Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Semanario "Béjar en Madrid", nº 4.814 (7/12/2018), p. 4.
A partir del 8 de
octubre, los representantes de la Junta Revolucionaria de Béjar en Madrid, Luis
Olleros y Rafael Lozano, intentarán hacer valer el nombre de una ciudad que
había vertido su sangre por los ideales triunfantes. Y lo hacían en una
tambaleante capital aún inmersa en los vaivenes revolucionarios. En varias
ocasiones son recibidos en el palacio de Buenavista para parlamentar con el
entonces ministro de la Guerra, jefe del partido progresista e icono de la revolución,
el general Juan Prim. Vara alta tenían los portavoces de la gloriosa Béjar que
había demostrado coraje y valor en los días de la revolución. Quien después
sería de facto presidente del Consejo
de Ministros invitaba en su casa y departía con llaneza con los bejaranos,
mostrándose cordial como veremos más adelante. Las descripciones minuciosas de
éstas y otras entrevistas las podemos rastrear en la correspondencia que éstos remitían
a Béjar[1].
Gobierno provisional de 1868
Ambos conversarían
el día 12 de octubre con el marqués de los Castillejos, quien “nos ha recibido muy cordialmente y a quien
hemos tenido el gusto de oir los mayores elogios del pueblo de Béjar”.
Entre otras cosas prometía tanto indemnizar a las familias azotadas por el
ataque del ejército isabelino, a las órdenes del brigadier Nanetti, como
castigar a los culpables de los desafueros militares ocurridos el 28 de
septiembre. Sin embargo, y a pesar de sus buenas palabras, no quiso oír hablar
de que Béjar se convirtiera en la capital de la provincia, una propuesta que
trasladó la Junta Revolucionaria a Prim aprovechando la fama que el nombre de
nuestra ciudad había adquirido a nivel nacional. Quizá el peso obtenido a raíz
de los últimos sucesos no desbancaba la importancia de Salamanca como capital
provincial. El orden parecía trastocarse pero había demasiados frentes
abiertos. En todo caso, las promesas del general catalán serían en parte
cumplidas, pues el 4 de noviembre el Ministro de la Gobernación aprobó la concesión
a Béjar de 8.000 duros para atender a la población, sobre todo fomentando las
obras públicas, y el 18 de noviembre una indemnización para la ciudad de 18.000
escudos para calamidades públicas[2].
No así el castigo a los culpables[3].