Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2013, pp. 65-69.
El
expediente
¿De
quién partió la idea de solicitar el título de ciudad? En la sesión de 4 de
enero de 1850[1] se dice
que José Sánchez Ocaña ofreció “la
probabilidad de conseguir de S.M. la real gracia de que esta noble, leal y
antigua Villa reciba el dictado de Ciudad que merece su población y el renombre
de su industria fabril de lanas” y la corporación aprueba la puesta en
marcha del proyecto. ¿Es entonces casualidad que durante la década anterior se
estén haciendo mejoras en la villa? Dadas las pistas que hemos ofrecido
anteriormente creo que no. Es posible entonces que el sueño rondase en las
cabezas de los hombres más preclaros de la población, sobre todo desde que la
villa fabril se destacó en la defensa del trono en los hechos de 1838.
Isabel II
¿Cuál era el procedimiento a
seguir? Según los cauces oficiales
se debía redactar un expediente al efecto, uno, y no dos como son los que se
conservan el archivo municipal. El primero de ellos fue redactado probablemente
en Béjar en pocos días, unos 18, por un buen conocedor de la Historia de Béjar que
echa mano de un libro sobre nuestra industria textil del que extrae varios párrafos,
en una práctica propia de los historiadores. Se envió entonces a Madrid, al
despacho de Sánchez Ocaña, quien es posible que lo utilizase para hacer valer
su proyecto en la corte mientras los cauces oficiales, sumamente lentos, se
ponían en marcha y fue, en suma, el que firmó Isabel II. El segundo fue escrito
por la Comisión nombrada al efecto por el ayuntamiento, llegando en abril a la
Diputación Provincial de Salamanca –quien suponemos no le haría mucha gracia
que Béjar obtuviera el título de ciudad, pues es precisamente en abril de ese
año cuando el ayuntamiento pretendió unirse a la provincia de Ávila por la “prevención que existe en la capital de la
Provincia contra este pueblo laborioso e industrial, tal vez por innoble
emulación”[2]-
siguiendo el cauce establecido por la administración. Esta institución debía
aprobarlo y elevarlo al ministerio, quien lo dio por bueno pero lo marginó con
respecto al remitido a Sánchez Ocaña en enero.
Luis José Sartorius, conde San Luis, ministro de la Gobernación
Ambos
expedientes presentaban las excelencias de la población, su historia
y lealtad a la Corona, mieles que debían ofrecerse al paladar de la augusta
y caprichosa soberana. Por ser de interés creo precisa la transcripción íntegra
del primero porque se trata del documento presentado por el ministro de la
Gobernación, Luis José Sartorius, conde San Luis[3],
a Isabel II y que ésta firmó, sin duda no por propio convencimiento, pues es
seguro que no sabía dónde estaba Béjar ni le importaría gran cosa -si acaso
conocería de oídas la buena calidad de sus paños-, sino por referencias y
dictados de sus consejeros, véase Sánchez Ocaña y Juan Bravo Murillo, ministro
de Hacienda, gran amigo del anterior[4].
Juan Bravo Murillo, ministro de Hacienda
“Señora
Al solicitar un pueblo ensalzar su
nombre debe considerar en su antecedentes históricos si sus servicios
contribuyeron al sostén y al renombre de su Patria y si su posición actual le
permite conservar la categoría a que pretende ascender.
Al solicitar Béjar el dictado de
Ciudad puede presentar a Vuestra Majestad un sucinto análisis de los servicios
que acreditan su lealtad y su nobleza.
Béjar, pueblo antiquísimo y notable
ya bajo la dominación romana fue después en los siglos de la reconquista la
vanguardia de Castilla, de una Castilla que soportó casi sola la tenaz lucha de
más de setecientos años con los hijos del Profeta.
Béjar mandó sus hijos al lado de sus
Monarcas y al lado de sus Monarcas conquistaron los Bejaranos Algeciras,
tomaron buena parte de las Navas de Tolosa, ayudaron a Fernán González en la
acción de Corneja y reconquistaron sus muros varias veces del poder de los
Sarracenos. El Rey Don Sancho convencido de tantos trabajos heroicos donó a
Béjar un término dilatadísimo y todas las franquicias municipales ‘por los
muchos servicios’, dice la carta, ‘que prestaron al rey don Fernando, mi
abuelo, al Rey don Alonso, mi padre, y a mí mismo’.
Plaza Mayor de Béjar
Béjar, Señora, fue sin duda en la
antigüedad, Ciudad, según las más fundadas probabilidades históricas y si
perdió este nombre que hoy desea fue por la despoblación que motivó su posición
de puesto avanzado de todas las invasiones meridionales en Castilla y León. A
muy poco de su villa recibió los títulos de Muy Noble y Muy Leal, que conserva
con orgullo y con el mismo recuerda que mandó a las antiguas cortes tantos
Procuradores como Salamanca, Ávila y Plasencia.
Cuando Béjar conoció que había
cerrado el trabajo de la reconquista y que estaba ya resguardado el término de
nuestra Patria, clavó sus ojos en la industria, en la nueva conquista de la
civilización moderna.
Los Bejaranos, Señora, trajeron de
los Países Bajos en el siglo 17 maestros de todos los oficios de la fabricación
de lanas y tanta fue su aplicación que a finales del mismo siglo, dice un
historiador verídico, que sus paños podían compararse con los de Carcasona y Sedán
y con los de la Ynglaterra y Holanda. Y a pesar de que estos adelantos no
fueron premiados, añade el mismo, a pesar de que fueron injustamente grabados,
‘era tanto el amor, la ley y la fidelidad de Béjar por sus Monarcas que en las
invasiones de 1706 y 1710 todos los operarios de las fábricas así españoles
como franceses y flamencos salieron armados al Puerto y a Lagunilla por orden
del Mariscal Bervich, General de las tropas de S.M., y contuvieron las partidas
del egército de los aliados’, sin que por este especial servicio se concediese
a dicha villa las franquicias y prerrogativas que con menores motivos habrían
logrado otros pueblos.
Los servicios prestados en la guerra
de la Independencia y en la misma civil por conservar el trono de V.M. son demasiado
recientes y con dos en vuestro Gobierno, por lo que, y por tocar a personas que
viven, no especifican lo exponente.
Lo que no pueden ocultar, Señora, es
que en ningún otro pueblo se disfruta de más tranquilidad y de más ceremonia;
porque no hay en Béjar partidos que se hostilicen, porque no hay más pasión que
el trabajo, pasión que ha acrecentado una población inmensa, activa y
emprendedora, derramada en talleres de fundición, de maquinaria y de toda clase
de lanería.
Por cuyas razones el Ayuntamiento de
Béjar
Suplica a V.M. se digne concederla
el título de Ciudad como gracia especial que espera del bondadoso corazón de su
augusta reina, cuya vida pide al Todopoderoso conserve muchos años.
Béjar y enero 22 de 1850.”[5]
Nicomedes Martín Mateos
Del
expediente se pueden sacar muchas y provechosas conclusiones, siendo la más
llamativa la omisión total y consciente a la Casa Ducal (por ejemplo, los
maestros extranjeros fueron traídos a la villa por los bejaranos), quizás por
el pleito que se estaba manteniendo con ella en ese momento y también porque la
burguesía, nueva señora de la villa, mecenas de las artes y defensa de la
prosperidad, borra intencionadamente de la memoria colectiva su pasado pechero a
las órdenes de los duques[6].
Bien podemos suponer, por el uso impecable del lenguaje, el estilo y el
progresismo que se desprende de este texto que pudo salir de la pluma de
Nicomedes Martín Mateos, pues coincide, en líneas generales, con el discurso
que Béjar fue protagonista en la Historia de España, sobre todo casos en los
que cumplió un servicio capital a la Corona (Reconquista, prosperidad a través
de las manufacturas, Guerra de Sucesión, Guerra de Independencia y Guerras
Civiles, denominación aplicada a las Guerras Carlistas). Dentro de la PrimeraGuerra Carlista los bejaranos se significaron en favor de la reina Regente Mª
Cristina y de la pequeña Isabel II al luchar en sus calles contra el general
carlista Basilio García, mientras llegaban las tropas reales del general
Pardiñas el 3 de mayo de 1838. Se pretende con estas alusiones a ablandar el
corazón de la soberana. La guinda del pastel es, sin duda, el párrafo en el que
se venden las virtudes de un pueblo tranquilo, sin partidos políticos, sin
luchas por el poder, sin conflictos obreros, sin miseria ni hambre. Un paraíso
idílico que estaba muy lejos de ser realidad.
José Sánchez Ocaña
En
cuanto al segundo expediente, salido de la comisión nombrada al efecto -formada
por Ezequiel Illán, Ribero y Pedro Marcos-, fue remitido a la Diputación y ésta
al ministerio de la Gobernación[7].
Fechado el 20 de abril de 1850, incidía en los hechos de armas y servicios
militares ofrecidos a la Corona por Béjar, resaltando a “los denonados bejaranos que supieron, con un puñado de valientes
capitaneados por el intrépido obispo de Plasencia, hacer grandes hazañas de
valor que rayaron en heroísmo, en la célebre jornada de las Navas de Tolosa”,
recordando “con igual placer el atrevido
encargo que desempeñó don Álvaro de Zúñiga, hijo del Conde don Pedro, cuando
puso preso a don Álbaro de Luna, condestable de Castilla y maestre de Santiago”.
“A esto se agregan”, añaden, “las consideraciones de la especial utilidad
de Béjar en elevada industria que cuenta con hermosos y ricos saltos de agua y
con un entusiasmo todavía más rico en la laboriosa codicia con que se afana por
adelantar y fecundizar todos los gérmenes del común y de su particular
industria que cuenta ya hoy con una reputación Europea”. Y, aludiendo al
conflicto que se tiene en ese momento con la capital por querer agregarse Béjar
a la provincia de Ávila, escriben “la
gracia que solicita Béjar no es de aquella que perjudica a terceros”[8].
Susceptibilidades, las justas.
Continuará
[1] AMB:
Libro de actas de sesiones de 1850. Sesión
de 4 de enero, Sign. 1621, f. 4.
[2] AMB: Libro de actas de sesiones de 1850. Sesión de 6 de
abril, Sign. 1621, f. 23 v.
[3] Luis José Sartorius, como el
propio Sánchez Ocaña, había sido ascendido por su amistad con Juan Bravo
Murillo.
[4] De
la amistad mutua ya dimos buena muestra en CASCÓN MATAS, Mª Carmen: “Pequeña
biografía de un ministro nacido en Béjar…”, ob. cit. Existe una carta de Bravo
Murillo en la que éste narra una visita a Béjar en el verano de
1853.
[5] La copia
de los expedientes y de las cartas que se cruzaron por entonces entre Madrid y
Béjar se enviaron por Sánchez Ocaña en 1851 a petición del ayuntamiento. De
ello da testimonio una carta entre el diputado y Nicomedes Martín Mateos
firmada el 31 de agosto de 1851. Es curioso que a pesar de sus opuestas
ideologías don José cierra la misiva con “affmo.
amigo y paisano que le aprecia mucho”. AMB: Expediente de la
concesión del título de Ciudad a Béjar. Sign. I.E. 0004.12.
[6] Es
posible que el conflicto que el consistorio había tenido con la Casa de Osuna
en la que participó activamente Martín Mateos y cuyos informes sobre el caso
fueron enviados oportunamente a Sánchez Ocaña como mediador en el caso tuviesen
mucho que ver con esta “omisión”.
[7]
Según copia firmada por el Ministerio de la Gobernación de 15 de Mayo de 1850. AMB:
Ibidem.
[8] AMB:
Ibidem.
En aquellos tiempos había que solicitar la "gracia" de su majestad para que se dignara otorgar el título de ciudad a esta localidad. En tiempos más recientes, no habría duda, al usarse el criterio de funcionalidad: una ciudad es una aglomeración cuya función primordial está relacionada con actividades de transformación (industria). Y está claro que la actividad fabril era lo que hacía destacar a Béjar de otras localidades de su entorno.
ResponderEliminarUn saludo.
La "gracia" se la hacía a Bravo Murillo en un momento en que éste se encontraba en una buena posición política. El bejarano Sánchez Ocaña era su mejor amigo, la mano derecha de lo que los historiadores han venido en llamar tecnócratas del siglo XIX o conservadurismo civil, frente al militar de Narváez. En todo caso, no excluye este favoritismo de una politica general de ascender de estatus a enclaves significativos del panorama nacional por su poderosa industria o los favores otorgados a la corona.
EliminarUn abrazo
Las poderosas razones reflejadas en el escrito, movió a que la corona se mostrara favorable a ello. Sin duda alguna era merecedora de dicha gracia...ahora los bejaranos se pueden sentir orgullosos.
ResponderEliminarBesos
Menos mal que no sospechó la postura de Béjar en ¨La Glorosa", 18 años después.
ResponderEliminarLas vueltas que da la vida.
Esto lo debieron copiar de los Zúñiga, que primero apoyaron a La Beltraneja y luego fueron Isabelinos "de toda la vida".
Lo de siempre: no hay nada nuevo en este Mundo.
Buena apreciación, Jero. Y eso que la burguesía bejarana, como bien sabes, no tragaba a los duques de Béjar. Es más, ellos se convirtieron en la nueva nobleza. Los artífices de La Gloriosa fueron otros. La burguesía, en su mayor parte, no se pronunciaron en ese trascendental momento. Y don Nicomedes se esfumó, a pesar de sus ideas abiertamente progresistas.
EliminarUn abrazo
Lo del pueblo tranquilo me llamó la atención, porque en entradas anteriores lo que he leído es que tranquilo nada. Lo de próspero si. Pero en todo caso sea cuales fueren las razones, Béjar sin duda se mereció con creces el título de Ciudad. Bss
ResponderEliminarEfectivamente los conflictos obreros estaban a la orden del día. Como en cualquier ciudad industrial de carácter nacional las divisiones sociales hacían que Béjar no fuese un lugar tranquilo, la verdad. Pero, qué decir a la soberana...
EliminarUn beso
Delicioso el primer expediente. Si bien no era realista al retratar la situación contemporánea, contiene una estupenda lección de historia.
ResponderEliminarCuriosa pretensión la de unirse a la provincia de Ávila, por cierto.
Buenas noches
Bisous
Los conflictos con Salamanca venían de lejos y no hay que olvidar que muchos pueblos del ducado pasaron, por obra y gracia de la división provincial, a la de Ávila. El caso daría para otro artículo, madame. Solo añadir que por entonces Béjar y Salamanca iban a la par en importancia y población.
EliminarUn beso
El Rey D Sancho ya donó un término dilatadísimo.
ResponderEliminarSe trajo desde los Países Bajos en el siglo XVII maestros de todos los oficios en la fabricación de lana.
Realmente Béjar siempre ha sido una ciudad comprometida con la Corona y siempre estuvo desarrollada por encima de su entorno.
Lástima que debido a la Revolución Industrial su infraestructura y su dinamismo hayan quedado en desuso.
Abrazos y Besines.
Muy interesante tu entrada, un titulo que por mas de merecido se otorga por la gracia de la monarquia...
ResponderEliminarUn beso.
Como no Béjar iba a obtener el titulo de ciudad con la buena industria textil que tenía, me alegro de toda la historia encerrada en tu ciudad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sobrados méritos para solicitar este derecho.Pero también la suerte de tener unos gobernantes y personas ilustradas para hacer llegar esta solicitad a su magestad.
ResponderEliminarMuy interesante el desarrollo de esta crónica sobre Béjar.
Un fuerte abrazo nos leemos.
Veo que se citan los hechos de armas durante la Guerra de Sucesión en Puerto de Béjar y en mi pueblo, Lagunilla. Imagínate si la Isabelona no sabría donde estaba Béjar, qué podría saber de Lagunilla...aún así más valía tener buenos patrones en la Corte como tuvo Béjar y convencer a la Reina era pan comido.
ResponderEliminarUn beso
Aunque la reina no conociese Béjar, seguro que tenía noticias de su industria textil ¡ve tú a saber si no tenía alguna prenda confeccionada con sus paños! pero, lo más importante, ya fuese asesorada por sus consejeros o no, el caso es que firmó y pasó a ser ciudad para envidia de muchos.
ResponderEliminarTe animo a que metas las manos en la masa, no tiene ninguna dificultad, el horno se encarga de todo, lo que sí te recomiendo, es no abrirlo mientras dure el proceso de cocción, se bajaría rápidamente el bizcocho, ten paciencia y verás como lo logras.
Cariños y buena semana.
kasioles
Es probable que Isabel II no supiera dónde estaba Béjar pero, tras la lectura del primer documento, lo lógico es que firmara. El retrato que se hace en él de Béjar no deja duda sobre sus muchos méritos.
ResponderEliminarUn beso Carmen
Estoy siguiendo con interés el tema, especialmente porque en él se dan pistas que apuntan en la dirección de la opinión que siempre tuve al respecto y que algún día compartiré contigo.
ResponderEliminarUn abrazo,
Desde luego, se pueden aprender muchas cosas de Béjar leyendo tus escritos. Tal vez debieras presentarlos a las escuelas del municipio.
Me ha gustado la exposición de motivos para lograr el título de ciudad, Y me ha hecho gracia de que "no hay partidos que se hostilicen" No sé si será lo mismo en estos tiempos.
Un abrazo
· LMA · & · CR ·
Hola Carmen:
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la argumentación para solicitar la "gracia" de la reina.
Muy interesante está saga.
Besos
¿De quién partió la idea? Pues quizá de todos esos personajes preclaros juntos.
ResponderEliminar¿Béjar estaba harta de cortapisas por parte de Salamanca y quiso anexionarse a Avila?
O quizá jugó sus cartas a varias bandas al solicitar también el nombramiento de ciudad. Un episodio bien planeado, por el cuidadoso tono del documento que reproduces, ensalzando o evitando, según conviniera, ciertos pasajes de su Historia.
Y de gran interés por varias razones, en la que no es menor ser un modelo de cómo manipular el ego de los poderosos recordando, con pinceladas más o menos sutiles, los servicios prestados.
Besos, Carmen.
Hola Carmen, encuentro tus entradas muy interesantes y me encanta conocer las opiniones de tus seguidores.
ResponderEliminarDe todas formas José Sánchez Ocaña gozaba de prestigio como abogado y político y no es de extrañar que quisiera que Béjar fuera ciudad, siendo él oriundo de la misma, al igual que así engordaba su prestigio. Es de suponer que Isabel II conociera el progreso de Béjar, aunque sin muchos detalles-no creo que la realeza sepa con detalle cómo vive su pueblo-ni tampoco los políticos. La cuestión es que Béjar fuese nombrada Ciudad.
Gracias por tu visita.
Un abrazo
Carmen Preciosa narración, mis Felicitaciones como siempre por sus entradas Saludos
ResponderEliminarNo cabe duda que el primer expediente estaba redactado con esmero pues en pocos renglones cita todos los méritos de los bejaranos que no son pocos. Con respecto a que Isabel II no supiese donde estaba Béjar yo tengo mis dudas porque fue una reina bajo cuyo reinado se movió todo el proceso de mejora de las redes de comunicación, sobre todo las líneas ferroviarias, así como el proceso de industrialización y su crisis, crisis financiera que terminaría con su reinado. El papel importante de Béjar como núcleo industrial en la década de los 50 yo pienso que haría que el nombre de Béjar y su situación llegase a sus oídos.
ResponderEliminarMuy interesante tu entrada. Un saludo.
Hace mucho que no pasaba por tu casa, Carmen, pero por mis problemas de capacidad, pues siempre es interesante cuanto cuentas y como lo haces. Te felicito.
ResponderEliminarUn beso.
No sabía de las pretensiones y menos aún de los recelos de la Capital en que Béjar pasase a pertenecer a Avila
ResponderEliminarExcelente el expediente transcrito para promover el título de ciudad,. aunque me ha hecho gracia se glosara su servicios a la corona en las personas de Mª Cristina e Isabel, apenas 18 años antes de la revolución que acabó con la última en el exilio, y en la que Béjar se mostró tan activa. ¡Ay, si hubiera conocido el futuro!, jeje.
Fenomenal entrada, Carmen.
Un abrazo.
Su majestad en aquella etapa de la Historia de España poseía tantos problemas, creados por ella misma, que elevar a su gracia el hecho de reconocer la lealtad de los súbditos de una población honrada, trabajadora y fiel, es obligar a estos ciudadanos a una vergonzosa humillación. Todo debía de pasar a través de los amigos de amigos, pidiendo gracia a quien no la tenía. Su reinado fue tan nefasto como inútil y Béjar debió alcanzar esta famosa gracia no por solicitudes repetidas sino por el honor que le correspondía.
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo, querida Carmen.
Carmen Feliz Día de la Mujer. Saludos
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