Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez
-Para que vayamos avanzando remito a tales
lecturas-, decía el profesor en la primera clase, entregando un listado y
dando inicio a actividades particulares por su parte, y por la nuestra a una supuesta
estampida hacia la biblioteca (no había internet entonces). El profesor era muy
apreciado por su tío el decano, porque movía
a los alumnos. Esta introducción, con un siesnoés
de despropósito no hay duda, es para decir que Pinceladas de Historia Bejarana ya publicó Mujeres extremeñas en el asentamiento español en Chile
y Una mujer como lazo entre Plasencia y Santiago de Chile, que contextualizan la presente.
Retrato póstumo
de Rodrigo de Quiroga en su vejez, de
autor anónimo, segundo esposo de Inés Suárez. Museo de Historia Nacional,
Santiago de Chile.
Lo nuevo de allá
a acá es que Inés de Suárez (la misma) no llevaba el de (más o menos como lo de Montalbán en la Perinola de Quevedo), y que en algunos documentos aparece su
apellido como Xuárez, debiéndose leer
entonces Juárez. ¡Ah!..., y que están equivocados los historiadores que la dan
por mucho más joven que su segundo esposo (pasando por alto a Valdivia, claro
está), porque era en realidad cinco años mayor.
Retrato póstumo
del gobernador de Chile Pedro de Valdivia, de autor desconocido, regalo de Isabel
II a la municipalidad de Santiago antes del bombardeo de Valparaíso por la
escuadra española. Sala del Alcalde
El asunto es que
en el juicio en que el sacerdote y virrey Lagasca absolvió a Valdivia de 57 acusaciones
por asesinato, maltrato a personas y robo (porque lo que habían dicho de su persona eran falsedades e invidias),
sólo quedó en pie el cargo por irreligiosidad
y costumbres relajadas con escándalo público -léase amancebamiento con Inés de Suárez- por lo que debía casar (con otro se entiende) o enviar al Perú o a España a su amante (Lagasca supo que venía a Lima
la esposa de Valdivia y no quería escándalos en su corte virreinal). Aliviado
por los resultados del juicio, Valdivia volvió a Chile declarando frívolamente
que así lo cumplirá e tenía pensado
cumplir, aunque no se le mandara (Otra recomendación
fue que lo que ha sacado y tomado
prestado de la caja e hacienda de S.M. lo vuelva a ella, e que de aquí en
adelante en ninguna manera tome de la dicha caja)
Basílica de la
Merced en Santiago de Chile, donde están enterrados Inés Suárez y Rodrigo
Quiroga. Plataformaurbana.cl
Disipado el escándalo y tras casarse con Quiroga, Inés llevó una vida tranquila dedicada a las
obras piadosas, con el respaldo de ser una rica propietaria. Por su acción
en la defensa de Santiago había recibido de su antiguo amante las encomiendas de indios de Apoquindo,
Melipilla y Alhué, a las que unió la hacienda de Montserrat, recibida como regalo de boda, que le
producía una renta anual de catorce mil
pesos oro. Como hombre principal y de
gran riqueza, generoso además, su nuevo esposo había hecho construir por
sumparte a sus expensas la iglesia de la
Merced, muy próxima a su residencia y a la Plaza de Armas de la capital,
invirtiendo la suma de quince mil pesos, y además donó para su interior cuatro
capillas de cal y ladrillo por un importe de dos mil pesos (dicen que hasta
hoy se reza aquí un responso diario por su alma)
Estero de Alhué.
Flickr.com
La orden mercedaria
fue la más favorecida por los esposos, y la que movida tal vez por un impulso
natural de agradecimiento, inició un proceso de canonización no oficial y progresivo en pro de la cónyuge antes infamada.
Así, terrenos donados e instituciones financiadas por el matrimonio comenzaron
a llevar el nombre de Santa Inés, como la hacienda que en juicio posterior
aseguraron los frailes haber recibido de
palabra de parte de los donantes (ganaron el pleito); el convento Santa Inés de los mercedarios, casa
religiosa de varones dentro de los límites de la parroquia (de Peumo); y la
capilla de la hacienda Alhué, en cuyo
interior hay un retablo de Nuestra Señora y abajo en los pies, una mujer
pintada, retrato de la dicha doña Inés.
La capilla
aparece en un pleito sostenido en 1723, en que se la avalúa en 720 pesos; tenía dos puertas, una ventana
y un corredor de oriente a poniente; su ajuar estaba formado por una casulla de
lama azul, alba, altar, manteles,
frontal, ara, cáliz, misal y candeleros de madera. Las imágenes eran un lienzo
de Nuestra Señora de la Merced, avaluado en 25 pesos, otro de Santa Ignés (sic)
avalado en 6 pesos, y un Ecce Homo, cuyo
valor era 4 pesos. Había una campana, de valor de 12 pesos, y un hierro para
hacer hostias de una cotización de 20 pesos (el investigador se cuestiona
la relación entre este instrumento y la hostia impresa con el escudo de la
Merced, utilizada en la misma capilla por un sacerdote en el siglo XX).
Santa Inés,
virgen y mártir romana, ¿o Inés de Suárez en el imaginario mercedario subliminal?
Iglesia.info
La
hacienda de Santa Inés señala en su inventario 13 olivos, lagar y 13 botijas
del Perú, lo que indica una industria de aceite, tipo de explotación agrícola
que se repetirá en la región, no siempre con resultados felices… En el siglo
XVIII, el 8 de enero de 1759, el obispo Alday pasó por Santa Inés. La capilla
se estaba techando y estaba dedicada a Nuestra Señora de la Merced, aunque para
la denominación (sólo) había
una imagen de Santa Inés.
La fundación de Santiago. Biobiochile.cl
La
fundación de Santiago es una obra del pintor y crítico
chileno Pedro Lira (1845-1912), que últimamente ha dado origen a una teoría
relacionada con los códigos secretos
de la pintura, avalada por el hecho que el autor era masón. Rasgo sorprendente
es que en el estudio preliminar aparece un personaje central vestido con la
tradicional túnica blanca de los
mercedarios, sin otro signo religioso, pero con rasgos faciales
marcadamente femeninos en oposición, con efecto
de espejo, a los claramente masculinos del soldado que lo flanquea. Casi
invisible en la obra final, el misterioso personaje ha sido interpretado como
un homenaje frustrado de Lira a Inés Suárez, en su doble condición de mujer y soldado.
Xuárez. Gam.cl
Xuárez,
nominada como mejor obra teatral por
el Círculo de Críticos de Chile, es un montaje colectivo de artistas jóvenes,
que en torno a la figura de Inés de
Suárez explora en temas de género,
poder, arte, historia y pueblos originarios. Una trama delirante con un lenguaje que cruza la poesía, el español
antiguo y el habla actual, le da un rol a Suárez que trasciende el papel de
amante en que la ha confinado la historia.
Lecturas:
Barros Arana,
Diego: Proceso de Pedro de Valdivia.
1909.
Castillo Donnay,
Jeanette Georgina: La revelación de la
mujer tras la conquista. 2014.
Donoso, Marcela:
Pedro Lira y La fundación de Santiago.
2016.
Hanisch, Walter:
Peumo, historia de una parroquia. 1963.
Aquí hay argumento para toda una novela.
ResponderEliminarEspero que estés pasando un buen verano.
Besos
Un tema interesante con lo cual me imagino que la obra debe de ser buena.
ResponderEliminarFeliz domingo.
Tema que ha picado mi curiosidad Carmen, sobretodo lo de la pintura...Voy a pasar por la bibliografía que presentas al final del post.
ResponderEliminarBesos
Una historia algo compleja la de esta señora.
ResponderEliminarSaludos.
Oportuno el toque de atención del Virrey don Pedro de la Gasca resolviendo a un tiempo dos problemas entre los que el menor no era la inminente llegada a Lima de la esposa del otro don Pedro, el de Valdivia.
ResponderEliminarUn abrazo,
Por esas casualidades de la vida, escribo estas líneas desde Plasencia, lugar natal de la protagonista de la entrada.
ResponderEliminarUna chica lista, Inés de Suárez. Y valiente. Supo emplear cada etapa de su vida en lo más acertado, llegando a la madurez con el capital y los contactos precisos para tener una vejez respetable. Saludos.