Autora: Mª Teresa López Hernández
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2018, pp. 46-51.
Actualmente no se puede negar la presencia femenina en todos
los acontecimientos históricos, si bien la subordinación social a que estaban
sometidas hace que no figuren en crónicas ni documentos, siendo los firmantes
de acuerdos y tratados, los dirigentes de guerras y revoluciones, los que
adquieren protagonismo para la posteridad.
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Es el caso de Béjar. A pesar de la actuación decisiva que tuvo la ciudad en la Revolución y de que en ella participaron todos los habitantes, no queda constancia de la colaboración de las mujeres. En 1868 las mujeres tenían el mismo interés que los hombres en derrocar a la monarquía e instaurar un nuevo orden que trajera los cambios necesarios que permitieran el progreso económico y social, considerados indispensables para mejorar las condiciones de vida. Sabemos, por los estudios realizados en el resto del país, que su participación se realizó desde todas las ideologías políticas, aunando al mismo tiempo su lucha por la emancipación de la mujer.
Manifestaron su descontento participando en protestas sobre
el aprovisionamiento: subida precios de alimentos, fraude en el peso del pan,
impuestos sobre el consumo, etc. Pero también desde la vertiente política:
contra las quintas, a favor de la libertad religiosa, contra la esclavitud. Y
se iniciaron en las huelgas, desde todos los sectores económicos donde
trabajaban, durante la oleada huelguista de 1873.[1]
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El ideario liberal que fundamentó la Revolución trajo consigo, después de su triunfo, el reconocimiento de derechos fundamentales y libertades individuales, plasmados en la Constitución de 1869. Su reconocimiento supuso un cambio significativo respecto a la situación anterior. Vamos a centrarnos en tres de ellos: reunión y asociación, libertad religiosa y libertad de enseñanza y su influencia en el surgimiento del movimiento obrero, el matrimonio civil y el derecho a la educación.
1. CUESTIÓN OBRERA
El
proceso revolucionario de 1868 dejó patente la realidad social de la clase trabajadora
y obligó a considerar una mejora de su situación en un intento de evitar
la conflictividad laboral por parte de las instituciones y la patronal. El derecho de reunión y asociación, a pesar de señalar como
único objetivo de las asociaciones obreras la educación y asistencia mutua, fue
el que sentaría las bases para la posterior articulación y afianzamiento del
movimiento obrero.
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Y es que, en la segunda mitad del XIX, la clase trabajadora
estaba sometida a duras condiciones de trabajo y una paupérrima situación
económica como consecuencia de los reducidos salarios. La situación se agravaba en el caso de las trabajadoras que,
debido a su falta de preparación, ocupaban los puestos de menor cualificación y
peor pagados.
A ello se unía la ideología burguesa imperante que confinaba
a las mujeres al hogar, el lugar que por derecho les correspondía y en el que
desempeñaban el papel fundamental de esposas y madres. Al adjudicarle como natural el ámbito privado, se
consideraba su trabajo como un
complemento para la economía familiar y no se valoraba. Los trabajadores
masculinos, por su parte, también se oponían porque consideraban que su competencia
provocaba la reducción de los salarios.
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Sin embargo, las mujeres empiezan a pedir una mayor
formación para desempeñar un puesto de trabajo, sobre todo solteras y viudas, que
no tenían otra forma de sustento. La misma petición hacían las mujeres de clase
media que, en idéntica situación, pretendían incorporarse a profesiones
liberales.[2]
Diez
años después, durante la denominada Restauración, se publica un
artículo en el semanario bejarano La Unión[3]
sobre la clase obrera, sin mencionar a las trabajadoras. Expone
la situación de los trabajadores en general y la necesidad de un concierto
entre capitalistas y operarios para evitar la revolución social. Aboga
por la asociación obrera dentro del gremio para la solución de problemas y lograr
acuerdos entre patronal y asalariados, así como para el desarrollo de las
Sociedades de Socorros Mutuos y la instrucción del trabajador. Lugar donde crecería
el régimen de participación de beneficios y las sociedades cooperativas de
producción. Requería la acción del Estado para redactar una ley de
sociedades obreras que actuara como un impedimento ante la violencia del
socialismo.
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Frente a la exhortación que hace a los obreros de que su redención llegará mediante el trabajo, el ahorro, la enseñanza y la asociación, y no por la utopía socialista que sólo trae miserias y desengaños; señalaba el deber de capitalistas y fabricantes de apoyar económicamente a algunas sociedades obreras que lo necesitaban. Al final nombra a las obreras como receptoras de la caridad, que será ejercida por otras féminas dentro de las funciones que se les adjudicaban por derecho:
“A la mujer también le queda una labor digna que desempeñar.
El cuidado de los niños en los asilos de lactancia y en las escuelas de párvulos,
la instrucción dominical a las trabajadoras, los socorros a las obreras en sus
enfermedades y en los primeros días de maternidad, cuidado que sólo puede
fiarse a la ternura de la mujer. Señoras asociadas para cuidar a los heridos del ejército,
señores de la Cruz Roja, vuestra misión no ha acabado con la guerra, aún hay
males que combatir, dolores que aliviar. Acometed con fe la santa empresa de
redimir de la servidumbre de la miseria a vuestras hermanas de Jesucristo”.
Continuará
[1] ESPIGADO TOCINO, Gloria:
“Mujeres “radicales”: utópicas, republicanas e internacionalistas en España
(1848-1874)”, p. 34. En Ayer, nº 60,
2005, pp. 15-43.
[2] BOLAÑOS MEJÍAS, Carmen:
“La imagen de la mujer española durante el sexenio: entre el cambio social y el
reconocimiento jurídico”. En Feminismos 2,
diciembre 2003, pp. 25-40, p. 33 y ss.
[3] PÉREZ PUJOL, Eduardo.
“La clase Obrera”. La Unión, Béjar, 2
de noviembre de 1879, pp.1 y 2.
En el mundo laboral, cultural, social, etc. la mujer ha sufrido discriminación a lo largo de la historia. En la actualidad, aunque ha habido progresos, aún queda camino por recorrer. ¿Cuánto vale el trabajo de un ama de casa? ¿Por qué no está valorado? Interesante artículo, espero la segunda parte. Saludos
ResponderEliminarEs un tema sumamente interesante. ¡Cuánto ha tenido la mujer que pelear para llegar donde está ahora! ¡Y todavía nos queda mucho camino por recorrer!Me ha llamado mucho la atención la foto de las costureras con sus niños al lado.
ResponderEliminarUn abrazo
En una ciudad industrial como esta, es lógico que haya una inquietud social y sobretodo por las malas condiciones económicas en que se encontraban los trabajadores.
ResponderEliminarLa mujer trabajaba como el que más, pero no se le reconocía apenas derechos y era justo, que empezaran a manifestarse...me supongo lo dura que tendría que ser la vida de la mujer, privada de sus derechos.
Besos
Ya no se trata sólo de una discriminación laboral la sufrida entonces por las mujeres, es la poca consideración que como sujetos del derecho se les tenía. No hay más que pensar en el derecho al voto. Si bien es cierto que no todos los hombres gozaban de ese derecho, las mujeres carecían de él absolutamente, y no lo consiguieron hasta bien entrado el siglo XX.
ResponderEliminarSaludos.
·.
ResponderEliminar¡Olé por las mujeres de Béjar!
Los tiempos han cambiado, pero nunca lo suficiente. Todavía quedan resquicios de lo que bien reflejas en el último párrafo. Queda camino por andar.
La documentación gráfica es excelentemente clarificadora.
Un abrazo
.·
LaMiradaAusente · & · CristalRasgado
Buen articulo en el que nos muestras la lucha de la mujer por ser reconocido su trabajo algo que todavía se sigue luchando.
ResponderEliminarSaludos.
Y ya avanzado el siglo XXI sigue la mujer sin el brillo social que le pertenece, al menos en igualdad con el hombre. Así es desde tiempo inmemorial y, salvo pequeños gesto como el referido a esta etapa histórica, sigue estando en una inferioridad social que no soporta ninguna justificación. Como siempre, brillante en todo lo que publicas.
ResponderEliminarUn abrazo.
La sociedad aún hoy en día tiene deudas que solventar con ellas, sobre todo en derechos laborales.
ResponderEliminarLa postales son una preciosidad.
Un abrazo, amiga Carmen.
Olé las chicas de Béjar, lástima que siempre tengamos que demostrar nuestra valía. Gracias a ellas nosotras tenemos nuestros derechos.
ResponderEliminarAbrazote utópico.-
Hola Carmen:
ResponderEliminarEstas damas hicieron mucho para hacer valer sus derechos como ciudadanas y trabajadoras (que no tenían o eran exiguos.
Falta camino... mucho camino
Besos. Volviendo de vacaciones