Amigos de Béjar y sus historias

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6/21/2024

Un libro financiado por el duque de Béjar y condenado por la Inquisición

 Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez

       Se trata de Via spiritus o Libro llamado vía de la perfección espiritual del alma, escrito por el lego franciscano Bernardo de Palma (1469-1532). Procedente «de una humildísima familia de hortelanos andaluces y carente por completo de formación humanística (ni siquiera se había iniciado en los estudios gramaticales)», Bernardo escribió «tratados doctos entre los que se encuentra el del título, considerado la segunda gran formulación de la mística de recogimiento, y de extraordinario interés para la historia de la espiritualidad española por su contenido e influencia en amplios ámbitos religiosos». Olvidado por siglos, a pesar del impacto que causó en su tiempo, recientemente se encontró un ejemplar en la Biblioteca Nacional de Portugal, que de inmediato mereció la atención de eruditos y reediciones en Alemania y España.     

 

         «Con estilo tosco, pero diáfano y preciso en la exposición de las ideas, refiere las numerosas experiencias, visiones, arrobos y raptos místicos de que el autor fue objeto a lo largo de su vida, …y ofrece la sistematización de ciertos aspectos del misticismo iluminista ortodoxo, siempre en riesgo de desviaciones que pueden conducir a la herejía, aquella herejía de los alumbrados que fue calificada de “fantasía”». Tales características le llevaron en 1559 a ser incluido en el Índice de libros prohibidos de la Inquisición (antecesor del Index librorum prohibitorum romano) redactado por el asturiano Fernando de Valdés, que anatematizaba asimismo obras de Luis de Granada, Juan de Ávila, Francisco de Borja y los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola; aparte de obras literarias como El lazarillo de Tormes y el Cancionero general. La única obra incluida que de verdad representaba «un ataque feroz contra la Iglesia y una ferviente defensa del cristianismo espiritual», era el Diálogo de Mercurio y Carón, del manchego Alfonso de Valdés.

6/14/2024

El alférez mayor de Béjar y la procesión del Corpus Christi (3ª Parte y final)

Autora: Carmen Cascón Matas

Publicado: Béjar en Madrid,  4.918 (2/06/2023), p. 4.

No se nos escapa la fuerte presencia militar en una procesión del Corpus en la que nada se improvisaba y el simbolismo en todos sus aspectos era tan relevante. Llama la atención que en ningún momento el alférez estuviera acompañado por los hombres de musgo, una situación que muy bien explicaría la mítica unión entre la conquista de la villa y el ámbito militar representado por el alférez, sino que los hombres de musgo escoltaban al regidor que portaba el estandarte de Béjar

 

 Fotografía antigua, principios del s.XX, del concejal que lleva la bandera de Béjar. Está flanqueado por los hombres de musgo. Foto de aquí

 

El capellán del convento de la Anunciación, Tomás de Lemos en su relación sobre la entrada de la duquesa Mª Alberta de Castro en Béjar en 1679 nos cuenta:

«Al primero [arco] que es al entrar en la plaza al primero que es al entrar en la plaza sale el Alferez maior que nombran los Duques con el Pendon de Bejar delante dél y dos salvajes vestidos al natural de mohós de las peñas en remembranza de los christianos que vivian entre ellas, y de celebrarse este dia la restauracion de la libertad desta tierra; y hecha la adoracion de la Tria, pone la insignia de su oficio a los pies del Sacerdote, y despues dél el Abanderado el Pendon en la misma forma. El Alferez Mayor es Don Pedro de Ledesma y Zuñiga, y llevó el Pendon Andres Sanchez de Herrera Regidor a quien toco: Acompañanle cinqta y dos Alcaldes con sus varas, el Batallon armado con mosquetes y picas y hecha por todos esta zeremonia se incorporan en la procesion guarneciendola[1]». En otro documento Fray Liciniano Sáez afirma que los hombres de musgo escoltaban solo al regidor que llevaba el estandarte, pues eran pagados por el consistorio y nada tenían que ver con la Casa Ducal en cuanto a su vestimenta y selección[2]

6/07/2024

El alférez mayor de Béjar y la procesión del Corpus Christi (2ª Parte)

Autora: Carmen Cascón Matas

Publicado: Béjar en Madrid, 4.917 (19/05/2023)

Volvamos al Corpus, porque al fin y al cabo el papel del alférez en la Villa quedó reducido a nivel representativo a esta cita religiosa de tanta relevancia para Béjar y su Tierra y para la Casa Ducal en particular. Incluso, y según lo expuesto por Fray Liciniano Sáez en su portadilla del documento citado en el artículo anterior[1], la aparición de este cargo en Béjar podría estar vinculada al hecho que narraremos a continuación. Dice: «el ofizio de Alférez mayor en esta Vª es mui antiguo. Se ignora si el Señor Diego Lopez de Çuñiga obtuvo Privilegio para este ofizio desde el año de 1396 en que principio a poseer este Estado. Antes lo había quando los señores Reyes, Ynfantes, Reyna Doña Beatriz y otros señores le posehian». Y cita a Juan Manuel Ramírez y su padre Joseph Ramírez, Pedro de Tortoles Dorantes (de quien hablamos en el artículo anterior), Andrés de San Vicente, Francisco Dorantes, Geronimo Ramírez, Diego de Lerma, Francisco Botello Nieto, Alonso Gil de Arellano, Antonio de Zúñiga, Alonso Gil de la Torre, Juan de Salinas, Juan Muñoz de Aguilar y Francisco Muñoz.

 Un edil rindiendo la bandera de Béjar en la Plaza Mayor. Foto sacada de aquí

Para dilucidarlo tenemos que retrotraernos a la llegada de los Zúñiga como señores de Béjar, el carácter militar de la procesión y el inicio del patronato ducal sobre ella, es decir al siglo XIV y a un hecho concreto. Diego López de Zúñiga, primer señor de Béjar, impuso que a la procesión debían asistir hombres armados de la Villa y Tierra en conmemoración del ataque que tuvo lugar en 1397[2], es decir, al momento del advenimiento de los Zúñiga como dueños y señores de estas tierras al trocar Béjar por Frías con el rey Enrique II. Convocada la procesión, «judios y Africanos» según cuenta Fray Liciniano[3], conspiraron para desbaratar aquella manifestación religiosa, habiéndoselas «cinco mil y treszientos» sublevados contra «dos mil y doszientos hombres de armas» convocados por el señor de Béjar que se enfrentaron en La Corredera. Y es entonces, en memoria de aquellos hechos, por lo que los Zúñiga defendieron el patronazgo sobre el Corpus Christi y por lo que se fundó una cofradía o congregantes del Santísimo Sacramento en la iglesia de Santa María la Mayor. La sombra de los Zúñiga es alargada, como lo son las historias que narra Fray Liciniano en las portadillas que colocaba delante de cada legajo con jugosas referencias del pasado que los historiadores debemos coger con pinzas. 

5/31/2024

El alférez mayor de Béjar y la procesión del Corpus Christi (1ª Parte)

Autora: Carmen Cascón Matas

Publicado: Béjar en Madrid,  n. º 4.916 (5/05/2023)

        El lustroso pelaje del caballo relucía a la luz del sol de mediodía. Los cascos resonaban sobre el empedrado de la Plaza Mayor y la muchedumbre se retiraba ante la autoridad de su jinete. No en vano, portaba espada al cinto y bastón de mando en la mano derecha. Ese día de fiesta de 1679 llevaba sus mejores galas y los más deslumbrantes jaeces lucían en su montura. Detrás de él, unos doscientos hombres de armas formaban mientras se dirigía hacia la Puerta de los Osos para recibir al Santísimo. No cabía duda de que, después del duque y del corregidor, era la persona que más temor provocaba en los bejaranos. El alférez mayor era persona preeminente y principal y su figura aparece destacada en los documentos por su relevancia en un momento determinado del año: la procesión del Corpus Christi.   

Juan Manuel II en un fragmento del cuadro de Toribio Álvarez de la jornada de caza en La Moraleja. Palacio de Riofrío


            Vayamos al origen, a la Edad Media. El Fuero de Béjar[1] no recoge sus funciones, pues dependían de los alcaldes de los pueblos de la tierra y del juez, si acaso del señor, cuando un peligro cierto sobrevenía sobre la villa. Si tal situación se producía, el señor de Béjar, entonces el rey por ser tierra de realengo, tenía la facultad de reunir a la hueste junto a los alcaldes y el juez, e ir a la guerra allá donde se terciara. Por tanto, digamos que su poder se implementaba en caso de guerra o de conflicto.

5/24/2024

La representatividad municipal en la procesión del Corpus Christi de Béjar. Cuando no salió la bandera de Béjar en 1911

 Autora: Carmen Cascón Matas.

Publicado: Béjar en Madrid, nº (17/05/2024)

             La procesión del Corpus Christi es uno de los acontecimientos fundamentales del año en Béjar por motivos religiosos, folclóricos y tradicionales e incluso turísticos. Pero hubo un tiempo, otro tiempo, en que la política, el patronazgo y la jerarquía primaban en una fiesta que significaba (y significa) una demostración de poder social. Su apropiación por parte de la Casa ducal de Béjar en la Edad Moderna[1] es una buena prueba de esta afirmación al igual que los altercados que se han sucedido a lo largo de los siglos en torno a ella[2].

 

 La procesión del Corpus de Béjar en 1912. Foto de Requena aparecida en la revista Nuevo Mundo



            Cuando el poder ducal desaparece con la abolición de los señoríos, la fiesta se reconfigura y en el siglo XIX el Corpus barroco va desapareciendo paulatinamente hasta desvestirse de cualquier elemento superfluo, adaptándose a la mentalidad y a la escenografía burguesas. Todas las figuras alegóricas, a excepción hecha de los hombres de musgo, desaparecen, al igual que el desfile de los santos patronos de los gremios. El papel de patronazgo que en otro momento habían ejercido los duques es retomado por la burguesía al igual que la representatividad política, económica y social de la primero villa y luego ciudad. La Abadía del Santísimo Sacramento, que aglutina a los caballeros de la alta y media sociedad, y el clero protagonizan la organización de una procesión sobria en la que desfilan los abades, los niños y niñas de primera comunión, el sacerdote que porta la custodia cobijado bajo el palio que llevan cuatro miembros de la burguesía y el gobierno municipal de la ciudad flanqueado por los hombres de musgo.

            La fiesta no es ajena a los vaivenes políticos que ocurren en el consistorio y en España, y en determinados momentos se producen alteraciones en cuanto a la representatividad municipal. Y esto se nota sobre todo con La Gloriosa. Por vez primera, el gobierno del consistorio se niega a desfilar en la procesión de 1872 porque la nueva constitución proclama la libertad de cultos. La decisión provoca polémica, claro está, por la novedad. Pero esta línea rupturista continúa a lo largo de la Restauración en ocasión del advenimiento del partido liberal o de opciones políticas socialistas o republicanas en el poder municipal. Siguiendo los distintos idearios se considera apropiado o no que la municipalidad asista a los actos religiosos. 

5/17/2024

Análisis de la fiesta del Corpus de Béjar siguiendo un documento de 1763

Autor: Anselmo Rosales Montero

Con relación a Notas sobre el Corpus Christi y el poder señorial, de Jorge Zúñiga Rodríguez, que figura en su estupendo blog, me gustaría aportar algún dato más.

El 29 de abril de 1763, desde Aranjuez, el duque envía una carta a sus archiveros de Béjar indignado por

“La repugnancia que de algunos años a esta parte se experimenta en esos vecinos (de Béjar) en cuanto a la Abadía del Santísimo Sacramento me hace ver su poca devoción a este inefable misterio y me tienen justamente desazonado y mucho más la indiferencia con que se mira este asunto en esa villa (Béjar), como sino tuviera obligación de dar a SM. El debido culto que en todos los pueblos de la cristiandad se acostumbran en el Octavario”.

 

Cartel del Corpus de Béjar 2024. Foto Francisco Hernán.

 

En esa carta solicita que den respuesta a tres cuestiones:

    -Cómo fue el origen de estas fiestas del Corpus.

    -Cuál es su posición en el patronazgo y su derecho a nombrar cofrades.

    -Qué obligación tiene el ayuntamiento de costear las fiestas con animales.

    El duque desea conocerlo para saber si puede obligar a los abades y cofrades nombrados ya que presentan excusas por ser pobres o porque no quieren.

5/10/2024

El viaje de las condesa de las Navas, Mª del Carmen Pizarro, desde Béjar a Las Batuecas en 1866 (4ª parte)

 Autor: Ramón Martín Rodrigo

“Amaneció por fin el gran día y todos estaban de pie muy de mañana. La marcha a las Batuecas fue solemne. A una media legua de La Alberca, desde la Cruz del Portillo puede ya la vista medir la profundidad inmensa que oculta todavía el convento, que hace más sombrío el circulo de montañas, cubiertas unas de rica vegetación, otras enteramente peladas, iluminadas ya las unas por el rayo de sol, dormidas las otras en la sombra”.

Las Batuecas. Foto sacada de aquí

 

            En la crónica se denomina  “el gran día” porque por fin se alcanzaba el destino final del viaje y se llegaba a la propiedad de la condesa de las Navas, un lugar que además tenía sobre sí mucha fabulación y leyenda. Por ejemplo, se decía que en las Batuecas,  según algunos crédulos,  estuvo el paraíso terrenal. La ocasión se presentaba  para  explorar y descubrir personalmente qué había de verdad en aquel valle. Y “la marcha fue solemne”, cargada de emoción, como si la condesa de las Navas fuera bajo palio majestuosa,  peregrina  y gozosa,  y  ritualmente seguida por  una expectante caravana con esperanza  de esparcimiento, de exploración y descubrimientos. La narración recoge algunas de sus impresiones: la profundidad del valle, el círculo de montañas, la vegetación de madroños, matorrales, enormes encinas, corpulentos cedros y altos cipreses.

5/03/2024

El viaje de la condesa de las Navas, Mª del Carmen Pizarro, desde Béjar a Las Batuecas en 1866 (3ª Parte)

 Autor: Ramón Martín Rodrigo

           En este artículo veremos el recorrido que hicieron la condesa de las Navas y sus acompañantes de Mogarraz a La Aberca y su prolongación  a la Peña Francia. La narración incluye trozos originales de la propia condesa, que pongo entrecomillados, y explicaciones que posiblemente le hacían sus compañeros durante el viaje y que luego las introdujo el escritor. Por eso en ocasiones tales comentarios parecen digresiones del relato.  Los añadidos he procurado obviarlos para ser más breve. Sin embargo, he de poner algunas observaciones mías, que van entre corchetes para que todo se entienda mejor.

 La Alberca


            “Al día siguiente, restablecida la Condesa de las Navas por una noche de descanso [la pasada en Mogarraz] y como se encontraba en perfecta disposición de continuar el viaje [además de poseer gran riqueza, era de fuerte salud y de decidido ánimo], haciendo un sol magnífico, volvimos a tomar el camino de La Alberca. Al subir una preciosa colina, sembrada de encinas y castaños, que todavía toca a Mogarraz, oímos a lo lejos una canción del país que cantaban voces frescas y sonoras. No podíamos comprender de dónde salían, pero no bien llegamos a lo alto de la colina, encontramos siete u ocho muchachas, que, al concluir su canción, nos saludaron, deseándonos buen viaje”. [Era una forma de sencilla y grata despedida preparada sigilosamente en Mogarraz].

4/26/2024

El viaje de la condesa de las Navas, Mª del Carmen Pizarro, desde Béjar a Las Batuecas en 1866 (2ª Parte)

 Autor: Ramón Martín Rodrigo

        La condesa de las Navas, María del Carmen Pizarro Ramírez, se trasladó en 1862 a Béjar para vender su palacio a José Regidor  por 120. 000 reales. Cuatro años después de nuevo se encontraba en  nuestra provincia. Entonces habló en Salamanca de la expedición que proyectaba: “Ir a plantar su bandera en el corazón de las Batuecas” por ser su propietaria por herencia. Aunque el redactor del viaje dice que este ilustre viajera era “nieta” de Francisco Pizarro, el conquistador del Perú, no hay que tomarlo al pie de la letra, sino que lo dijo para enfatizar su audacia. En Salamanca un pariente le proporcionó un guía, el Tío Rojas, que conocía hasta los caminos menos frecuentados.

 

 Paisajes de la llanura del río Sangusín

            Ya en Béjar se fue completando la comitiva para hacer la marcha. Además de la condesa, se unieron una de sus hermanas, la suegra del administrador de la hermana, los criados de la casa, que capitaneaba un antiguo voluntario de Luchana, cazador de oficio, Ramón Regidor, un francés, que pudo ser Antonio  de Latour (que escribió en francés la crónica del viaje) y un sacerdote joven, don Juan Manuel, que hizo oficio de capellán y de aposentador, y parece  que  era el más culto del conjunto, y tenía en La Alberca un hermano, Antonio Hernández.  En total unas doce personas.

4/19/2024

El viaje de la condesa de las Navas, Mª del Carmen Pizarro, desde Béjar a Las Batuecas en 1866 (1ª Parte)

 Autor: Ramón Martín Rodrigo

            A comienzos del siglo XIX una de las familias nobles de Béjar era la de apellido Pizarro. Este linaje poseía un secular mayorazgo y  otras propiedades no vinculadas. Su patrimonio contaba entre otras fincas un palacio en la plazuela de la Piedad, viñas y huertos, además de ganadería. Iniciada la guerra de la Independencia, en agosto de 1808 Luis Antonio Pizarro Ramírez se incorporó al ejército de Castilla para la defensa de España. La Francesada y los siguientes años le sirvieron para ampliar su cultura y para madurar en sus ideas políticas, inclinándose decididamente por las liberales.

 

 Luis Antonio Pizarro Ramírez

            Hacia los años treinta, una hija suya llamada María del Carmen Pizarro Ramírez contrajo matrimonio con el conde de Donadío, liberal destacado, y, tras ser procurador en Cortes por Málaga,  fue nombrado gobernador civil de  esta provincia. En 1836 en varios puntos de España grupos revolucionarios se alzaron para exigir  a los gobernantes medidas más radicales  e implantar nuevamente la Constitución de 1812. El gobernador militar de Málaga el 25 de julio de 1836 salió a apaciguar un motín, uno más de los frecuentes que se sucedían en la ciudad, pero los revoltosos acabaron con su vida. También fue a contener el brote revolucionario el gobernador civil, que era el conde del Donadío, pero cayó muerto a balazos. Así fue que su esposa, María del Carmen Pizarro y Ramírez, desde esa fecha se la empezase a llamar “viuda del Donadío”. El gobierno de España le concedió en 1839 la importante pensión anual de 12.000 reales, “merecida, pues su marido había muerto en acto de servicio, cumpliendo con su beber”.