25 de marzo de 2024

De cuando el Nazareno de la Piedad fue sacado a hombros de sacerdotes por las calles de Béjar en tiempos de la Revolución Francesa (1794)

Autora: Carmen Cascón Matas

Publicado: Béjar en Madrid, 4937, p. 4 (1/03/2024).

        En 1794 Francia llevaba cinco años en ebullición. Durante este tiempo la revolución había desmantelado en el reino vecino el Antiguo Régimen, el feudalismo, los derechos señoriales y los diezmos, y las vidas de los reyes Luis XVI y María Antonieta habían sucumbido bajo la afilada hoja de la guillotina revolucionaria. Lo que para algunos era un proceso necesario para la modernización de las monarquías, para el resto de las coronas europeas representó una afrenta de considerable magnitud y la declaración de guerra de Austria y Prusia contra Francia no se hizo esperar. Mientras tanto, los revolucionarios, divididos en distintas ideologías más o menos aperturistas, se habían organizado en asamblea constituyente y alumbrado una constitución. La primera fase del proceso había sido más atemperada, si podemos llamarlo así, que la que comenzó a fraguarse a partir de 1792 con el inicio de la Convención y el Comité de Salud Pública. 

 

Talla del Nazareno de las Monjas

        Hasta 1794 había estado liderada por los girondinos, partidarios de un cierto orden y una predominancia de los deseos de la burguesía sobre el resto del pueblo. Pero a partir de ese momento, los jacobinos tomaron las riendas del poder, democratizando las instituciones y llevando a cabo una depuración sin límites. El Comité de Salud Pública dirigido por Maximilien Robespierre guillotinó a más cuarenta mil personas en Francia durante el Reinado del Terror. Cualquier sospechoso de actividades contrarrevolucionarias era subido al patíbulo y su cabeza rodaba por el entarimado para regocijo del pueblo. El 27 de julio de 1794, y en medio de una caída de su popularidad, el líder revolucionario fue guillotinado en un movimiento conservador que pretendía restaurar el orden. Es entonces cuando el Directorio impone un cierto orden ante el caos.

            Explicada con cierta cortedad un proceso tan fascinante y complejo como es la Revolución Francesa, se preguntarán los que están leyendo estas líneas la relevancia de estos acontecimientos en nuestra historia bejarana. Y es que a veces los grandes movimientos históricos dejan pistas en la documentación de una pequeña villa como era Béjar. Las noticias llegaban al ayuntamiento con retraso desde Salamanca mediante la correspondencia oficial, pero el correo transmitido mediante pasquines y con la lectura a voz en cuello del pregonero no era la única manera que tenían los ciudadanos de enterarse de las noticias, sino que los púlpitos ejercían esta labor alejándose en muchos casos de los temas meramente religiosos. Así, mediante las alocuciones de los sacerdotes, fue como los bejaranos se enteraron de que la guerra había llegado a la frontera. Francia consideraba a España demasiado débil como para afrontar un conflicto armado y los aires revolucionarios amenazaban con penetrar con la fuerza de un huracán. 


            El término del Reinado del Terror en Francia no fue tomado con la alegría esperada, pues la guerra continuaba con idéntica intensidad. El 30 de agosto de 1794 se sacó en procesión la imagen de Jesús Nazareno del convento de la Piedad[1], el mismo que hoy se atesora en la parroquia de Santa María la Mayor una vez desamortizado el cenobio y repartidas sus imágenes devocionales hacia 1847[2]. Aquella talla que vio en sus últimos días de 1680 Ruy Gómez de Silva, tío del Buen Duque don Manuel, en su lecho de muerte[3] se sacó a finales del siglo XVIII para pedir al cielo la Santa Cruzada contra los herejes franceses.

 Procesión del Silencio con el Nazareno por las calles de Béjar

            La petición de esta solemne procesión partió de las tres parroquias, siendo el Nazareno llevado a hombros de los párrocos de Santa María y El Salvador, y de los beneficiados Bentura Benítez y Tomás Castellano. Desde el convento de la Piedad se transportó hasta la parroquia de El Salvador «para la solemne rogatiba que dichas parroquias con todo el clero hizo por la Victoria contra los monstruos de la fee e iglesia de Dios que ha dado de si en estos días la Francia». La amenaza había llegado al norte de España como se describe en el documento. Los franceses «havian ia entrado en Irun, Fuente ravia y san Sevastian de Nuestra España; y executado los maiores sacrilejios y horrendas atrocidades». 

En efecto, el primer secretario de estado Manuel Godoy declaró la Guerra de la Convención contra Francia, un conflicto en el que se ensalzaba el patriotismo frente a los revolucionarios franceses, a la vez que la Iglesia la consideraba Cruzada contra los impíos. En España el paso por la guillotina de Luis XVI, primo del monarca español Carlos IV, y de miles de sacerdotes, sumadas a la profanación de iglesias y conventos por los revolucionarios, fueron considerados como una afrenta a Dios y al reino. En este contexto debe entenderse la solemne procesión de Béjar del Nazareno a hombros de sacerdotes. El miedo a una posible expansión de la revolución en España se intentaba contrarrestar desde los púlpitos, llamando a la Cruzada.

            Mientras los franceses entraban en Guipúzcoa, algunas ciudades coqueteaban con un gobierno independiente y las tropas españolas intentaban expulsar a los invasores, se rendía culto al Nazareno durante nueve días en la iglesia de El Salvador, exponiendo el Santísimo, predicando el arcipreste y haciendo novenarios. La villa corrió con los gastos de una nueva túnica de terciopelo morado con las limosnas que se recogieron durante esos días. Y José Sánchez Herrera decidió ponerlo por escrito en el libro de bautismos de la iglesia de El Salvador de 1794[4], porque lo consideró un acontecimiento digno de que pasase a la Historia.



[1] El año pasado ofrecimos algunos apuntes en el artículo publicado en este mismo periódico Cascón Matas, Carmen. «Apuntes sobre el Nazareno de las monjas de Béjar», nº 4.915 (14/04/2023), p. 4.

[2] DOMÍNGUEZ BLANCA, Roberto, y CASCÓN MATAS, Carmen. «Retablística, escultura, pintura y artes industriales en Béjar desde el siglo XV al 1900». HERNÁNDEZ DÍAZ, José M.ª, y AVILÉS AMAT, Antonio (coords.). Historia de Béjar. Vol. II. Dip. Salamanca, CEB y Ayunt. Béjar, 2013, p. 517.

[3] Cascón Matas, Carmen. «La muerte barroca de Ruy Gómez de Silva, marqués de Alenquer, tío del Buen Duque de Béjar», 4.822 (05/04/2019), p. 6.

[4] Archivo Parroquial de la iglesia de El Salvador de Béjar. Libro de bautismos de 1794.

4 comentarios:

  1. Lo verenos Carmen . Es tiempo de ello.
    Buena semana.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Supongo, que seguirá procesionando en estos últimos años, al llegar la Semana Santa.
    Felices Pascuas.

    ResponderEliminar
  3. Un episodio que nos habla del valor para vencer el miedo, en este caso a base de religión.
    La historia nunca descansa en su interés por ir sembrando de nuevos reformadores la sociedad. Para nuestro bien, claro, como fue el caso de Robespierre y como podemos seguir observando en estos tiempos, donde brotan como setas los gobernantes mesiánicos.
    Un besazo, Carmen. Y una buena Pascua.

    ResponderEliminar
  4. Aplicaron ese viejo dicho de "cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar".

    Saludos.

    ResponderEliminar

"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.