Autora: Mª Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, 01/08/2014, 4.708.
Un día 22 de julio de 1735 ocurrió un suceso que
convulsionó, imaginamos, a Candelario y Béjar[1].
Adentrémonos en la neblina opaca que, como un leve velo de sombras, separa el
pasado del presente; olvidémonos de los grandes hechos históricos, de las
hazañas de los grandes nombres esculpidos a fuego e imaginémonos en Candelario hace trescientos
años, ejercicio fácil si atendemos a lo bien conservado que se encuentra el
caserío del pueblo en la actualidad, casi como luciría entonces.
Casas de Candelario
Eran las diez de la noche cuando
unos golpes en la puerta a modo de llamada interrumpieron la tranquila y
calurosa velada del alguacil mayor don Francisco Dejado y Venero en Béjar. Un
hombre, entre nervios y balbuceos, a trompicones, fue capaz de narrar que Juan
Fraile, vecino de Candelario, “salio a
ora de ponerse el sol con una pistola en la mano como viendo de las gentes,
azia el Canpo y que llegando a una fuente se disparo con el, caio en tierra y
se ha reconocido estar muerto”. Don Francisco, ante la gravedad del caso,
echó mano al sombrero y al capote, montó su viejo caballo y, avisando al
escribano Esteban García, pusieron rumbo a Candelario adonde arribaron a las once
de la noche. Junto a la ermita del Humilladero les recibieron los testigos,
entre otros el alcalde Ventura Ballejera y el cirujano Antonio Bueno. El
alguacil de Béjar inquirió a los presentes sobre el lugar donde se encontraba
el cadáver y todos a una se dirigieron hacia la Cuesta de la Romana “y junto ael pilar deella estaba muerto
naturalmente Juan Fraile, veçino que fue de este lugar”. El escribano, a
petición de don Francisco, procedió a poner por escrito la descripción de la
escena: el finado “estaba boca arriba con
el brazo derecho destendido e inclinado azia dicho lado derecho; y el Brazo
Hizquierdo echado sobre el pecho; y un jugon blanco que tenia puesto tenia
junto a la tetilla de dicho lado siniestro tenia un vraço rendondo y alrededor
deel negro como de polbora”.
Se procedió a desnudar el
cadáver, por si algún indicio podía desvelar más datos sobre lo ocurrido tal y
como ordenó al cirujano el señor alguacil mayor. Encontraron “una erida en la tetilla del lado hizquierdo
lo que penetro asta el gueco deel cuerpo y echa con bala por ser redondo el
abujero y estar ael Rededor quemado compo de polbora y abiendose buelto boca
abajo en las costillas ttenia con bulto como de dicha bala y abiendo atenttado
dicho Bulto se reconoció ser la bala”. El motivo de la muerte parecía
claro: una herida de bala en el corazón sin orificio de salida. Tras el
reconocimiento del cadáver en medio de la calle, de noche y a la luz de las
antorchas, don Francisco dio orden de trasladar el cadáver a su casa. El
espectáculo había atraído a un sinnúmero de gentes que no perdían detalle de lo
que se hacía y decía, con la seducción que supone el morbo de lo macabro.
Calles de Candelario al anochecer
Había que encontrar las armas
con las que Juan Fraile se había disparado, porque al decir de los testigos
parecía que portaba dos en el momento en que lo vieron pasar hacia el campo. En
efecto, junto al pilar de la fuente de La Romana hallaron una pistola pero de la otra no
había rastro. El alguacil preguntó a los testigos allí presentes por esta
segunda arma y se apuntó a don Fernando Flórez, vecino también de Candelario.
Sin dilación se dio orden para que éste se personase y entregase la pistola que
había tomado del lugar del suceso, bajo multa de 4 ducados si, por ventura, se
negase a ello. Por allí debía de andar el aludido, y no lejos, pues al momento
hizo aparición la segunda pistola. Ambas fueron depositadas en manos del
alcalde.
Don Francisco Dejado, quién sabe
si picado por la curiosidad de un caso tan interesante, porque padecía insomnio
o porque los calores del día se habían disipado y se estaba de maravilla al
fresco, siguió con en interrogatorio y requirió la presencia del cirujano de
Candelario, Antonio Bueno, quien ratificó que el disparo de bala había sido el
causante de la muerte y que se había detonado el arma a pocos centímetros de la
piel por ser “dicha erida redonda y
esttar aelrededor de ella como de tiro de Boca de fuego” y “fue bastante para quitarle la bida”. El
alguacil mayor le preguntó si había muerto de inmediato a lo que el cirujano replicó
que “la erida no le daria mucho lugar a
dar muchas bozes por tener por cierto le partio el corazon la bala”. Es
entonces cuando un dato conocido por todos los presentes, al margen de don
Francisco y del escribano acompañante, hizo que el caso derivase en otro
sentido: Antonio Campo declaró que Juan Fraile “hazia demonsttraziones de loco” y que por este motivo había recurrido
al médico de Béjar, quien le había recomendado para el enfermo “de echarse sanguijuelas para que le
hiziesen alguna debaquazion y le sangrase y quitare el pelo para que se
desaogase”. Precisamente había pensado el cirujano poner en marcha estos
tratamientos el día de autos, que se dirigió al anochecer a casa de Juan Fraile
y fue en ese momento cuando le vio con dos pistolas saliendo de la morada de
don Fernando Flórez. “Y tiene por cierto el
que esta desgrazia dimano de su demencia”.
Torre de la iglesia de Candelario
Una vez terminado el testimonio
del cirujano, el alguacil mayor de Béjar llamó al suegro del fallecido, Juan
Bayo, y le preguntó por la enfermedad de su yerno y si esta era cierta o no.
Este declaró que el último episodio de locura le había durado dos días “pues una noche a cossa de las doze después
de acostado se lebanto y se fue ael Conbento de nuestro Padre San Francisco de
Bejar por temor de que le querian prender y que le tenian çercada la Cassa, lo que era ynçierto;
y el dia siguiente se ausento con que iba a Herbas y extraviado deel Camino le
aprendieron y trajeron a su cassa de donde con consentimiento y a instancias de
Maria Garzia, hija deel testigo y mujer del susodicho, se pusso en Casa de don
Fernando Florez, su conpadre y todo a fin a que estuviese ailli conttenido, y
se dibirtiese”. Al día siguiente, continuó Juan Bayo, se consultó al médico
de Béjar para que le hiciese cura y, habiendo venido la orden de lo que había
que ejecutar, se puso en práctica y se pidieron unas sanguijuelas. Mientras
tanto, Juan Fraile, que estaba en la calle, entró en casa de Fernando Flórez,
salió con dos pistolas y se fue calle arriba. “¿No le siguió su merced?”, preguntó
el alguacil mayor, a lo que Juan Fraile respondió sincero que no se atrevió
porque iba armado y podía hacer una locura.
Retiróse el suegro del fallecido
y se requirió la presencia de Marcos Marín, quien conocía a Juan Fraile y le
había visto, como declaró, irse a Béjar a hora intempestiva por boberías que se
le ponían en la cabeza y otras veces se refugiaba en la iglesia y allí lloraba,
o decía que se quería ir al convento de Hervás por caminos ocultos, porque por
el Camino Real iban muchas caballerías y le espantaban y de los viajeros sentía
temor. De lo que sí tiene constancia es que el día de autos, y mientras
llegaban las sanguijuelas para someterle a la cura, salió “con que iba a bever” y entonces vio cómo Fraile marchaba de casa de
don Fernando Florez con dos pistolas que tenía su dueño en un cuarto secreto
donde no entraba Juan Fraile, porque éste las había escondido para que el loco
no las encontrara. Preguntado sobre el particular, se probó que Flórez poseía
permiso de la Santa Hermandad
de Toledo para guardarlas en casa. Antonio Navarro narró como prueba de su
locura que “en un prado que tenia al
sitio de la Mangadilla
vio que Juan Fraile iba saltando de prado en prado y pared en pared por notizia
que el testigo tenia de estar ya lisiado deel entendimiento”. Y que la
noche en que le dio por irse a Béjar comenzó a dar grandes voces ante un
retrato de Su Divina Majestad que llevaba guardado pidiendo clemencia y se daba
con un canto en el pecho. Por su parte, Juan García del Cerro había sido
testigo de la muerte de Juan Fraile al escuchar un tiro de boca de fuego
mientras estaba trabajando a la caída de la tarde en casa de Josefa Gómez,
justo al lado de la fuente. Entonces “se
asomo a la puerta deela y oio que Juan Fraile dijo Baleme Birgen Santísima a
cuio tiempo caio en tierra”.
No habiendo más declarantes, y
siendo claro el caso de demencia, don Francisco Dejado abandonó el pueblo y
dejó el caso en manos del corregidor de Béjar, don Bernardo de Soria, abogado
de los Reales Consejos, a la espera de sentencia y no fue otra que la sepultura
del fallecido y el embargo de sus bienes.
¿Qué llevó a Juan Fraile a
perder la razón? ¿Había sido quintado en la Guerra de Sucesión y arrastraba secuelas
psicológicas de la guerra? ¿Había estado en la cárcel antes? ¿De dónde le venía
el temor a que le dieran preso? En aquel tiempo se desconocían las enfermedades
pertenecientes a este campo y se trataba de igual modo una esquizofrenia que un
trastorno de la personalidad o una depresión. Para ellos eran personas peligrosas
y había que encerrarles o atarles en su casa para que no cometieran tropelías.
Una sangría, raparles el pelo o aplicarles sanguijuelas servían igual para un
catarro, unas fiebres o una enfermedad psicológica. Suerte que de este caso
dispongamos un análisis tan detallado para curiosidad de especialistas y
asombro de los lectores.
[1] El documento se encuentra en el Archivo
Histórico Provincial de Salamanca entre los Protocolos Notariales 772-1 (1735)
del escribano Esteban García, f. 218.
Malos tiempos aquellos para el que tuviera trastornos mentales. Con decir que todos eran locos tenían bastante.
ResponderEliminarUn saludo.
Qué suerte vivir en el siglo XXI (aun con recortes). Y eso que la ciencia todavía tiene mucho que decir al respecto de enfermedades cerebrales. Todavía estamos en mantillas.
EliminarSaludos
Caray Carmen, esto da para una buena novela de misterio en la que, al final, se acabaría demostrando que no estaba loco y que fue muerto vaya usted a saber por quién y por qué. Me ha llamado la atención el hecho de que ya se aplicaban algunas de las técnicas de investigación que vemos en C.S.I. lo que habla en favor del señor cirujano y también esa muerte invocando a la Virgen Bendita.
ResponderEliminarUn abrazo,
Cuando encontré y leí el documento me asombré de la meticulosidad del escribano a la hora de describir pormenorizadamente las heridas del muerto. Incluso un pariente mío que es forense me dio la enhorabuena por haber encontrado semejante texto por este mismo motivo. El interrogatorio de los testigos tampoco tiene desperdicio. Sí, una novela negra con explicación incierta porque en el documento no acaba de quedar claro. Lo mismo el hombre tenía una depresión o manía persecutoria o quizá le perseguían de verdad. Quién sabe...
EliminarAbrazos
Aunque se ha avanzado mucho en la materia, aún queda mucho desconocimiento sobre la mente. Aún no tenemos que ver avances sorprendentes.
ResponderEliminarBesos
Opino lo mismo que tú, querida amiga. Estamos aún en los albores del conocimiento cerebral.
EliminarBesos
Un trabajo profundo por lo bien documentado que esta.Y, unos edificios a prueba del paso del tiempo.
ResponderEliminarTe felicito Carmen!
La palabra boberías: me llama la atención, porque aun se aplica en ciertos pueblos para decir" tonterias." estamos hablando del castellano de hace trescientos años.
Besos
Las expresiones y dichos, y también los refranes, perduran en el habla de cada región y pueblo inaltertable. Y para comprobarlo te recomiendo releer el Quijote y perseguir los refranes en boca de Sancho. Te sorprenderás.
EliminarBesos
Un relato muy entretenido e interesante, como para servir de base a una novela o de guión a una película. Cuesta entender a los enfermos mentales ahora, así que no quiero ni imaginar en aquella época.
ResponderEliminarUn saludo.
Entonces se le sponían sanguijuelas y se les ataba a la cama o se les encerraba en una habitación. Los cuadros de Goya sobre locos se suceden a lo largo de su obra y pone los pelos punta ver cómo malvivían estos enfermos. Escalofriante.
EliminarSaludos
No me he saltado ni una coma.
ResponderEliminarEl Relato me ha tenido intrigado hasta su final.
Muy Bueno Carmen, me ha gustado leerlo.
Doy gracias de haberme tocado vivir en esta época de Análisis, radiografías, etc. y no la de las sanguijuelas.
Las Fotografías, una maravilla.
manolo
Me alegro mucho de que te haya gustado, mas el mérito no es mío, sino del escribano y del alguacil de Béjar que hicieron una investigación de libro, ¿no te parece? No me he inventado nada. Todo estaba escondido en un Protocolo Notarial del Archivo Histórico Provincial y es asombroso que haya sido obviado a lo largo de los siglos por lo interesante que resulta para psiquiatras y profanos.
EliminarTambién me alegro yo. ¿Te imaginas qué horror?
Un beso
Escalofriante, incluso para mí, que he trabajado muchos años en una sala de Psiquiatría en un hospital, y que para más inri sufro un TOC. La verdad es que si incluso ahora las enfermedades mentales son "difíciles", así que en aquellas épocas ya me imagino. Y por cierto, ¿a qué se refiere cuando dice "que se quitase el pelo para desahogarse"? ¿Es en sentido literal?
ResponderEliminarSaludos.
Me imagino que con esa expresión se refieren a que le cortarían el pelo al rape para que no se los mesase e hiciera daño. Es una práctica habitual cuando se ingresa a un enfermo serio en una clínica, ¿verdad? Es escalofriante pensar lo que padecerían estos enfermos mentales y el trato que recibirían de sus paisanos y familias, pues se consideraban personas peligrosas que sólo merecían ser tratadas a palos o encerradas. Asombra el trato que le dan en el pueblo a pesar de todo: se avisa a un médico para hallar un remedio, infrecuente entonces.
EliminarUn saludo
Bueno, supongo que será por eso que le cortarían el pelo. No obstante, mientras yo trabajé en Salud Mental, nunca se practicó lo de cortar el pelo a ningún paciente. Supongo que ya es una práctica no necesaria. Si se ponen muy violentos se tiende a la sujeción mecánica. Se le inmoviliza por completo a la cama, o en diagonal, dependiendo de su estado...
EliminarUn saludo y gracias por la aclaración.
No, gracias a ti por aportar tus conocimientos en el campo de la medicina psicológica, Dissortat.
EliminarSi el cuidado de las enfermedades del cuerpo dejaba mucho que desear, más aún las de la mente, en efecto. Un campo en el que los avances tardaron en llegar, y que incluso hoy parece terreno minado.
ResponderEliminarFeliz tarde, madame
Bisous
Esperemos que poco a poco la ciencia investigue en ese campo y las depresiones y las enfermedades mentales en general sean el recuerdo de una pesadilla.
EliminarBesos
No tiene que ver con el relato, pero Candelario sí está como hace trescientos años y nos esos prefabricados "Cascos Históricos" que hay por nuestras ciudades, con las piedras a la vista y los escudos sin pintar. Candelario sí es bonito.
ResponderEliminarJero.
Totalmente de acuerdo, Jero. Tú conoces muy bien Candelario y sabes que las restauraciones se hacen con todo respeto (si es que hay que hacerlas). Nada de parques temáticos.
EliminarUn besazo
Hola Carmen:
ResponderEliminarMuy bueno. Intrigante y como algunos comentan, digno de guión de cine.
Las enfermedades mentales, aún en el siglo XXI, siguen siendo un misterio, tupido aún por la misma niebla que cubre los tiempos pasados.
Besos
Doc, tú sabes mucho sobre este tema así que tengo poco que decir.
EliminarUn beso y gracias
Malos tiempos para estso emfermos. Tantos veranos hemos pasado en Candelario que más deuna vez oí esta historia por boca de vecinos.Un año estuvimos viviendo enfrente de la romana.
ResponderEliminarQue fotos más guapas.Y que precioso pueblo!!!!
Un beso.
Es curioso que se conserve memoria de un hecho acaecido hace más de 200 ños, aunque bien es sabido que en los pueblos pequeños cualquier asunto queda grabado a fuego durante generaciones.
EliminarBesos
Como dices al principio algo distinto a lo habitual en este blog, y sin salir de Béjar y su comarca. Interesantes pesquisas las del alguacil Dejado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Algunos lectores me han comentado que el artículo era bastante original, que se salía de lo que suelo escribir habitualmente, aunque bien es verdad que no siempre se dispone de un documento tan jugoso...
EliminarAbrazos
Malos tiempos para perder la cabeza con "boberias" y llorar en las iglesias que trataban de loco cuando a lo mejor era un shock postraumático
ResponderEliminarMe ha encantado corazón como lo has narrado
Un besote
Una depresión, un shcok postraumático, manñia persecutoria, en fin, enfermedades que hoy tienen tratamiento y que entonces se englobaban en el saco de la locura.
EliminarBesos
Me ha gustado mucho lo de perder la cabeza con "boberias", supongo que porque yo no hago otra cosa :D . Carmen, que suplicio de ortografía la del señor escribano, supongo que sería la correcta de acuerdo a la normativa de la época... Creo que algunos de mis compañeros de clase también eran fans de la ortografía de 1735 ;)
ResponderEliminarBesos, guapa
A propósito de lo que me comentas te contaré que un día un amigo me confió que la gente se reía de4 mí por la cantidad de faltas de ortografía que cometía en mis artículos... Señor, que va entrecomillado o en cursiva... Hay gente que no se entera de lo que lee.
EliminarUn beso
Es un documento de gran valor el que usted tan bien ha trabajado. Y, desde luego, resalta la minuciosidad del alguacil mayor y del escribano. Lo de "lisiado del entendimiento es una expresión que no tiene precio".
ResponderEliminarSabía que sería de tu gusto, Retablo. A mi modo de ver es un documento único por la minuciosidad en la descripción de los hechos, por la extrema sensibilidad a la hora de detallar las heridas del finado (digno de un médico) y también porque deja la puerta abierta hacia posibles explicaciones fuera de la aparentemente respuestas y final (que el hombre estaba loco y se suicidó).
EliminarUn saludo
Me llamó la atención mucho la escritura de la época no?. Un suceso llamativo para los tiempos que vivimos hoy en que todo eso se puede tratar con especialistas y fármacos.
ResponderEliminarSiempre interesantes tus relatos sobre la historia.
Un besito
Hace falta concentrarse mucho para enterarse de ese castellano antiguo que parece que tiene tantas faltas de ortografía, jejej, pero creo que es muy bonito extraer trozos enteros del documento para degustarlo y leerlo en toda su originalidad.
EliminarBesos
Buena crónica de un suceso que no me extraña que te atrapase y lograras esa coherencia e interés en su relato.
ResponderEliminarEn cuanto a la ortografía y gramática es un placer leer algo tan auténtico. Cuando hice un reportaje sobre los sefardíes, era el mismo tipo de lenguaje que aunque al leerlo te chocara, si lo leías en voz alta se entendía perfectamente. Casi seis siglos después siguen utilizándolo igual, como un tesoro.
Enhorabuena.
Hay que habituarse a la lectura de los documentos y, una vez en su interior, el misterio se acentúa y te provoca que vaijes a través del tiempo y del espacio. Parte de la fascinación por la Historia se basa en apreciar la vieja ortografía, atrapar el aroma de los legajos y escuchar el sonido de sus hojas, crepitando. Por eso no renuncio a transmitiros parte de esas sensaciones.
EliminarUn beso
Muy interesante Carmen, lo había leído y estaba esperando que lo publicases aquí. Si me das tu permiso, lo pongo en mi blog.
ResponderEliminarUn abrazo
Por supuesto, Joaquín. Tienes mi permiso. No sé si podrás copiarlo directamente. Si no pídemolo por mail y te lo mando en formato word.
EliminarUn besazo
Me ha venido a la cabeza el refrán de "No están todos los que son, ni todos los que están lo son" Así que en esa época poco se sabía de las enfermedades mentales y nada sobre su tratamiento. Mira de utilizar sangüijuelas:-)
ResponderEliminarMuy bien contado aunque a mi el castellano antigua no se me da especialmente bien. Tuve que leerlo un par de veces.
Bss
Siento habértelo puesto difícil, Katy. Para los historiadores como yo es un lujo poder transmitiros parte del sabor de esos textos antiguos y a veces nos olvidamos de quien tiene dificultades para leerlo. Mil perdones.
EliminarBesines
Una historia muy interesante Carme, cuando avanzaba leyendo mi mente se imaginaba un crimen entre vecinos, más que la locura del desgraciado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bien pudo serlo, porque el documento deja abiertas muchas interrogantes. Nos quedaremos con la duda.
EliminarUn saludo y gracias por comentar