Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.791 (15/12/2017), p. 4.
Hace un par de años
Alberto Bravo Martín me envió la referencia de un curioso hallazgo encontrado por casualidad,
quizá consultando bibliografía para alguna de sus publicaciones por internet
(es el fundador y autor de un blog dedicado al reinado de Carlos II). El
documento narraba la curiosa historia de un milagro ocurrido en la prisión de
Béjar por medio de la intercesión de la Virgen de la Peña de Francia (término municipal de El Cabaco, Sierra de Francia, Salamanca) en 1481 y
estaba recogido en un libro escrito por el padre Alberto Colunga O.P. y editado
en Salamanca en 1968[1].
Virgen de la Peña de Francia. Siglo XVII. Autor desconocido
Colección Museo de la Historia Mexicana
Imagen sacada de aquí
Dice así:
«En Béjar estaba preso un hombre, llamado Álvaro de San
Juan, por mandato de la duquesa de Plasencia; la cual, según a muchos parecía,
tenía gana de matarlo. Estuvo preso desde un domingo hasta un sábado a media
noche.
En todos estos días veía que todos cuantos venían a
visitarle iban muy tristes por lo que oían decir en la villa, aunque a él no le
osaban decir su peligro. Supo, además, que don Joaquín, don Diego, don
Francisco, yernos del duque, sus hijos, Gutierre de Carvajal, un hermano suyo,
el doctor de Zamora y otros muchos nobles, tanto hombres como mujeres, habían
rogado a la duquesa que lo mandara soltar, y no lo habían conseguido. El
viernes en la noche entró en la cárcel el alguacil Tomás de Transmonte y le
dijo: Alegraos que antes del tercer día sois fuera de la cárcel, del todo
libre. Pero, juntamente con esto le miro muy bien la cadena y el pie, a ver si
la tenia limada, y dijo que aquello lo hacía por dar buena cuenta de sí.
Imagen de la Virgen de la Peña de Francia
Ido el alguacil, se levantó de la cama en que estaba
acostado, y se puso en una ventana, y comenzó a pensar si por ventura la
Duquesa lo quería matar, aunque no tenía hecho porqué. Desde la ventana do
estaba parescía la Sierra de la Peña de Francia, e como la vio con claridad de
la luna, comenzó con grandes gemidos e muchas lágrimas a encomendarse a Nuestra
Señora e decir: O Señora, santa María, Madre del Salvador, pues que señora, libertas
a los que están en tierras de moros, e a los que están en otras cautividades e
prisiones cuando a vos se encomiendan e los sacáis de grandes trabajos e
fatigas; vos Señora que guardad e me sacad desta prisión porque temo morir por falsas
relaciones que me han revuelto e puesto mal con esta Señora. En estas pláticas
de devoción estuvo toda la noche sin dormir sueño, siempre rezando y sollozando
[…].
E estando así vinieron allí un Alonso de Ávila,
despensero de la duquesa y un criado e otro hombre de Plasencia, los cuales, a
su parecer, no vinieron ni estaban año sino para guardarle, porque estos habían
sido en prenderle. Pero plugo a Nuestro Señor, por ruego de su bendita Madre,
dar tanto sueño a aquellos e que le guardaba aquella noche que el salió
libremente sin que lo sintiesen. E primero se supo en la plaza, que en la
cárcel lo echasen de menos. Y así vino en paz hasta la casa e monasterio de
Nuestra Señora de la Peña de Francia a 10 días de agosto de 1481, e juro en
forma todo lo sobredicho en presencia de los religiosos e lo firmo de su nombre
e cumplió los 30 días que había prometido de servir a Nuestra Señora en su casa».
Santuario de la Virgen de la Peña de Francia
Imagen sacada de aquí
Quien ostentaba el título de duquesa de Plasencia en 1481
era Leonor de Pimentel y Zúñiga, segunda esposa del primer duque de Plasencia y
de Béjar Álvaro de Zúñiga y Guzmán. El lector habrá podido deducir que los
esposos poseían lazos de consanguinidad, pues eran tío y sobrina. De Álvaro San
Juan poco o nada se sabe, pero bien pudiera ser caballero principal y no un
preso común, posibilidad que podemos barajar al ponerse de su lado la mayoría
de los parientes de la duquesa. Se cita a un tal Diego, que pudiera ser su
hijastro Diego de Zúñiga, prior de San Marcos de León, y a Francisco, otro
hijastro, señor de Mirabel. La abundancia de nombres con apellido sirve al
narrador para dar credibilidad al milagro, Alonso de Ávila, el doctor Zamora,
Tomás de Trasmonte o Gutierre de Carvajal, al igual que pone por testigos a los
frailes del santuario. Y jura que lo antedicho es verdad y además rubrica el
testimonio para que se sepa que lo avala y da por bueno.
El lugar en el que tiene lugar el milagro es la cárcel de
Béjar desde donde se ve, a lo lejos, el monte del santuario de la Peña de
Francia. Su situación parece ser un lugar elevado, ¿el palacio ducal? Desde
luego está al lado de una plaza, ¿el antiguo consistorio? Al preso le tiene
aherrojado a la pared, con una cadena que le ata el pie a los muros de la
prisión. Cada día el alguacil comprueba que no haya limaduras y que su fijación
es perfecta. El prisionero tiene el consuelo de poder ver a lo lejos el paisaje
y la luz del sol mediante una ventana, suponemos enrejada. Recibe visitas que
le cuentan su situación.
Interior del santuario. Imagen de wikipedia
El milagro viene precedido de un anuncio, estará libre
después del tercer día, y sucede tras rezar a la Virgen con muchas lágrimas y
sollozos, insuflando a los captores un sueño que permite al preso huir sin que
se perciban de su partida. Y como pago a los favores de la Virgen el preso,
ahora libre, decide refugiarse en el convento de la Peña de Francia y ejercer
como criado durante un mes.
No todos los días sucede un milagro y menos en favor de
un preso. ¿Qué acusación caía sobre Álvaro San Juan para que él se considerase
inocente y la Virgen mediara a su favor? La mala de esta historia, la bruja del
cuento, resulta ser la duquesa doña Leonor. ¿Qué pensaría cuando se extendiera
la voz del milagro sucedido?
[1]
COLUNGA, Padre Alberto, O.P: Santuario de
la Peña de Francia, Salamanca, 1968, pp. 116-117.
No sé si es historia o leyenda, pero lo que sí es cierto, es que Leonor de Pimentel era una "bicha" de mucho cuidado.
ResponderEliminarBoa tarde, fiquei a saber da historia que relata, desconhecia a mesma, saio daqui mais rico.
ResponderEliminarContinuação de feliz semana,
AG
Como el título de aquella película de Berlanga, "Los jueves, milagro". Aunque en este caso, sucede en la medianoche del sábado. Que sea un milagro es difícil de creer; pero que la duquesa fuera una persona enrevesada y el condenado un pobre infeliz seguro que sí.
ResponderEliminarUn saludo.
Eso, ¿qué motivos tenía la duquesa para desear acabar con su vida?
ResponderEliminarDejemos correr la imaginación.
Resulta que buena parte de la familia de la duquesa, más un médico y diversos nobles, damas y caballeros, rogaban a Doña Leonor su perdón. Pero ella, erre que erre, seguía exigiendo la muerte del reo de no se sabe qué, porque ella guardaba silencio sobre el motivo.
Buen tema para una novela, Carmen.
Recomiendo "La Duquesa y el Deán-Historia de una Ambición", del placentino Jesús Vicente Cano, 2011 (Pinceladas de Historia Bejarana 01/02/2016) Atte., JZR.
EliminarBuen retrato en breves pinceladas, estimada Carmen. Es obvio que una personalidad como la de doña Leonor haya sido objeto de tanta leyenda y hasta de milagros (la resurrección de su hijo Juan). Alcanzó a ser duquesa de Béjar por algunos meses, y estaría enterrada junto a su marido en la iglesia de San Vicente Ferrer (Sto. Domingo) de Plasencia al lado del evangelio. Dicen también que era de gran belleza, muy deteriorada al fin de sus días por una enfermedad que la hizo engordar descontroladamente a punto de tener que ser transportada en palanquín. Murió de poco más de 60. Saludos, JZR.
ResponderEliminarDel genio, ni hablemos... JZR.
EliminarLo que nos cuentas de la duquesa Leonor me parece interesantísimo, digno de ser biografiado con detallismo para este blog. ¿Te animas y nos cuentas más sobre la duquesa?
EliminarUn beso
Me empeñaré, estimada Carmen. Saludos, JZR.
EliminarLo que ha quedado en un misterio, es la causa por la que dicha señora tenía tanto empeño en acabar con su vida...quizás era testigo incómodo de uh hecho que la comprometía.
ResponderEliminarBesos
Con tantas personas intercediendo por él, más que un milagro, tuvo que ser alguno de ellos el que mandó a liberarlo; por mucho que digan los frailes del santuario, a quienes siempre les venía bien eso de los milagros.
ResponderEliminarUn abrazo, Carmen.
A mi me ha parecido que la doña tenía algún oscuro pasado con el reo...quien sabe que sería para desear la muerte de este señor.
ResponderEliminarEn todo caso hubo milagro.
Besos
Una actitud que demuestra mando en plaza. Sin duda.
ResponderEliminarLa fe no sólo mueve montañas, hasta cadenas rompe.
ResponderEliminarSaludos.
Mucho poder tenían los nobles en aquellos tiempos, pero la iglesia era un buen contrapeso y de alguna manera siempre llevaba el ascua a su sardina.
ResponderEliminarSaludos.
Me quedo con la duda ¿Qué misterio guardaba ella para empecinarse con la muerte del reo?
ResponderEliminar¿Les habría unido algún tipo de relación anterior?
Nos dejas un campo abierto para ejercitar nuestra imaginación.
Cariños.
kasioles
Eso del tercer día me lleva a pensar en la resurrección. Y en cierto modo así fue.
ResponderEliminarEntretenida historia.
Un saludo.