Publicado: Béjar en Madrid
Nuestro paseo anterior terminó a la altura de la casa de Clavijo, muy cerca del convento de la Piedad , más tarde Casino Industrial, del que ya he hablado. Pero, ya que estoy nuevamente a su altura, me gustaría añadir que ese convento fue fundado en 1591 por doña Brianda, segunda esposa del duque don Francisco, ese duque que murió guerreando allá por Buda (actual Budapest) y cuyo cadáver fue traído desde tan lejano lugar a Béjar y enterrado en el altar mayor de ese convento. Excepto su corazón, que ordenó fuese enterrado en el monasterio de Guadalupe, a los pies de la imagen de la Virgen del mismo nombre; y allí sigue, bajo una losa con una leyenda que lo explica. Con el tiempo se olvidó donde estaba el cuerpo, hasta que unas obras realizadas en el convento -ya desamortizado- en el último cuarto del siglo XIX lo sacaron a la luz. Se conservaba su fino vestido de terciopelo verde, con botones dorados, botas altas y un espadín con empuñadura.
Enfilo hacia la calle Colón. Esta calle se llama así en homenaje al insigne marino, descubridor del continente americano. Seguro que sabes, querido lector, que esa calle se llamó Solana, pero lo que quizá ignores es que el cambio de nombre se produjo en la lejana fecha de 1892, año en que, a propuesta del alcalde Juan Bautista Zúñiga, se cambió por Colón. Resulta curioso que hoy día, ciento quince años después, muchas personas en Béjar nos sigamos refiriendo de vez en cuando a esa calle comola Solan a. Fue también en 1892 cuando se cambiaron otros nombres de calles, como la calle Isabeles por Mayor de Reinoso, o la del Comendador por Sánchez Ocaña, entre otras.
Enfilo hacia la calle Colón. Esta calle se llama así en homenaje al insigne marino, descubridor del continente americano. Seguro que sabes, querido lector, que esa calle se llamó Solana, pero lo que quizá ignores es que el cambio de nombre se produjo en la lejana fecha de 1892, año en que, a propuesta del alcalde Juan Bautista Zúñiga, se cambió por Colón. Resulta curioso que hoy día, ciento quince años después, muchas personas en Béjar nos sigamos refiriendo de vez en cuando a esa calle como
Bajo por la inclinada cuesta, dejando a la derecha la calleja casi llana que se llama Travesía de Colón, que va hasta Barrioneila, y la pronunciada bajada de la calle del Pino. Ahí mismo, pero dentro de la calle Colón está la entrada del que fue jardín de D. Higinio Cascón, dentro del cual estuvo una parte de la fábrica de D. Mateo Rodríguez (ver el especial de Navidad de Béjar en Madrid, año 2004). El acceso al jardín es por unas puertas verdes, casi inmutables al paso del tiempo, que conservan grabadas en hueco las iniciales del que fue su propietario, H C. Son las mismas puertas por las entrábamos hace muchos años Nabelo, Alejandro, Juan Pedro, Juan, Juanjo, yo y alguno más para jugar allí. Nabelo era nieto de D. Higinio, que en aquella época aún vivía (por eso, calculo que sería a finales de los sesenta). Me gustaba especialmente una parte del jardín que estaba cercado por setos, con cenador y estanque con peces de colores, que había a la derecha según se entra y en el que se experimentaba una quietud y una paz que me encantaría volver a sentir.
Jardín de Olivillas
Foto extraída de bejar.biz
También dentro del jardín propiedad de D. Higinio, a la derecha según se entra, existía (y aún existe) un viejo edificio fabril -al menos en aquella época vacío y abandonado- cuya larga pared noroeste linda con la calle del Pino. Allí vivíamos historias fantásticas en ese, nuestro particular castillo, donde incluso a veces nos sorprendía el anochecer, por lo que llevamos linternas o no sé si alguna vela. Recuerdo que nos quedábamos en silencio y oíamos crujir la vieja edificación, lo que hacía que nos estremeciéramos, aunque todos nos hacíamos los valientes. Hasta que un día, ya anochecido, oímos que alguien venía andando por el larguísimo balcón con suelo de chapa, al me parece que se accedía por una escalera; el susto fue morrocotudo, hasta que vimos que era el padre de Nabelo que había visto luz (la de las linternas), le había extrañado y había decidido ir a ver quien había allí, imaginándose ya que se trataban de nosotros. El canguelo que pasamos todos desde que comenzamos a oír los pasos hasta que vimos la cara de Berna fue épico; recuerdo todavía el espeso silencio que se hizo entre nosotros: se podía cortar con una navaja. No estoy muy seguro, pero creo que después de este episodio no volvimos a ese lugar.
Calleja de Brochín
Sigo andando por la calle Colón. Paso a la altura de la bifurcación que sube hacia tres callejas, la de Ferrer (¿quién sería ese Ferrer?; por favor, si alguien lo sabe que me lo diga), que te deposita en la plaza de la Piedad , y las de Brochin y del Balconcillo de la Médica , que te depositan ambas en la calle Mayor de Sánchez Ocaña. Pero esta vez no me dirijo hacia esas callejas, sino que sigo por Colón, dejando a la derecha las casas de los Gómez-Rodulfo, que construyó el arquitecto bejarano Tomás Rodríguez (ver mi artículo en Béjar en Madrid del 7 de julio de 2006). Creo que también edificó el colegio de las Huérfanas, que está al lado.
Calleja de Ferrer
Enfrente, un feo aparcamiento que estaba seguido de dos antiguos edificios derribados hace unos días, en uno de los cuales tuvo el conocido farmacéutico José Agero Teixidor un laboratorio donde explotaba su patente de obtención de lanolina a través de la grasa, que se separa de la lana en su proceso de lavado industrial. Según me han informado, en la casa de al lado tuvo dos telares este mismo señor. Luego ha vivido gente en ellas hasta que su deterioro las dejó vacías. Sólo queda, a un lado y otro de la calle, lo que fue la fábrica de D. Higinio Cascón, de la que traté en el nº 10 de la revista “Estudios Bejaranos” (Diciembre 2006) y que, en parte, está siendo derribada por dentro para construir viviendas; esperemos que la restauración esté a la altura del histórico edificio que, durante más de un siglo, albergó una casa-fábrica.
Antiguo edificio de la fábrica de Higinio Cascón
Una escalera baja a la derecha hacia la calle Olivillas. Al comienzo de esa escalera estuvo la oficina de la compañía eléctrica bejarana, conocida como ERSA (Eléctricas Reunidas S.A.). A un lado y otro de la calle Colón había pequeñas fábricas que fueron derribadas hace ya bastantes años para la construcción de pisos. La mayoría de ellas, aunque no todas, eran de “drappaires”, es decir, trabajaban para las fábricas más grandes cuando éstas tenían más pedidos de los que podían servir. A la izquierda, por encima del “Caño Soso” ha sobrevivido una de éstas hasta no hace muchos años. En esa parte, por encima del nivel de la calle había huertas, en algunas de las cuales se extendían los tendales de paños. También había árboles frutales, como granados y membrillos, que alguna vez recibieron nuestra infantil visita, que nos servía para comprobar lo amargos que eran los membrillos.
Y así hemos llegado al lugar donde la calle Colón se bifurca, dando entrada a la calle Olivillas, que baja hacia abajo. Allí se construyó, creo que por los antiguos alumnos salesianos, una gran barriada de viviendas que lleva el nombre del sacerdote de esta orden Felipe Rinaldi.
Y aquí nos quedamos por hoy.
Carmen, como siempre apasionantes estos paseos por las calles de tu pueblo...parece que lo de cambiar de nombre a las calles es una cosa común a todas las épocas y que parece seguir de moda también ahora.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy buen recorrido por las calles de Béjar de la mano de tu colega Javier, historia de miedo incluida. Respecto al cambio de nombre de la calle la Solana por el otro más patriótico y glorioso de Colón y cómo la gente no se hace al cambio, te diré que es muy habitual. Aquí cambiaron el la Gran Vía y pasaron a denominarla la Avenida de José Antonio durante la dictadura de Paquito, así durante cuarenta años. No sirvió de nada: la gente quedaba siempre en la Gran Vía, sólo faltaría... Vamos.
ResponderEliminarUn saludo.
Madame, que exotico, un duque que murió combatiendo contra los turcos alla en Hungria.
ResponderEliminarY que preciosidad de jardín, que inspirador resulta. Y eso que nos deja usted una imagen bien chiquita, pero sirve para hacerse una idea. No me extraña que en ese entorno encontraran su particular castillo, donde vivian tantas aventuras.
Feliz tarde de domingo, o lo que queda de ella.
Bisous
Carmen...
ResponderEliminarQue recorrido tan hermoso nos dejaste amiga. Me dan ganas mañana mismo de seguir esa ruta callejera y adentrarme en sus entresijos. No deja de ser curioso como, generación trás generación, aunque cambien de nombre una calle, se la la denomine como antaño, y es que la transmisión oral entre generaciones nos deja estas pinceladas.
Un beso
Es verdad como van surgiendo los recuerdos cuando se pasea lentamente por las calles,sobre todo al llegar a aquellas zonas donde pasaste tu infancia o adolescencia.No saben los chavales, empedernidos adictos a las videoconsolas lo que se pierden.¿Es posible que lo pasásemos tan bien?.Pues así era.
ResponderEliminarDos besos uno para cada uno.
Carmen, maravillosa esta nueva etapa del paseo que nos estás dando por Béjar... Vamos, como te comentaba hace tiempo, me ha hecho retrotraerme a mi propia infancia, en la que me dedicaba, sobre todo en verano, a recorrer los más recónditos y viejos espacios de los lugares que solía frecuentar...
ResponderEliminarMe ha encantado, ya te digo, pues vuelve a haber de todo, desde vivencias personales a arquitectura o historia... Supongo, por cierto, que muriendo aquel duque de Béjar en aquellas lejanas tierras de Hungría, algo tendría que ver el turco en la misma, ¿no?
Delicioso paseo, ya te digo... Fíjate hasta qué punto, que incluso casi he podido recrear en mi mente el aroma de esos membrillos y el sabor de las ricas granadas... Hummmm...
Que tengas una muy feliz velada y un leve y fructífero arranque de semana...
Un abrazo. Buenas noches.
Muy bella esta serie de paseos por Bejar. Esta, además, con aventuras infantiles incluidas. Una gozada.
ResponderEliminarUn abrazo.
en Cuenca también hemos tenido algunos cambios de nombres, Carretería se llamó avenida de José Antonio y siguió siendo Carretería, la Plaza Mayor era de Pío XII, etc, actualmente se llaman como se han llamado siempre.
ResponderEliminaren el punto contrarío está el Parque de Carrero Blanco que se llama de los Moralejos, pero que seguimos llamando simplemente El Carrero...
Gracias por tan gratificante paseo Carmen. he pasado los mejores momentos de mi infancia en la calle Colón, me has traído tantos recuerdos que ¡uff!
ResponderEliminarme he visto de cría caminando por esta calle camino del Murallón con toda la chavalería. Me he visto más adelante recorriendo cada calleja, cada rincón... me encanta visitarte. Besos!!!
Toda esa parte de la calle Colón está cargada de recuerdos para mí. Cuando salíamos del colegio (el colegio de las Amantes)recorríamos todos esos rincones que tú mencionas, en el inicio de la escalera hacia las Olivillas teníamos localizada una entrada que llamábamos "La cueva de los murciélagos". Menudas aventuras. Hablando con un amigo recientemente me indicó quién fue el responsable de que una de las letras en hueco de HG del jardín de Cascón esté rota. No revelaré su identidad, pero se la cargó trepando por esa puerta metálica en busca de un balón perdido. Correrías de niños...
ResponderEliminarSaludos Javier y gracias por este artículo tan lleno de evocaciones.
Óscar.
Muy simpáticas las aventuras juveniles en ese jardín y construcción que se me antojan casi mágicas. Son esas las cosas que nos hacen amar cuanto nos rodea, porque en definitiva constituyen parte de nuestra experiencia vital. Oye, y esa calle Ferrer, ¿no podría referirse a algún herrero (ferrer) valenciano o catalán? Saludos cordiales.
ResponderEliminarQuerida Carmen, es realmente interesante, todo lo que compartes con nosotros,gracias. Felicidades.
ResponderEliminarun gran abrazo
Besos Isthar
Carlos II: las calles cambian de nombre según gustos y preferencias políticas, modas y gustos a lo largo del tiempo. Seguir esos trueques es a veces una tarea gratificante, curiosa y depara sorpresas inesperadas.
ResponderEliminarUn saludo
Cayetano: veo que le cambio del nombre de las calles es muy frecuente en todas partes. En Béjar ese trueque es habitual, pero a veces las denominaciones populares se imponen a las oficilaes. Esto ocurre en el caso que apuntamos: mucha gente mayor sigue llamando a la calle Colón la Solana y esta denominación procedía por la sencilla razón de que en tiempos era zona de sembrados y huertas. El sol pegaba de plano en esta pequeña planicie paralela a la muralla. Ahora todo está edificado y el sol prácticamente no entra, por lo que podría llamarse perfectamente La Sombría.
ResponderEliminarUn beso
Madame Minuet: la historia del duque don Manuel es digna de ser contada de manera más exhaustiva, por lo que no me voy a detener en ella por ahora.
ResponderEliminarLos jardines de la burguesía industrial se extendían por los alrededores de Béjar e incluso dentro del casco urbano. En la Calle Mayor, por ejemplo, las casas diponían durante la Edad Media y Moderna de una pequeña huerta en las partes soleadas (me refiero a las dispuestas frente a al monte del Castañar). Esas huertas se transformaron en pequeñós y coquetos jardines a lo largo del siglo XIX.
El jardín al que nos referimos seguramente era un terreno antaño perteneciente al convento de la Piedad, donde las monjas dispondrían de sus pequeños huertos autosuficientes. Posteriormente se desamortizó y fue vendido a distintos propietarios que lo transformaron en jardín.
Un besito, madame
Félix Casanova: es que es difícil cambiar los hábitos a las personas y más si se refieren estos a denominaciones de lugares que cambian poco a lo largo del tiempo, si exceptuamos el nombre de las calles que fluctúan igual que los cambios políticos, es decir a un nivel más acelerado que el resto.
ResponderEliminarUn besito
Juana María: lo felices que éramos con unas canicas, unas chapas, tres palitos y poca cosa más. La imaginación se desarrollaba a pasos agigantados, sin necesidad de guiones, ni de historias fantásticas. La aventura de la calle era la propia. No hacía falta que nadie tutelase una historia dentro de un ordenador y entre cuatro paredes. El relato lo creabas tú mismo y tus amigos correteando por ahí.
ResponderEliminarQué razón tienes.
Un besito
Jose: esos recuerdos pertenecen a Javier, el autor de este magnífico artículo que hace a todos recordar la propia infancia, aunque en realidad la narrada sea la suya propia.
ResponderEliminarComo digo la historia del duque don Manuel es larga y merece ser tratada en entradas posteriores. Todo se andará. Paciencia.
Un beso y gracias por comentar
Xibelius: creo que es lujo tener a Javier entre los colaboradores de este blog y vuestros comentarios me lo confirman. Muchas gracias Javier por compartir con todos tus relatos.
ResponderEliminarUn beso
Jose Luis de la Mata: en todos los sitios cuecen habas. Por aquí también tuvimos cambios de nombres de calles en la dictadura de Franco que, cómo no, volvieron a cambiar al llegar la Transición, retomando los nombres que anteriormente habían ostentado. En definitiva: por muchos cambios que se produzcan es difíl que los nombres lo hagan sino es a muy largo plazo.
ResponderEliminarUn saludo
Silvia: me alegra mucho que estas pequeñas historias te traigan tan buenos recuerdos, más valiosos cuanto más lejos se está, ¿verdad?
ResponderEliminarUn besito también para tí
Óscar: muchas gracias por aportarnos también apuntes de tu infancia, complementarios de los de Javier.
ResponderEliminarY es mejor que no des detalles ni nombres de "culpables" porque aquí, aunque parezca mentira, todo se sabe, jejeje
Un besito
Isabel Romana: parece ser que la calleja de Ferrer proviene del nombre de un individuo, un tal Vicente Ferrer, relacionado con el textil y que vivió allá por el siglo XIX en Béjar. Así visto, y dado que estaba cerca de un convento de monjas, podría haber venido del santo valenciano, pero no. En callejeros decimonónicos el Vicente Ferrer aparece solo sin el "san" por delante.
ResponderEliminarAunque también te digo, Isabel, que popularmente también se la llama la Calleja de las Brujas.
Un besito
Isthar: muchas gracias por tu visita y comentario.
ResponderEliminarUn abrazo
Apasionante recorrido por las calles de Béjar, ya localidad familiar y entrañable para mí, sin conocerla ... de momento.
ResponderEliminarEl momento del susto y las linternas muy divertido.
Felicidades a Javier y a ti querida Carmen.
Precioso recorrido, me han gustado especialmente los balcones de la primera imagen.
ResponderEliminarUn saludo
Carmensabes: dentro de poco vas a conocer mejor Béjar que la palma de tu mano (y eso sin habernos visitado).
ResponderEliminarUn besito
Condesa de Vilches: muchas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarFeliz fin de semana
Un saludo
La sonrisa de Hiperión: sabes que estás en tu casa.
ResponderEliminarUn saludo