6 de julio de 2019

Cuatro vergeles en el Béjar del siglo XVI (2ª Parte)


Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto

       Hubo dos momentos en la historia de Béjar en que la villa, desde el punto de vista urbano, fue pensada globalmente, es decir como un proyecto estético común, unitario y ambicioso. El primero de ellos tiene lugar en el siglo XVI auspiciado, claro está, por el ducado de Béjar. Es el momento en que no solo se erigen los edificios simbólicos del poder de la nobleza o se consolidan los enclaves religiosos, sino que también se establece  hacia ellos una relación armónica desde el resto de la población y su casco urbano civil[1]

 Muros y jardines de la calleja del Duque, antiguos vergeles de los Oviedo.

         El segundo se sucede en diferentes fases del siglo XIX con el desmantelamiento de la estructura señorial y la rápida alternativa burguesa que reinterpreta el casco urbano adaptándolo a los nuevos estilos y mentalidades. En ambos momentos Béjar se define y se presenta como una especie de villa o ciudad-concepto. Al respecto del primero de esos periodos históricos Miguel Sobrino afirmó, en su trabajo «La conservación de la arquitectura popular», que «en su antigua configuración, Béjar era por sí misma una gran obra de arte, una pieza maestra del urbanismo y de la adecuación de la arquitectura al paisaje. Contemplada como conjunto Béjar parecía el sueño de un urbanista del Renacimiento»[2].



      A esa época corresponde la consolidación de una ordenación urbana no muy frecuente en Castilla: el desarrollo longitudinal de un largo eje oeste-este dibujado sobre el lomo que enmarca el cauce del Cuerpo de Hombre.  A través del eje discurre la calle Mayor uniendo iglesias, plazuelas, barrios y puertas de la muralla equidistantes, acompañada por otras callejas secundarias. Perpendicular a este eje urbano se desdobla otro eje visual, imaginario y más emocional que físico, el que se dirige repetidamente desde cada punto de vista del anterior hacia el monte. Aquí se inscriben y se insertan los vergeles, su sentido, su lógica dentro del espacio urbano como nexo con el espacio natural.

 Vergeles del final de la calle del Duque, traseras de las viviendas de la calle 29 de agosto


      Debieron ser ya frecuentes en aquel siglo XVI pero de ellos nos han llegado muy contadas noticias. En pleno barrio de la Mediavilla, es decir el barrio de la Antigua y lo que en principio fue el tramo inicial de esa inacabable calle Mayor[3], se situaron probablemente los primeros vergeles bejaranos que, adaptados a su propia evolución, han perdurado hasta hoy. La escasa reurbanización del barrio en los siglos XIX y XX ha permitido su mantenimiento. De esas contadas noticias rescatamos dos referencias históricas a sendos jardines de la zona, a través de las cuales intentaremos localizar el sitio que ocuparon.


       En primer lugar nos referiremos al vergel de los Oviedos, familia de hondas raíces hidalgas que, como solía suceder con los criados de la casa ducal, tenía en el siglo XVI sus propiedades e inmuebles hacia el oeste del palacio, es decir en la mencionada zona de la Mediavilla. Este espacio comprendía la parte occidental de la Alcaicería o calle de la Carrera, la calle entre el palacio y la iglesia de Santa María (hoy calle de los Curas) y la calle Mayor de Santa María y de Santiago hasta la Puerta del Pico. Allí, no lejos de la primera de las iglesias, estaban las casas principales del mayorazgo fundado por Pedro de Oviedo hacia el año 1560, que vendrían a ser heredadas después por los Nieto y los Bootello, descendientes de aquel y por los condes de Monterrón ya entrado el siglo XVIII. 

 Localización aproximada de la casa y vergeles de los Oviedo. Hacia el centro espacio que ocupaba el antiguo palacio obispal

       En la carta fundacional del mayorazgo se habla de «unas casas en la colación de Santa María […] y otras que lindan con estas mismas que son todas unas redondamente, que lindan con plazuela de Nuestra Señora y con casas de Álvaro de Zúñiga, vecino de esta villa».  Más adelante se indica que María Migolla, esposa de Antonio de Oviedo, vendió al mayorazgo «los corrales, parrales y vergeles y derecho de agua de ellos que están detrás de las casas de dicho mayorazgo»[4]

         Los parrales fueron un elemento muy habitual en las entradas de las casas bejaranas, mientras que ese derecho de aguas citado debió entrar en conflicto con el acaparamiento de estas por el duque para su palacio dejando a menudo huérfano de ellas a las fuentes y abastecimientos del barrio de la Antigua, allí donde estaban las casas y los jardines de los Oviedos. Estando sus casas principales en la acera norte de la calle 29 de agosto resulta que tal jardín con parrales, quedando en su parte trasera, tendría orientación septentrional, umbría y fría, algo poco común y nada propicio para el desarrollo de unos parrales o de un buen jardín. Por ello hemos pensado que aquel vergel debía corresponder más bien al de otras casas que el mayorazgo había adquirido justo en la acera contraria, también con salida a la plaza de Santa María y muy cerca del antiguo palacio obispal. El jardín se extendería por el sur hacia los sólidos muros que lo separaban de la actual calleja del Duque y otros caminos que terminaron por incorporarse a la propiedad. 

 Reaprovechamiento de piezas en el muro sur del jardín

      Tras pasar por los descendientes de los Oviedos y pertenecer a los condes de Monterrón durante los siglos XVIII y XIX, el jardín es vendido junto con el inmueble colindante a Diego López, industrial que acapararía en pocos años buena parte de los edificios de la zona. A sus herederos les correspondió la labor de reformar y actualizar el viejo vergel para convertirlo en el hermoso jardín actual en el que destacan varias coníferas de magnífico porte.


      En el otro extremo de la plaza de Santa María, hacia su salida oriental, debieron estar situados las casas y vergeles de María Daça y Cristóbal de Zúñiga, cuya localización intentaremos desvelar en el próximo artículo.










(Continuará)





[1] ALEGRE CARVAJAL, Esther: «Béjar como villa ducal» en Estudios Bejaranos, nº 4, CEB, Béjar 2000.
[2] Recogido en PUERTO, José Luis: La sierra de Béjar. Tradiciones, pueblos, paisajes y paseos. Edilesa, León 2008, p.144.
[3] La actual calle 29 de agosto fue llamada históricamente calle Mayor de Santa María o de la Mediavilla.

[4] Archivo Histórico Provincial de Salamanca, P.N. 966, ff. 74v, 79 y 83.

8 comentarios:

  1. Bonita historia de la casa de los "Rodri", vecina del palacio del obispo matamoros.

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  2. Me ha complacido la historia. Saludos

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  3. Al menos los espacios se han mantenido verdes. Tienen encanto estos jardines.

    Besos Carmen

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  4. Muy interesante, así que quedo a la espera de esa 3ª parte.
    Un abrazo.

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  5. Un interesante concepto que trata de integrar el campo y la ciudad a través de la transición que suponen estos jardines.
    Un abrazo,

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  6. Es interesante disponer de zonas verdes. Seguiré la continuación de la serie.

    Besos

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  7. Una forma de sofocar los calurosos veranos que por entonces también sufrirían.
    Yo recuerdo en muchas casas del pueblo haber parras y en algunas aún subsisten.

    Saludos.

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.