Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto
El vergel es el estadio intermedio entre el huerto medieval,
que era un espacio doméstico y de abastecimiento frutícola para la vivienda
contigua, y el jardín moderno, ya un terreno evolucionado de ordenación arbórea
cuyos usos son más contemplativos y estéticos que agrícolas. La aparición
paulatina de este último a partir sobre todo del siglo XVI se relaciona con el
nuevo espíritu y vínculo del ser humano con la naturaleza emprendido por el Renacimiento y que evolucionaría estilísticamente
con el paso de los siglos y el cambio de los gustos.
Casa de Clavijo en la Calle de Las Armas
La presencia de corrales o de huertos anexos a las casas de
Béjar resulta una característica de inmemorial origen y que, desde luego, ya identificaría
al urbanismo medieval de la villa[1].
Ello atestigua una economía en origen de autoproducción y consumo previa, tal
vez, al afianzamiento de la producción de paños que en esa Edad Media solo era una
disciplina artesanal más[2].
Debido al declive del terreno esos corrales o antiguos huertos bejaranos estaban
limitados por la parte más lejana a la casa por un muro muy elevado que, al
mismo tiempo, sostenía a modo de presa el terreno nivelado o escalonado. La
localización de este espacio se situaba al norte o al sur de las viviendas, siendo privilegiados los corrales con
extensión hacia la solana, más productivos en el huerto y, después, más
generosos y amables en el lucimiento de las plantas ornamentales, es decir en
su evolución hacia el vergel o jardín. Es de suponer que estos balbuceos
jardineros en las casas de Béjar reproducían la sobriedad (cuando no pobreza)
característica de los edificios a los que acompañaban, aspirando al mismo tiempo a emular la
frondosidad del paisaje, en la medida en que el vergel tiene dos referentes
imitativos, la arquitectura contigua y la naturaleza circundante.
Puerta principal de la casa de Clavijo
El vergel requiere, en tanto espacio ordenado por las mismas
normas del Arte y necesitado de una percepción estética y completa, la
inmediatez de un edificio suficientemente elevado para permitir su adecuada
contemplación. Es decir exactamente como sucede en los casos de Béjar
permitiendo desde esa percepción en altura una fusión visual del primer plano
del vergel con el del paisaje verdadero, el del valle de Huertas, el monte
castañar, la sierra…
Además de las obras ducales que en este sentido se
desarrollan durante el siglo XVI existen varias referencias a la existencia de
vergeles en algunas de las casas bejaranas de la época. Ello nos permite
suponer que, aunque sin ser ni mucho menos generalizada, la sustitución de los
viejos corrales por nuevos jardines salpicaba ya muchos de los espacios verdes
junto al complejo urbano de la villa dándole
especial categoría y prestigiando a sus propietarios.
Posible cruz conversa en la jamba
La referencia más antigua que conocemos a vergeles civiles
bejaranos data del año 1533 y quedó reflejada en el testamento de la duquesa
viuda doña María de Zúñiga, donde mandó, entre otras muchas mercedes, al doctor Gonzalo Pérez, mi letrado, por los
servicios que me ha hecho, las casas[3] en que al presente vive, que fueron de Rabí
Simuel judío, con sus corrales y vergel, y todo lo a ellas perteneciente, para
que sean suyas y haga de ellas lo que quisiere[4].
¿Quién era aquel rabino? ¿Dónde
estaban tales casas y vergel? Rabí Simuel, el personaje más respetado de la
aljama bejarana, residía habitualmente en Hervás donde además de religioso de
la sinagoga era médico. Tras el decreto de expulsión de los judíos sufrió el
embargo de todas sus propiedades por parte del duque Álvaro II y fue apresado.
Tras ser puesto en libertad viajó a Portugal regresando a Hervás el año 1494 ya
convertido al cristianismo. Después de su muerte parece que la titularidad de su casa bejarana vuelve
de nuevo al matrimonio ducal de don Álvaro y doña María[5].
Jardines o vergeles de la casa
El
edificio y el vergel fue propiedad después, ya en la segunda mitad del
siglo XVI, del alcalde mayor y tesorero Gonzalo Suárez, tal y como lo
manifestaron diferentes testigos contemporáneos de Suárez en cierto pleito recordando
la antigua vinculación del inmueble con el rabino. Hernán López dijo que «tiene noticia de la otra casa que dice que fue de Rrabí Samuel, en la
cual el testigo vio que tenía en ella el duque don Álvaro la caballeriza, la
cual tiene la mitad de ella García López y la otra mitad el tesorero». El platero Francisco de
Rojas, por su parte, indicó que «tiene noticia de la otra casa que dice que
era de Rrabí Symuel, y el testigo la vio poseer a Alonso González corçito, y
ahora la tienen entre el tesorero del duque, Gonzalo Suárez, y García López»[6].
Según consta en una escritura de
compra municipal del año 1572[7]
la casa y el vergel de Gonzalo Suárez se localizaban en la esquina entre la
calle de las Armas y el inicio de la calle Colón[8].
La propiedad fue adquirida muy pocos años después por Juan Núñez Burgalés,
mercader y también tesorero ducal, por la cantidad de 850 ducados, para
convertirla en la principal casa de su mayorazgo[9].
Mismo vergel
El edificio debió ser, en su momento, una dependencia anexa al palacio nuevo de
los duques, cumpliendo funciones de caballeriza y residencia de funcionarios.
Probablemente se comunicaba con aquel palacio a través de una pasarela elevada que salvaba la
calleja por donde hoy comienza la calle Colón. El jardín, extendido hacia el
sur del edificio, obedece a las características antes señaladas incluyendo la
posibilidad de ser percibido desde los miradores elevados de la vivienda a modo
de belvedere clásico. Con todas sus transformaciones y modificaciones a cuestas
el viejo vergel ha logrado llegar hasta nuestros días y parte de culpa de esa
perdurabilidad la tuvo, sin duda, el que formara parte del mayorazgo de los
Núñez Burgalés, lo que obligó a todos sus beneficiarios a mantenerlo en buenas
condiciones. Los últimos titulares, el matrimonio de Micaela de Oviedo y Juan
Clavijo, dieron nombre respectivamente a la calleja que allí nacía, hoy calle
Colón, y al propio edificio, llamado popularmente casa Clavijo.
Continuará
[1]
AVILÉS AMAT, A. «Algunas
aportaciones al estudio del urbanismo y la vivienda medieval en Béjar» en Béjar en Madrid, números 4775-4782.
[2] La
producción artesanal o manufacturera de Béjar fue muy importante y diversa
hasta principios del siglo XVII, destacando los zapateros, herreros, sastres,
cereros, veleros, espaderos, ballesteros, panaderos, cuchilleros y, por supuesto, los tejedores.
[3] El
uso del plural «casas» no indica que se trate
de más de una sino que sus dimensiones eran considerables.
[4]
Archivo Histórico de la Nobleza, Osuna, C.220, D-75-79, f.3v.
[5]
HERVÁS, Marciano de: «Noticias
sobre la judería y sinagoga de Béjar (Salamanca)» en Sefarad, 63, 2,
2003, pp. 331-370.
[6]
AHN, Osuna, C.220, D. 2-7: Pleito
mantenido por el colegio de San Guillermo con la casa de Béjar a causa de la
propiedad de ciertos bienes, f.40v. y f.57v. El duque Álvaro II, en su
momento, proyectó construir en estas casas un hospital tal y como manifestó en
sus testificaciones don Francés de Zúñiga.
[7]
Archivo Histórico Municipal de Béjar: Escritura
de venta que el Exmo Señor Duque Dn Franco
otorgó a favor de esta villa de una calleja pública que va de la plazuela y
calle de las Armas al muro y cerca. 28 de abril de 1572.
[8] MUÑOZ,
José: «Naturaleza versus artificio. El monte, El Bosque y otros jardines
bejaranos del siglo XVI» en El Bosque de
Béjar y las villas de recreo en el Renacimiento, GCSG, Béjar 1997 (Grupo
Cultural San Gil), p.49.
[9]
Archivo Histórico Provincial de Salamanca, Protocolo Notarial 965, f. 60.
Un oasis de frescor, un regalo para los sentidos, un remedio frente al agobio estival, algo peculiar de la cultura mediterránea.
ResponderEliminarSaludos y feliz verano.
¡Qué bonitos los vergeles!Dan a las casas una sensación de frescor muy agradable. En mi pequeña ciudad también hay casas muy antiguas en las que se tenían estos pequeños terrenos dedicados a la naturaleza. Eran casas señoriales, de nobles o gente con poder adquisitivo importante. pero lo que era y es más común son los patios. Esos son algo típico, alrededor de los que se disponen las viviendas, como en las antiguas casas romanas. Son muy bonitos y los vecinos lo llenan de plantas y adornos. Da gusto entrar en ellos y ahora, en este tiempo de calor sofocante, dan un fresquito que es muy de agradecer.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo la conocía como la casa de D. Ramón Coquilla, uno de los médicos más conocidos en Béjar en los años 50-60.
ResponderEliminarEsa era la casa de al lado
EliminarImpresiona muy cuidado. En estos tiempo s de calores extremos, estar en ese vergel debe ser una delicia.
ResponderEliminarBesos Carmen. A cuidarse de estos calores
El uso de esos jardines fue una buena aportación para las casas señoriales. Es un buen espacio para disfrutar de arboleda y de zonas verdes dentro del mismo hogar.
ResponderEliminarBesos
Puede decirse que Béjar mismo, en su conjunto, es un vergel.
ResponderEliminarUn abrazo,
Siempre me llamó la atención esa casa. No sabía tuviera ese jardín dentro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Maravillosos espacios de paz, frescor, luz y belleza, me encanta la naturaleza y disfruto contemplando su verdor.
ResponderEliminarCon este clima que tenemos en Castilla, hemos llegado a 44 grados hace unos días, la tierra ya está pidiendo agua y la naturaleza salvaje acusa la sequía, tengo que regar todos los días si quiero conservar algo verde y con vida.
Cariños.
kasioles
Así en Aranjuez y Versalles como en Béjar, buena idea la de subordinar el jardín o vergel, bella palabra, al goce visual que proporciona a los habitantes de los edificios patrimoniales. Voy a subir al piso superior a deleitarme contemplando mi higuera. Saludos.
ResponderEliminarQue bonito, me ha gustado visitarte. Un saludo desde Almería
ResponderEliminar¡Qué maravilla eso hace más bellas a las ciudades! Estamos huérfanos de verde. Muy interesantes tus dos entradas sobre este tema.
ResponderEliminarAbrazote utópico, Irma.-