17 de enero de 2020

Artilugios, pócimas, remedios, ungüentos y brebajes en la farmacia de Félix Diego Alonso (1760) (2ª Parte)


Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.770 (03/02/2017), p. 4.

Más curiosos son los componentes de los que se valía Félix Diego Alonso, boticario del siglo XVIII con establecimiento abierto en la villa de Béjar, para elaborar sus remedios, ungüentos, brebajes y recetas magistrales. Para que el lector no se pierda entre tanto nombre extraño los hemos clasificado según su origen, ya bien sea mineral, vegetal o animal, haciendo un apartado específico a otra de las profesiones de los boticarios entonces, esto es la venta de componentes y mezclas para pinturas (al fin y al cabo no estaba tan lejos de la farmacopea la mezcolanza de tinturas para producir bellos colores) que dejaremos para el final. 
 

      Por de pronto diremos que Félix Diego Alonso disponía de minerales extraídos de la naturaleza como los “granates occidentales y orientales”, diferenciados entre sí por ser blando el primero y duro el segundo, y que, administrados en polvo, servían para fortalecer el corazón y como contraveneno (me basaré a partir de ahora en uno de los libros de cabecera de Félix Diego Alonso, la Farmacopea de Palacios que hemos mencionado anteriormente, disponible íntegramente en Internet). 
 
Félix Palacios y su Palestra Farmaceútica

  En cuanto a la “piedra magnética o imán el boticario solía rallarla para, mezclada conjuntamente con otros elementos hasta obtener un emplasto, aplicarla sobre los carbunclos o llagas derivadas de enfermedades infecciosas contagiadas por el ganado ovino y bovino, con el fin de extraer la pestilencia. 
 
Botica del monasterio de Santo Domingo de Silos

  Los “corales blanco y rubio” se extraían en la propia península, en la costa, siendo el primero raro de encontrar por exigirse que fuera pulido y perfecto, mientras que el segundo era considerado útil por sus propiedades farmacéuticas, entre otras alegrar el corazón y purificar la sangre. La forma de administrarse era la habitual: machacarlo hasta extraer un finísimo polvo que el paciente debía ingerir mezclado con agua.

 Y aunque en aquella época se consideraba la “piedra del Águila” una formación compuesta por varias capas de costra que las águilas solían llevar al nido en sustitución de sus huevos, hoy día da nombre a un mineral hueco que contiene una piedra sólida en su interior y que al moverla suena como un sonajero. La aplicación medicinal no podía ser más curiosa: según Palacios, la leyenda le atribuía la particularidad de que las embarazadas parieran sus fetos si se ataba una piedra de estas características al muslo de la parturienta, mas en el Siglo de las Luces no creía en tales sortilegios y sí en que era apta para cortar las hemorragias y como contraveneno
 
A pesar de su nombre el “azafrán de Marte” no hacía referencia a una especia, sino a los polvos que se extraían de calcinar minerales térreos, en concreto barras de hierro puestas al fuego. En general se utilizaban en preparados diversos, mezclados con otros componentes. No difería mucho del anterior el “hígado de antimonio”, también extraído de la pulverización de distintos minerales, y que se recetaba para hacer vomitar y purgar al enfermo mezclado con vino y en caliente


Extrañas partes de animales míticos o casi fantásticos proveían a Félix Diego Alonso de los ingredientes necesarios para sus dosis farmacéuticas, como el “unicornio”; sí, cuernos de unicornio, pero como bien especifica su maestro Palacios el mítico ser fantástico era asimilado a principios del siglo XVIII al pez narval y sus propiedades eran tan extensas como la de la aspirina hoy día: desde un potente contraveneno hasta un remedio milagroso contra la peste, el sarampión y la epilepsia. Debía administrarse en pequeñas dosis diluidas en polvos en vino o agua de manera oral, aunque también se podía transformar en aceites o pastas para aplicar sobre la piel
 
 Mobiliario y albarelos de la Farmacia de Agero, donados al Ayuntamiento de Béjar y expuestos en el Legado Valeriano Salas, convento de San Francisco, Béjar
Foto extraída de aquí 

Y para extraña “la uña de la gran bestia” tasada en un alto precio, 20 reales en el momento del inventario. Según Palacios debía de proceder de un animal más grande que el caballo que se criaba en Centroeuropa y Canadá. Por el nombre latino podremos deducir fácilmente el animal bestial al que se refería: Ungula Alcis, lo cual me hace pensar en un casco o pezuña de alce. Se dice que se podía llevar entera o en partes en forma de amuletos y colgantes para preservarse de achaques, o tomarse en polvos contra las dolencias del corazón

No menos curioso, el “esperma de ballena” figuraba en el inventario de Félix Diego Alonso en el momento de su fallecimiento. Según Palacios su origen era incierto, pues afirmaban unos que procedía en efecto de este gran animal como de la espuma del mar. El caso es que en el siglo XVIII se llamaba así a una sustancia procedente de los sesos de un tipo de ballena, el cachalote, que in situ, en los barcos balleneros, se echaba bien en un molde hasta solidificarse al estilo de los terrones de azúcar o bien en una malla de red en forma de polvos. Se transportaba en ambos formatos desde el golfo de Vizcaya, Bayona y San Juan de Luz, más cerca de lo que podríamos en principio suponer. Sus aplicaciones eran tan extensas como la magnitud del animal del que procedía: apta en jarabes para los males del pecho y pulmones, dolores de estómago, cólicos al riñón, gases y flatulencias, también se podía aplicar por medio de lavativas para ablandar los intestinos y en emplastos y pomadas para el cutis de las mujeres
 
En el inventario figura el “cuerno de ciervo preparado”, que bien pudiera referirse al brebaje del mismo en trozos y calcinado a fuego, o bien pulverizado a modo de cal blanca. Cada uno de ellos se administraba para distintos males, siendo el primero adecuado para el ácido de estómago, y el segundo a las fiebres

No se olvida del “espíritu de cuerno de ciervo”, un preparado que resultaba de mezclar sus raspaduras con unas sales en una retorta al fuego hasta que destilaba y surgía un jarabe que era apto para provocar la sudoración en casos de picaduras de víboras, fiebres, viruelas y calenturas malignas

Unos minúsculos “ojos de cangrejo”, que no eran tales sino unas piezas duras, redondas y blanquecinas que poseen dichos moluscos a la altura del estómago surgidas de la misma escama de su concha (recordamos que estamos siguiendo las explicaciones de la Palestra farmacéutica de Palacios), se utilizaban contra los dolores de estómago, las piedras del riñón y la vejiga, los cólicos, y también en caso de hemorragias, contusiones y heridas.

Continuará

9 comentarios:

  1. Buenas "recetas" de entonces para curarnos de mil y un males. Seré precavido, vive Dios, y moderado en su consumo.
    Juan de Olid buscaba por África el cuerno del unicornio para curar la impotencia de Enrique IV, según nos cuenta Juan Eslava Galán en su divertida novela.
    Aunque el emplasto contra el carbunclo llevara piedra magnética, aplicárselo e ir luego de visita no creo que fuera demasiado "atrayente".
    Un saludo, Carmen.

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  2. ¡Madre de Dios!, ¡que horror!, me has dejado boquiabierto con tanto potingue medicinal, que estoy seguro de que no servían para nada, por lo que cada día me alegro más de no haber nacido en esa época.
    Un saludo, Carmen, y vamos por la tercera.

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  3. No me extraña, que la mortalidad fuera alta. Muchas enfermedades que ahora tiene curación, eran mortales en esos años.

    Besos

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  4. Hola Carmen: Desde nuestra perspectiva, impresiona que era "extraño" toda este farmacopea, aunque era lo último en ciencias

    Besos

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  5. ¡Y pensar que la especie ha sobrevivido! Leyendo estas cosas es cuando uno se alegra de no haber nacido antes. Me pregunto que pensaran dentro de unos siglos de nuestra farmacopea actual...
    Un abrazo,

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  6. En estas reboticas está el germen de la industria farmacéutica, el paso del humanismo al negocio puro y duro, vacío y sin alma.
    Un abrazo.

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  7. Desde luego que han cambiado los brebajes que tomamos para sanarnos.

    Saludos.

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  8. Da miedo pensar en los brebajes antiguos, no se si en la actualidad se utiliza alguna de estas cosas. Espero la tercera.

    Besos.

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  9. ·.
    Asombroso todo.
    Asombrosa colección de fotografías. Para hacer un recorrido temático.
    Asombrosos nombre. Casi incitan a creerse todas las propiedades de esos medicamentos, Al menos, como nombre, me resultan más poéticos que los principios activos actuales.
    Un post ilustrativo. Muy bueno.
    Un abrazo

    LMA · & · CR

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.