Autor: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid nº 4.794 (2/02/2018), p. 4.
A principios del siglo XIX Béjar dejaba
pasar las lentas hojas del calendario siendo una villa, industriosa, sí, con
fábricas laborando en los márgenes del Cuerpo de Hombre, sí, con una
inmigración creciente de mano de obra, sí, mas continuaba con sus trazas de
población rural, con presencia más que evidente de ganadería y una escasa agricultura.
O así es al menos como nos la imaginamos, provinciana todavía, sin título de
ciudad (no lo conseguiría hasta 1850), sin Escuela Industrial, con las calles
enfangadas por la lluvia y casuchas misérrimas en la mayoría de su caserío. ¿O
quizá no?
Sede de la Capitanía en Valladolid. Foto sacada de aquí
En 1836 la Capitanía General de Castilla
la Vieja, con sede en Valladolid, remite un cuestionario a Béjar [1] con
el fin de obtener datos fidedignos sobre distintos aspectos considerados relevantes
en lo militar, dejando atrás otros asuntos no menos interesantes. La situación
a nivel nacional así lo requería, por un lado, por haberse producido el motín
de La Granja -un grupo de soldados y sargentos de la Guardia Real había
obligado a la reina regente María Cristina y a su hija, menor de edad, Isabel
II a jurar la constitución de 1812 e implantar un gobierno progresista- y, por
otro, por encontrarse en plena efervescencia la Primera Guerra Carlista.
Principia el cuestionario con una serie
de noticias conocidas cuales son que Béjar es una villa al sur de la provincia
de Salamanca, a 12 leguas de ésta -la división provincial realizada por Javier
de Burgos databa de 1833, por lo que la ciudad charra ya era de facto la
capital- y perteneciente en lo eclesiástico al obispado de Plasencia, cuenta
con juez de primera instancia y es cabeza de partido.
Claustro del desamortizado convento de San Francisco
En la población viven 1.100 vecinos o cabezas
de familia, equivalentes a unos 4 miembros por unidad familiar; es decir, 4.400
bejaranos. Para su población se dispone de los servicios de tres médicos -uno
de ellos de cuenta del Ayuntamiento-, cuatro cirujanos -ídem para uno de ellos-,
cuatro farmacéuticos, tres albéitares o veterinarios -dato que demuestra la
importancia de la ganadería en la zona-, dos maestros armeros, seis cerrajeros,
seis carpinteros, dos maestros de obras -se especifica que no había
arquitectos-, cuatro maestros sastres, seis maestros de obra prima -o
zapateros- y doce panaderos. Los datos son escogidos en cuanto a su relevancia
a la hora de que estalle un conflicto armado en la villa -médicos, cirujanos y veterinarios
son imprescindibles en caso de que haya heridos entre las tropas o las caballerías-.
Fábricas textiles en una foto posterior a la encuesta.
Foto sacada de Archivo fotográfico y documental de Béjar
De las viñas se obtienen 200 cántaros de
vino y de los campos se recogen anualmente 3.300 fanegas de trigo, centeno y
cebada. En cinco molinos de dos piedras harineras, que muelen 240 fanegas de
trigo cada 24 horas y seis hornos, se abastece de pan al vecindario, o a las
tropas si se diera el caso, a razón de 1.100 libras cada 24 horas. La ganadería
cuenta con 140 caballerías mayores, 12 menores, 300 cabezas de ganado vacuno y
5.000 cabezas de ovino “que pastan fuera”.
Ruinoso Palacio Ducal en una foto del siglo XIX.
Foto sacada de Archivo fotográfico y documental de Béjar
Foto sacada de Archivo fotográfico y documental de Béjar
En cuanto a la industria en 1836 en
Béjar se encuentran funcionando a pleno rendimiento 15 fábricas de paños según
este informe, sin especificar más. Consultando la obra de Ros Massana [2]
en 1834 se contabilizaban diez edificios maquinarios hidráulicos, 221 telares,
con una producción de 400.000 varas de paño. Dado que nuestra estadística poseía
un fin distinto del económico, no se ofrece ningún dato más jugoso a este
respecto. Béjar se baña por el norte por el río Cuerpo de Hombre y el agua es
abundante, con siete fuentes “de aguas
potables que se surten de una cañería de la Sierra”. “El pueblo es saludable aunque frío”. No hay minas descubiertas
aunque la actividad comercial es más que satisfactoria con dos mercados
semanales.
El río Cuerpo de Hombre baja bravío cuando se produce el deshielo de la nieve
Según su actividad se contribuye con
129.972 reales a las rentas provinciales (o impuestos percibidos por el gobierno
provincial y que gravaban productos de primera necesidad), por paga de paja y
utensilios 9.920 reales, extraordinarios de paja 10.399, productos de propios
8.000 y de arbitrios 20.000 reales.
Por entonces existen tres conventos
desamortizados -Anunciación, Piedad y San Francisco-. No hay cuarteles aunque
en el Palacio Ducal bien pueden alojarse 1.000 soldados de infantería,
anotación que resultaba de máximo interés, con el carlismo procedente del norte
de Extremadura amenazando a las puertas de la villa, miedo que se hizo realidad
dos años después con la invasión de las tropas del general Basilio. La idea de
instalar una unidad de infantería en la villa se verificaría años más tarde y
es probable que se estuvieran barajando edificios vacíos de gran tamaño donde
alojarla. Por cierto, que entre toda la población se cuantifican 60 caballos,
aunque “no hay carruajes, ni el terreno
lo permite”. El interés por conocer su número exacto tiene un carácter
militar, habida cuenta de que son necesarios, en caso de guerra, para
transportar pertrechos, armas e incluso como cabalgadura para las unidades de
caballería.
Calle de La Antigua o 29 de agosto
Precisamente, y para que veamos los
fines de los distintos cuestionarios que se enviaban a los consistorios, se
guarda otro del mismo año que cuantifica los vecinos en 1.644 -600 más que en
el anterior-, o sea 6.600 habitantes, ocho tabernas, tres abacerías o tiendas
de comestibles, dos botillerías o alojerías sin café, cuatro confiterías,
cuatro juegos de billar, cinco posadas públicas, 14 personas con licencia y
posesión de armas y 12 puestos ambulantes.
Béjar dispuesta para la guerra, un
fantasma continuo que se haría realidad varias veces durante el siglo XIX a
nivel local. Pero, ¿cómo huir de ella? ¿cómo entretener el tiempo sin
botillerías, sin juegos de billar, sin tabernas, sin confiterías?
[1] Archivo Municipal de Béjar.
Correspondencia suelta 1836. Sign. 092 (16 de noviembre de 1836).
[2] ROS MASSANA, Rosa. La industria textil lanera de Béjar
(1680-1850). La formación de un enclave industrial. Junta de Castilla y
León, 1999, p. 209.
Curiosos los datos que nos hablan de un tiempo no tan lejano. La cifra de doce panaderos nos dan la clave de cuál era el principal alimento de la población.
ResponderEliminarUn saludo.
El último cuestionario es vital para saber algo del perfil humano de la ciudad. Dices bien cuando apuntas que mientras la guerra anunciada llegaba o no, en algo debía entretenerse el hombre común.
ResponderEliminarNada se cuenta de la mujer. Aún faltaban siglos para que se oyera su voz.
Saludos.
Datos interesantes que ya revelan la importancia de la población. Tanto en abastecimiento como en servicios, estaba bien dotada para la época.
EliminarBesos
Tres médicos para 4400 ciudadanos + 4 cirujanos... Impresiona que se ha involucionado en ese sentido...
ResponderEliminarBesos
Se ve que lo tenían todo bien calculado para en caso de ser necesario para la guerra pero eso mejor no ser utilizado.
ResponderEliminarSaludos.
No había mucha diversión pero si todo lo fundamental y bien preparados para enfrentar la guerra, la fabrica funcionando a toda marcha y con buen equipo médico, para aquellos tiempos no estaba mal.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me pasa como a Manuel, me ha impresionado el número de habitantes por facultativo. Son muy interesantes todos los datos que aportas.
ResponderEliminarUn abrazo
De lo más interesante leerte hoy Carmen, una buena organización para los años que se vivían, gracias por tan buena información.
ResponderEliminarUn abrazo de Espíritu sin Nombre.