Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto
Publicado: Béjar en Madrid, 16/05/2014, 4.703, p. 4.
Matilla de los
Caños es un pequeño pueblo situado en pleno centro del Campo Charro a 50 kms.
de Béjar y 28 de Salamanca. A pesar de la placidez del lugar, rodeado de
amplias dehesas de encinas donde pastan los más afamados toros de lidia de
España, diversos sucesos ocurridos a lo largo de los siglos XIX y XX nos
recuerdan la complejidad social que presidía las relaciones entre
terratenientes, pequeños propietarios y campesinos en el mundo agrario
salmantino. José Rodríguez Yagüe adquirió por 315.000 pts. esta localidad a
Manuel de Velasco y Ripoll [1] el 17
de febrero de 1880, un año antes de ser nombrado alcalde de Béjar. Desde el
primer momento los habitantes de Matilla le disputarían el derecho sobre los
huertos lindantes con el pueblo que ellos venían explotaban. El resto de
terrenos y bienes inmuebles pertenecían a don Pepito en concepto de “coto
redondo” [2]. El
enfrentamiento debió ser enconado hasta desembocar en tragedia el 13 de
diciembre de 1880. Según unas versiones los expeditivos métodos del propietario
(como desviar las aguas del arroyo de Arganza para inutilizar los huertos) y
según otras los que usaban los campesinos ganando metros día a día modificando
los linderos fueron los detonantes. Así gran parte de los habitantes de
Matilla se amotinó el citado día tomándose la justicia por su mano con la
intención de acabar violentamente con el propietario. Pero no fue este, don
Pepito (que no frecuentaba el pueblo), sino su representante el que sufrió
las consecuencias. Se trataba de Antonio
López-Manzanares, primo y a la vez cuñado de don Pepito, que murió linchado
quedando tendido su cuerpo bajo la “encina del bejarano”. Así se conoció desde
aquel momento, y aún hoy, el soberbio ejemplar de Quercus ilex que crece
a las afueras de la localidad. Varias decenas de vecinos fueron encarcelados
tras los hechos y tres de ellos cumplieron cadena perpetua. Los litigios por la
posesión de los huertos no concluyeron hasta 1893 y fueron favorables a
Rodríguez Yagüe. A pesar de ello, con posterioridad, Miguel de Unamuno defendió
veladamente en diversas publicaciones a los campesinos condenados. Finalmente
en 1901 don Pepito vende por un millón de pesetas el pueblo de Matilla a
Fernando-Ildefonso Pérez Tabernero [3].
Don Pepito según un dibujo de Óscar Rivadeneyra
No parecían
desarrollarse las cosas mucho mejor para nuestro protagonista en sus propiedades bejaranas, como veremos. Y todo ello a
pesar del gran prestigio que había adquirido en los cuatro años en que fue
alcalde. Su proyecto estrella, y por el que hoy sigue siendo recordado, fue la
construcción del parque municipal, cuya idea, surgida de él mismo, era en
principio la de dar trabajo a los obreros de las fábricas durante las semanas
estivales en las que se quedaban desempleados. Con la madera sacada de los
olmos existentes en la zona de la Corredera (que en realidad no era otra cosa
que una continuidad del monte Castañar) costeó las obras del futuro parque para
las cuales tuvo que realizar alguna expropiación de terreno y desviación de
aguas, procediendo finalmente al plantado de gran variedad de especies arbóreas
y a la colocación de la verja perimetral, émula de la que se construía en su
fábrica de la “La Fabril”. Aparte de ello Rodríguez Yagüe hizo un buen número
de fuentes públicas y se atrevió a expropiar parte de la sacristía y del huerto
del antiguo convento de la Piedad (del que su propia familia había sido dueña)
para ensanchar el inicio de “la Solana”, hoy calle Colón [4].
Placa
en recuerdo a Rodríguez Yagüe como promotor del parque municipal
Trece años
después de ser alcalde, y tal y como describió la prensa de la época [5], la
mañana del 15 de octubre de 1898, cuando nuestro protagonista se dirigía a su
fábrica disponiéndose a descender por la calleja de Barrioneila desde la plaza
Mayor, junto a la barandilla allí situada, un hombre le intentó asestar una
puñalada en el pecho. Aunque dirigida el arma al corazón los reflejos de don
Pepito y el grueso impermeable que llevaba esa lluviosa mañana, impidieron que
el hecho llegara a más que unos pequeños cortes en la mano izquierda con la que
se defendió. La noticia causó una notable consternación en Béjar y en
Salamanca.
Fotografía antigua de La Fabril Militar, fundada por José Rodriguez Yagüe
El autor
resultó ser Agustín Sánchez, un antiguo obrero de su fábrica de la que había
sido despedido. Aunque el hecho pudiera considerarse como aislado se enmarca en
una época de grandes tensiones entre empleados y patronos, conatos de huelga e
incluso alguna presencia marginal de grupos anarquistas en Béjar. Como también
señalaba la prensa en esos días se celebraban juicios por jurados y habían sido
incautadas armas prohibidas a varias personas [6]. La
arbitrariedad en los contratos y las discrepancias con el sindicalismo
emergente caracterizaban las actuaciones empresariales de don Pepito. Así lo
han señalado algunos historiadores que poco a poco van dando luz acerca de este
singular personaje, controvertido y complejo, que protagonizó algunos de los
hechos más determinantes para nuestra historia contemporánea [7].
[1]
Sucedió como propietario del pueblo a los duques de Frías y Uceda, que lo eran
desde la Edad Media.
[2]
ROBLEDO, Ricardo: El sueño de la propiedad perfecta produce monstruos. El
crimen de Matilla de los Caños. Salamanca Revista de Estudios, nº 43.
Salamanca 1999.
[3] La
finca matillense de Sanchiricones sería testigo, muchos años después, de
diversos hechos dramáticos protagonizados por el conde de Alba de Yeltes,
Gonzalo Aguilera Munro, como se recoge en PRESTON, Paul: El holocausto
español. Debate 2011.
[4] BEJARANO RUFAU, Lorenzo: Béjar
en Madrid, nº 4069 a 4077, de 10/03/2000 a 05/05/2000.
[5] El
Adelanto, nº 4036, 16/10/1898, p. 2
y La Victoria, nº 220, 15/10/1898, p. 3.
[6] A
nivel nacional, sólo un año antes, el anarquista Michele Angiolillo había
acabado con la vida del presidente Cánovas del Castillo.
[7] Para
mayor información del personaje y de las circunstancias industriales del cambio
de siglo consultar ROS MASSANA, Rosa: La Industria (1800-1919), Historia
de Béjar, volumen II. Centro de Estudios Bejaranos y Diputación de Salamanca,
Salamanca 2013; y SÁNCHEZ MARTÍN, Javier Ramón: Industria textil y fábricas
de Béjar (II), Béjar en Madrid, Especial 2006, p. 58 y 59.
Es curioso cómo la historia rural está salpicada de ambición por lo ajeno, explotación de los más débiles, lindes que se mueven con nocturnidad y aguas que cambian las tornas de riego. Como denominador común de todo ello, el desmedido afán por hacerse con los bienes o el sudor ajenos.
ResponderEliminarUn beso, Carmen.
Y lo curioso es que estas historias de lindes que se mueven misteriosamente no es sólo cosa de otros tiempos, pues hoy día sigue ocurriendo y los juzgados se empapelan con numerosos casos interpuestos al respecto.
EliminarUn beso
La desesperación suele desmbocar en soluciones dramáticas....me imagino lo duro que debió ser para los agricultores ver sus tierras sedientas por la prepotencia y la avaricia de este personaje.
ResponderEliminarBesos
Desde luego hay que ponerse en la piel de ambos bandos: del de don Pepito, que pecó de ambicioso, y de los campesinos que veían a su pueblo y sus tierras en manos de un solo hombre, ajeno a sus preocupaciones en una suerte de señor feudal.
EliminarUn beso
Se habían sembrado muchas injusticias y el odio había crecido de forma imparable. Por eso, algunos desesperados tiraban por la calle del medio. Tiempos revueltos.
ResponderEliminarUn saludo.
Tiempos revueltos, ideas alocadas y mucha política. La sociedad avanzaba a un ritmo imparable y los círculos de poder no sabían cómo atajar los problemas que les sobrevenían del desarrollismo industrial. El anarquismo y sus bombas y atentados sembraban el pánico en ciudades textiles como Barcelona y en Béjar también había grupúsculos que intentaban sembrar su semilla, pero el conflicto de don Pepito fue más agrícola que otra cosa, o por lo menos en lo que el caso de Matilla se refiere.
EliminarSaludos
Hola Carmen:
ResponderEliminarCierto refrán dice que: Quien siembra vientos, recoge tempestades...No se podría espera ora cosas de está situación.
Besos
Quizá se hubiera logrado con el entendimiento, pero el rígido sistema socieal y político me temo que no lo permitía. En todo caso mejor está la paz y la diplomacia que las armas.
EliminarUn beso
Uf, cuando pensamos que vivimos tiempos revueltos, echamos la vista atrás y llegamos a la conclusión de que nunca nos damos tregua.
ResponderEliminarFeliz día, madame
Bisous
Y la época posterior, la del siglo XX, en su primera mitad, es una buena muestra de ello, madame: dos guerras mundiales y una guerra civil. Mejor vivimos en el XXI.
EliminarBesos
He leído de un tirón las dos entradas. Mucho don Pepito, pero deja un aire populista, como que da definido en la anterior entrada, ya que estos dos hechos dejan entrver un carácter autoritario, acostumbrado a salirse con la suya. Malos tiempos, en que muchas veces kla violencia era la salida a tantas injusticias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Don Pepito daba una de cal y una de arena: trabajo en su fábrica, buen trabajo como alcalde y simpatía que no hacían olvidar los bajos salarios, la explotación laboral y las actitudes autoritarias a nivel político, económico y personal. Era el signo de los tiempos .
EliminarSaludos
El ser humano cambia poco, deseo de riquezas, de poder y explotación de los demás para lograrlo. Lo vemos cuando estudiamos la historia y por desgracia lo seguimos viendo cuando leemos o escuchamos a la prensa. Puro instinto.
ResponderEliminarSaludos
El siglo XIX abunda en personajes de calado que, sin embargo, dejan un poso amargo debido a la tirabía económica y política. Don Pepito no deja de ser producto de su tiempo.
EliminarUn saludo y gracias por comentar
Tristemente pago por él su apoderado en Matilla y primo suyo, por unas propiedades por las que obtuvo suculentas plusvalías en apenas 20 años, seguramente gracias a las mejoras hechas, aunque no sé qué precio debieron pagar los campesinos para ello.
ResponderEliminarMe recuerdan tanto estos hechos a los actuales: la lucha eterna entre los poderosos (incluidos los políticos) y la humilde mano de obra en el campo o en el taller.
Un saludo.
La historia de Matilla de los Caños da para ahondar mucho más, me parece.
EliminarLos tiempos no cambian tanto como parece que lo hacen.
Saludos
Hola Carmen
ResponderEliminarGracias por venir a saludarme en el día de mi cumpleaños, estoy emocionada y sorprendida porque después de 8 meses de estar sin contacto han acudido muchos amigos. Yo sabía que estaban allí, como yo que los llevo en el corazón siempre.
Gracias por el cariño.
De a poco iré dejando los comentarios abiertos, en la medida que pueda responderles a todos.
Besos grandes.
No nos olvidamos de ti, Luján. Cuando ví que era tu cumpleaños y que se podía dejar un comentario en la entrada no dudé en felicitarte y sugerirte que seguimos atentos a tu espacio.
EliminarUn beso
No sé si la fuente que están poniendo en la Fabril es de don Pepito , era la que había antes en el parque y ahora se la traen a la que fue su fabrica ;)
ResponderEliminarRecordaré siempre e don Pepito.Gracias carmen.
Un beso.
Como te dije en google + la fuente que dices no tengo ni idea si es alguna original recuperada o no. Lo que sí puedo decirte es que la que hay junto a la carretera de La Fabril, la del caño, sí que se hizo cuando se construyó la fábrica hacia 1893.
EliminarBesos
¡Qué tiempos, en los que se podía comprar un pueblo entero! En todo caso la azarosa vida de Don Pepito de algún modo refleja toda una época.
ResponderEliminarPor cierto, no se qué pensaría si viera su parque inundado de carpas, casetas, inmundicias plásticas y contaminación acústica por todas partes. Seguro que ahí se apuñalaba él mismo.
Un abrazo,
Uy,. Miguel. A veces pienso que si algunos de nuestros próceres del siglo XIX o del XX levantaran la cabeza nos darían unos buenos coscorrones. Béjar ya no es lo que era, me temo.
EliminarBesos
Desde luego algo hemos avanzado. Ahora no solemos apuñalar al especulador, preferimos esperar a que la ley haga justicia. Que a veces, hasta la hace.
ResponderEliminarSí, sólo a veces. Triste España.
EliminarUn besote
Las malas sañas no tienen fecha.El exceso de ambición, de lucro y de someter al más desamparado no han cambiado.Con distinto envoltorio pero no dejan de ser los mismos caciques .
ResponderEliminarCarmen: me estoy poniendo al día estoy un poco desordenada con el inicio del Curso.
Besos feliz semana.