Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, 2021.
El bejarano Francisco Hernández de Herrera no alcanzó tierras chilenas hasta un tiempo después de escrita La Araucana -por lo que no aparece en los versos de Alonso de Ercilla y Zúñiga-, en la segunda fase de la guerra mapuche y se significó en la tercera de las fases de esta guerra interminable. Una de las hazañas de la que fue protagonista se recoge en Crónica del Reino de Chile de Pedro Mariño de Lobera. En su capítulo XXXIII[1] narra:
Batalla entre mapuches y españoles en una ilustración de Gerónimo de Bibar en su Crónica y relación copiosa y verdadera de los reynos de Chile. Wikipedia
«De mediado el invierno salió el capitán Francisco Hernández de Herrera con algunos soldados a la escolta de hierba y leña, y topó en el camino una gran cuadrilla de indios que estaban emboscados aguardándole, y en viendo coyuntura salió un escuadrón de indios de a pie y otro de a caballo; que ya en estos tiempos hay muchos indios de guerra que manejan tan bien un caballo, y saben entrar y salir con él en cualquier oportunidad, como un caballero jerezano. Trabóse aquí una bravosa escaramuza que duró hasta que la noche sola fué parte para dispersarlos, habiéndose visto los españoles casi perdidos, de suerte que el capitán, como hombre que tenía la vida en los cuernos del toro, se arrojaba entre los indios a matar o morir peleando como un Hector y derribando hombres como un Aquiles. Cayeron en este conflicto cuatro españoles cuyas cabezas fueron cortadas por manos de los contrarios antes casi de caer en tierra. Llegó la voz de esta refriega a oídos de Juan de la Cueva que estaba cerca de aquel sitio, y como se hallase a pie y le pareciese que aguardar perentorias de aderezar el caballo sería el socorro que llaman de Escalona, o el que en nuestros tiempos van ya llamando algunos satíricos el socorro de España, cogió un caballo que halló a mano, y subió en él en cerro, y sin echarle freno sino con sola la jáquima, se fué a dar alcance a los indios, de los cuales alanceó muchos haciendo tantas bravezas que ya fuera bajarlo de quilates el traer a consecuencia los referidos arriba llamados Tideo y Aristómenes. Con esto se recogieron al fuerte de donde salió muchas veces don Alonso de Sotomayor en persona a correr la tierra, y otras sus capitanes haciendo graves castigos en los indios».
Al final de su vida militar regresó a Perú para solicitar las mercedes a las que tenía derecho por sus servicios a la corona y el gobernador Pedro de Viscarra le entregó las estancias o haciendas de Quillota (a 54 kilómetros de Valparaíso) y Catapilco[2] (a casi 100 kilómetros de esta última ciudad), el núcleo de lo que es ahora la localidad de Zapallar. Aunque al principio las dejó desasistidas porque la guerra continuaba y no debía dejar su puesto como sargento mayor, a partir de su retiro se estableció en Catapilco, de la que tomó posesión solemnemente como primer beneficiario español el 3 de junio de 1599, y se dedicó a la ganadería, a la agricultura y la minería, además de a las encomiendas de indios. Utilizaba para dar salida a los productos obtenidos de sus haciendas el pequeño puerto de mar de Zapallar. Para tomar posesión de aquellas tierras Herrera realizó una pintoresca ceremonia en la que el corregidor de Quilota le metió la mano en la tierra y después de esto el capitán cortó una rama en tres partes con su cuchillo e instó a los asistentes que saliesen de aquellas tierras, pues a partir de aquel instante eran enteramente suyas por derecho divino y real[3].
Playa de Zapallar
Ya al final de su vida, cuando Herrera era ya un asentado encomendero, el capitán Lázaro de Tapia declaró judicialmente que el sargento mayor «era hijodalgo notorio de solar conocido». Por su parte, fray Antonio de Mendoza, guardián del convento de San Buenaventura de Quillota, dijo de él en 1637, diez años después de su fallecimiento, que era «hombre de verdad y buen trato y buen cristiano y estimado en todo el Reino».
De que de verdad era hombre bravo y de valentía notoria, a la par que de gran carácter, da cuenta la versión de Francisco de Quiñónez2 Gobernador y Capitán General del Reino de Chile:
«Por cuanto el Capitán Francisco Hernández de Herrera, Sargento Mayor deste Reyno, ha mas de veinte y cinco años que entró en él donde ha servido a S. Mgd. en la guerra contra los indios rebelados que en ella hay se ha seguido y sigue, con gran gasto y acotamiento de su hacienda, señalando y arriesgando su persona en ocasiones de mucha consideración con gran lustre particular, sustentando a su mesa en tiempo de mayor necesidad cantidad de soldados a su costa y expensas sin que de hacienda real haya sido socorrido y ayudado ni en cosa remunerado de que in escriptis me consta y ser persona de las mas antiguas y de mas aprobación y experiencia en las cosas de la guerra que de presente hay en el campo real que conmigo traigo contra los dichos indios en donde actualmente está sirviendo y usando el oficio de tal Sargento Mayor no de poca importancia y trabajo en tiempo de tanta calamidad con particular celo, etc».
Francisco Hernández de Herrera había casado con una dama de apellido Arancibia y tuvo varios hijos, entre ellos Francisco Hernández de Herrera y Arancibia, que llegó a desempeñar los cargos de corregidor y Justicia Mayor. Por su parte, Diego Hernández de Herrera y Arancibia luchó en la larga guerra de Arauco como su padre y tuvo también descendencia[4]. Varias familias actualmente en Chile se precian de descender de nuestro paisano, quien falleció, por cierto, en 1627.
[1] Consultable en http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cronica-del-reino-de-chile--0/html/feec70e8-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#I_1_.
[2] Sobre estas encomiendas consultar Javier Pérez Ovalle. La encomienda de Catapilco. Andrés Bello editorial. Santiago de Chile, 1979.
[3] Ibídem, pp. 27 y 28.
[4] Sobre la familia y sus descendientes José Armando de Ramón Folch. Linaje del conquistador Francisco Hernández de Herrera, 1575-1850.
Dejó bien alto su linaje: por lo que se ganó el respeto y su bondad era ser bien agradecido como consta.
ResponderEliminarUn caballero en cada rol de su vida,nobleza obliga,pero también era un buen cristianó y humano
Un abrazo,Carmen
Actuó con valentía .Eo le valió el reconocimiento y los cargos que ha desempeñado.
ResponderEliminarFeliz fin de semana.
Parece que tubo ajetreada vida lo que le sirvió para ganarse un prestigio y una hacienda que no solo sirvió para tener una vida cómoda si no también sus descendientes.
ResponderEliminarSaludos.