Autor: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.771 (17/0/2017), p. 4.
En cuanto a los componentes derivados de las
plantas, y a pesar de que su nombre parece más bien proveniente de un ser
mítico, la “sangre de dragón” no era
otra cosa que la resina del árbol Drago, característico de las islas Canarias
aunque también por entonces se encontraban en las Indias Orientales y
Occidentales. Al componente Palacios lo define como goma o zumo resinoso y se
le adjudican propiedades tales como contener las hemorragias, limpiar las
llagas purulentas, cicatrizar las heridas y aliviar las contusiones. Su
administración se realizaba tanto en forma de jarabe como de ungüento sobre las
laceraciones.
Sangre de dragón
Del ruibarbo, una raíz
tuberosa originaria de Persia y China, se aprovechaba tanto su parte oleosa
para excitar el apetito, matar las lombrices y potente tranquilizante, como su
corteza con el fin de fortalecer el estómago.
Ruibarbo
Asimismo entre los remedios
farmacológicos del boticario bejarano Félix Diego Alonso figuraba el “dictamo de Creta”, una
especie de orégano originario de la isla mediterránea del mismo nombre que se
exportaba ya seco. Su aplicación médica variaba desde ser de utilidad para las
mujeres en el caso de que no les viniera la menstruación como arrojar los malos
humores por la transpiración.
Dictamo de Creta
Sobre el “palo
santo” se podría escribir largo y tendido, mas nos basta decir que se
llamaba así a un árbol que crecía en las Indias y del cual se aprovechaba en
farmacopea tanto la corteza como la resina y la goma para males tan variados
como la gota, la cicatrización de heridas, la fiebre, el reuma, los males
venéreos o el veneno.
Palo santo
Una sustancia tan inocua como el “zumo de regaliza”, administrado con limón o canela para atenuar su
sabor amargo, servía a su vez para enmascarar otros sabores más fuertes y
desagradables.
Regaliz
Por su parte, la “piedra
Judaica” no tenía nada de mineral, sino que hacía referencia a una aceituna
procedente de Judea -aunque también se cultivaba en España- que excitaba la
orina y quebraba las piedras de riñón.
Recogida de aceitunas en Judea
Unos frutos secos tan comunes como los “anacardos” poseían un alto interés como
remedio salutífero aunque también mortífero en su variante caliente por ser un
potente veneno. En su formato frío o seco se utilizaba para aumentar la memoria
y mitigar los efectos de la apoplejía.
De la planta de la “zarzaparrilla”, procedente de Nueva España, sólo se utilizaba para
fines farmacéuticos la raíz bien desecada y molida, o bien cociéndola en agua,
ambos remedios administrados oralmente con el fin de eliminar los males
venéreos y los reumatismos.
Zarzaparrilla
La especia que llamaban “cardamomo”, de la cual se distinguían las variedades menor y mayor,
atenuaba y purificaba los humores crasos, o pus, facilitaba la expulsión de
gases y flatulencias y excitaba la orina.
Cardamomo
La recogida de la ruda, una planta
aromática cuyas aplicaciones en remedios salutíferos se conocía desde épocas
antiguas, seguía estando en boga en pleno siglo XVIII. En concreto la “corteza de ruda” se empleaba contra la
ansiedad, facilitaba el parto y hacía venir la menstruación.
Ruda
En cuanto a preparados y jarabes listos para ser
administrados destacan los “polvos del
Papa Benedicto”. A este remedio, popularizado por el papa Benedicto XIII o
Papa Luna desde su retiro de Peñíscola en el siglo XV, se le denominaba también
por esta causa “tisana del Papa Luna” y médicamente gozó de gran popularidad
desde el siglo XV hasta el siglo XVIII. Se recetaba en caso de flatos, dolores
de cabeza, estrés y dolores de riñón. Según Rafael V. Martín Algarra y José
María de Jaime Lorén[1]
“hoy se sigue preparando esta Tisana del Papa Luna como una preparación hecha a
base de semillas de coriandro, de anís, de hinojo, de alcaravea y de comino,
raíces de regaliz y de díctamo y canela, componentes herbáceos comunes que
pueden encontrarse y cultivarse en su mayoría en el espacio protegido del
parque natural de la Serra d’Irta de Peñíscola”.
Félix Diego Alonso, como farmacéutico, dispensaba
los componentes necesarios para obtener todo tipo de pinturas y sustancias. Por
ejemplo, la “piedra lazuli” o
lapislázuli que se extraía en Persia y las canteras de las Indias aunque
también en las minas de cobre y oro de Alemania. Servía, más que para una
aplicación medicinal que se reducía a intentar paliar la melancolía, como base
para obtener el azul Ultramar, una apreciada pintura obtenida a través de la
quema del mineral, su posterior molienda y su mezcla con aceite, pez y cera.
Lograda a partir de una mixtura entre plata y ácido nítrico, la “piedra infernal” se utilizaba como
disolvente y siglos después acabaría siendo conocida como aguafuerte o nitrato
de plata[2].
Lapislázuli
No hemos podido averiguar gran cosa de otros
componentes como el “salifrás”, el “antimonio de Abujar”, o la “infusión de sosa prúsica”, aunque no
dudamos que sus aplicaciones y orígenes serían tan interesantes como los
expuestos.
A la muerte de Félix Diego Alonso la botica pasó a
manos de su viuda, Josefa Domínguez de Barrientos, tasada en 8.407 reales[3] y ella a
su vez se la transmitió a su hija Antonia Alonso, casada con el boticario
Francisco García Moreno de Acevedo, natural de Plasencia. La cláusula para tal
transacción impuesta por la suegra era que le dejasen vivir en la casa y le
proveyeran de todo lo necesario para su sustento hasta el día de su
fallecimiento. Imaginamos que el negocio siguió siendo próspero en una villa
que acrecentaba su población gracias al desarrollo cada vez más patente de las
manufacturas textiles y la atracción que suponía para la mano de obra
procedente de los puntos más dispersos del territorio nacional.
[1] La entrada la podemos encontrar
bajo el epígrafe “Polvos, Tisana del Papa Luna” en https://blog.uchceu.es/eponimos-cientificos/polvos-tisana-del-papa-luna/
[2] En este
caso me he basado en una obra posterior, concretamente de 1803, Diccionario elemental de farmacia, botánica
y materia médica ó aplicaciones de los fundamentos de la
química moderna de Manuel Hernández de Gregorio,
tomo II. Madrid, Imprenta Real. También disponible íntegramente en Google
Libros.
[3] AHPSA. PN. 884. Julio de 1760,
fol. 241.
Muy curioso. Anda que no he chupado y mordisqueado cuando era niño los palos de regaliz (paloluz, lo llamábamos). De haber sabido las propiedades curativas del drago (esa planta curiosa con forma arbórea), me habría traído un recuerdo de cuando anduve por Icod de los Vinos en Tenerife hace poco más de un año.
ResponderEliminarUn saludo, Carmen.
Con lo que a mi me gusta es una pena que el regaliz se haya relacionado con la hipertensión arterial. Habrá que recurrir a algún otro de los curiosos remedios de esta no menos curiosa farmacia.
ResponderEliminarUn abrazo,
Recuerdo cuando éramos chicos, que en mi casa teníamos siempre ungüento pallesqui. Lo curaba tod:)) Buen trabajo tenían, buscar las hierbas y preparar los medicamentos.
ResponderEliminarBuen fin der semana.
Un abrazo.
En reboticas como la de esta farmacia, el milagro de mil fórmulas magistrales que sin duda operaron prodigios a millares.
ResponderEliminarUn abrazo, Carmen.
¡Qué interesante la entrada de hoy! Soy una fan de los remedios naturales. Siempre busco algún remedio casero o natural para los males que no son graves ( si lo son voy al médico sin dudarlo, je, je). Las farmacias de ahora se limitan a dispensar medicamentos envasados con compuestos químicos y ya está. ¡Me encanta ese sabor antiguo de las farmacias de antes!Un abrazo.
ResponderEliminarAlgunos remedios caseros son muy interesantes, aunque lo mejor de todo es acudir al médico. La medicina cada vez avanza más.
ResponderEliminarBesos
Aunque de pequeño recuerdo, haber tomado alguna que otra fórmula magistral, que imagino, que lo mismo no tenían que ver nada con estas, porque es cierto que la elaboraban los farmacéuticos con gran secreto, y en Sevilla cada farmacia tenía su especialidad por la que era más o menos conocidas.
ResponderEliminarEl paloduz (regaliz), aún lo sigo consumiendo, cuando lo encuentro; los anacardos los como a diario junto con nueces (unos poquitos nada más); y el palo santo no falta en casa como ambientador, se quema la punta de la corteza y desprende un olor muy agradable. Del resto, ni idea.
Como te dije, Carmen, en mis anteriores comentarios te felicito y agradezco este excelente trabajo, que me ha parecido muy, muy interesante.
Un abrazo.
Carmen, esta entrada tiene un aroma evocador. Sólo con leer los nombres de las hierbas ya te imaginas a las magas haciendo sus pócimas, además de los boticarios.
ResponderEliminarY los nombres de las dolencias también tienen su aquel.
Un beso.
Qué entradas tan interesantes. De la anterior, ya que cita al unicornio, me ha venido a la mente la novela de Eslava Galán En busca del unicornio, buscado en Africa para curar en Enrique IV las carencias que dieron lugar a su apodo. Aún hoy día supersticiones y creencias hacen que se cotice muy caro el polvo de cuerno de rinoceronte.
ResponderEliminarY la de hoy sobre plantas aún es mejor. Raices de regaliz, de pequeño mastiqué varias veces; y no hace mucho en un restaurante libanes tomé un “café” de cardamomo. Francamente, no sé si el cardamomo tendrá esas propiedades terapéuticas que dice, pero como café…, mejor uno de Colombia o Brasil.
Saludos.