29 de junio de 2019

Cuatro vergeles en el Béjar del siglo XVI (1ª Parte)


Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto

El vergel es el estadio intermedio entre el huerto medieval, que era un espacio doméstico y de abastecimiento frutícola para la vivienda contigua, y el jardín moderno, ya un terreno evolucionado de ordenación arbórea cuyos usos son más contemplativos y estéticos que agrícolas. La aparición paulatina de este último a partir sobre todo del siglo XVI se relaciona con el nuevo espíritu y vínculo del ser humano con la naturaleza emprendido por el  Renacimiento y que evolucionaría estilísticamente con el paso de los siglos y el cambio de los gustos. 

 Casa de Clavijo en la Calle de Las Armas



La presencia de corrales o de huertos anexos a las casas de Béjar resulta una característica de inmemorial origen y que, desde luego, ya identificaría al urbanismo medieval de la villa[1]. Ello atestigua una economía en origen de autoproducción y consumo previa, tal vez, al afianzamiento de la producción de paños que en esa Edad Media solo era una disciplina artesanal más[2]. Debido al declive del terreno esos corrales o antiguos huertos bejaranos estaban limitados por la parte más lejana a la casa por un muro muy elevado que, al mismo tiempo, sostenía a modo de presa el terreno nivelado o escalonado. La localización de este espacio se situaba al norte o al sur de las viviendassiendo privilegiados los corrales con extensión hacia la solana, más productivos en el huerto y, después, más generosos y amables en el lucimiento de las plantas ornamentales, es decir en su evolución hacia el vergel o jardín. Es de suponer que estos balbuceos jardineros en las casas de Béjar reproducían la sobriedad (cuando no pobreza) característica de los edificios a los que acompañaban,  aspirando al mismo tiempo a emular la frondosidad del paisaje, en la medida en que el vergel tiene dos referentes imitativos, la arquitectura contigua y la naturaleza circundante. 

 Puerta principal de la casa de Clavijo


El vergel requiere, en tanto espacio ordenado por las mismas normas del Arte y necesitado de una percepción estética y completa, la inmediatez de un edificio suficientemente elevado para permitir su adecuada contemplación. Es decir exactamente como sucede en los casos de Béjar permitiendo desde esa percepción en altura una fusión visual del primer plano del vergel con el del paisaje verdadero, el del valle de Huertas, el monte castañar, la sierra…


Además de las obras ducales que en este sentido se desarrollan durante el siglo XVI existen varias referencias a la existencia de vergeles en algunas de las casas bejaranas de la época. Ello nos permite suponer que, aunque sin ser ni mucho menos generalizada, la sustitución de los viejos corrales por nuevos jardines salpicaba ya muchos de los espacios verdes junto al complejo urbano de la villa dándole  especial categoría y prestigiando a sus propietarios. 

 Posible cruz conversa en la jamba


La referencia más antigua que conocemos a vergeles civiles bejaranos data del año 1533 y quedó reflejada en el testamento de la duquesa viuda doña María de Zúñiga, donde mandó, entre otras muchas mercedes, al doctor Gonzalo Pérez, mi letrado, por los servicios que me ha hecho, las casas[3] en que al presente vive, que fueron de Rabí Simuel judío, con sus corrales y vergel, y todo lo a ellas perteneciente, para que sean suyas y haga de ellas lo que quisiere[4].  

¿Quién era aquel rabino? ¿Dónde estaban tales casas y vergel? Rabí Simuel, el personaje más respetado de la aljama bejarana, residía habitualmente en Hervás donde además de religioso de la sinagoga era médico. Tras el decreto de expulsión de los judíos sufrió el embargo de todas sus propiedades por parte del duque Álvaro II y fue apresado. Tras ser puesto en libertad viajó a Portugal regresando a Hervás el año 1494 ya convertido al cristianismo. Después de su muerte parece que la titularidad de su casa bejarana vuelve de nuevo al matrimonio ducal de don Álvaro y doña María[5]

 Jardines o vergeles de la casa

El edificio y el vergel fue propiedad después, ya en la segunda mitad del siglo XVI, del alcalde mayor y tesorero Gonzalo Suárez, tal y como lo manifestaron diferentes testigos contemporáneos de Suárez en cierto pleito recordando la antigua vinculación del inmueble con el rabino. Hernán López dijo que «tiene noticia de la otra casa que dice que fue de Rrabí Samuel, en la cual el testigo vio que tenía en ella el duque don Álvaro la caballeriza, la cual tiene la mitad de ella García López y la otra mitad el tesorero».  El platero Francisco de Rojas, por su parte, indicó que «tiene noticia de la otra casa que dice que era de Rrabí Symuel, y el testigo la vio poseer a Alonso González corçito, y ahora la tienen entre el tesorero del duque, Gonzalo Suárez, y García López»[6].  

Según consta en una escritura de compra municipal del año 1572[7] la casa y el vergel de Gonzalo Suárez se localizaban en la esquina entre la calle de las Armas y el inicio de la calle Colón[8]. La propiedad fue adquirida muy pocos años después por Juan Núñez Burgalés, mercader y también tesorero ducal, por la cantidad de 850 ducados, para convertirla en la principal casa de su mayorazgo[9]

 Mismo vergel

El edificio debió ser, en su momento, una dependencia anexa al palacio nuevo de los duques, cumpliendo funciones de caballeriza y residencia de funcionarios. Probablemente se comunicaba con aquel palacio a  través de una pasarela elevada que salvaba la calleja por donde hoy comienza la calle Colón. El jardín, extendido hacia el sur del edificio, obedece a las características antes señaladas incluyendo la posibilidad de ser percibido desde los miradores elevados de la vivienda a modo de belvedere clásico. Con todas sus transformaciones y modificaciones a cuestas el viejo vergel ha logrado llegar hasta nuestros días y parte de culpa de esa perdurabilidad la tuvo, sin duda, el que formara parte del mayorazgo de los Núñez Burgalés, lo que obligó a todos sus beneficiarios a mantenerlo en buenas condiciones. Los últimos titulares, el matrimonio de Micaela de Oviedo y Juan Clavijo, dieron nombre respectivamente a la calleja que allí nacía, hoy calle Colón, y al propio edificio, llamado popularmente casa Clavijo.




Continuará







[1] AVILÉS AMAT, A. «Algunas aportaciones al estudio del urbanismo y la vivienda medieval en Béjar» en Béjar en Madrid, números 4775-4782.
[2] La producción artesanal o manufacturera de Béjar fue muy importante y diversa hasta principios del siglo XVII, destacando los zapateros, herreros, sastres, cereros, veleros, espaderos, ballesteros, panaderos, cuchilleros  y, por supuesto, los tejedores.
[3] El uso del plural «casas» no indica que se trate de más de una sino que sus dimensiones eran considerables.
[4] Archivo Histórico de la Nobleza, Osuna, C.220, D-75-79, f.3v.
[5] HERVÁS, Marciano de: «Noticias sobre la judería y sinagoga de Béjar (Salamanca)» en Sefarad, 63, 2, 2003, pp. 331-370.
[6] AHN, Osuna, C.220, D. 2-7: Pleito mantenido por el colegio de San Guillermo con la casa de Béjar a causa de la propiedad de ciertos bienes, f.40v. y f.57v. El duque Álvaro II, en su momento, proyectó construir en estas casas un hospital tal y como manifestó en sus testificaciones don Francés de Zúñiga.
[7] Archivo Histórico Municipal de Béjar: Escritura de venta que el Exmo Señor Duque Dn Franco otorgó a favor de esta villa de una calleja pública que va de la plazuela y calle de las Armas al muro y cerca. 28 de abril de 1572.
[8] MUÑOZ, José: «Naturaleza versus artificio. El monte, El Bosque y otros jardines bejaranos del siglo XVI» en El Bosque de Béjar y las villas de recreo en el Renacimiento, GCSG, Béjar 1997 (Grupo Cultural San Gil), p.49.
[9] Archivo Histórico Provincial de Salamanca, Protocolo Notarial 965, f. 60.

12 comentarios:

  1. Un oasis de frescor, un regalo para los sentidos, un remedio frente al agobio estival, algo peculiar de la cultura mediterránea.
    Saludos y feliz verano.

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  2. ¡Qué bonitos los vergeles!Dan a las casas una sensación de frescor muy agradable. En mi pequeña ciudad también hay casas muy antiguas en las que se tenían estos pequeños terrenos dedicados a la naturaleza. Eran casas señoriales, de nobles o gente con poder adquisitivo importante. pero lo que era y es más común son los patios. Esos son algo típico, alrededor de los que se disponen las viviendas, como en las antiguas casas romanas. Son muy bonitos y los vecinos lo llenan de plantas y adornos. Da gusto entrar en ellos y ahora, en este tiempo de calor sofocante, dan un fresquito que es muy de agradecer.
    Un abrazo.

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  3. Yo la conocía como la casa de D. Ramón Coquilla, uno de los médicos más conocidos en Béjar en los años 50-60.

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  4. Impresiona muy cuidado. En estos tiempo s de calores extremos, estar en ese vergel debe ser una delicia.

    Besos Carmen. A cuidarse de estos calores

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  5. El uso de esos jardines fue una buena aportación para las casas señoriales. Es un buen espacio para disfrutar de arboleda y de zonas verdes dentro del mismo hogar.

    Besos

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  6. Puede decirse que Béjar mismo, en su conjunto, es un vergel.
    Un abrazo,

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  7. Siempre me llamó la atención esa casa. No sabía tuviera ese jardín dentro.
    Un abrazo.

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  8. Maravillosos espacios de paz, frescor, luz y belleza, me encanta la naturaleza y disfruto contemplando su verdor.
    Con este clima que tenemos en Castilla, hemos llegado a 44 grados hace unos días, la tierra ya está pidiendo agua y la naturaleza salvaje acusa la sequía, tengo que regar todos los días si quiero conservar algo verde y con vida.
    Cariños.
    kasioles

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  9. Así en Aranjuez y Versalles como en Béjar, buena idea la de subordinar el jardín o vergel, bella palabra, al goce visual que proporciona a los habitantes de los edificios patrimoniales. Voy a subir al piso superior a deleitarme contemplando mi higuera. Saludos.

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  10. Que bonito, me ha gustado visitarte. Un saludo desde Almería

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  11. ¡Qué maravilla eso hace más bellas a las ciudades! Estamos huérfanos de verde. Muy interesantes tus dos entradas sobre este tema.

    Abrazote utópico, Irma.-

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.