Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, 4.827 (21/06/2019), p. 4.
Escándalo mayúsculo fue el que protagonizó el potentado Antonio Pizarro y Pedraza cuando, soliviantando a los procuradores del Ayuntamiento y provocando gran escándalo público, se encabezonó en que su carruaje debía pasar por medio de la cerrada Plaza Mayor en día de fiesta y toros. De tal suceso escribimos años ha un artículo[1] del que hoy pretendo ofrecer al lector una visión aumentada y corregida, pues entonces manejé para la construcción de los hechos la versión que del Ayuntamiento se conserva, mientras que hoy podemos añadir la historia vista desde el lado de los funcionarios ducales.
Mas comencemos por el protagonista de los hechos. No podría definirse a don Antonio Pizarro y Pedraza[2] como un cualquiera. Había visto la luz en 1714 en Gibraleón (Huelva), señorío de los Zúñiga, vástago de un linaje hidalgo cuyos orígenes radicaban en dicha villa onubense. Desde el siglo anterior una de sus ramas, vinculada a la Casa Ducal por desempeñar labores de funcionariado, se había asentado en Béjar destacándose poco a poco por sus propiedades, influencias y riquezas. Ambos dominios ducales presumían de pertenecer a la esta familia de potentados y se podría decir que se habían hermanado por tal causa.
A la muerte de su abuelo y de su tío, ambos llamados Francisco, Antonio Pizarro abandonó su Gibraleón natal para tomar las riendas del mayorazgo bejarano, cuyo palacio se alzaba en la Plaza de la Piedad. Engrandeció las riquezas de su ya opulenta familia apreciándose de ser “el otro Duque de Béjar”, afirmación que creo no es baladí, habida cuenta de sus riquezas. Por el año en que el escándalo sucedió estaba casado con su segunda mujer, Rosalía Vélez Suárez, en la cual habría de concebir nueve hijos en los años sucesivos. En cuanto a sus cargos fue regidor por el estado noble y era miembro del Concejo de la Mesta. Rastreando el Catastro de Ensenada sabemos que poseía 2.000 cabezas de ganado lanar entre otras, dos molinos harineros, numeroso patrimonio inmueble y no digamos tierras de labor.
Gibraleón (Huelva). Foto sacada de aquí
Refresquemos la memoria del lector. Era un día de fiesta y toros aquel de 6 de agosto de 1738 en que se celebraba con toda pompa y boato la Transfiguración del Señor, advocación principal de la iglesia de El Salvador. En nuestra Plaza Mayor se había construido un tendido de madera que cerraba toda ella para permitir la faena taurina sin temor a que la bestia huyese y arremetiese contra el público congregado. Y es entonces cuando, lleno el lugar a rebosar, con el Ayuntamiento en pleno gozando del festejo desde las galerías de su edificio, “con ocasión de estarse corriendo unos novillos y toros en la plaza de esta villa donde llegó el referido don Antonio (Pizarro) embozado, comboyado de otros, y de su autoridad violentamente, oponiéndose a las contrarias ordenes de la Justicia y Ayuntamiento, hizo romper y derribar una barrera para que entrase a dicha Plaza en el coche su muger, su hermana y criadas”.
Portales de Pizarro. Béjar
Según la versión del Consistorio, Francisco Pizarro, en nombre de su primo Antonio, había acudido al Ayuntamiento para pedir la merced a sus regidores de que se abriese la plaza para que su carruaje pudiera pasar hasta las Casas de Su Excelencia, es decir las situadas al norte, donde las señoras querían ver los toros. Fue preciso el concurso de Manuel del Carpio Soto y Quiñones, procurador por el estado noble, personado junto a la puerta de acceso situada al final de la Calle Mayor, para que la cuestión se dirimiese no sin chanzas y resoplidos de los concurrentes. Recordemos la vesión recogida: “y haziendo juicio que no avia prinzipiado la función de ttoros habia venido su Parientta doña Rosalia muger, del dicho don Antonio, con su hermana en el coche y que por venir en briales indecentes para atravesar la plaza (...) y el coche no podia ttomar la buelta en la Calle Mayor por lo estrecha que es, se vieren estos señores permittidos que entrasen el coche”.
El Consistorio se reunió en días sucesivos, rumiando sobre este tema, no poniéndose de acuerdo en sus versiones, diciendo unos que había sido un ultraje y otros que estaba en su derecho al no haber comenzado la función de toros. Los aludidos después declararon que “se les permittio la entrada a respectto de no poder volver el coche para atrás”, una afirmación que creo más propia del estado noble, al que pertenecía don Antonio, y no al estado llano, cuyos representantes debían de estar furiosos por el atropello. Don Manuel, muy caballeroso, declaró que había dejado pasar el carruaje porque venían señoras y mujeres, no considerando oportuno avisar al Corregidor porque el festejo no había comenzado.
El caso es que nuestro artículo de hace unos años concluyó en ese punto, al no hallar más menciones del incidente en las actas consistoriales. Pero he aquí que el asunto no tuvo su término tal y como parecía a tenor de los narrado en el Archivo Municipal. En el Archivo Histórico de la Nobleza[3] se conservan documentos que hacen de esta historia un relato más extenso, como si de una serie de televisión de tratara…
Continuará
[1] CASCÓN MATAS, Mª Carmen. “El carruaje de Antonio Pizarro y Pedraza”, 4.556 (10/VI/2009).
[2] De este linaje he escrito algunos artículos que ahondan en su historia. “Personajes bejaranos de la Edad Moderna: Francisco y Antonio Pizarro”, Béjar en Madrid nº 4.462 (21/IX/2007) y 4.463 (28/IX/ 2007), y “El hermanamiento entre Béjar y Gibraleón a través de una familia hidalga de la Edad Moderna: los Pizarro”. Revista Cultural de Gibraleón nº 17 y 18, Jun. 2015.
[3] AHN. "Multa por destrozos en mobiliario público en Béjar (Salamanca)”. OSUNA,C.3505,D.13-14.
Un soberbio y prepotente me parece ese señor, quien debe pensar que todo el mundo le debe pleitesía y las autoridades acatamiento y trato diferente por ser persona de gran fortuna: me salto las ordenanzas porque puedo. Veremos qué dice el resto de los documentos.
ResponderEliminarUn saludo, Carmen.
Las riquezas, con demasiada frecuencia dan la nota, más que como calderilla con sonido de oro de muchos quilates. Mucha arrogancia presumo en el ilustre, pero vamos a esperar a la segunda parte hasta escuchar otras opiniones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me enfada bastante el abuse de poder, a la vez, que me deleito con la historia de mi Béjar amada
ResponderEliminarGracias Carmen, por transportarnos con tus relatos, a aquella época
ResponderEliminarLas riquezas, siempre ha tenido un gran poder y lo mismo ocurre ahora con los que tiene un cargo político....esto parece formar parte del ser humano.
ResponderEliminarBesos
Me parece que debería seguir diciendo que abuso de su poder pero me parece no fue así a esperar conclusiones.
ResponderEliminarSaludos.
Épocas diferentes, comportamiento similar, para algunos que piensan que teniendo dinero o poder, se puede hacer lo que les de la gana... No aprendemos definitivamente...
ResponderEliminarVeremos que sucede.
Besos Carmen
-Y, todo este revuelo por venir en briales indecentes para atravesar la plaza....
ResponderEliminarPués esperando la 2ª parte que por lo que aquí indica es de recibo...
Feliz domingo y San Valentín.
Un abrazo.
Pues quedamos a la espera de esa segunda parte, de este prepotente y atrevido personaje que hizo romper una barrera, a pesar de que se estaban corriendo unos novillos.
ResponderEliminarUn abrazo, Carmen.
·.
ResponderEliminarLa historia promete. En estos tiempos tendrían allí a todas las cadenas de TV transmitiendo el incidente en directo siendo fuente de informaciones constantes a lo largo de cuatro semanas... por lo menos.
Un abrazo Carmen
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LaMiradaAusente · & · CristalRasgado
Poderoso caballero es don dinero.
ResponderEliminarY como el dinero da poder y el lo tenía....
Interesante la documentación aportada.
Cariños.
Kasioles
Lo de siempre, tener dinero y querer hacer su santa voluntad. Así es amiga. Esperaremos el final.
ResponderEliminarBuen jueves Carmen. Cuídate.
Un abrazo.