Mesa redonda organizada por el Centro de Estudios Bejaranos (15/12/2012)
Hace 104 años, en 1908, un anticuario quiso comprar las tablas del antiguo retablo de San Gil, haciendo trato con don Valentín Guijo Lucio, presbítero del Hospital del mismo nombre. Intervino entonces el alcalde, don Francisco Muñoz, quien persuadido de que aquéllas, sin ser obras maestras, eran estimables por su antigüedad (bien que su estado de conservación fuese lastimoso) consiguió que el anticuario ofreciera por el conjunto la cantidad nada desdeñable de 10.000 pesetas.
Retablo de San Gil en la actualidad
Estando pendiente de aprobación la operación por el Ayuntamiento a comienzos de año siguiente se hizo una consulta a dos conservadores del Museo Nacional de Pinturas en Madrid, y éstos, que se asombraron de que se hubiera ofrecido tal cantidad por algo que ellos consideraban de menor valor, aconsejaron que se aceptara inmediatamente la oferta. Pero el anticuario desistió de hacerse cargo de los cuadros y cuatro años después, en 1913, un hijo suyo reclamó la devolución de la fianza depositada.
En esa fecha el señor González Benito, secretario de Iniciativas, Turismo y Veraneo, indicó que los cuadros se debían colocar en la sala de sesiones o “en otro lugar donde pudieran verse”, en vez de estar arrumbados en una habitación del Hospital. Este concejal ya había propuesto un año antes que los pergaminos y el Fuero de Béjar, que se encontraban en el Archivo Municipal, se pusieran en una vitrina para que los turistas pudieran examinarlos. Aquella propuesta del señor González Benito no debió de cuajar y once años más tarde, en 1924, las tablas continuaban en el Hospital, a donde fue Pablo González Fraile, acompañando a un vecino de Sorihuela y alumno de doctorado de ciencias de Madrid, César [Sánchez] Gómez, para visitar “los célebres cuadros”.
Fotografía antigua del hospital de San Gil
Pablo González Fraile, párroco de Valdesangil al tiempo que redactor y director en funciones del periódico La Victoria cuando don Rufino Agero marchaba a su finca de Portezuelo, reflexionaba así en lo que puede considerarse como la primera propuesta seria del establecimiento, si no de un museo propiamente dicho, sí de un lugar digno, abierto al público, al tiempo que expresión de la duda de que en Béjar hubiera suficientes elementos para formar un museo:
"Nuestros lectores recordarán las vivas protestas que se levantaron en cierta ocasión en que se habló de la venta de los cuadros. Aquello parecía una manifestación de entusiasmo patriótico, porque ellos constituyen casi todo nuestro patrimonio artístico. ¿Y será artístico y patriótico tenerlos secuestrados a la luz del sol, o sea ocultos a las miradas de las gentes?".
Fotografía antigua de una de las tablas del retablo de San Gil
"Los entusiastas bejaranos don Emilio y don Juan Muñoz se han ocupado varias veces en la prensa de estos asuntos de arte, y me parece recordar que abogaron por la formación de un museo artístico. Ignoro si en nuestra ciudad habrá objetos suficientes a tal fin; pero, al menos, si podría reunirse lo poco o lo mucho que poseamos, empezando por los citados cuadros, en sitio oportuno, cual conviene a los valores morales y materiales que representan".
Un mes después “unas señoras y señoritas bejaranas” se hacían eco de este llamamiento y proponían que las tablas se colocaran en el santuario del Castañar, el mejor museo de arte que podría prepararse, donde podrían ser objeto de estudio y admiración para los bejaranos y los forasteros.
César Sánchez Gómez por su parte presentó unas fotografías en color que había mandado hacer de las tablas de San Gil a dos catedráticos de Madrid. Manuel Gómez-Moreno se sorprendió de que existieran en Béjar estas tablas, que no había podido ver en su visita (1901) pues nadie le había dado noticias de ellas y “creyó poder atribuir nuestro retablo a Fernando Gallego”, mientras que el señor Tormo consideró que el pintor era de calidad inferior a aquél.
Semanario La Victoria
Este joven de Sorihuela escribió un artículo en La Victoria que despertó, entre muchas personas amantes de las Bellas Artes, el deseo de ver recogidas en sitio apropiado y fácilmente asequible al público tan notables obras de arte.
A pesar de ello, al poco tiempo, en 1926, volvió a tratarse en el Ayuntamiento la venta de los cuadros del Hospital, esta vez a propuesta del concejal Saturnino Rodríguez Olleros. A ello se opuso su correligionario, compañero y diputado provincial Narciso Zúñiga Muriel, asegurando que si los cuadros eran de valor se debía acordar el traslado de los mismos a un local donde pudieran ser constantemente admirados.
Manuel Gómez-Moreno Martínez, arquéologo e historiador
De nuevo se produjo la reacción y La Victoria sacó una vez más a la palestra la necesidad de exponer los cuadros en sitio adecuado, pues aunque no fueran de valor artístico extraordinario representaban “en el escaso patrimonio artísticos de nuestra ciudad, una de sus más estimables joyas, las cuales no deben, con ningún pretexto, salir de Béjar” debiendo “ser trasladados a otro local, más frecuentado, donde puedan ser visitados y admirados” y proponía que “al poner estos cuadros en sitio más apropiado, podría el Municipio comenzar la necesaria obra de recoger y ordenar cuanto por su antigüedad, valor artístico o histórico pudiera figurar en el tan necesario y deseado Museo bejarano. De este modo se salvarían del olvido y de la destrucción algunas obras de arte, que, de seguir abandonadas, se perderán seguramente”.
Nótese que ya no se habla de un local para colgar las tablas, sino de crear un Museo para el que debía formarse una colección, y por eso al año siguiente, a propuesta de Gabriel Rodríguez López, el 3 de junio de 1927 el Ayuntamiento acordó patrocinar una Exposición de Arte, Historia e Industria de Béjar, “que puede servir de base para la creación de un Museo". Y para ello se contempló en los presupuestos de 1928 la cantidad de 1.000 pesetas a tal fin; pero la exposición no se llevó a cabo y el crédito fue transferido en octubre de ese año para atender al arreglo de las vías públicas.
Continuará
No será la primera vez que un museo surge precisamente de la necesidad de tener un espacio donde colgar algunas obras (tablas en este caso) que no pueden estar en otras partes donde pasarían desapercibidas. Luego, el tiempo y el buen hacer de algunos, irán incrementando el patrimonio artístico local.
ResponderEliminarUn saludo.
Por algo se empieza y me imagino que sería el primer paso para iniciar la búsqueda de un que reuniera las condiciones apropiadas para un futuro museo en esta localidad.
ResponderEliminarBesos
Espero que en la continuación todo haya llegado a buen término. Hace unos día me acordé de ti Carmen, en TV2 estaban dando un reportaje en el cual puede admirar cosas de Béjar.
ResponderEliminarBesos.
Anda, qué curioso. No sé qué documental sería... Lo buscaré. Gracias
EliminarTodo lo antiguo por poco valor artístico que tenga con los años lo ha cogido en si, que sean expuestas y admiradas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Suerte de contar con honrosas intervenciones que acaban por salvar de una mala venta de cierto número de obras de arte y, junto a otras circunstancias, poder exhibirlas más adelante con todos los honores.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Carmen:
ResponderEliminarEmpezaron con lo que había. Al menos supieron valorar lo que tenían e intentar mantener el legado.
Besos
Ya veremos en la segunda parte lo que pasa con el museo, porque lo importante de que esté expuesta, creo que ya se ha cumplido, por la fotografía que nos has puesto.
ResponderEliminarSaludos.
¡Ay Dios...! Ignoro todo de este episodio. Pero me temo lo peor.
ResponderEliminarA ver. Sigo atenta.
Acaba bien, creo.
ResponderEliminar·.
ResponderEliminarSeguiré con interés el desenlace de esta interesante historia.
Viendo la foto de una de las tablas, sin ser entendido en la materia, si creo que tenga interés.
Un abrazo
.·
LaMiradaAusente · & · CristalRasgado