábrica de Navahonda[8], «el templo del trabajo», su historia y la actividad de su dueño, Cipriano Rodríguez-Arias, diputado a Cortes en dos ocasiones. Allí se le explica las distintas secciones y procesos fabriles laneros («hilatura, perchas, batanes, tintes y tundidoras») con los que cuenta mientras los obreros siguen en sus puestos trabajando. Concluido el paseo, al rey se le ofrece un aperitivo al fresco de la sombra, «en una plazoleta rodeada de arbustos y flores», en dos mesas con primorosos manteles y vajillas. A la merienda fueron invitados, a la misma mesa real, Cipriano Rodríguez-Arias, Nieves Fabrés de Solís (suegra del anterior), el alcalde Clemente González, el teniente coronel, el ministro de la Gobernación y el gobernador civil de Madrid entre otros. Toma fiambre, bebe una copa de champán y un vaso de agua de una cercana fuente. En la otra mesa muchachas de buena cuna, con sus mantillas y peinetas, las más guapas del lugar, lucen sus encantos ante el rey. Tanto es así que el ministro, «admirador del sexo débil», invita a cuatro de ellas a la mesa de Alfonso XIII.
El cronista, indagador de las conversaciones, relata algunos detalles de lo que se cuece en esa famosa merienda de una tarde de junio de 1922. Pregunta a Rodríguez-Arias si ha sido diputado a Cortes y sobre el signo político del consistorio bejarano a lo que éste contesta «Señor, los Ayuntamiento de Béjar no han tenido, en general, matiz político»[9]. Alfonso XIII se interesa por el número de trabajadores de la fábrica, sobre sus jornales y sobre si la vida en Béjar es cara. Parece ser que no tiene muchas ganas de levantar el vuelo, pero el tiempo apremia y resuelven tomar el camino hacia Madrid. En la puerta le despiden los 400 obreros de Navahonda y una representación de obreras le hace entrega de un ramo de flores, dándoles el rey a besar su mano. Tras dos horas de paseo en Béjar, los coches enfilan la carretera y la comitiva se pierde tras una nube de huno con los ecos de los vítores aún resonando.
Un acontecimiento y una crónica idílicos como correspondían a la ocasión. Atrás quedaban la miseria, la conflictividad social, la brecha inmensa entre las clases sociales, la crítica política hacia la monarquía. Los bejaranos se habían disfrazado bajo el maquillaje de la unidad para que la visita real ocurriera entre algodones, sin sobresaltos. La Muy Heroica y Muy Liberal ciudad había dormitado, amordazada, mientras Alfonso XIII paseaba por sus calles. Unos minutos para codearse con los poderosos bien merecían ese silencio. Mientras el polvo levantado por los coches del cortejo se iba depositando sobre el empedrado, los murmullos regresaban a los labios contra el poder establecido y la brecha social se alzaba de nuevo entre patronos y obreros.
[1] CASCÓN MATAS, Carmen. «Enrique IV de visita en Béjar (febrero y mayo de 1468)», nº 4.758 (5/08/2016).
[2] CASCÓN MATAS, Carmen, y GONZÁLEZ HOYA, Óscar. “Béjar y el día de la Virgen vistos a través de la película «Béjar en Fiestas» (15 de Septiembre de 1929)”. Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2008, s/p.
[3] RIVADENEYRA PRIETO, Óscar. «La infanta Paz de Borbón en Béjar». Béjar en Madrid, nº 4.718 (5/12/2014), p. 4.
[4] La Victoria, nº 1.437. 3 de julio de 1922, pp. 1-4. Gracias a Pablo y a Rufino Agero por facilitarme la consulta del periódico y por incitarme a escribir este artículo.
[5] Béjar en Madrid 1 de julio de 1922, pp. 1-8. El asunto también es tratado en Béjar en Madrid. 75 años al servicio de una ciudad, pp. 308-310.
[6] Las dos crónicas se complementan con fotografías de Requena y Bienvenido. Algunas de ellas pueden contemplarse en Archivo Fotográfico y documental de Béjar. http://documentosdebejar.blogspot.com/2011/10/visita-de-d-alfonso-xiii.html
[7] Véase CASCÓN MATAS, Carmen. Entre su excelencia y sea muchas veces bienvenida. Regocijos, versos y arquitectura efímera en la recepción de la duquesa Mª Alberta de Castro. Discurso de ingreso al Centro de Estudios Bejaranos. CEB y Ayuntamiento de Béjar, 2022, 118 págs. Pero también LÓPEZ ÁLVAREZ, Alejandro. Ideología, control social y conflicto en el Antiguo Régimen. El derecho de patronato de la Casa ducal sobre la procesión del Corpus Christi de Béjar. Centro de Estudios Bejaranos, 1996, 201 págs.
[8] Sobre esta fábrica SÁNCHEZ MARTÍN, Javier Ramón. La fábrica textil de Navahonda en un plano de 1868, 2012, CEB y Ayuntamiento de Béjar, 61 págs.
Perdona que te corrija, eso le pasa a cualquiera. En el título de la entrada, has puesto el año actual, aunque luego ya viendo el artículo has puesto el año correcto. ahora cuando leas mi comentario lo puedes corregir.
ResponderEliminarBesos.
Gracias por darte cuenta. Luego me lo dijo más gente orque en Facebook, aunque lo cambié aquí en el blog, ha seguido apareciendo el año 2022.
EliminarUn beso
Yo me equivoco a menudo pulsando las teclas del ordenador. Un error lo tiene cualquiera.
EliminarBesos.
Las visitas de altas esferas del poder a ciertas localidades parecían mas comunes en otros tiempos ya que ahora solo parecen ir a localidades importantes.
ResponderEliminarSaludos.
he aprendido mucho leyéndote
ResponderEliminarConociéndolo, me ha gustado ver las fotos de Béjar se reconocen. Hoy poco visitan los reyes estos lugares. Sabía lo de las Hurdes pero no que pararan en Béjar. Muy interesante.
ResponderEliminarBuen jueves Carmen.
Un abrazo.