De cómo es y cómo era el Día del Carmen en Piedrahíta

Autora: Vega Gómez González

Las Madres Carmelitas se hallan al menos desde el siglo XV entre los piedrahitenses. Su convento de la Madre de Dios fue fundado por Doña María Álvarez de Vergas y Acebedo en 1460. Durante siglos estuvo bajo el patrocinio de los Duques de Alba, como demuestran los escudos inscritos en sus portadas. Guarda importantes tesoros artísticos en su interior,  por lo que forma parte del Museo de Arte Sacro de Piedrahíta (MASIP), pudiéndose visitar los sábados de 11 a 13 horas.

Escapulario

Sin embargo, hoy hablaremos de otro tesoro inmaterial de Piedrahíta que sigue existiendo gracias a la pervivencia del convento y de sus contadas moradoras: la celebración, el día 16 de julio, de la festividad del Carmen, patrona del mismo.

 

Antes de la novena (capilla del convento)

La tradición, estrictamente religiosa y devocional, se inicia en los días previos a la fiesta con una novena dirigida por algún padre carmelita. El templo, en el que se realizan las misas vespertinas del pueblo durante todo el año, aparece estos días repleto de fieles que, a veces, se ven mal para encontrar sitio donde sentarse. Antaño además de esta novena se decía otra a las tres de la tarde, lo que debía suponer un gran sacrificio para los asistentes, si pensamos que por estas tierras se dice que la semana más calurosa del año es la del Carmen.

Estandarte del Carmen

El gran día comienza con el Rosario de la Aurora a las siete de la fresca mañana, cuando el sol despunta y comienza a caldear las fachadas de la villa orientadas al este. Para entonces, ya hace rato que el sol ha salido en otros pueblos del valle, como reza un antiguo refrán: “cuando en Piedrahíta sale el sol, beodos están los de El Mirón”.  

El Rosario de la Aurora a la salida del sol

El Rosario recorre todo el pueblo, acercándose a lo que eran las cuatro antiguas puertas de la muralla. Baja por la calle Pilillas hasta la plaza de los Herreros (aproximándose a la entrada de El Mirón), pasa por la calle de La Horcajada (donde se enclavaba la puerta del mismo nombre) y sube por la de Tejedores para atravesar la plaza de España. 

Rosario de la Aurora cruza la Plaza

Después asciende por Camargo hasta las calles de El Barco y de Ávila (a cuyos extremos había otros dos portazgos) para descender de nuevo por Pilillas hasta el convento, no sin antes haber atravesado la plaza del Palacio frente al mismo.  Parece como si el pueblo quisiera que la Virgen bendijera todo el caserío. La procesión acaba con una misa.

Cuatro mujeres portan a la Virgen

En esta ocasión se saca una escultura pequeña de la Virgen que remite a modelos del siglo XVIII. Vestida con el hábito del Carmen, sujeta con el brazo izquierdo al Niño que coge el escapulario. Su madre le ayuda con la otra mano. La imagen es portada por cuatro mujeres que se van alternando a lo largo del recorrido. No la alzan en ningún momento, sino que la mantienen con las manos a la altura de las caderas.

Entrando en el templo tras el rosario

A media mañana se celebra la misa solemne, aunque quizás con menos asistentes que antiguamente. Había entonces gran afluencia de las gentes del valle que se encaminaban a la villa en burro, o muchas veces a pie. Dejaban los asnos o las caballerías en distintos prados de la entrada del pueblo o en algunos corrales de vecinos, a cambio de una cantidad de dinero. Acostumbraban a pasar el día en Piedrahíta aprovechando para hacer compras (que dejaban en alguna tienda a hasta la hora de volver a su casa), por lo que se quedaban a comer en las casas de comidas o en los bares. Se consumía también mucho escabeche o sardinas que compraban en las tiendas de ultramarinos, puesto que siempre ha sido jornada laboral y además los comercios no cerraban al mediodía para aprovechar la concurrencia. También había quien se hinchaba a sandía en cualquier prado cercano al pueblo o el parque: era barata y tal vez lo que más apetecía con el calor.

Un parapente sobre la procesión

Al caer de la tarde, cuando la temperatura comienza a descender, se celebra la procesión, más corta que el Rosario de la mañana y a la que este año se añadió un parapente desde el cielo. 

La procesión saliendo del convento

Se pasea entonces una Virgen del Carmen de vestir, que habitualmente se halla en el retablo prechurrigueresco (segunda mitad de siglo XVII) de la capilla lateral de la iglesia del convento. Relacionada con modelos dieciochescos, el Niño podría ser un añadido posterior.

En el atrio de la iglesia de la Asunción se canta una Salve

Tras la Salve atravesando la Plaza de España

De allí sale por la calle Alhóndiga hasta la iglesia de la Asunción, donde se la dispone en un altar preparado para la ocasión y se canta una Salve. Luego vuelve a su templo; esta vez por la calle Fortaleza, bajando por Pilillas después de atravesar de nuevo la plaza del Palacio. Tal vez los privilegios de los duques hicieron que todas las procesiones pasasen siempre por delante de su morada.

Escapularios

Dos voluntarias venden escapularios

Cuando los devotos llegan al templo, el orador dice unas palabras y procede a imponer el escapulario a quienes así lo desean. Son confeccionados por las madres carmelitas y vendidos durante todo el día por voluntarias (este año Esperanza Castro y Rosi Martín) junto a otros artículos de culto y algunas postales en el portal de entrada al convento. Hace años los escapularios se vendían por docenas a la gente de los pueblos cercanos, que los compraban para ellos o para que la Virgen protegiera a sus familiares. Se solían imponer entonces antes de la procesión.

La gente compra estampas y escapularios

El día de recogimiento acaba con un convite a pastas, dulces y refrescos que ofrecen las monjas carmelitas a los asistentes en el locutorio del convento.

Las monjas carmelitas convidan a los asistentes

No podemos concluir este artículo sin dar las gracias a las personas que aparecen en las fotos, entre ellas las Madres Carmelitas que nos permitieron el acceso a su casa, así como a los informantes que nos han dado pistas de cómo se celebraba antes: Tomás Arrabal, Pedro Gómez y Escilia González.