Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, 4.893 (20/IV/2022), p. 5.
Madrid se cocía en su propio jugo bajo el sol inclemente de julio. Mientras los arrapiezos se refugiaban a la sombra de los aleros de los tejados y los matasiete esperaban a que cayera la noche para sacar las espadas de sus vainas, la duquesa viuda de Béjar Mª Alberta de Castro y Portugal yacía en su lecho de muerte. La que fue recibida con todo regocijo por sus súbditos bejaranos a su llegada a Béjar, la que había matrimoniado con el Buen Duque don Manuel de Zúñiga y Guzmán, la que había gozado de los lujos de la corte, la que había presumido de marido por su ardor guerrero y su piedad, la que había llorado incontables lágrimas por su muerte en el asalto de Buda (Hungría), la que había recibido pésames de reyes, emperadores y papas, la que había posibilitado la llegada de los maestros flamencos a Béjar, comprendió que se moría a sus 41 años y dictó testamento ante el escribano público Agustín López Cabezas el 19 de julio de 1709[1].
La monarquía pendía de un hilo y los españoles se hallaban inmersos en una guerra que parecía no tener fin en aquel año. Felipe V, el nieto de Luis XIV, defendía el trono que le había legado en su testamento el último Habsburgo, Carlos II, un hecho que no admitía el partidario austracista, el archiduque Carlos de Austria. Los reyes de Europa luchaban por una hegemonía que a todas luces parecía acaparada por Francia.
Mientras tanto, Mª Alberta dictaba sus últimas voluntades fundando un vínculo y un mayorazgo en favor de sus hijos Juan Manuel, duque de Béjar, y Pedro Antonio, duque de Nájera[2]. Un día después se realizaba el inventario de sus bienes al ocurrir su fallecimiento, un documento interesantísimo porque se desglosan cuadros, joyas, esculturas y orfebrería. Quizá un día lo analicemos con más detenimiento, pero quiero fijarme en una anotación. En el epígrafe denominado «Pinturas y echuras de bulto», tras varias esculturas que atesoraba la duquesa, aparecen «dos echuras grandes de Jesus y maria q. estan encajonadas conforme vinieron de Napoles». Una anotación al margen dice «fue manda del dq. mi señor».
Ambas esculturas, porque siempre se las cita en pareja iconográfica, estaban aún en las cajas en las que habían sido enviadas desde Nápoles a Madrid. Precisamente en ese año de 1706 estaba ejerciendo en Cerdeña como virrey el cuñado de Mª Alberta, Baltasar de Zúñiga y Guzmán, marqués de Valero[3], por lo que muy bien podía haber sido un regalo de éste. Por ‘manda’ el Diccionario de Autoridades[4] define «Se toma regularmente por la donación o legado que alguno hace a otro en su testamento». Dado que la anotación está hecha de otra mano, es probable que se refiera al duque Juan Manuel II, el hijo de Mª Alberta, que recibiera en herencia los bustos al fallecimiento de su madre. La manda pudo venir después, en ocasión de su muerte.
Pero, ¿qué relevancia tienen estas esculturas de «Jesús y María»? En 2008 se restauraron los bustos del Ecce Homo y de La Dolorosa de San Juan Bautista, siendo expuesta esta última en Las Edades del Hombre de Soria[5]. Por aquel entonces Roberto Domínguez Blanca y yo nos aventurábamos a afirmar que procedían del desaparecido convento de la Anunciación de Béjar al ser característicos de los cenobios de clausura y al haber escrito Gómez Moreno[6] este origen en su catálogo. Además, en ocasión del reparto de bienes realizados con el proceso desamortizador en el siglo XIX, dimos por bueno que ambas tallas procedían de las Monjas de Arriba por ser su lugar último de depósito la iglesia de San Juan. Sin embargo, Gómez Moreno las contempló en la capilla del hospital del convento de San Francisco. ¡Qué galimatías! Reconstruyamos el itinerario: convento de la Anunciación, San Gil (antes de San Francisco el hospital civil se encontraba en esta antigua parroquia), San Francisco y San Juan.
Sin embargo, otros datos encontrados posteriormente nos hacen desdecirnos y enmendar la plana a Gómez Moreno. El estilo nos hacía dudar entre su procedencia valenciana o italiana debido a las estrechas relaciones entre ambas regiones que compartían la misma dinastía en el trono de Nápoles y España, a lo que se sumaba el virreinato del marqués de Valero en Cerdeña y los dominios de los Zúñiga en Mandas (Italia) ¿Pudieron venir esos bustos de Italia y ser regalados por el marqués de Valero a su cuñada en 1709? ¿Pudo traerlos a la capilla de Palacio el duque don Juan Manuel y los donó a su muerte? Si eso fuera así, desde luego la procedencia apuntada por Gómez Moreno sería errónea, o bien haber recalado desde el palacio al convento para después, con la desamortización, a San Juan.
Un documento arroja luz al respecto. El 29 de junio de 1768 se realiza un inventario de los objetos que faltan en el oratorio del Palacio Ducal y en él figura tachado lo siguiente: «dos mesitas doradas y talladas en que estaban las efigies del Jesus y Maria que se llevaron al convento de Abajo»[7]. Volvemos a encontrarnos la misma advocación que la escriturada en el inventario de Mª Alberta de Castro, «Jesús y María», aunque se añade un estadio más al embrollo: las mesitas donde estaban las tallas se llevan al convento de Monjas de Abajo, o sea al convento de la Piedad, un traslado entendible dado que este cenobio era fundación y patronato de los duques de Béjar.
Un documento de indulgencias de unos años antes, de 1756, confirma el emplazamiento que vendría a ser la manda del duque don Juan Manuel II a su muerte en 1747[8]. De ahí acabarían en la capilla del hospital de San Gil y luego en San Francisco tras la desamortización, donde las ve Gómez Moreno –su afirmación de procedencia es errónea; es probable que le dijeran Monjas de Abajo y lo anotó como de Arriba–. La cuestión es explicar por qué acabaron definitivamente en San Juan (quizá porque era la parroquia más cercana a San Francisco) y si realmente estos dos bustos pueden ser las dos tallas, parejas, de Jesús y María encajonadas aún en el oratorio del palacio y provenientes de Nápoles. Los historiadores del arte están de acuerdo en que pueden deberse estilísticamente a la escuela napolitana[9], así que creo no estar en el mal camino.
[1] AHN. OSUNA, C.257, D.36. Testamento de la [X] duquesa de Béjar, María Alberta de Castro.
[2] Ibídem. OSUNA, C.257, D.36. Sobre el duque de Nájera CASCÓN MATAS, C. «Historia de un duque de Nájera que nació y murió en Béjar». Béjar en Madrid n.º 4.797 (16/03/2018), p. 4.
[3] Diccionario histórico de la lengua española, consultable en internet (1726-1739), voz ‘manda’.
[4] AHN. OSUNA, C.257, D.45 Inventario de los cuadros, esculturas, joyas, ropas, libros y otros bienes que quedaron a la muerte de Maria Alberta de Castro, [X] duquesa de Béjar, f. 2.
[5] DOMÍNGUEZ BLANCA, R. y CASCÓN MATAS, C. «Ficha de la Dolorosa». Catálogo de las Edades del Hombre de Soria, 2009, pp. 477-480.
[6] GÓMEZ MORENO, M.: Catálogo monumental de la provincia de Salamanca; estudio introductorio a cargo de José Ramón Nieto González, vol. 2, Salamanca, 2003, p. 413.
[7] Archivo Histórico de la Nobleza, OSUNA,C.263,D.17-18. Inventarios de bienes y objetos que faltan en el Palacio de Béjar (Salamanca) y en su oratorio.
[8] Archivo parroquial de Santa María la Mayor de Béjar. Indulgencias (1756).
[9] Así lo apuntamos en DOMÍNGUEZ BLANCA, R. y CASCÓN MATAS, C. «Retablística, escultura, pintura y artes industriales en Béjar desde el siglo XV al 1900». HERNÁNDEZ DÍAZ, José Mª, y AVILÉS AMAT, Antonio (coords.) Historia de Béjar Volumen II. Diputación de Salamanca, Centro de Estudios Bejaranos y Ayuntamiento de Béjar, Salamanca, 2013, pp. 515 y 516.
Interesante es el relato de todas las averiguaciones realizadas hasta descubrir el origen de los bustos del ECCE HOMO Y LA DOLOROSA.
ResponderEliminarTe deseo un feliz día.
Cariños.
Kasioles
Un magnífico tirar del hilo de una muy bien hilvanada base documental. Enhorabuena, Carmen.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ángel.
EliminarAl final de tantas investigaciones, se pudo encontrar el origen de su procedencia. Buen detallado trabajo.
ResponderEliminarBesos.
Como bien nos reflejas en ocasiones es difícil seguir el rastro a algunos objetos y mas con esos pocos datos ya que solo mencionan a las imágenes como de Jesús y María sin mas.
ResponderEliminarBuen trabajo Carmen.
Saludos.
No, cabe duda, que dado el rigor científico que trabajas estés en buen camino y pertenezca a la escuela napolitana-
ResponderEliminarUn abrazo, Carmen
Carmen, se sabe quién fue el autor?
ResponderEliminarHay hipótesis, pero solo eso. No tenemos pruebas documentales que nos lo digan. El twiter, historiadores del arte me comentaban que podrían haber salido de la gubia de Nicola Fumo o Giacomo Colombo. Pero eso se lo dejamos precisamente a ellos, a los historiadores del arte. Ellos son los que pueden acotar por estilo, pliegues, tonos, a los posibles candidatos. He intentado picar a uno de ellos para que se moje y nos lo cuente en su blog. A ver si lo consigo.
EliminarSaludos