Autor: Óscar Rivadenyra Prieto
Publicado: Béjar en Madrid, 02/05/2014, 4.702, p. 4.
Los
vertiginosos cambios políticos que se operan en la España del siglo XIX y que
suponen el desmantelamiento del antiguo régimen con la estructuración de un alternativo
régimen liberal tienen en Béjar dos consecuencias: por una parte la aparición
de la masa social como elemento operador cada vez más influyente, con el
asociacionismo como bandera, y por otra parte la gestación de las grandes
estirpes burguesas entre las que descollaban nombres y apellidos como
referencia empresarial. Dentro de este segundo grupo surge una peculiar y
paradigmática figura: la del “prohombre”. Se trata de personas que adquieren a
lo largo de los años un notable prestigio a partir generalmente de una
situación de privilegio económico y que acaba por trascender a las distintas
clases sociales. Individuos como el filósofo Nicomedes Martín Mateos, JerónimoAbdón Gómez-Rodulfo o los hermanos Rodríguez Yagüe, pueden ser un buen ejemplo
de esta figura tan propia del siglo XIX, pero que tendría también sus ejemplos
en el XX con personajes (en cierto modo de reminiscencias decimonónicas) como
Toribio Zúñiga [1] o Juan Muñoz.
José Rodríguez Yagüe en su época de alcalde de Béjar
Foto extraída del blog Los Abdones
El
calificativo de prohombre nos parece adecuado para la figura de la que vamos a
tratar: el industrial, terrateniente, alcalde y senador del reino don José
Rodríguez Yagüe. Nacido en 1844, era hijo de Nicolás Rodríguez Vidal, diputado,
procurador y fiscal, que había sido alcalde de Béjar a mediados del siglo XIX [2], y de
María Yagüe López, hija del famoso político Julián Yagüe Martín-Caballero,
diputado a Cortes en 1836, procurador y tesorero del Estado en tiempos de
Fernando VII. Con estos precedentes es posible comprender que nuestro
protagonista llevara insertada en su ADN tanto la vocación industrial lanera
como la predisposición política, al igual que su hermano varón Jerónimo, que
hizo uso de sus grandes influencias en los gobiernos de la nación para lograr
la llegada a Béjar del ferrocarril. A ellos hay que añadir otras dos hermanas
Rodríguez Yagüe: Fidela, propietaria de los edificios hidráulicos de San Albín
y de quien desciende la familia Oliva; y Luisa, casada con el abogado y juez de
Béjar Ruperto Sánchez Gil, propietaria de La Illana y abuela, entre otros, de
Manuel Sánchez Arcas, renombrado arquitecto a quien dedicamos recientemente
varios artículos.
Ana López- Manzanares Yagüe, mujer de José Rodríguez Yagüe
Foto sacada del blog Los Abdones
La trayectoria
industrial de José Rodríguez Yagüe debió de comenzar a cargo del obrador que
sus padres tenían en el ex convento de la Piedad, en la plaza del mismo nombre, y que había sido adquirido por su abuelo, el
mencionado Julián Yagüe, en uno de los periodos de desamortización de los
bienes del clero [3]. Fue en la última época
del siglo XIX cuando comienza a construir la gran fábrica que se conocería como
la Fabril Militar (estratégicamente situada junto a las vías del ferrocarril
recién estrenado) y que era todo un alarde arquitectónico para la época con sus
tejados a dos aguas, precedentes casi de los “dientes de sierra” tan
característicos de las futuras instalaciones industriales, chapiteles, juego de
falsos vanos ojivales, aleros troquelados y fachadas policromadas, respondiendo
todo ello al auge del estilo historicista, preámbulo de lo que luego sería el
modernismo arquitectónico. El aire romántico de las fuentes y los jardines, así
como la vivienda del propio Rodríguez Yagüe —“Villa Ana” en honor a su esposa—
conservada hasta hace pocos años, le conferían al predio un carácter de pequeña
y elegante ciudad industrial.
Fábrica Textil de La Fabril Militar (Béjar)
Foto sacada de Archivo Fotográfico y documental de Béjar
Para esa época
nuestro prohombre ya había dado de sí buena parte de su sapiencia emprendedora,
y su carrera política era más que destacable: había sido alcalde de Béjar desde
1881 hasta 1885, diputado, y desde 1889 era también senador por la provincia de
Salamanca. El apelativo cariñoso con el que todos los bejaranos le conocían,
“Don Pepito”, parece definir la dualidad del personaje: por una parte el
respetuoso, pero también distante, “don” hacia quien desde el púlpito patronal
se hace acreedor de él [4]; y
por otra parte el familiar diminutivo de su nombre, que denota una cierta
complicidad hacia alguien con fama de benefactor, promotor de obras públicas y
de empleo. Si repasamos su actividad municipal como alcalde desde que fuera
nombrado el 2 de agosto de 1881 parece perfilarse frente a nosotros la personalidad
de un político populista, empeñado en sacar adelante obras de interés general,
preocupado por la suerte de los trabajadores y desvelado en el progreso de la
industria básica de la ciudad [5]. Pero
en cambio la versión difiere si nos atenemos a los hechos sucedidos en 1880 y
en 1898 al sufrir “don Pepito” sendos atentados, el primero en el pueblo
salmantino de Matilla de los Caños y el segundo en plena plaza Mayor bejarana [6]; y
que podíamos enmarcar en las conflictivas relaciones laborales, la denuncia de
las injusticias y la lucha secular por la apropiación de la tierra,
características de ese final de siglo, y cuyo relato de los hechos y de las
causas analizaremos en el próximo artículo.
Continuará
[1]
Farmacéutico, científico y escritor, muy cercano a la Corte real de Alfonso
XIII. Fue el fundador de este periódico en 1917.
[2]
También era fabricante de paños y propietario de varios edificios y solares en
la calle que después llevaría su nombre.
[3] Debo estos datos a
Jerónimo Gómez-Rodulfo Barbero.
[4] La
historia contemporánea de Béjar está plagada de dichos, apelativos, refranes, y
leyendas urbanas alusivas al carácter acaparador y omnipotente de ciertos
empresarios textiles.
[5] Una
amplia y documentada referencia al desarrollo de los ayuntamientos presididos
por Rodríguez Yagüe puede leerse en BEJARANO RUFAU, Lorenzo: Periódico Béjar
en Madrid; marzo, abril y mayo de 2000.
[6] Las
referencias al segundo de los atentados se las debo al profesor y gran
historiador de la industria textil bejarana, Javier Ramón Sánchez.
Muy típico de aquellos tiempos decimonónicos el recurrir a los atentados como método de eliminación del adversario. La crispación, la miseria,las injusticias, las diferencias sociales creaban un ambiente propicio para la radicalización y la violencia.
ResponderEliminarUn saludo.
Las razones que esgrimireron sus fallidos asesinos no se alejaban de las que tú apuntas, Cayetano. La respuesta la tendremos en la próxima parte. En todo caso Don Pepito tenía todas las características para convertirse en un blanco fácil.
EliminarSaludos
Por lo que leo promete ser interesante la historia de este Don Pepito y me quedo intrigado con el hecho de que sufriera un atentado nada más y nada menos que en Matilla de los Caños del Río.
ResponderEliminarUn abrazo,
Todo se desvelará en la siguiente parte aunque te adelanto que don pepito tenía propiedades en ese pueblo salmantino.
EliminarAbrazos
Esto promete... no tenía ni idea.
ResponderEliminarCuando lo leí mi expresión fue idéntica a la tuya.
EliminarSaludos
Hola Carmen:
ResponderEliminarMe ha enganchado desde el principio...Una historia muy interesante.
Besos
Los atentados atraen la atención de los lectores por la intriga que conllevaban: móvil, personajes, armas, circunstancias, resultado, etc. Me temo que don José era demasiado importante y muchos ojos se fijaron en él como objetivo.
EliminarUn beso
Era época también de lucha obrera y de seguro don Pepito tuvo algún encontronazo con sus trabajadores, muchos cambios sociales se estaban gestando en el mundo y poco a poco iban llegando también a todos los rincones de España.
ResponderEliminarUn beso y feliz vuelta de vacaciones Carmen
Don José encarnaba el modelo de burgués fabricante y propietario detentador de gran poder económico y político, y como tal era objetivo de la admiración por un lado y del odio por el contrario.
EliminarMuchas gracias y lo mismo te deseo.
Besos
Nos quedamos intrigados con la historia. Conocía lo de Matilla, pero no lo de Béjar.
ResponderEliminar¿Qué pasará en la continuación? Esperaremos impacientes.
Jero
Jero, a mí me pasaba justo lo contrario. Me habían contado lo de Béjar y no lo de Matilla, y en todo caso los datos eran confusos. Menos mal que contamos con el buen hacer de Óscar para enterarnos por fin de todos los pormenores.
EliminarUn besazo
Bueno, Carmen, tras una pormenorizada y muy interesante genealogía del personaje nos quedamos preocupados con las consecuencias de ambos atentados, que creo que no serían los últimos, debido a la conflictividad laboral que trataba de equiparar ganancias con sueldos. Seguiremos tras los pasos de este nuevo personaje bejarano.
ResponderEliminarContinuo con las anteriores publicaciones.
Un cariñoso abrazo, querida amiga Carmen.
Esta parte, en efecto, nos sirve para encuadrar al personaj desde el punto de vista familiar, económico y político, mientras que la siguiente nos describirá pormenorizadamente los dos atentados, los protagonsitas del mismo, los lugares y el resultado. Te encantará.
EliminarUn abrazo
Me imagino que en la segunda parte se resolverá la trama que promete ser de lo más interesante.
ResponderEliminarBesos
Dan ganas de colgarlo de inmediato, pero me gusta mantener la intriga durante unos días más, jejeje
EliminarUn beso
Esta biografía promete:-) Me gusta esto de las dos caras del personaje que se revela muy actual como político. Si que me he quedado intrigada. Era un poco bajito o la mesa muy alta. Me gusta las fotos antiguas, muestran detalles que escapan alas palabras.
ResponderEliminarBss
La foto de donPepito le retrata cuando tiene 25 años y ya es alcalde de Béjar. ¿Bajito? No tengo ni idea, aunque es probable. De todas formas los muebles de entonces tenían tanto empaque como los retratados a su lado, ¿no te parece?
EliminarUn beso
Carmen, parece una novela del siglo diecinueve, de Galdós para ser más concretos...buena pluma, buenas fotos...
ResponderEliminarBesos desde Caracas
Me has dado donde más me duele, María, porque Galdós es uno de mis escritores favoritos. Es una lástima que no le dieran el Nobel por esa extraña pugna entre los partidarios españoles entre él y Ángel Guimerá que se saldó en que ninguno recibió el premio. En fin, hemos cambiado poco.
EliminarUn beso
La formación de este nuevo patriciado urbano es una de las muestras más evidentes de los grandes cambios sociales del XIX.
ResponderEliminarSeguiré con interés este estudio.
Saludos.
Saludos, Retablo, y gracias por comentar
EliminarOtra interesante historia que conoceremos. Y yo viviendo ahora en la Fabril;))
ResponderEliminarBuen finde.
Un beso.
Muchos de los lugares que pisas a diario lo pisó en su momento don Pepito.
EliminarBesos
Una historia muy interesante que promete, así que espero la segunda parte.
ResponderEliminarUn abrazo Carmen.
Me alegro de que te guste.
EliminarSaludos
Caramba, dos atentados significa que el personaje era de los que se mojaba de verdad, en lugar de pretender caer bien a todo el mundo. Curioso ese apelativo de "Don Pepito". Dice mucho sobre él, en efecto. Resulta muy descriptivo de esa combinación tan difícil de respeto y cercanía que debía de inspirar.
ResponderEliminarFeliz domingo, madame
Bisous
Se mojaba, trabajaba en pro de los intereses de Béjar y de los suyos propios, es decir de sus negocios fabriles. Como buen fabricante supo acaparar cargos políticos y ello no le granjeó simpatías entre las clases obreras, me temo.
EliminarUn beso.
Por lo que se deduce era una persona cercana y ,a la vez temida. Por eso a algunos les incomodaba y que mejor que quitarlo de en medio.
ResponderEliminarUnas fotos estupendas por los años que tienen son de una excelente calidad.
Deseando saber la segunda parte.
Un beso Carmen, feliz inicio de curso
En aquella éopoca en que la burguesía acaparaba la economía y la política, muy pocos eran los cambios que se podían realizar desde las bases. El atentado era una de ellas.
EliminarUn beso
(...)me encanta el cambio del encabezamiento del blog!
ResponderEliminarGracias
EliminarEran tiempos revueltos. Ni aún los mejor intencionados, pese a sus obras estaban a salvo del fanatismo anarquista.
ResponderEliminarUn abrazo.
También hay que tener en cuenta que al cargo de alcalde se llegaba por el método del pucherazo y no del voto democrático, pero las pistolas y las bombas no son un recurso para cambiar el mundo.
EliminarAbrazos
Como no todo es lo que parece, a pesar de sus obras sociales en Béjar, este alcalde creo tiene detrás una historia tan interesante como inquieta. Y la manera que narrarlo de Óscar, ha conseguido despertar esa curiosidad. Enhorabuena.
ResponderEliminarEsperaremos a esa segunda parte de intrigas y revolucionaria característica del XIX español.
Saludos, Carmen.
Tus felicitaciones habrán llegado al autor que te habrá leído, Marisa. Me alegro de volverte a ver por el mundo bloggero.
EliminarUn abrazo
El”Prohombre” era una figura decimonónica que me gustaba porque solía llegarse a esa consideración tras aportar algo beneficioso a la comunidad, aunque lógicamente también el personaje saliese beneficiado. Vamos a ver con qué nos sorprende Óscar.
ResponderEliminarBuena apreciación, Ana Mª. Don Pepito, por tanto, era un prohombre del siglo XIX.
EliminarUn beso
Interesantisimo
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