Autora: M.ª Teresa López Hernández
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2018, pp. 46-51.
Educación
La libertad de enseñanza junto al derecho a la educación fue
otro de los pilares sobre los que se fundamentó el progreso social. Las mujeres,
como sujetos incluidos dentro de la sociedad, se beneficiarían de las medidas
tomadas para conseguir esa regeneración, pero sin que se establecieran medidas
específicas para ellas.
Grabado sacado de aquí
No obstante, hubo un movimiento de renovación pedagógica que
se preocuparía porque las mujeres se incorporaran activamente a la sociedad y, basándose
en las ideas del krausismo, crearon la Asociación para la Enseñanza de la Mujer
en 1870 y la Institución Libre de
Enseñanza en 1876, que pretendía fomentar la igualdad con el hombre mediante la
coeducación.[1]
Un artículo en la revista bejarana semanal La Unión (transcripción de otro aparecido en Adelante, Salamanca, 7 de septiembre de 1879) admitía el deber y el
derecho a la educación femenina, ya que la mujer “ocupa hoy su puesto gozando
de los derechos compatibles con la debilidad de su sexo, gracias al
cristianismo y los progresos de la civilización”.[2]
Grabado sacado de aquí
Pero, durante la segunda mitad del s. XIX, se seguía
considerando que el puesto de las mujeres en la sociedad era el hogar y su
misión la de ser una ejemplar esposa y madre, por lo que su instrucción debía
ir encaminada a la formación de sus hijos y para aquello que los hombres
esperaban de ellas.[3]
En el artículo periodístico antes mencionado se señalaban
las dos cosas que había que tener en cuenta para saber cuál era la educación
adecuada para la mujer: “el papel que va a desempeñar en la sociedad y sus
aptitudes”. En consecuencia, “las enseñanzas deben adaptarse a su rol
social que es el de esposa y madre, compañera inseparable del hombre” y, desde
luego, viviendo por y para él: “consolándole en sus aflicciones y cuidándole en
sus enfermedades”.
Foto de aquí
Es por eso, que “tendrían que aprender arte culinario,
planchado, corte, y otras cosas de verdadera necesidad y no los estudios que
muchos padres les dan con grandes sacrificios como música, francés y labores de
adorno”. Consideraban necesaria “la enseñanza teórica del bello sexo
pero acompañada de la práctica en justa proporción”.
Su educación también venía delimitada por su aptitud, que
era diferente a la masculina. Aunque dotadas de imaginación más viva y mayor
intuición intelectual que el hombre, “su fuerza física es menor y no están
capacitadas para trabajos rudos”. El estudio de las ciencias tampoco era muy a
propósito para ellas porque “aprenden pronto pero tienden a estacionarse al
llegar a cierto grado de cultura”.
Conferencias dominicales sobre educación en el paraninfo de la Universidad
No se trataba de parecer retrógrados y desde el semanario se
pedía que no les definieran, por lo anteriormente expuesto, como enemigos de la
cultura superior de la mujer: “si hay alguna cuyo excepcional talento e
inclinaciones la lleven al estudio de una carrera científica, admitámosla en
las aulas y démosla el título que merezca […] procuremos inspirar al bello sexo
amor a la ciencia; y a medida que esto se vaya consiguiendo, aumentemos los
estudios creando cátedras a las que asistan las jóvenes el número de años
necesarios o posible según su capacidad o las circunstancias de cada una.”
La incorporación de las mujeres al sistema educativo, tanto
en niveles básicos como en niveles superiores, fue lenta. Los sistemas
políticos que se van sucediendo, y especialmente los conservadores, no favorecieron
su incorporación a la enseñanza ni a la vida laboral.
A modo de conclusión podemos decir que, si los medidas
aprobadas a raíz del triunfo de la Revolución y durante el Sexenio Democrático
no significaron un gran avance en la situación social de las mujeres, sí fueron
el germen de una concienciación sobre la posición que éstas ocupaban, y sentaron
los principios sobre los que posteriormente se realizaria la reivindicación de la
igualdad de derechos con los hombres.
[1] SCALON, Geraldine: “Mujer e Instrucción: de la ley Moyano a la
II República.” En Historia de la
Educación: revista interuniversitaria, nº 6. Salamanca, 1987, (193-209), pp.
195 y ss.
[2] “Dos palabras sobre la
educación de la mujer”. La Unión, Béjar,
21 de septiembre de 1879, pp.1-2.
[3] RABATÉ, Colette: ¿Eva o María? Ser mujer en la época
Isabelina (1833-1868). Universidad de Salamanca, 2007, pp.293-295.
Las mujeres nunca lo hemos tenido fácil. Hoy en día parece que se van reconociendo nuestros derechos, pero todavía queda un largo camino por recorrer para llegar a la igualdad, sobre todo en algunos países y culturas.
ResponderEliminarMe ha parecido muy interesante este trabajo sobre la mujer.
Un abrazo
Sin la menor duda, la igualdad ha de llegar (todavía no lo es) por la educación. Aquel fue el germen de que hoy las universidades estén llenan de mujeres, si bien todavía queda escalar hasta la cúpula de la sociedad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Parece que se consiguió en esa época algún derecho para las mujeres como ocurrió en la segunda república que después se perdieron de nuevo. Con la llegada de la democracia de nuevo se van conquistado.
ResponderEliminarSaludos.
Fue otro pequeño gran paso para la igualdad, pero por desgracia, y aunque han pasado casi dos siglos, aún quedan muchos pasos por dar.
ResponderEliminarMuy interesante y didáctica esta serie, que se te agradece porque todavía hay muchísimos hombre que se creen superiores y aunque de forma más sutil que en épocas anteriores, siguen intentando perpetuar sus roles de machismo.
Un saludo.
Fruto de que las mujeres han accedido a una educación académica, es la cantidad de profesionales que ahora encontramos en las distintas categorías.
ResponderEliminarLa mujer ha dado buena cuenta de su capacidad, a lo largo del tiempo. Es una medida que debería haberse tomado mucho antes.
Besos
Sin duda, fue un pequeño paso en aquella época, aunque faltara mucho tiempo para que se hiciese realidad. Saludos
ResponderEliminarYo siempre he creído que para y tener éxito, mi esposa ha apoyado e influenciado en mis decisiones.
ResponderEliminarPero algunos son egoístas en reconocer eso.
Besos Carmen
Aunque la Ley Moyano estableció el la igualdad en el derecho a la educación de niños y niñas, lo cierto es que la sociedad era como era, y a las niñas se les enseñaban además de lo general, disciplinas "acordes con su género", cosa por lo demás que ha venido sucediendo hasta no hace mucho tiempo.
ResponderEliminarSobre el matrimonio, de la entrada anterior, como he leído en algún comentario, cuánta complicación. Conviene en estas cosas ser pragmático, y que la celebración libre del religioso implique, como ahora, la obligación de simultánea comunicación a los Registros Civiles, para su inscripción.
Saludos.
Tenía razón Jomeini al escribir que a la mujer no debía dejársele acercar a la instrucción superior. Les das un dedo y te toman el brazo.
ResponderEliminarAún recuerdo a una amiga iraní de Barcelona que pasó, de ir a la Universidad en Teherán en shorts, a tener que abandonar los estudios, y vestir de negro de la cabeza a los pies sin dejar el más mínimo cabello al aire.
El testimonio de esta mujer podría ser el de cualquiera en cualquier país, cuando no se tienen leyes que te protejan y toda la responsabilidad se le deja a Dios, a cualquiera de ellos. Un beso, Carmen.