13 de junio de 2016

Cuatro ejecuciones y un perdón



Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Semanario Béjar en Madrid nº 4.749 (18/03/2016), p. 4.


            Al igual que en otros lugares de España, Béjar fue escenario de ejecuciones sumarias aunque parezca que un tupido velo haya desterrado de nuestro imaginario colectivo que tales sucesos pudieran haber tenido lugar en nuestro lugar de nacimiento. Dependiendo de si nos retrotraemos a la Edad Moderna o la Contemporánea, debemos caer en la cuenta de que la impartición de la justicia cambió de manos al albur de las transformaciones institucionales y políticas que fue alumbrando nuestro país, no sin derramamiento de sangre. En la primera, y hasta que se produce la abolición total de los señoríos en 1837, con algún intento fugaz en 1812, los duques administraban la justicia en sus dominios como señores de estas tierras y en su nombre el corregidor que atendía a causas civiles y criminales, dependiendo siempre de la Real Chancillería de Valladolid en la ejecución de la pena máxima. A partir de 1837 se van implantando paulatinamente los jueces de partido y jueces de paz, con un poder poco a poco más independiente del nivel municipal. 

Este Calvario, que luce hoy día en la Sala de Concejales del ayuntamiento de Béjar, presidió la capilla de la Cárcel Real desde la Edad Moderna por lo que estamos seguros de que, arrodillados ante él, pidieron perdón por sus pecados los ajusticiados antes de ir camino del cadalso. 


Vamos a retrotraemos al siglo XIX y a esos convulsos años de conflictos políticos y guerras civiles constantes en la lucha por el poder entre carlistas y liberales. Es una época de progreso económico, de fábricas en pleno esplendor, de aluvión de mano de obra, de inmigración y de pobreza. Béjar se estaba transformando a pasos agigantados sin que apenas diese tiempo de alojar a tal cantidad de inmigrantes procedentes de otras regiones de España, la mayoría de las veces sin oficio ni beneficio, prestos a ganarse la vida como fuese, aún a riesgo de caer en la ilegalidad. En los libros de actas del consistorio, y hasta que se implanta una Justicia completamente independiente del poder local, aparecen consignadas algunas ejecuciones de presos que pasaremos a relatar. 



Pero antes de nada debo aclarar que desconozco el lugar en el que se practicaban las ejecuciones. Probablemente fuese un lugar público, a las afueras de la villa o bien a intramuros, aunque no descarto que fuese dentro del propio edificio de la Cárcel Real, hoy ayuntamiento. La imaginación nos lleva a situarla en la Plaza Mayor, justo frente al consistorio. Sabemos que en 1856[1] se procedió al traslado del lugar de los suplicios, pero no nos dice dónde se encontraba anteriormente. En todo caso, y dado el gusto por lo morboso del público, las gentes acudirían en masa para contemplar las ejecuciones cual si fuese una corrida de toros, un partido de fútbol o un concierto de rock. 


            Es el 15 de julio de 1828[2] y un mensajero llega a uña de caballo a la casa del presidente del consistorio y corregidor, Vicente Sanahuja y Mey, portando una misiva que le llena de zozobra: la Real Cancillería de Valladolid exige al ayuntamiento aplicar la pena máxima, garrote y horca, a José Martín y a su esposa Luisa Hernández, naturales de Tejeda y Frades respectivamente, que se encontraban encarcelados en la Cárcel Real de Béjar por haber dado fin por muerte con violencia a José García. Ante tamaña seriedad del caso, el corregidor convoca a los restantes miembros del consistorio y allí, en misma la casa, celebran un pleno extraordinario y se decide lo que es imperativo legal: obedecer sin rechistar a la Real Chancillería, máximo órgano judicial del que dependía Béjar. Así pues los acusados fueron ejecutados sin posibilidad de redención. 




            Poco después, en 1842, y en sesión de 30 de marzo[3], se pone en común que se debe “poner en este día en la capilla de ajusticiados a Francisco Sánchez, alias Franciscola, vecino de Valbuena, para sufrir la pena de garrote vil según real provision secreta de la Audiencia Territorial. Acordó el Ayuntamiento que para conservar el orden y tranquilidad publica si pudiera alterarse con este motivo se encargue a los Alcaldes de Varrio redoblen su vigilancia patrullando el dia primero del entrante abril por las calles de la población, no solo durante la ejecución del garrote, sino después hasta el entierro del cadáver, verificando lo mismo por su parte los celadores o serenos”. También se moviliza a la Milicia Nacional y a sus caballerías para mantener en todo momento el orden. No se deja nada al azar, ni siquiera el aspecto religioso: “que el Abad y cofrades de la piadosa Cofradía de Misericordia de esta villa egecuten con el reo y su cadáver de asistencia y demás actos de caridad que requieren estos casos hasta la sepultura del ajusticiado, que se oficie al Sr. Vicario Eclesiástico para que todos los Clérigos establezcan la asistencia por horas en la capilla, el que haya de acompañar al reo y haya de predicar la oración análoga después del acto”. Incluso el Ayuntamiento en pleno y los señores alcaldes deberán permanecer encerrados en el edificio con el fin de estar atentos a cualquier novedad. 




            No fueron los únicos casos consignados en los libros de actas municipales del siglo XIX. En 1856 se notificó el ajusticiamiento de Gabriel Álvarez, de Puerto de Béjar[4].


            Con la llegada del Sexenio Revolucionario y la reforma política que trajo consigo la revolución de 1868, de la cual fue Béjar un exponente y modelo para toda España, en 1869[5] el Ayuntamiento pide al diputado a Cortes abolir la pena de muerte para un reo, Simón Sánchez, natural de Peromingo, que cumplía condena en la Cárcel de Béjar. Parece ser que el Ministro de Gracia y Justicia, por aquel entonces Manuel Ruiz Zorrilla, manifestó su conformidad con la idea prometiendo “solemnemente ante las Cortes de que no se levantará el cadalso en las actuales circunstancias. La supresión de la pena máxima duro un soplo: con la Restauración volvió a implantarse en España. 

          





[1] Libro de actas del ayuntamiento de Béjar. Sesion de 17 de enero, f. 177v. Sig. 1.620.
[2] Este caso ya se comentó en el artículo CASCÓN MATAS, Mª Carmen. “El corregidor de Béjar, Vicente Sanahuja y Mey: el embellecimiento de Béjar y la amenaza latente del liberalismo (1825-1831)”. Béjar en Madrid, 4.724 y 4.725 (6/03/2015 y 20/03/2015).
[3] Libro de actas del ayuntamiento de Béjar. Sesion de 30 de marzo, f. 23v. Sig. 1.620.
[4] Libro de actas del ayuntamiento de Béjar. Sesion de 17 de enero, f. 177v. Sig. 1.620.
[5] Libro de actas del ayuntamiento de Béjar. Sesion de 2 de marzo, f. 34v. Sig. 1.624.

16 comentarios:

  1. Muy buena pincelada de historia bejarana. Desde Chile, JZR.

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  2. Excelente información. Aunque tenga un carácter local nos permite extrapolar comportamientos similares a lo largo y ancho de país.
    Sería interesante conocer las garantías procesales con que contaban esos desgraciados. Dese luego, no creo que muchas.

    Un abrazo

    · LMA · & · CR ·

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  3. Según estaba leyendo el texto no podía quitarme de la cabeza la canción de Chicho Sánchez Ferlosio:
    "Cazadores de ciudad
    que nunca os veis satisfechos
    no me matéis en la jaula
    profunda donde estoy preso.

    Matadme en un sitio claro
    de las montañas de Gredos
    un sitio que corra el aire
    y la vista llegue lejos.

    Que lleven allí el garrote,
    la silla y los aparejos,
    que vaya el juez con su coche
    a hacer el levantamiento.

    Que dejen a los paisanos
    que suban desde los pueblos
    que vean matar a un bicho
    que lo tienen ya sujeto.

    Que me sienten en la silla,
    que me amarren con los cueros,
    mirando para Madrid,
    aunque yo no pueda verlo.

    Maldito seas Madrid,
    tu corte y tu parlamento.
    Maldita sean tus leyes
    y los que las hayan hecho"

    Estremecedor artículo, Carmen.
    Saludos

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    1. Genial la letra de la canción. Viene al pelo de esta entrada estremecedora que trata del siglo XIX pero que bien pudiera haberse referido, con descripciones casi idénticas, al siglo pasado.
      Un saludo

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    2. Más vale tarde que nunca y antes que Carmen baje esta excelente pincelada, también encontré muy apropiado el aporte de Xibeliuss que me motivó a buscar a Sánchez Ferlosio en la red. No lo conocía. Gracias y atte.,
      JZR., desde Chile.

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  4. Semblanza de la España más terrible, despiadada y vengativa. Tiempos tremendos aquellos, algunos no tan lejanos.
    Un saludo, Carmen.

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  5. Ejecuciones similares, se realizaban en Venezuela, durante la última mitad del siglo XIX, sobretodo durante la dictadura guzmancista. Y en el siglo pasado durante la dictadura más larga de Venezuela (Juan Vicente Gómez). Los "enemigos" del régimen era ejecutados, despiadadamente

    Besos

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  6. Las personas incómodas se eliminaban alegremente en actos públicos para que la gente supiera a qué atenerse. Reinaba el miedo, la vida no valía nada. Todas las villas han tenido cárceles en las que cuando ahora se visitan de turista, aún se nota esa energía de dolor latente.

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  7. Con el miedo y el castigo era una forma de imponer sus voluntades: o conmigo, o contra mí.-Esta España nuestra siempre ha sido un devenir buscando una justicia a su manera y no hace tanto que el hecho de tener que ir de una provincia a otra buscando el sustento los más desfavorecidos eran carne de cañón de estos déspotas.

    Un abrazo a ver si en la próxima entrada ya tenemos gobierno...?

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  8. Con los cambios políticos las leyes van y vienen, así que la pena capital, con la Restauración, tuvo que ser implantada de nuevo, como no podía ser de otra forma.

    Saludos

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  9. Cuando el proceso se explica así, sencillamente, impresiona.

    Dejando aparte las consideraciones morales, lo que realmente hace desechar esa pena es su inutilidad, su falta de eficacia como único factor disuasorio del delito, en lugar de potenciar la educación. Una muestra de que la pena de muerte es una política fallida la protagoniza Estados Unidos con casi 15.000 homicidios en 2013, un porcentaje de 4,7 por cada 100.000 h. Mientras su fronteriza Canadá, sin pena de muerte, con cultura y nivel de vida similares, tuvo ese año 505 homicidios, 1,4 por cada 100.000 h. Es evidente que la pena de muerte no soluciona nada.
    Saludos.

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  10. Un tema, éste, el de la pena de muerte que daría para muchas discusiones y de diverso tipo. Lo cierto es que hoy lo único que nos queda es tomar buena nota de los hechos porque, pretender juzgarlos con nuestra mentalidad actual, en un tiempo y unas circunstancias diferentes, me parece un ejercicio vacuo. Aprendamos de la Historia, eso sí.
    Un abrazo,

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  11. Espectacular información Saludos Carmen

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  12. Unos acontecimientos tristes de nuestra historia, el ajusticiar a gente sin demostrar claramente su culpabilidad.Y lo que más me estremece es pensar que ese tipo de hechos se hacían el la plaza del pueblo en presencia de todo el mundo. Terrible época que vivió España.
    Interesante entrada Carmen .
    Besos.
    Puri

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  13. De aquellas ejecuciones, fueran donde fuesen y por cualquier procedimiento que se usase, además del reo, siempre me ha impresionado el papel del verdugo profesional. Algunos tenían el cargo asegurado por herencia, como el famoso Sansón, en la revoluciona francesa, el más famoso verdugo de una dinastía de ejecutores en Francia.
    Un saludo.

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  14. Lo terrible es que la cuestión de fondo, la pena de muerte, aunque ya no en España, sigue presente en tantos lugares en la actualidad, y algunos de ellos supuestamente civilizados. En muchos sitios sigue siendo un espectáculo. Y aunque hoy el reo cuente con garantías procesales, los errores judiciales también continúan existiendo con más frecuencia de la deseada, por desgracia.

    Buenas noches

    Bisous

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.