Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez
No se nombra al duque
de Béjar entre los nobles a quienes el cardenal Cisneros tuvo que mostrar los
cañones para sosegarles, pero la verdad es que la alta nobleza castellana estaba
inquieta por el vacío de poder a la muerte de Fernando el Católico, situación
de la que esperaba aprovecharse. Álvaro II de Zúñiga se había acercado a la
reina legítima Juana la Loca, pero una parte importante de su familia de la que
era pariente mayor, los Zúñiga de
Miranda del Castañar, se había adherido abiertamente a quien sería Carlos I de
España y V del Sacro Imperio Romano Germánico (Íñigo de Zúñiga
Avellaneda y Velasco, futuro cardenal, y su hermano Juan, futuro jefe de la
casa imperial, le fueron a buscar a Flandes)
Los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado en el patíbulo, de Antonio Gisbert Pérez. 1860
La rebelión de
los comuneros, que también habían recurrido a doña Juana en primera instancia,
representó una oportunidad a los nobles de poner coto a los poderes del nuevo
monarca, para su propia conveniencia por cierto, pero los desmanes que
empezaron a afectarles les convenció rápidamente de plegarse al partido
imperial. Carlos los había atraído, por lo demás, con títulos, prebendas y
honores considerables, muchos de los cuales recayeron en el propio duque de
Béjar y sus familiares.
Dos Grandezas de
España de primera creación (1520) y hereditarias para la Casa de Zúñiga: duques
de Béjar y condes de Miranda del Castañar.
Así las cosas,
Antonio de Zúñiga, Gran Prior de Castilla de la Orden de San Juan de Jerusalén,
Continuo de la Casa del Rey, hermano de Álvaro I y tío abuelo de Álvaro II,
tomó el mando del ejército imperial para combatir a los comuneros. En la
batalla para liberar a Toledo contó con mil
hombres de guerra, doscientos caballos y seis piezas de artillería
proporcionadas por su hermana Leonor de Zúñiga, duquesa viuda de Medina Sidonia
y condesa de Sevilla, quien por su parte desalojó en menos de tres horas a los rebeldes que se habían hecho fuertes
en el Alcázar hispalense (Ortiz de Zúñiga, Diego: Annales Eclesiásticos y Seculares de la Muy Noble Ciudad de Sevilla,
desde el año 1246 hasta el de 1671, Madrid 1677)
Recordatorio de Antonio
de Zúñiga cuando fue virrey de Cataluña, Capitanía General de Barcelona. Wikipedia
No terminó allí el
asunto para el duque Álvaro II, que tuvo que salir a defender ante el monarca a
un familiar que se había erigido en ideólogo de los Comuneros, según relata el
médico, ex alcalde de Salamanca y profesor de la universidad salmantina Jesús
Málaga Guerrero, en el artículo Los
líderes universitarios comuneros, publicado el 12 de septiembre de 2015 en
la edición digital de La Crónica de
Salamanca:
Cuatro
personajes universitarios destacaron con nombre propio en el conflicto con el
rey Carlos: Juan González de Valdivieso, Alfonso Zúñiga (sic), Francisco Maldonado y fray Juan de
Bilbao. Valdivieso ostentaba el cargo de bedel mayor, Alfonso de Zúñiga fue
encargado por la Junta de exponer a la reina Juana la situación real de
Castilla, Francisco Maldonado era el titular de la Conservaduría de la
Universidad y Juan Bilbao pertenecía al tribunal universitario. Muchos otros
profesores, especialmente frailes, apoyaron a los comuneros, pero permanecieron
en el anonimato de sus comunidades.
Universidad de
Salamanca, que tuvo un seminario teológico fundado por María de Zúñiga, hija de
Álvaro I y tía y esposa de Álvaro II. Lacronicadesalamanca.com
El
doctor Alonso de Zúñiga fue uno de los ideólogos del bando comunero.
Catedrático de Derecho en la Universidad de Salamanca, miembro y procurador de
la Junta Comunera, representante de Salamanca y delegado ante la reina Juana en
Tordesillas. Desempeñó la cátedra de Vísperas de Leyes, una de las más
prestigiosas, la misma que ocupó con anterioridad Rodrigo Maldonado de
Talavera. Zúñiga fue también asesor del reino.
Batalla de Villalar
Alonso
pertenecía a la poderosa familia de los Zúñiga, condes de Miranda. Estaba
emparentado con el alto Clero, con el arzobispo de Toledo, y vinculado con los
Fonseca. Trabajó conjuntamente con otros profesores de las universidades de
Valladolid y Salamanca para dotar a los sublevados de un corpus ideológico que
sustentara jurídicamente las decisiones de la Junta. En su intervención ante la
Reina, Zúñiga sancionó a Juana como reina legítima que había sido apartada del
poder. Para los comuneros, esta retirada real había dado como resultado el
saqueo de Castilla por los flamencos. Zúñiga permaneció de rodillas en
presencia de la reina que escuchó su disertación de pie…
La reina doña Juana la Loca recluida en
Tordesillas con su hija doña Catalina por Francisco
Pradilla, 1906. Museo del Prado.
Apoyándose en las opiniones
vertidas por Alfonso Zúñiga, la Junta demandó del rey autonomía para las
Cortes. Si el rey causaba daño al reino, el reino debía actuar para proteger al
rey de sí mismo y de sus posibles errores. Este axioma partió de Zúñiga y de
otros profesores de las universidades de Salamanca y Valladolid. Para ellos, el
poder residía en el reino, que era entregado temporalmente al rey, pero el
pueblo podía recuperarlo siempre que el soberano no se atuviese a la justicia.
Según algunos historiadores, la revuelta comunera, asumiendo estos principios
ideológicos, se puede considerar como la primera revolución moderna. El doctor
Alfonso de Zúñiga en 1521, cuando estaba sometido al proceso judicial por su
pertenencia al bando comunero, falleció antes de que se dictara sentencia. Fue
perdonado (?) por intercesión de nobles influyentes entre los que se
encontraba el duque de Béjar.
Para tener una
visión más general del tema valdría la pena leer Los Comuneros, de Joseph Pérez, historiador e hispanista nacido en
Francia, hijo de inmigrantes valencianos y doctorado en historia con la tesis La révolution des “Comunidades” de Castille
1520-1521, publicada en 1970 por el Institut
d´Etudes Ibériques et Ibéro-Américains de l´Université de Bordeaux. La
edición promocionada en la red por un blog de nombre tan peculiar, lleva en la
portada el óleo Los comuneros Padilla,
Bravo y Maldonado en el patíbulo, de Antonio Gisbert Pérez, 1860, que está
en el Congreso de los Diputados de Madrid.
¡Me encanta esta parte de la historia de España! Muy interesante tu entrada. Un abrazo.
ResponderEliminarEra mal visto este rey por parte de los castellanos por no haberse criado en Castilla, era considerado como extranjero.
ResponderEliminarEs una parte de la historia bastante interesante. A partir de Felipe II, vino el declive de los reyes con dejar el gobierno de la nación en mano de los validos.
Besos
Una revolución que quedó en nada, aunque sembró la semilla que florecerá mucho después.
ResponderEliminarSaludos.
Un momento histórico del que poco sé. Son los primeros años del imperio español... Perdonado después de muerto???
ResponderEliminarBesos
Pensé lo mismo al releerlo... JZR.
EliminarBueno, sin ánimo de entrar en polémicas, por otro lado innecesarias, he de concluir que en cuestiones de historia todo depende del lado desde el que leas. Yo, por ejemplo, nunca diría que "tomó el mando del ejército imperial para combatir a los comuneros", sino que tomó el mando del ejercito del usurpador para combatir a los defensores del pueblo y de la legítima reina, doña Juana; todo ello sin entrar a valorar como el usurpador era nada más y nada menos que el hijo de la reina Juana, confabulado con su abuelo y padre de la reina, para encerrar de por vida en una cárcel de Tordesillas a la madre que lo llevó en sus entrañas y tuvo la desgracia de parirlo. Como tampoco diría "la batalla para liberar Toledo", sino la batalla para, en todo caso, esclavizar Toledo, último bastión de libertad y resistencia al usurpador; aún perdura en la memoria de muchos castellanos el nombre de doña María Pacheco, viuda de Padilla, y, al recordar que contra ella iba dirigido ese ejército tan bien pertrechado, no podemos hacer otra cosa que gritar ¡Viva doña María!.
ResponderEliminarUn abrazo,
Muy cierto, Miguel. Veo que apoyas firmemente a Padilla y a doña Juana a pesar de l paso de los siglos. Habría que jugar a las ucronías para saber qué hubiera pasado si los hados no se hubieran confabulado para que Carlos ganase la guerra y derrotase a los partidarios de la legítima reina de Castilla...
EliminarUn saludo
Los hechos, Carmen, nos guste o no, se desarrollaron de determinada forma y de nada sirve ahora hacer hipótesis sobre lo que habría podido suceder si se hubieran dado de otro modo. Asumo nuestra historia tal como se ha desarrollado entre otras cosas porque no queda más remedio. Ahora bien, dentro de esa historia está también el hecho de que Carlos I sube al trono como consecuencia de una siniestra conspiración en contra de su propia madre, la reina Juana y que su victoria contra los comuneros supuso el ataque definitivo y mortal contra la autonomía de las Cortes. Es más, también es un hecho histórico que ni siquiera en la victoria supo ser magnánimo, sino que se manifestó como un emperador autoritario, cruel y vengativo. La que si es cierta y hay que quitarse el sombrero ante ella es la gran habilidad de nuestra casa ducal para cambiar de bando en el momento más oportuno en todos los momentos importantes de la historia (vease el conflicto entre Juana la Beltraneja e Isabel de Castilla o, en este caso, entre la reina Juana y Carlos I). Observarás, Carmen, que me resisto a decir Juana la Loca y que me refiero siempre a la reina Juana en la que confluyeron las coronas de Castilla, Aragón, Navarra, Granada y otros señoríos, como el de Vizcaya que ya estaban integrados en la corona de Castilla. Su supuesta enfermedad mental hace ya tiempo que está seriamente cuestionada.
EliminarPero lo dicho, las cosas son como son y no sirve de nada hacer hipótesis indemostrables sobre cómo pudieron haber sido.
Un fuerte abrazo y gracias por tu paciencia.
Lamento haber aplicado el epíteto a la reina Juana, a la que también siempre he defendido. Respecto a la apreciación sobre la casa ducal, la comparto y agrego que soy testigo de que características psicológicas, positivas y negativas, alcanzan a generaciones actuales del mismo linaje y apellido. Recomiendo entrada anterior de Carmen Cascón aquí mismo. Atte., JZR.
EliminarPor supuesto, Miguel, y a eso me refiero con que, a pesar de que hagamos ejercicios virtuales como la ucronía, que no es más que un recurso que nos puede servir para escribir literatura, la historia no se puede cambiar aunque lo deseemos con todas nuestras fuerzas. ¿Intereses, bandos, ansias de poder? Todas estas variables se conjugan en este y en todos los periodos de la historia, sobre todo si de poder medio había un obstáculo al que vencer: una mujer. La locura de doña Juana bien pudiera deberse a un estado de profunda melancolía o de depresión que entonces se consideraba locura. Pero cualquier otro motivo podría haber esgrimido Carlos para llegar al poder. Me temo que la familia era lo de menos. Peor no achaco toda la culpa a Carlos, porque lo mismo hizo Fernando el Católico sin despeinarse, su propio padre, y Felipe el Hermoso, su marido. Una mujer frente a tres codiciosos hombres. Me temo que jugaba en franca desventaja.
EliminarUn saludo
Hay veces que se lucha y no se llega a verse los resultados, así pasó para el tal doctor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mientras más me informo sobre este periodo, más dificultades tengo en decantar la razón a uno u otro lado de la historia. Lo único que veo claro son los múltiples intereses que se movieron y que los peor parados fueron los más idealistas. Como siempre, por cierto.
ResponderEliminarSaludos.
Yo he aprendido que la historia es pluridimensional, aunque es cierto lo que opinas de los idealistas. Muy atte.,
EliminarJZR.
Tengo el libro de Joseph Pérez. Aclara mucho sobre los comuneros y la lucha que derivó en la derrota de Villalar. Da una visión diferente de lo que he leído en otras libros.
ResponderEliminarUn saludo.
Me alegra encontrar un par...
EliminarUna época un tanto convulsa la Castilla de hace 500 años en la que creo se hizo todo posible para que no reinara Juana por una posible demencia. En Castilla había tradición de reinas aunque como en el caso de Juana llegasen por rebote, si bien siempre fue el varón el privilegiado.
ResponderEliminarPor cierto creo a la reina Juana se la tiene algo olvidada y por ejemplo de la casa donde nació su hija Catalina apenas queda el arco de la puerta.
Saludos.