21 de julio de 2014

Elogio a la banda de música de Béjar



    
Autor: Antonio Avilés Amat
Publicado: Béjar en Madrid, 04/07/2014, 4.706.
  

         Muchos de mis recuerdos infantiles se hallan asociados a las fiestas patronales de mi pueblo. Aquellas fiestas no eran realmente tales fiestas, ni poseían la exultación y el regocijo que debían ser inherentes a ellas hasta que no las anunciaba tocando, cada jornada, las floreadas dianas, la banda de música local con su alegre “tachín, tachán”; tampoco la misa mayor –que marcaba el apogeo o la plenitud de las mismas- era tan solemne si no ejecutaba, también la banda, durante el momento de la consagración, el himno nacional; ni la procesión con el santo parecía tan fastuosa y memorable si no transitaba a los acordes que emitían los instrumentos de tal grupo musical; ni el recinto ferial se animaba hasta que no se escuchaban los ampulosos y jaraneros compases -ejecutados por sus miembros uniformados de azul marino y cubiertos con gorra de plato- y el entrechocar de los platillos que tanto entusiasmaban a la chiquillería; ni las corridas de toros en la plaza –tendidos de sol y de sombra y en todos sudando, porque era estío- tenían sentido, ni gracia, ni solera, si no sonaban los cornetines anunciando los tercios de la lidia o los pasodobles que, por descontado, la banda interpretaba, acompañando las faenas de muleta del diestro… Esto son evocaciones de mi infancia unidas a las recordadas músicas de la bulliciosa banda de mi pueblo, que no sé si afinaría o no cuando las interpretaba, pero que a mí me parecía fantástica y levantaba, con sus cadencias festivas y sus sonidos bullangueros, nuestros ánimos y nos predisponían a gozar en plenitud de aquellos días de asueto y de jolgorio.


 Concierto en la Plaza Mayor

     


     Yo ya no resido en aquel pueblo sino en esta vieja ciudad, “rincón de provincia”, -como en su admirable novela con este título la definiera, en 1935, Emilio Muñoz García- y me permitirá el lector que la antecedente –afectiva y pueril- mención me sirva de pretexto para, salvando las distancias que son considerables, plasmar unas escuetas consideraciones acerca de la banda municipal de música de Béjar que, por diferentes motivos y, en su conjunto, propicios, es “harina de otro costal”. A la que, por el coordinado, unánime y buen hacer de todos sus miembros y la excelente dirección con que cuenta para que sus interpretaciones suenen espléndidas, quiero, con este texto, rendir mi particular, que nunca será excesivo, tributo de admiración. Esto, en modo alguno, lo hago de manera gratuita sino como obligado y respetuoso reconocimiento por el tiempo placentero que me ha proporcionado –como a muchos bejaranos amantes de la música- con sus memorables conciertos. El último de ellos, el del pasado sábado, 28 de junio, en el Teatro Cervantes, con el Grupo Terpsícore y la Coral municipal de Hervás, magnífico, como tantos otros.
 Procesión del Corpus



    Y es que la banda municipal de música de Béjar toca bien –muy bien- y esto no es tarea fácil. Sus interpretaciones son el resultado o colofón de un largo y laborioso proceso de prolongados y duros ensayos constantemente repetidos; de sacrificios y disciplina de sus componentes –la mayoría muy jóvenes- por lo que suponen las cuantiosas horas dedicadas a aquellos y no invertidas en otros ocios; la conjunción de esfuerzos individuales para que todo, concertado, suene armónico y la labor de coordinación llevada a cabo por un buen maestro de la batuta, como en este caso es su director Lorenzo Torrico, que ha sabido aglutinar las vocaciones y voluntades de tantos virtuosos y excelentes músicos como componen hoy el grupo instrumental y orquestal –e incluso vocal cuando es necesario- de nuestra banda. Que, obligado es apuntarlo para que no se olvide por lo obvio, cumple, además de los requerimientos para los actos oficiales del Ayuntamiento, una noble y doble función. La primera, la de animar y distraer, de forma amena y deleitable -que “la música amansa hasta las fieras”-, al público variopinto que escucha sus interpretaciones, y la segunda, con una motivación más pedagógica, la de acercar y divulgar, entre ese auditorio tan heterogéneo y entregado, seguidor de sus galas, la música de los grandes compositores. También, por añadidura, cultivar el buen gusto de la concurrencia múltiple y desigual, que asiste a sus conciertos –que, en su entusiasmo, veces aplaude a destiempo-, ofreciéndole, como lo viene haciendo, obras de calidad (o fragmentos significativos de ellas) de reconocidos autores europeos y españoles, tanto clásicos como contemporáneos. Y además -¿por qué no apuntarlo?-, cerrando la mayor parte de sus recitales –como obligada cortesía a los asistentes- con el coreado “Himno a Béjar” o algún fragmento de la zarzuela “La Bejarana”, igualmente acompañado con exaltada emoción, porque siempre hay que hacer patria chica aunque sea musicalmente. Todo esto lo cumple de modo admirable cuando, tras el impuesto silencio inicial, comienzan a escucharse, sosegados, los primeros compases; después o simultáneamente, según corresponda, la recia sonoridad de los instrumentos de viento y metal, desde los más delicados hasta los de estallido mas bronco y ampuloso; los acompasados y sutiles repiqueteos o los rotundos golpes y redobles de los de percusión –xilófonos, castañuelas, timbales y platillos-; las aladas notas de un solo de flauta  en un mágico intervalo con el resto de instrumentos detenido; los movimientos, ritmos y cadencias “in crescendo”, como la emoción de los oyentes, en un prodigioso universo de notas, cadencias y armonías hasta alcanzar momentos de entusiasmo y éxtasis como sólo la música puede producir.

 Concierto en el Teatro Cervantes


     Como complemento a sus interpretaciones musicales están –y también hay que reseñarlo- los escenarios donde, habitualmente, las ejecutan. Ignoro si corresponde a la banda su elección pero, sin duda, esta me ha parecido siempre un acierto. En el pasado verano fueron lugares incomparables y placenteros para todos los sentidos y no sólo el auditivo –por el marco de su ubicación, la adecuada acústica y hasta la grata temperatura paliativa del rigor estival- los elegidos para sus interpretaciones: el recoleto claustro de Convento de San Francisco, el paraje telúrico que constituye la explanada frente a la Ermita del Castañar, el ameno emplazamiento de la fuente de los ocho caños en el Jardín de El Bosque y, finalmente, el no menos agradable Teatro Cervantes

 Amenizando una corrida de toros


    Para concluir este breve artículo, sólo me resta desear larga vida a nuestra musical banda y a todos y a cada uno de sus miembros, aunados con sus instrumentos en la armónica sonoridad del conjunto. Y animarles para que continúen superando -con vocación y esfuerzo- la dura persistencia de los ensayos y nos sigan deleitando, como lo vienen haciendo, con el variado -y renovado en cada ocasión- repertorio de sus conciertos. “Ad multos annos”.


10 comentarios:

  1. Lo que se vive de niño, se disfruta siempre.
    Un saludo.

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  2. Un texto delicioso el de Monsieur Avilés, y un magnífico homenaje, por una vez, hacia esa banda de música que sin duda merecería alguno más.
    Ad multos annos, pues!

    Buenas noches

    Bisous

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  3. Hola Carmen:

    También tengo recuerdos de las fiestas de mi pueblo en Venezuela. Son en Octubre. La procesión no solo de las Santa patrona (Santa Teresa), sino las de semana santa. El corpus...La banda musical también estaba presente.

    Ahora en mi pueblo de adopción (Casarrubios) hay también fiestas que disfrutan más mis hijos que yo mismo. Son en Septiembre.

    Besos

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  4. A mi siempre me han emocionado las bandas de música, nosotros siendo un pueblo pequeño siempre hemos tenido dos con lo cual me gustaba oírlas y me apresuraba a ir a su encuentro tan solo oírlas de lejos.
    Un abrazo.

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  5. Gran tema me trae muchos recuerdos de niñez y juventud tendré que escribir alguna vez sobre la banda de mi pueblo. un saludo y gracias buena semana.

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  6. Antiguamente no había pueblo que de una cierta importancia, que no dispusiera de banda municipal. En los parques y jardines se construían kioscos para bandas de música para que la población disfrutara de sus conciertos en un entorno envidiable. Hoy día, las bandas municipales desaparecieron de muchos pueblos y solo queda como recuerdo aquel viejo kiosco.

    Besos

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  7. No puedo decir otra cosas que aplaudirla. Aquí cada pueblo por pequeño que sea tiene una o dos, que son contratadas continuamente para alegrar la vida de este pueblo luminoso, cuyas gentes, casi sin darse cuenta, se encuentran un pasacalle con su correspondiente banda, tocando pasodoble tras pasodoble y haciendo las delicias del público. En la feria de julio, la de San Jaime, hay además un acreditado festival internacional de bandas. Seguro que la de Béjar a tocado alguna vez en él.
    Besos.

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  8. Me encanta cuando traes noticias actuales de Bejar. Mis nietos tambien están en una banda de música. Empezando. Una maravilla escuchar las bandas. Al menos a mi me encanta.
    Bss

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  9. Me encantan, como buen gallego, las bandas de musica. Antiguamente estas florecían en todos los pueblos, villas y ciudades algo que ultimamente ya no sucede para pena y deterioro de nuestra calidad de vida.
    Un beso.

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  10. Me muero de envidia al leer el encabezamiento del artículo, porque he conocido de adulta lo que es entrelazar las fiestas de un pueble pequeño con el sonido de una banda pequeña, casi una charanga, pero tocada con toda el alma.
    Como bien dice, desde la diana a la procesión, a la misa, a los toros, he visto a los niños de ese pueblo extasiarse ante el manejo de platillos y trompetas, y siento de veras no haber vivido algo así.
    En Barcelona la vida es otra cosa y las bandas, también. Aunque sé que los músicos sí son los mismos en todas partes. Ellos siempre ponen el alma.
    Carmen, un saludos para tí y otro para el autor.

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.