31 de enero de 2009

Historia de la iglesia de El Salvador (3ª Parte)


Autores: Mª del Carmen Cascón Matas
Roberto Domínguez Blanca
Oscar González Hoya

Publicado: Béjar en Madrid, n 4420


Escultura.

De época medieval se conservan la pila bautismal y dos arcosolios reutilizados en el muro de la nave de la epístola como ventanales. Sus dovelas se decoran con relieves de rosetas y plañideras tirándose de los cabellos. 

Bajo uno de los arcos y empotrado en el muro, se colocó una losa sepulcral medieval (ss. XIV-XV) con el dibujo inciso de una mujer yacente, que según Majada Neila perteneció a una tal “Doña Gila”.


De finales del siglo XVI subsiste uno de los dos lucillos sepulcrales con los que contó la iglesia. El que se conserva pertenece a Juan Núñez Burgalés (tal como se puede leer en la inscripción de la lápida) y se abre en el muro de la nave del Evangelio. Es de estructura adintelada, con un basamento sobre el que se alzan columnas de orden corintio bajo un frontón rematado en su ápice y en sus limas con bolas. Esta estructura acoge la caja funeraria con las inscripciones, y sobre ésta, las armas del difunto en un escudo oval bajo yelmo y entre tornapuntas. Las decoraciones geometrizantes son al gusto manierista. El escudo es de traza similar al que remata la entrada de una casa situada en la calle Chorreras, donde la tradición apunta que vivió el capitán Bolaños, aunque siguiendo la documentación conservada, éste vivía en la calle de las Armas, y Núñez Burgalés en la citada casa de Chorreras.

En la costanera septentrional del presbiterio queda la huella de un lucillo muy similar al de los Núñez, que perteneció al citado Juan de Bolaños, capitán de los tercios del Rey Felipe II, fallecido en 1585. Se perdió también en el incendio la estatua orante del mismo, que seguía la moda y disposición de las de la familia real en la Basílica de El Escorial. 



 El interior de la iglesia muestra una interesante colección estatuaria del siglo XX, Destaca la imagen de la Virgen de la Salud, obra de los años 40 y la de San Antonio de Padua de 1943, obras del escultor bejarano, Eloy Hernández, copias de las destruidas en el referido incendio. Las imágenes de la Dolorosa y de El Salvador son obra de los talleres Granda de Madrid. La Dolorosa se localiza dentro del retablo de la nave norte, obra también de Granda. El Jesús de las Victorias en el nicho del sotocoro, obra del bejarano González Macías en 1958, quizás la obra de mayor calidad de la estatuaria contemporánea de la iglesia. En fechas recientes la iglesia ha recibido las tallas de María Auxiliadora y Santo Domingo Sabio, procedentes del desaparecido colegios de los Salesianos.




- Artes industriales.

La parroquia de El Salvador atesora una más que interesante colección de platería barroca, rococó y neoclásica, de las escuelas salmantina, cordobesa y madrileña. Las principales obras (cálices, custodias, cetros, vinajeras...) se encargaban a plateros de renombre como Antonio Román y Bernardo Noscriba Espinosa. De las piezas menores y los arreglos que con frecuencia requerían las principales, se encargaban a plateros locales que llegaron a formar auténticos clanes familiares. De estos plateros bejaranos destacan algunos nombres como Francisco de Rojas, Antonio de Rojas, Alonso Álvarez, Francisco Cuadrado, Juan Bautista, Juan Vallejo, Ventura de Béjar, Jacinto de Béjar, Miguel Domínguez de Barrientos, Antonio Campo, Rafael Campo, Juan de Herrera, Sebastián de Herrera, etc. Su labor se documenta entre los siglos XVI y XIX.


La pieza más destacada es la custodia procesional que se exhibe en la festividad del Corpus Christi, obra salmantina ecléctica del segundo tercio del siglo XIX, de un metro de altura. Otras obras a destacar son la custodia madrileña barroca en bronce dorado, el cáliz Manierista de finales del siglo XVI, la colección de cálices rococós salmantinos y cordobeses, el extraordinario acetre rococó y la colección de candeleros barrocos con las inscripciones de los donantes.

Las vidrieras pertenecen también al periodo de la reconstrucción y destacan por su colorido, siendo también obra posterior al incendio. Dos de ellas decoran los nichos sepulcrales de la capilla del Sacramento reaprovechados como ventanales. El coro alto es iluminado por una gigantesca vidriera representando a Cristo Sacerdote. Las tres son donación de los feligreses.

Entre la ropa litúrgica se conservan varios ternos completos datados entre los siglos XVI y XIX, de los variados colores litúrgicos. Caben destacar también algunos frontales, sobre todo el de la mesa del altar mayor del desaparecido retablo.

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