9 de marzo de 2009

La Casa chacinera de Candelario









ARQUITECTURA TRADICIONAL EN CANDELARIO: LA CASA CHACINERA


Autor: Roberto Domínguez Blanca

Publicado: Especial Béjar en Madrid, Navidad 2008.

La comarca de Béjar atesora en sus núcleos de población una rica arquitectura tradicional, que adopta caracteres propios en función de las latitudes. Para este trabajo nos hemos centrado en el análisis de una de sus tipologías más reconocidas: la casa chacinera de Candelario. Si bien es necesario señalar que su popularidad ha ensombrecido otro tipo de arquitectura tradicional muy interesante y que también se conserva en la villa. Estas construcciones son más antiguas que la casa chacinera y recuerdan a las de la vecina Sierra de Francia, aunque sin llegar a desarrollar las dimensiones que éstas alcanzan. Se caracterizan por una planta baja de sillería y mampostería de granito con escasos vanos, sobre las que se elevan las superiores de entramado de madera con adobe. Carecen la mayoría de las veces de la solana y de la batipuerta típica de la casa chacinera. Se localizan en la parte alta del conjunto urbano, formando parte del callejero más tortuoso de la villa de origen medieval.


La casa chacinera candelariense

La cronología de este tipo de construcción se extiende desde la década de 1740 hasta la de 1920. Aparece respondiendo a las necesidades de la incipiente y pujante industria chacinera, que requería unos nuevos y diferentes espacios de los que carecía la vieja casa ganadera. El resultado fue un cambio en la fisonomía de la vivienda vernácula. La casa candelariense se presenta ahora más amplia, robusta, y de traza más regular. Este modelo se multiplicará por todo el caserío ocupando el solar de antiguas construcciones, de tal forma que vino casi a renovar por completo la antigua arquitectura local; aunque el regular desarrollo urbanístico de las calles que convergen en la ermita del Humilladero hace suponer que todas estas construcciones se edificaron sobre solares vacíos en una zona escasamente urbanizada en el siglo XVIII . Se da paso así a un modelo que se repetirá constantemente con escasas variaciones.

Si tuviéramos que ejecutar un patrón básico al que se amoldara este tipo de edificaciones, verificaríamos que predomina la casa de tres pisos cuya planta baja se destinaría a la elaboración de productos cárnicos, la primera o principal cobijaría la vivienda propiamente dicha, y la segunda funcionaría como secadero y almacén de los productos elaborados en la planta baja. Muy importante es constatar las escasas ruinas que presenta el conjunto arquitectónico compuesto por estos edificios. Pervivencia en el tiempo gracias en gran medida al racional sistema constructivo al que se recurre y a la calidad de los materiales empleados.
Planimetría

La distribución de las estancias de la planta baja y de la principal está condicionada por la articulación de los muros de carga, organizados en doble crujía (muros perimetrales y un muro central que, atravesando la vivienda por la mitad, divide las dos crujías).
La planta baja se abre con un único acceso que permite el paso desde el interior a la calle. Traspasándolo nos encontramos en un zaguán o recibidor (portal o patio en la jerga local) que distribuye las dependencias de la planta baja reservadas para el desempeño de la actividad manufacturera. El zaguán, que varía en sus dimensiones dependiendo del tamaño y empaque de la casa, desemboca en la escalera de madera que nos conduce a los pisos superiores. Las dependencias chacineras se comunican entre sí, diferenciándose lo que es la zona de la matanza de lo que es la de despiece. La parte trasera de la casa podía dar a un patio adosado, aprovechado como jardín o huerta de autoabastecimiento con un simple cobertizo donde almacenar los aperos de labranza.

En la primera planta o principal se sitúa la vivienda. Una sencilla distribución de las habitaciones a cada lado de un pasillo es el elemental recorrido que se nos ofrece. Destaca la cocina, que casi siempre da a la fachada posterior a través de una pequeña galería. Se da la circunstancia que estas cocinas ninguna se pensaron con chimenea ni con campana para conducir los humos. Sólo un par de casas improvisaron originalmente sus chimeneas a partir de medias tinajas de barro. El resto de las que actualmente se pueden ver son todas modernas. Sin conducciones de ningún tipo, el humo se traslada al piso superior mediante un hueco practicado en el maderamen de la vertical del fuego. El humo se empleaba para curar los jamones y embutidos que se colgaban en el sobrado. El resto de las dependencias de esta planta noble son salas con alcobas o habitaciones.



En la segunda planta va el desván o sobrado, un espacio diáfano sin ningún tipo de muro separador, pero repleto de viguería y varales: las primeras para sustentar la estructura del edificio y las segundas para curar las sartas de embutidos que en ellos se ordenaban. A ella llegan los humos de la cocina que impregnaban el ambiente, secaban los productos, ennegrecían las paredes, para finalmente despedirse por entre las maderas y tejas de la cubierta. Dentro de este espacio se diferenciaba lo que era la zona de curado de los embutidos de lo que se destinaba a almacén. El desván da a una galería que se extiende a lo largo de la fachada y que se cubre por el alero del tejado de prominente vuelo, que también tenía como función proteger de la humedad a esta planta.
Elementos característicos de la construcción
Su aspecto externo transmite solidez y cierta sobriedad. A esta última impresión coadyuva el recatado cromatismo derivado de los materiales empleados: el granito visto, (bien labrado en recercados, impostas y esquinas) y el blanqueado general del edificio (ocultando la mampostería berroqueña y los entramados de madera). La carpintería, forjados y estructura interna son de madera de tonos oscuros. El contraste cromático lo aporta la teja árabe en cubiertas y faldones, y especialmente cuando sirve para proteger muros enteros.
Aunque como típica casa de montaña apunta más al desarrollo en altura que en superficie, suele erigirse sobre un desahogado solar rectangular. En alzado, se persigue la simetría en la disposición de unos vanos de generosas proporciones, a través de series de ejes verticales. El único elemento en voladizo que permite esta casa es la galería, nunca los pisos de viviendas, al menos en las fachadas principales. El plan de protección del conjunto urbano tradicional hace referencia en su estudio a la relación proporcional que existe entre la longitud de la fachada y el número de vanos por planta: si la fachada mide menos de cinco metros, le corresponde un vano; si mide de 5 a 12 metros, le corresponden dos; y si mide de 12 a 16 metros, le corresponden tres huecos por planta. Extrañas son las fachadas que superan los 16 metros de longitud.

Los vanos de las dos primeras plantas suelen ser adintelados, utilizándose a veces el doble dintel, uno sobre otro, de forma que se salvaguardaba el dintel inferior de una posible rotura por un mal cálculo en el peso de los muros. Muchas veces el sistema adintelado se sustituye por el arco rebajado, solución muy habitual en Béjar y otras localidades. La aparición este tipo de arco se relaciona con edificaciones de carácter más urbano y se presenta en la arquitectura de un gran número de villas y ciudades de Castilla en torno al comienzo del siglo XX. Otra posibilidad más plástica para cubrir los huecos consiste en el empleo de un arco conopial ciego labrado en el dintel, cuyas líneas en curva-contracurva se acentúan vehementemente. Preferiblemente se recurre a él en la portada de acceso, aunque en algunas viviendas prolifera enmarcando las ventanas. En Candelario tenemos una buena muestra de estos arcos que encontramos en menor número en Béjar, La Alberca o La Garganta, donde se copia más fielmente el ejemplo candelariense. Esta moda tuvo una vida muy corta, desarrollándose únicamente en las últimas décadas del siglo XVIII, siendo llamativa su cronología, pues pertenece al repertorio de nuestra arquitectura monumental del Gótico final.

Sin duda es la batipuerta el elemento que más llama la atención de esta singular arquitectura. Consiste en una antepuerta de madera a media altura que, al acercarse a los goznes que la sujetan, se quiebra bruscamente en diagonal ascendente, llegando al final de su recorrido alcanzando las tres cuartas partes del vano. Esta diagonal puede ir lisa o decorada con perfiles curvos o mixtilíneos en las más ricas. Como toda la carpintería del lugar la batipuerta se pinta o se barniza en tonos severos. Se compone de un armazón de madera que se cubre externamente con tablas claveteadas; es decir, se desarrolla a partir de la forma de hacer de la carpintería tradicional de la zona. Su uso era polivalente, pues para evitar las grandes nevadas que cubrían las calles, se despejaba la entrada de la casa empujando la batipuerta. También se piensa que servía para evitar que los animales, antiguamente libres por las calles, entraran en las casas. Otra versión sobre su cometido, muy acertada, apunta a que protegía al descabellador cuando éste iba a dar la puntilla a una res de gran tamaño (bueyes), evitando los embistes del animal. Este uso justificaría el gran número de batipuertas conservadas, principalmente en casas chacineras.


La planta baja se diferencia de la primera en disponer de un menor número de vanos y, como norma, más pequeños. Como el falso zócalo no suele alcanzar gran prestancia, los recercados pueden llegar hasta la base de la fachada interrumpiéndolo. Los vanos de esta planta, salvo el acceso, se guarnecen con sencilla y funcional rejería de forja con barrotes verticales y horizontales, a modo de emparrillado. El aspecto global de esta planta es muy compacto al predominar el muro sobre el vano. En los muros se recurre a la cal morena, con la que se enfosca el fondo del paramento para su posterior encalado. El zócalo se distingue al aplicarse tonos grises, azulados u ocres. En los dinteles de los accesos es donde se suelen labrar las fechas indicando el año de su construcción. Se pueden acompañar con el habitual símbolo de la cruz, y más raramente con los anagramas de Jesús y María u otro tipo de leyendas. Menos habitual es el uso de líneas de imposta separando la planta baja del primer piso, planas y sin ningún tipo de molduración.

La primera planta al ser la planta noble, recibe un especial cuidado en todos sus detalles, siendo la disposición y recercado de sus vanos aún más perfecta que en la planta baja. Los balcones, sencillos y elegantes, se componen de elementos horizontales (barandilla) y verticales (barrotes y pies derechos) que forman la estructura, a la que se añaden motivos curvos y en espiral con sentido meramente ornamental. La rejería de los balcones puede ser de forja, o de hierro fundido en las más modernas. El vuelo de los balcones se consigue, o bien con el propio vuelo de la losa de granito que forma la base, o bien con el más tradicional empleo de grandes ménsulas verticales que a los extremos sustentan el forjado de madera que conforma el piso del balcón. Puede haber más de un balcón en esta planta surgiendo también, como en Béjar, las galerías acristaladas . Generalmente, cuando se arman balcones, es uno por vano, y más raramente un solo balcón agrupa a más de un vano. Se pueden construir con hierro o con madera, decorándose con labores más o menos ricas. Su vuelo desde la fachada puede variar entre los 60 y los 70 centímetros. Los muros de esta planta de nuevo se valen de la cal morena como mortero para su mampostería, para luego cubrirse de una gruesa capa de cal blanca.

En el sobrado lo habitual son los vanos con carpintería de madera, evidencia del emple o de entramado en sus muros, pero siempre que estos recercados sean graníticos sus muros, bajo el blanqueado, serán indiscutiblemente de piedra. En los muros perimetrales de esta planta se abren una serie de pequeños vanos cuadrados dispuestos, aleatoria pero continuadamente, a lo largo de las fachadas. Mayoritariamente se suelen presentar en la delantera y en la trasera. Cuando las medianerías se ven libres de casas contiguas, también se pueden abrir estos huecos. Pueden ser simples ventanucos o tomar forma de correderas. Éstas son unas tablas de madera que sobre unos raíles o guías permiten una mayor o menor apertura del vano, dependiendo de si las condiciones climáticas son favorables o no para la curación de la matanza. Esto explica su distribución, orientadas a diferentes puntos, evitando la humedad y buscando el viento seco serrano. La solana permitía el manejo de las correderas con comodidad. Estas solanas pueden ser enteramente de madera en su construcción o combinarse hierro y piedra. Las primeras descansan sobre las ménsulas que forman las cabezas salientes de las vigas de los forjados separadores de pisos. Las segundas se fundamentan sobre ménsulas de granito perfectamente trabadas en la estructura, soportando una gran cornisa como base de la solana. Las ménsulas de mayor antigüedad suelen ser de mayor tamaño, aunque en ocasiones se puede presentar la cornisa sin más apoyo. Siempre, sea la galería del material que sea, los pies derechos y zapatas que soportan el alero van a plomo sobre las ménsulas. 



La cubierta se idea con la cumbrera paralela siempre a la fachada principal y generalmente a dos aguas, con tejas árabes solapadas entre sí como es habitual. Tanto las cubiertas como los aleros se aseguran sobre un armazón de forjado de madera, empleando en los aleros fuertes rollizos de castaño, sobre los que se disponen perpendicularmente tablas de madera para asentar los paños de tejas. 

Una nota muy característica en las construcciones tradicionales de nuestra comarca, que también se extiende por otras próximas de las provincias de Ávila y Cáceres, es la de recubrir las medianerías de las viviendas con hiladas de teja árabe. Las tejas se clavetean solapándose unas con otras formando hiladas verticales, alternando las cóncavas con las convexas aprovechando la forma de la teja. También se pueden cubrir con este revestimiento otras fachadas o parte de ellas azotadas por la climatología adversa. En el caso de Candelario aquellos paramentos orientados al sur y suroeste se resguardaban así del hostigo. Estos recubrimientos de teja reciben el nombre de hastiales, quizás porque abundan en las medianerías en las que la doble agua, que vierte en las fachadas delantera y trasera, dibuja la forma de hastial. 

 
Evolución

A lo largo de estos más de ciento cincuenta años de desarrollo del tipo de casa chacinera podemos establecer la evolución cronológica del mismo, patente en la distinta ordenación de los elementos de la fachada. Desde que surge en la década de 1740 (ejemplos datados más antiguos) y durante la segunda mitad del siglo XVIII nos encontramos con una vivienda aún muy apegada a la tradición constructiva de la casa serrana tradicional, localizándose la mayoría de ejemplos en la parte alta del pueblo, la que tiene un urbanismo más medieval, adaptándose a solares muy irregulares. Esta irregularidad se transmite al alzado con fachadas generalmente pequeñas, no más de uno o dos vanos por piso, y en la que no hay ejes de simetría ni ejes de vanos. Los vanos, de tamaños muy diversos, son adintelados simples o con doble dintel, pudiendo engalanarse con un arco conopial grabado (frecuentes entre las décadas de 1760 y 1790). La batipuerta ya aparece en estos primeros ejemplos. En las viviendas más antiguas la planta noble carece aún de balcón y se singulariza con la apertura de una gran ventana vertical cubierta con antepecho o barandilla de madera, antecedente del balcón. La solana correrá a lo largo de toda fachada, salvo casos excepcionales, siendo siempre enteramente de madera, con barrotes prismáticos sencillos y con la particularidad de estar colocados con una de sus aristas mirando al frente. En los materiales de construcción todavía puede recurrirse al entramado en la planta principal. En la piedra abunda el granito moteado propio de la zona, con gran presencia del sillarejo y la mampostería, aunque se va introduciendo cada vez más el sillar (recercados y líneas de esquina). Existen fachadas laterales muy herméticas que se levantan totalmente con mampostería.


Sobre 1785-1790 empiezan a destacarse edificios de gran envergadura a partir de solares rectangulares regulares, con grandes vanos cada vez más seriados, apareciendo el balcón, generalmente sobre el vano de acceso a la vivienda. Los balcones son de madera sostenidos en sus extremos por potentes ménsulas de piedra, que a principios del siglo XIX darán paso a los balcones metálicos sobre losas de piedra en voladizo. Arrancando de estas novedades de finales del siglo XVIII, en la primera mitad del siglo XIX poco a poco va predominando el empleo del sillar en las dos plantas inferiores, dejando el entramado de ladrillo o adobe para la última, prolongándose en muchos casos la línea de esquina de sillares hasta el alero. Las fachadas secundarias muestran una distribución por materiales similar. Con la solución del entramado en las fachadas laterales se sistematiza el uso de la teja claveteada. Poco a poco el vano va ganando terreno a la piedra. Surgen las solanas de granito y metal, aunque las de madera se dejan ver en las primeras décadas. Los vanos de la solana reducen su tamaño y se multiplican distribuyéndose aleatoriamente en una o dos filas. Los edificios alcanzan un gran empaque y altura, prolongándose en ocasiones el muro por encima de las solanas. Las fachadas poco a poco se adaptan a la simetría y a la organización en ejes de vanos.

Desde mediados de siglo y hasta más o menos 1920, la última fase en la evolución de la casa chacinera viene marcada por la pérdida de la vestimenta popular, en favor de la actividad de arquitectos y canteros que, partiendo de los modelos tradicionales, enriquecen y singularizan las edificaciones con ornamentos eclécticos y modernistas del momento, trasladados desde el mundo urbano. Este cambio se nota sobre todo a partir de la década de 1880, en que las casas de los vecinos con más recursos económicos pierden gran parte de los elementos que hasta ahora singularizaban a la casa chacinera. Es el caso de la batipuerta de madera, que se sustituye por una antepuerta baja de dos hojas de rica rejería calada. Trabajos de rejería que se llevan sobre todo al balcón principal del primer piso y a los grandes vanos que ahora se rasgan en la planta baja. En la principal, con el desarrollo de las técnicas del hierro fundido, proliferan grandes vanos con balcones o antepechos en todos ellos, siendo novedad las galerías acristaladas, al menos en el vano central o principal. Las solanas siguen siendo metálicas y se generaliza el uso de las correderas. Las fachadas se serializan con estricta simetría en la distribución de los vanos que alcanzan gran tamaño y pueden cerrarse con arcos rebajados. En algún caso la actividad chacinera se extrae de la propia vivienda creándose al margen edificaciones compuestas de las dos plantas manufactureras: el piso bajo con su batipuerta y el superior con solana y correderas.
Difusión de la casa industrial.
Siendo el epicentro de este tipo de vivienda Candelario, su propagación en mayor o menor medida alcanza a pueblos cercanos de marcado carácter serrano como Navacarros, Puerto de Béjar, Vallejera o La Hoya; aunque es en San Bartolomé de Béjar, actualmente provincia de Ávila, donde encontramos una buena colección de viviendas idénticas a las candelarienses, aunque mucho más simples y careciendo de la llamativa batipuerta.
Fuentes documentales
- Archivo Municipal de Candelario: Marcos Berrocal, José Carlos. Plan especial de protección del conjunto urbano tradicional de Candelario (Salamanca).
Bibliografía consultada.
- Benito, Félix. Arquitectura tradicional de Castilla y León, 2 Vols. Junta de Castilla y León, Salamanca, 1998.
- Cerón Peña, Mercedes. Dinteles y jambas en la arquitectura popular salmantina, Diputación de Salamanca, Salamanca, 2002.
- Díez Elcuaz, José Ignacio. La villa de San Martín del Castañar, Diputación de Salamanca, Salamanca, 2005.
- Feduchi, Luis. Itinerarios de arquitectura popular española, Blume, Barcelona, 1974.
- Flores, Carlos. Arquitectura popular española, Aguilar, Madrid, 1974.
- García Martínez, Ceferino. Béjar y Candelario. Studio S.A., Béjar, 1991.
- Ponga Mayo, Juan Carlos y Rodríguez Rodríguez, María Araceli. Arquitectura popular en las comarcas de Castilla y León, Junta de Castilla y León, Valladolid, 2000.
- Vallejera Martín, Ana y Emilia. Candelario. Costumbres y tradiciones, Candelario, 1998.

9 comentarios:

  1. Carmen, gracias por en enlace. He puesto uno aquí entre el grupo de los "no fotográficos".

    Saludos.

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  2. Hola mi niña, !que ilusión! me gusta tu blog, vendré despacio porque me parece muy interesante. Gracias por añadirme, te llevo al mio.
    Nos vemos en el portal,en el parque, o en cualquier sitio de esta precosa ciudad que es la nuestra.
    Un enorme abrazo vecina

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  3. Un trabajo de lo mas exhaustivo el suyo, madame, enhorabuena.

    Muchas gracias por la visita. Espero que esta informacion sea lo que buscaba:

    El cuadro por el que se interesa es Luis XIV desayundando con Molière, o Luis XIV y Molière, de Jean-Léon Gérôme, año 1862. Se encuentra en la blibioteca publica de Malden, Massachusetts.

    Bisous

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  4. Hola Carmen

    Me alegra que mi blog te guste y espero que compartamos muchos artículos sobre historia.

    Yo, de momento, soy un simple aficionado y utilizo mi blog para exponer aquello que tanto me gusta y para conocer a gente que comparta mi afición, la historia.

    Veo que eres una licenciada, eso está guay, me gusta relacionarme con gente preparada en historia.

    Encantado y un saludo.

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  5. Muchas gracias por acercarte a visitar mi blog.

    Enhorabuena por dar a conocer aspectos de la historia de tu región, son de lo más interesantes!

    Espero que mantengamos el contacto y así compartir ideas sobre varios temas históricos.

    Saludos y gracias por enlazarme.

    Caroline

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  6. Estimada Carmen:

    Te agradezco que visites mi blog y que me hayas dejado un comentario para iniciar una toma de contacto. Las Artes decorativas (mal llamadas Artes Menores) son mi pasión y desde el blog humildemente pretendo estar al día en lo que a esta disciplina artística se refiere. Te agrego yo también a mis enlaces para que la gente pueda consultarte desde mi web. Recuerdo que una vez, uno de tus colaboradores, Roberto, se dirigió a mí para felicitarme por el blog, y me honró recibir esas palabras de alguien tan preparado en la materia de la platería.
    Salúdalo de mi parte, por favor.
    Para lo que necesites, ya sabes dónde estoy. Un saludo.

    Alejandro

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  7. Muchas gracias a todos. Estamos en contacto. Un saludo.

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  8. Impresionante este trabajo. Es muchísimo más que divulgación, constituye una fuente de información para consultas. Hace unos años visité el Candelario y quedé fascinada, al igual que de otras comarcas salmantinas. Tenéis suerte de contar con este patrimonio humano, paisajístico y cultural. Saludos cordiales.

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  9. Desde aquí animo a todos a visitar nuestra comarca. La verdad es que los que vivimo aquí no sabemos apreciar lo que tenemos.
    Un saludo, Isabel Romana

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.