Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.721 (16/01/2015), pp. 2 y 3.
Durante la guerra de Independencia muchos
fueron los patriotas que clamaron a favor de su rey, secuestrado en Bayona, y
en pro de las libertades basadas en la constitución de 1812. Dieron su vida y
su sangre por expulsar a las tropas francesas, provenientes de un país que
había sido el modelo de libertad y que ahora se había convertido en modelo de
oprobio y terror. Sin embargo, la vuelta de Fernando VII no significó para
ellos la recompensa y la gloria, sino más bien lo contrario. A través del
Manifiesto de los Persas, el monarca perseguiría todo conato de defensa de lo
expuesto y aprobado en Cádiz, implantando el Antiguo Régimen y lo que
representaba: la
Inquisición, la eliminación de derechos y libertades, el
predominio de la Iglesia,
entre otras. A partir de ese momento el peso del estado recayó sobre esos patriotas
llamados después liberales. Sólo en una ocasión durante el reinado de Fernando
VII la voluntad de los defensores de la libertad se impuso y para ello dieron
necesarias las armas en el breve lapso de tiempo del Trienio Liberal (1820-
1823), sinónimo también de inestabilidad y con un viraje hacia el
radicalismo que no supuso, en modo alguno, nada positivo para lo que la
ideología quería representar.
Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros de José Gisbert. Museo del Prado
El
regreso de Fernando VII, tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San
Luis, significó la vuelta del Antiguo Régimen en lo que los liberales llamaron
Década Ominosa. El rey no quería oír hablar de libertades, derechos,
constituciones y mucho menos de aperturismo del sistema, sinónimo de caos y
excesos. Se hacía preciso controlar a los liberales, enemigos del estado según
los gobiernos conservadores, organizados en torno a sociedades secretas para
hacer caer, a golpe de estado, un sistema opresor y caduco. En medio de este
pánico absolutista, en el que muchos fueron represaliados, encarcelados y
fusilados, se expidió a las Chancillerías la orden de que cada ayuntamiento
redactara una lista de personas peligrosas con el fin de mantenerlas vigiladas,
orden que llegó de manera efectiva a Béjar. Poco después, en 1824 se elabora
una “Lista de sospechosos
constitucionalistas[1]”,
esto es, defensores de la constitución de 1812, en la que figuran los nombres
de activos liberales protagonistas de la pasada experiencia del Trienio
Liberal.
Mayor
peligrosidad mostraban los casos de individuos declarados enteramente defensores
de la constitución, y no sólo voluntarios de milicias, como Pantaleón Alonso “constitucional, hablador y sin prosélitos”;
Andrés de Carvajal “voluntario de
infantería y malas ideas”; Sebastián Herrera “constitucional y administrador de tabaco jubilado” o Anselmo
Olleros “constitucional”. A Pedro
Aparicio, quizá por sus cargos y riquezas, se le exonera un tanto al
calificársele de “constitucional por
conveniencia y rutina”. Si tras la palabra constitucional se colocaba la de
“exaltado”, significaba que la persona se adscribía al grupo radical que había
tomado las riendas del estado en 1822 en medio del desorden y de una declarada
guerra civil. Este era el caso de Josef Candeal Agero “exaltadísimo” o Marcos Rodulfo “exaltado”.
Mención aparte merecen los denominados “comuneros”, es decir, aquellos que se
consideraban herederos de Padilla, Bravo y Maldonado, los rebeldes por
antonomasia hacia el sistema constituido. En este grupo se situaban Blas Agero
y Eusebio Rodulfo “voluntario exaltado y
se dice que es comunero”.
Desembarco de Fernando VII en el Puerto de Santa María (1823) de José Aparicio.
Caso
especial merecían los clérigos, porque dentro del estamento eclesiástico se
alzaron muchos guerrilleros contra el invasor durante la guerra de
Independencia y se mantuvieron dentro de la ideología liberal durante el
Trienio, a fin de conseguir el aperturismo del sistema. En Béjar es el caso de Fray
Isidoro Muñoz Amador “constitucional”,
de d. Salvador Gutiérrez “monje
secularizado y constitucional”, de
d. Agustín Neyla “cura párroco de
Santa María, constitucional moderado y diputado provincial de la de Salamanca”
y de d. José Sosa y Fray Blas Zamarreño “presbítero
constitucional”.
Milicianos nacionales en un café. Grabado de la época.
Si
en una escala de 1 al 10 hubiéramos de colocar a los personajes que figuran en
esta lista, quizá sean los que vamos a mencionar a continuación los más peligrosos, los merecedores de una mayor vigilancia por parte del estado.
Por ejemplo, Juan Sánchez de Adrián porque, además de constitucional, se le
consideraba “esparcedor de malas ideas”.
Los liberales se solían organizar en logias masónicas y sociedades secretas
para promover el golpe de estado, como bien se había comprobado en el triunfo
del Trienio Liberal. En el caso de Béjar es curioso comprobar que estos
personajes se correspondían con lo más granado de la sociedad. Por ejemplo, a d.
Pedro Bajo se le calificaba de “exaltado,
voluntario de caballería, reputado por masón y procesado por escritor público”,
al igual que d. Joaquín Martín Caballero “voluntario
de infantería, exaltado, uno de los que quisieron fundar una Sociedad
Patriótica” y al famoso d. Diego López, “voluntario de caballería exaltado y tenido por masón”. A pesar de
no figurar en esta lista añadiremos aquí el nombre de d. Josef Díaz Ocaña por
estar procesado en esos mismos momentos por la Capitanía General
porque “quiso fundar una Sociedad
Patriótica”, habiendo pertenecido a la Milicia Nacional.
Muchos
de estos hombres serían depurados a nivel nacional -si bien en Béjar salvo en
algunos casos contados no se produjeron conflictos de gravedad-, aunque en su gran
mayoría acabarían por integrarse en el sistema tras la muerte de Fernando VII,
momento en el que la corona ciñe las sienes de una niña de corta edad a merced
del ataque carlista, vinculado este al más rancio absolutismo. La solución de
la reina regente Mª Cristina de Borbón fue apoyarse en los liberales moderados,
grupo al que se adscribieron, en un viaje hacia el atemperamiento, la mayoría
de los que defendieron el aperturismo del sistema durante estos años oscuros.
[1] Archivo Municipal de Béjar: Documentación
suelta de 1824. Recomiendo consultar para conocer más sobre esta etapa MARTÍNEZ
DE VELASCO, Ángel. “España 1808- 1833”
en TUSELL, Javier y SÁNCHEZ MANTERO, Rafael (coords.) Historia de España. El siglo XIX. Espasa Calpe, 2004. Y CARR,
Raymond. España 1808- 1975. Ariel,
1990.
[2] ESTEBAN DE VEGA, Mariano. “Política y
sociedad en Béjar durante el siglo XIX” en HERNÁNDEZ DÍAZ, José Mª y AVILÉS
AMAT, Antonio (coords.) Historia de Béjar. V. II. Dip. Salamanca, CEB y
Ayuntamiento Béjar, 2013, p. 191. Es interesante también el artículo, publicado
en el mismo tomo, de MARTÍN RODRIGO, Ramón. Béjar
de 1808- 1833, pp. 157-186.
Los que habían apoyado al Rey y a la Constitución de 1812, se echarían a temblar con esa famosa lista de sospechosos constitucionalistas editada años más tarde, igual o peor suerte correrían los llamados Comuneros.
ResponderEliminarCariños.
Kasioles
Y si no eres de mi cuerda, eres mi enemigo.
ResponderEliminarDesde Ampurias, con un cacharro a pedales prestado, un saludo.
Tanta sangre derramada....tanto sacirficio!...para obtener este mal pago.
ResponderEliminarBesos
Si no comulgas con mi ideario, te elimino. Esa era la norma, desgraciadamente. saludos
ResponderEliminarEs lo que tiene el absolutismo, la libertad es considerada un peligro y quienes la defienden se convierten en enemigos.
ResponderEliminarUn beso Carmen
En el Archivo Municipal de Jaén se conserva una lista similar, que leí hace mucho tiempo, quizás de ese mismo año, aunque sin los detalles -tan valiosos en todos los sentidos- que aporta la relación publicada por usted. Se centraba en especial en los voluntarios más destacados de la Milicia Nacional.
ResponderEliminarSaludos.
Imagino que cualquier cosa serviría para ganarse el título de exaltado, tal como soplaban los vientos.
ResponderEliminarLo que ya me cuesta más imaginar es el cacharro a pedales prestado de Cayetano.
Buenas noches
Bisous
Sólo se me ocurre un gobernante reciente que supere o iguale el daño que El Felón hizo a España. La venganza contra los liberales de Cádiz y los héroes de la Guerra de la Independencia contra Napoleón es uno de los episodios más vergonzosos de nuestra historia. Hombre y mujeres que dieron su vida por España, por una España mejor, y por devolver a su trono al Rey y éste en cambio les pago con la muerte, o como mínimo la prisión.
ResponderEliminarUn saludo
El Felón y sus traiciones.A veces, me pregunto que si conforme le dio la espalda a favor de la monarquía absolutista.-¿Que clase de españoles seriamos hoy en día de haber progresado ...?-Porque mira que este malnacido creaba una polémica por donde pasaba. O conmigo o contra mi...
ResponderEliminarUn abrazo Carmen.
Cuenta la historia que con la restauración del absolutismo se cambió el nombre de las plazas de las ciudades. Aquellas que se denominaban Plaza de la Constitución pasaron a denominarse Plaza Mayor. Este debe ser un vicio que se mantiene a lo largo de estos dos últimos siglos en los que se trata de ignorar o cambiar la historia cambiando el nombre de nuestras calles, plazas y monumentos lo cual nos acerca bastante al mundo talibán y como mínimo a la puerilidad.
ResponderEliminarUn saludo
En estos y similares casos tan importante o más que la lista de los "peligrosos" sería conocer la lista de los que hicieron la lista; es decir la lista de los listos. Seguramente ese conocimiento pondría muchas cosas en su lugar.
ResponderEliminarUn abrazo,
Triste episodio ese de la restauración del absolutismo. Definitivamente hay quienes nunca debieron ser rey...o jefe de estado.
ResponderEliminarBesos.
El perfil de lo sucedido con Fernando VII provocará una sonrisa en bastantes lectores, porque las listas negras parece que no hay forma de eliminarlas en pleno siglo XXI.
ResponderEliminarAhora son más sutiles, hemos avanzado mucho. No se encarcela, no se fusila, basta con tender un manto sobre los disidentes a una determinada línea de pensamiento, ahogando sus voces en el silencio de los medios. Nombres de la política, el arte y la cultura a los que nunca se oye, luego no existen.
El epígrafe utilizado en el Béjar de 1824, “Lista de sospechosos constitucionalistas” posee una polivalencia que le permitiría seguir siendo válido hoy mismo en ciertos despachos. Muy bueno Miguel. Ha estado oportuno con lo de los listos de la lista.
Un abrazo
Siempre ocurre igual. Con independencia de las ideas y de la bondad de unas u otras siempre es lo mismo. Se puede ser condescendiente con el poderoso, aunque milite en el partido contrario, como ocurrió con don Pedro Aparicio.
ResponderEliminarUn saludo.
Era la "filosofía" que había, si no estás conmigo estás contra mi. Muy buen artículo Carmen. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
ResponderEliminarHola Carmen,
ResponderEliminarmagnífico artículo que he disfrutado de principio a fin. Un placer seguir vuestro blog.
Saludos