Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.786 (06/10/2017), p. 7.
*El pasado 28 de septiembre los bejaranos recordamos los sucesos acontecidos en Béjar en 1868. Anualmente se conmemora con una marcha cívica desde el monumento a los Cañones de Víctor Gorzo hasta el cementerio de San Miguel donde el alcalde deposita un ramo de flores sobre la tumba de los caídos en esa jornada y pronuncia unas palabras en su nombre. Después de este acto la Agrupación Socialista Bejarana convoca a los bejaranos a asistir a un discurso en el lugar donde en aquellos tiempos se alzaba la desaparecida Puerta de la Villa, uno de los puntos calientes de aquella jornada gloriosa para la historia de Béjar. Este año esta que escribe tuvo el honor de pronunciar el homenaje que fue el siguiente:
*El pasado 28 de septiembre los bejaranos recordamos los sucesos acontecidos en Béjar en 1868. Anualmente se conmemora con una marcha cívica desde el monumento a los Cañones de Víctor Gorzo hasta el cementerio de San Miguel donde el alcalde deposita un ramo de flores sobre la tumba de los caídos en esa jornada y pronuncia unas palabras en su nombre. Después de este acto la Agrupación Socialista Bejarana convoca a los bejaranos a asistir a un discurso en el lugar donde en aquellos tiempos se alzaba la desaparecida Puerta de la Villa, uno de los puntos calientes de aquella jornada gloriosa para la historia de Béjar. Este año esta que escribe tuvo el honor de pronunciar el homenaje que fue el siguiente:
Bejaranos de a pie. Así
se podría definir a estos hombres cuya memoria honramos hoy. Bejaranos que
dieron la vida por defender unos ideales que hoy consideramos una conquista
política: por el sufragio universal (masculino), por una constitución
democrática, por la libertad de reunión, asociación y opinión, por la
separación de poderes, por el derecho a las bodas civiles, por la eliminación
de las quintas y por el estado aconfesional. Bejaranos que defendieron las
libertades de que hoy gozamos y que regaron con su sangre un bello ideario que
parecía entonces lejano y utópico. Bejaranos y comarcanos que encontraron la muerte
por el mero hecho de encontrarse en el sitio y el día equivocado, sólo por
haberse acercado a Béjar con motivo de la feria y de la fiesta del patrón San
Miguel. Bejaranas que fueron ultrajadas, atacadas y vejadas por su condición femenina.
Familias que huyeron o se enfrentaron como supieron al ataque de decenas de
soldados armados.
Monumento a los cañones de Víctor Gorzo (Béjar)
Sin embargo, el sino de aquellos paisanos no era el de
quedar grabados sus nombres en una placa ni de ser recordados por los hombres y
mujeres del siglo XXI. Sus vidas consistían en trabajar de sol a sol para
ganarse el sustento, bien en las fábricas, bien como artesanos, bien
comerciando en los puestos de la feria, bien trajinando en las casas, cuidando de
los hijos o haciendo la colada en el río. Nada les llevaba a pensar que Béjar y
sus vidas cambiarían aquel 28 de septiembre de 1868.
Hasta ese día España se encontraba sumida en gobiernos elegidos
por sufragio censitario, anclada a las antiguas instituciones y al caciquismo,
con una reina, Isabel II, que no quería oír hablar de gobiernos progresistas,
ansiosos de cambio, sino de poner y quitar ministros según el beneplácito de su
reducida camarilla. Así las transformaciones sólo podían sobrevenir de la mano
del golpe de estado, de las manifestaciones y protestas del pueblo, aglutinado y
disperso en torno a varios partidos políticos. Una y otra vez, durante décadas,
se intentó, sin conseguirse, o apenas por unos cortos años, imponer una
democracia y retornar a los preceptos de la Constitución de 1812. Mas el
inexorable rumbo de la Historia imponía sus ritmos y la sociedad demandaba
alcanzar mayores parcelas de poder.
Placa con los nombres de los caídos en aquellos días
Béjar no era ajena a tales vaivenes. Domingo Guijo,
Vicente Valle, Aniano Gómez o José Fronsky lideraban a los bejaranos que
deseaban poner su granito de arena a esa gran montaña de españoles que cada día
se agrandaba, aunque con poca fuerza, frente al coloso del sistema establecido.
Palabras como libertad, democracia o federalismo se hicieron frecuentes entre
los corrillos de paisanos que se daban cita en las tabernas, a media luz y a
escondidas. Ideales que hasta ahora permanecían ocultos por utópicos se
esgrimían como posibles y la esperanza en una España mejor parecía más cercana
que nunca. Como aperitivo, el 29 agosto de 1867, y al calor de la sublevación
del Cuartel de San Gil, los organizados bejaranos intentaron, sin conseguirlo,
que la llama de la libertad prendiera en la ciudad. El fracaso colectivo dio
alas para una segunda intentona que llegó precisamente en septiembre del año
siguiente.
Ese
mes la olla a presión de la situación política española explotó en la Bahía de
Cádiz con un pronunciamiento de la Armada que se extendió por doquier a nivel
militar. Justo mientras los contendientes, moderados frente a progresistas,
medían sus fuerzas en la Batalla de Alcolea aquel 28 de septiembre, los
bejaranos, gente de a pie, no lo olvidemos, se hacían fuertes frente a 2.000
militares en un ejemplo prácticamente único de sublevación civil. Las barricadas
que se alzaron en distintos puntos del callejero se organizaron minuciosamente,
anotando nombres y apellidos de los 300 valientes que se atrevieron a alzar sus
voces en una ciudad perdida del oeste del país. Tras los parapetos construidos
con travesaños de madera, sacas de lana y muebles viejos, los paisanos, armas
en mano, regaban sus gaznates con aguardiente para insuflarse ánimos frente a
los bien armados militares al mando del brigadier Nanneti. La feria fue
suspendida por la Junta Revolucionaria que había tomado el poder en el
Consistorio en aquellos días de incertidumbre.
Aniano Gómez
Aguardiente
y lemas como ¡Viva la Libertad! o ¡Abajo Isabel II! se repetían a cada poco
cual mantras para aventar el miedo. La figura de Prim se engrandecía como icono
de una revuelta que se transformó en revolución. Unas pocas armas, unos
parapetos endebles y unos cañones, fundidos por Víctor Gorzo, que más que balas
disparaban esperanzas, eran las escasas defensas de aquellos valientes (carpinteros,
bataneros, músicos, albañiles, comerciantes, taberneros, herreros) frente al
contingente armado. La Junta Revolucionaria, osada, parlamentó con Nanneti para
que se adhiriera al golpe de estado, en vano. El ejército, inmisericorde, y
tras agotar cualquier intento de negociación, bombardeó la ciudad y, penetrando
por el Puente Viejo y Nuevo, atacó el barrio de la Corredera, cuya columna
vertebral fue bautizada como calle de la Libertad. Muchos paisanos encontraron
la muerte sin haberla buscado en aquel “día de fuego y sangre”, como la definió
Juan Muñoz Peña, ajenos a los idearios políticos, solo por el mero hecho de
vivir en un barrio extramuros. Sus casas fueron desvalijadas y niños y mujeres
fueron atacados sin compasión. Como en el 2 de mayo de 1808 en Madrid, los
rollos del suelo fueron utilizados como proyectiles frente a las bayonetas y
los tiros de fusil. Las barricadas fueron asaltadas pero los rebeldes no
cedieron un ápice.
Quién
sabe qué hubiera ocurrido si la revolución, luego bautizada como La Gloriosa, no
hubiese triunfado en Alcolea ese mismo día. La carnicería hubiese sido brutal y
el caserío bejarano hubiera perecido bajo el inmisericorde bombardeo de los
cañones realistas hasta reducirlo a cenizas, mas el ideario revolucionario
había vencido. Cuando la noticia llegó a Béjar, los contingentes militares plegaron
las alas y levantaron el asedio ante la mirada atónita de los paisanos
levantados en armas. La revolución había triunfado y la coalición de
progresistas, unionistas y demócratas había alcanzado el poder en Madrid. Isabel
II hizo las maletas precipitadamente y partió al exilio, mientras España entera
coronaba a los héroes de Béjar junto a los de otras poblaciones como Santander
o Alcoy.
Ofrenda floral en la placa de los caídos en 1868
(Puerta de la Villa)
Foto de Béjar al día
La libertad de que hoy gozamos se la debemos en parte a
aquellos valientes, a aquellos bejaranos de a pie que encontraron la muerte por
sus ideales políticos, a aquellos paisanos que cayeron ajenos a lo que en Béjar
ocurría, a aquellas mujeres que defendieron sus casas y a sus hijos del ataque.
Me pregunto si serían conscientes de la trascendencia de unos actos en los que
arriesgaban la vida por una causa que parecía perdida. Osados, valientes,
irracionales, románticos, locos. Sus nombres se alzaron desde la rutinaria
trayectoria vital del ser humano corriente al altar del martirio de los caídos
por la causa.
Sus
muertes no fueron en vano. Con su arrojo se abría un tiempo de cambio,
esperanza, incertidumbre e ilusión. Un tiempo en que la libertad, el sufragio
universal y la democracia se conseguían para pronto caer a los pocos años por
obra y gracia del desentendimiento y de la división (qué cercano nos suena
esto). Aquella sociedad no había madurado lo necesario para poner en marcha un
engranaje democrático lo suficientemente sólido. Ni en 1868, ni tampoco en
1931. Los españoles habrían de vivir dos guerras civiles (la Tercera Guerra
Carlista y la guerra de 1936), dos repúblicas (Primera y Segunda), dos
monarquías (Alfonso XII y Alfonso XIII) y dos dictaduras (Primo de Rivera y
Franco) para que en 1976 regresara, y esta vez para quedarse, la democracia a
España.
Muchas
gracias a todos por asistir a este pequeño homenaje a aquellos paisanos de a
pie.
Cuántas penalidades pasaron nuestros abuelos para, finalmente, haber aprendido tan poco de nuestra historia recorrida y volver a cometer error tras error. Esperemos no poner en riesgo nuestra libertad.
ResponderEliminarUn saludo, Carmen.
Esperemos que la sangre de estos héroes no haya caído en vano y podamos seguir conservando las libertades que hoy disfrutamos.
ResponderEliminarBesos
La historia es una cansina que se repite una y otra vez sin que las personas aprendamos nada de nada. Héroes que dan su vida por lo que no tendría que haber habido derramamiento de sangre. Ofertas florales que tienen más de lucimiento del YO que de vitorear las gestas de los antepasados... Hoy es el día después de un desgraciado primero de octubre, quizá la actualidad no me ha dejado leer con atención tus palabras, Carmen.
ResponderEliminarBesos.
Enhorabuena. Eres la persona que mejor podía pronunciar este bonito discurso, porque llevas tiempo viviendolo y comunicándolo. Un fuerta abrazo.
ResponderEliminarEsta entrada me ha hecho recordar lo que le digo a mis hijos: Nuestros derechos los pelearon unas personas que en algunos casos dieron sus vidas, para que los tuviésemos.
ResponderEliminarBesos Carmen
En ocasiones la historia se repite no por no conocerla si no por usarla a nuestro antojo usando solo aquellas partes que nos interesan no al completo.
ResponderEliminarEstas personas son un ejemplo a seguir ya que siempre hay alguien dispuestos a quitar derechos.
Saludos.
Orgullosa de ser bejarana, de tener memoria y de tener en Béjar personas como tú.
ResponderEliminarGracias Carmen.
Hola, Carmen. Un buen momento para recordar la gran importancia que tienen el poder expresarse a través del voto y el vivir respetando las leyes. Dos armas que protegen a los paisanos de a pie.
ResponderEliminarUn abrazo.
En primer lugar mi enhorabuena; ya había visto algunas fotografías del acto y, en segundo, decirte que ojalá tengas razón y no peques de optimista cuando afirmas que la democracia regresó en 1976 para quedarse. Lo cierto es que algunos acontecimientos recientes parece que nos devuelven a 1934.
ResponderEliminarUn abrazo,
Mi enhorabuena, por tan bonito homenaje a esos héroes, que dieron sus vidas por las Libertades, que hoy todos disfrutamos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Un magnífico discurso, que seguro lleno de orgullo a tus paisanos.
ResponderEliminarUn abrazo, Carmen.
Es para sentirse orgulloso. Pero ¿porque todo ha de conquistarse con derramamiento de sangre? Si no te matan los unos o los otros no eres un héroe, ni santo ni se consigue nada.
ResponderEliminar¿Cambiaremos algún día? Bss