Piedrahíta: la villa de las caras y los ojos (3ª Parte)

Autoras: Luisa y Vega Gómez González
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.612. 6 de agosto de 2010.

Pero salgamos de nuevo a recorrer las calles piedrahitenses. Es visita obligada el Palacio de los Duques de Alba, sito en la parte alta del pueblo, en un lugar llamado “el parapeto” en el siglo XVIII. Podemos llegar por la calle Camargo donde veremos otras dos casonas de interés: la antigua cárcel (hoy juzgados) y la casa de Gabriel y Galán, llamada así porque fue casa del insigne poeta durante los años que ejerció la docencia en Piedrahíta. Sin embargo, era originariamente la casa del administrador ducal. Actualmente una parte se destina a Centro de Salud y la otra se rehabilita para diversos servicios municipales. Enfrente se eleva “la torre del reloj” a la que el citado escritor dedicó su poesía Los dos nidos.

Torre del reloj

Si decidimos acceder al palacio por la calle de la Fortaleza, veremos más casas de piedra berroqueña y otra maravilla de la naturaleza: el árbol más alto del pueblo, un añoso cedro que alberga numerosos nidos con cigüeñas (de febrero a finales de julio). Algo curioso de ver y… de oír.

Al final de la vía se abre espaciosa plaza con pilón que da paso a la entrada principal de la residencia veraniega de los Duques de Alba. Fue erigida entre 1755 y 1766, por el arquitecto francés Jacques Marquet, según proyecto del arquitecto salmantino Manuel de Lara Churriguera.

Palacio delos duques de Alba

En su patio de armas verán cuatro mojones de piedra que indican un paso de ganado: tal era el poder de la Mesta, que el duque hubo de respetar el camino de las reses aunque atravesaran la entrada a su palacio. La mansión, de dos pisos, sigue el estilo barroco francés con plaza de entrada, edificios para los guardas en los laterales del patio de armas, cuerpo principal y dos laterales en avance o mansardas en la segunda planta, entre otras características propias de los palacios que por entonces se erigían en Francia. Tras él, y en estricta simetría, aparecen los jardines, que hoy constituyen el parque municipal, y desde los que se divisan las ruinas del Convento de Santo Domingo del siglo XIV. En ellos se esconde otra cara. ¿Se animan a buscarla? La pista es el agua, aunque a veces no mana.

Al salir del parque podemos seguir la carretera que conduce a La Herguijuela pasando por dos anejos: La Cañada y Pesquera. Es un paseo agradable, muy al uso de los piedrahitenses. Descubriremos la ermita de Los Magdalenos, una fuente y un molino, un hermoso paisaje, un crucero que vino de otro sitio y un registro de aguas berroqueño que estaba al pie del camino y que se ha desplazado ahora para adornar una urbanización, lo que no sé si será muy acertado. Por este camino se accede al puerto de Peña Negra, desde donde se practica el vuelo libre, realizándose competiciones nacionales e internacionales de ala delta y de parapente.

Parapentes despegando de Peña Negra

Pero tal vez deseemos retornar al núcleo urbano y descender sus calles. Nuevamente se abren dos caminos: la calle Somoza, extramuros, que fue creada en el siglo XIX y que aún conserva la cacera de riego a ambos lados, no sin peligro de desaparición como otras ya perdidas: las que corrían por las calles Pilillas o Tejedores. Sin embargo, la Comunidad de Regantes y el veedor del agua continúan organizando el regadío de las diferentes huertas que por suerte aún rodean el pueblo.

Acaba esta rúa en los restos de la Puerta de Ávila o Puerta Nueva, donde se puede contemplar una escultura férrea del escultor José Antonio Elvira y el lienzo norte de la muralla citado anteriormente.

Convento de la Madre de Dios

El otro camino, más recto, discurre por la plaza del Palacio y tuerce hacia la calle Pilillas donde se sitúa el Convento de la Madre de Dios fundado por Doña María Álvarez de Vergas y Acebedo en 1460. Hoy forma parte del Museo de Arte Sacro y conserva el torno por el que se puedeN comprar las piezas que aún confeccionan las monjas. Además del cuadro el Cristo Granadino, atribuido a Alonso Cano, son interesantes los retablos barrocos que posee (uno de la segunda mitad del siglo XVII y el resto de la primera del XVIII). La ornamentación de toda la cubierta está en consonancia con la de los retablos. Convidamos a los visitantes a entrar y buscar de nuevo una cara alada. Les ayudamos: está sobre el coro alto.

En esta misma calle hay otras dos casas blasonadas: la de los Villapecellines es hoy Correos, la otra, más abajo, en frente de la pililla, perteneció a la familia Solís y actualmente es un restaurante. Aquí nos hallaremos de nuevo en la plaza de los Herreros tras recorrer casi toda la parte antigua.

(Continuará)

*Queridos seguidores: me voy a ausentar durante toda esta semana por motivos vacacionales (una escapadita nunca viene mal), por lo que no podré pasar a visitarles ni responder a los comentarios. En cuanto vuelva me pondré al día y notarán que he regresado (más que nada porque pasaré a dar la vara un ratito). Mientras tanto, les dejo con esta nueva parte de nuestro recorrido por Piedrahíta (Ávila).