Autor: Manuel Álvarez-Monteserín Izquierdo
Desde los comienzos de la prehistoria, el hombre ha tratado de gestionar su vida y actividad controlando el transcurso de los días a través del ciclo del sol, las fases de la luna o fenómenos astronómicos, y para ello se valió de distintas observaciones en la naturaleza, teorías y artilugios. Una de las primeras referencias literarias que encontramos sobre relojes solares es el “Cuadrante de Achaz” del siglo VII a.C. y mencionado en la Biblia. Se trataba, dicho de una forma muy sencilla, de unos pequeños peldaños que, en función de la sombra que proyectaban, nos informaban del movimiento del sol y del transcurso del día.
En el siglo XII aparecen algunos cuadrantes de sol con la división eclesial del día solar, y en el siglo XV comienzan a ponerse en iglesias y catedrales. Estos relojes solares se basan en la sombra que proyecta un gnomon o estilo sobre una superficie con una escala graduada que nos indica la posición del sol. Prácticamente hasta el siglo XIII el ser humano medía el tiempo con relojes e agua o clepsidra, y de arena, cuya construcción está ligada al soplado del vidrio. Los primeros relojes mecánicos aparecen pasado el año 1300. Es en el transcurso del siglo XV cuando el concepto hora tiene sentido como unidad del tiempo. El siglo XVI desmenuza aún más la hora, contemplándose las fracciones minuto y segundo. A lo largo del siglo XVII el reloj como pieza individual se incorpora al ser humano y siempre entre personas de nivel adquisitivo alto, pues también plasmaba la función de distinción entre los ciudadanos.
Son las mujeres las primeras en utilizar el llamado reloj de pulsera a principios del siglo XX,
aunque Louis Cartier, relojero francés, fabricó para su amigo aviador
Alberto Santos-Dumont un reloj aparentemente útil para sus vuelos. No
obstante, fue Pateek Philippe quien en 1868 realizó el primer reloj de pulsera para mujeres. Los hombres comenzarán a utilizarlos a partir de la Gran Guerra, en torno a los años veinte.
En el transcurso de los años sesenta aparecen en el mercado los
primeros relojes electrónicos y de cuarzo para dar paso en años
sucesivos a los digitales, atómicos, etc. alcanzando, estos últimos,
medidas de máxima precisión empleadas por ejemplo en la localización por
GPS.
Realizado este sucinto viaje por la historia del reloj, me centraré en una de las familias de relojeros ubicados en Béjar, que han marcado el pulso de la vida de los bejaranos, ofreciéndoles sus relojes y recuperando viejas glorias de la historia de la relojería, restaurando sus desgastes e incluso fabricando diminutas piezas para darles una segunda oportunidad: la familia Reig.
Ángel Reig González vino al mundo el 11 de febrero de 1912 en Béjar, Salamanca, y fue bautizado en la parroquia de San Juan Bautista. Comenzó su formación académica en el Colegio Salesiano de Béjar, y completó sus conocimientos técnicos en la Escuela Industrial de Béjar. Adquiere sus primeras nociones de relojería en los años treinta de la mano de Enrique Jiménez Calabia, hombre que creó escuela dados sus extraordinarios conocimientos y su afán por enseñar el oficio a los jóvenes.
Llega la Guerra Civil y con ella fue llamado a filas, siendo destinado a distintos frentes. En Alicante pudo volver a su pasión y comenzó a trabajar en la Relojería Gomis. A su regreso a Béjar monta su primer negocio en la calle Mayor de Sánchez Ocaña número 5. El conocimiento de la mecánica de los relojes facilitó todo tipo de reparaciones en tipologías de bolsillo, pared, sobremesa, de pulsera… Tuvo también buenas manos para el control de la óptica.
Continuará
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Hoy, 17 de junio de 2022, se inaugura en Béjar la colección permanente de relojes que José Ángel Reig ha donado al Ayuntamiento de Béjar para ser expuesta en la Colección "Valeriano Salas".
He visto algunos relojes de pared, muy parecidos a estos. Deben de ser de la misma época.
ResponderEliminarBesos.
Nos obsesiona medir el tiempo, pero cuando el espacio se haga infinito, el tiempo habrá dejado de existir, pues es una convección de los vivos.
ResponderEliminarParece que la humanidad siempre se intereso por medir el tiempo y cada vez mas preciso.
ResponderEliminarDesconocía que primero se fabricaran los relojes de pulsera para la mujer.
Saludos.
Quedo pendiente de la segunda parte porque es un tema que me apasiona, de hecho tengo una pequeña colección de relojes de principios del pasado siglo compuesta por un carrillón, siete de bolsillo con cadenas y tapas, y otros siete de pulsera a cuerda. Y aunque no te lo creas en toda mi vida, jamás he utilizado un reloj, así como tampoco me pongo cadenas, pulseras, anillos, incluso, ni el de compromiso. Siempre he sido en este sentido un bicho raro, al menos eso me dicen.
ResponderEliminarLa introducción que has hecho sobre la medición del tiempo, me ha parecido excelente.
Un abrazo, amiga.
Excelente texto, del que he aprendido bastantes cosas. Primero, que no fue Cartier el primero al que se le ocurrió poner una correa al reloj de bolsillo que regaló a su amigo aviador, sino que las damas fueron las primeras beneficiadas medio siglo antes con la idea de P. Philippe. También he recordado una clase en que hicieron una relación de los métodos pioneros nombrando la clepsidra, artilugio que pasaron décadas hasta que vi un ejemplar de lo que se trataba. Y otro recuerdo es, más o menos, el de una película en la que alguien preguntaba la hora a un conductor, él estiraba el brazo y mostraba el que quizá fue el primer reloj digital que apareció en una pantalla.
ResponderEliminarPor último, mi enhorabuena a Béjar por la exposición que espero no tardar mucho en visitar.
Un nuevo motivo, otro más, para que el viajero disfrute de esa ciudad con tantos atractivos.
Saludos en el primer día de verano.
Me ha gustado mucho. Soy un esclavo del tiempo ... No sabes cuanto...
ResponderEliminarBesos Carmen