22 de abril de 2023

Entre porcelanas y caballos: los regalos del rey de Polonia al duque de Béjar

Autora: Carmen Cascón Matas

Publicado: Béjar en Madrid 4.861 (18/12/2020)

        Érase una vez, en una ciudad lejana llamada Dresde, ejercía su poder un rey apodado El Fuerte. En realidad se llamaba Augusto, o Federico Augusto, y gustaba de las mujeres y del buen vino. Aquel 4 de septiembre de 1731, mientras el barbero rasuraba su rostro y el peluquero le empolvaba la peluca, el rey de Polonia y elector de Sajonia dictaba una carta de agradecimiento a un lejano duque, señor de Béjar y otros dominios allá en la distante España. La razón no era otra que el presente que le había hecho llegar al rey por medio del capitán Majer, a quien el polaco había enviado dos años antes a España con la sana intención de comprar caballos. 

 Augusto II de Polonia


            Augusto II de Polonia, quien había ascendido al trono en 1697, intentó durante su reinado convertir el trono polaco en dinástico, en vez de electivo, pero fracasó en su intento después de una guerra civil con los aristócratas polacos. Para ser investido renunció a sus creencias protestantes y se convirtió al catolicismo, dejando a su esposa en Sajonia y marchando a su nuevo reino. Cristiana Eberardina de Brandeburgo-Bayreuth no se le pasó por la cabeza en ningún momento seguir a su marido a esas tierras lejanas, así que Augusto II se dedicó a saltar de cama en cama llegando a tener, según algunas fuentes contemporáneas, más de 300 hijos, uno por cada día del año.

            Durante su reinado, al margen de estos escarceos amorosos, embelleció la capital del reino, entonces Dresde, construyendo un espectacular palacio a imitación del de Versalles, que había visitado en una ocasión, y ejerciendo como mecenas de artistas, músicos y escritores. Tampoco faltaron los conflictos con otros territorios como la Gran Guerra del Norte en 1701 contra Suecia, por la que fue vencido y expulsado del trono. Regresó, sin embargo, tras la derrota de Suecia a manos de Rusia. 


 

            Mientras dictaba la carta dirigida al duque de Béjar Juan Manuel II, el rey polaco contaba con 61 años y le restaban dos de vida. No quería dejar pasar la oportunidad de agradecer el presente del español, dos caballos para él y uno para su hijo, el futuro Augusto III. Le llama primo y le reconoce “el buen concepto que ya tenía de hecho de vuestra urbanidad me ha inspirado el deseo de manifestaros mi agradecimiento y el aprecio singular que hago de vuestra persona”. Para ello corresponde con otro envío, esta vez por medio del capitán Martine, “de un tiro de yeguas de las mas bien hechas de este país con algunas alajas de porcelana que se fabrica en el”[1].

            Augusto II sufría lo que él mismo llamó “fiebre de la porcelana”, un mal que se extendió entre los monarcas europeos cuando las finas lozas chinas empezaron a inundar nuestro continente. Ávido de fabricarlas en sus dominios, trasladó a un alquimista sajón a Dresde, en realidad un estafador que prometió al rey conseguir de la nada dos toneladas de oro. Tras su confinamiento durante cinco años en un lúgubre castillo, Botller consiguió, después de decenas de operaciones frustradas, hallar la fórmula de la fabricación de la porcelana en 1709. El rey, encantado con su alquimista, fundó la Real Manufactura de Porcelana en Meissen, la primera de Europa. Augusto II fue un gran coleccionista tanto de porcelana china como japonesa, además de un impulsor de su fábrica polaca. Una década después de su construcción habían salido de sus hornos 20.000 piezas y rivalizaba en calidad con las asiáticas. Incluso el rey se hizo construir un palacio entero de porcelana a las orillas del río Elba. 

 Porcelana de Meissen


            Juan Manuel II debió de quedar ojiplático cuando el regalo polaco, valorado en 8.000 doblones según su estimación, arribó a su palacio madrileño y más cuando leyó la carta en la que Augusto II le trataba de primo, una deferencia que el aristócrata explicó a su contador mayor en una carta en la que desentrañaba el intrincado árbol genealógico de los Zúñiga y de otros Grandes de España[2]. El regalo consistía en varias piezas de porcelana de Meissen guarnecidas de oro, en un tiro de yeguas destinadas a su carruaje, ocho para ser más exactos, y “un caballo padre de las mejores castas de Alemania”. El duque de Béjar, digno servidor de Felipe V, decidió entregar el presente a Su Majestad[3].

            El asunto de los regalos cruzados no quedó ahí porque durante los dos años siguientes, es decir entre 1731 y 1733, Zúñiga pretendió crear una raza de caballos para Felipe V mezclando las sangres de caballos sajones y españoles. Así, según su testimonio de febrero de 1732, “las 8 yeguas que han venido de Sajonia no son de aquella lindura, ni fineza de las que S.M. tiene en su Real Yeguada de Cordova, ni de la mia que se halla en aquellas cercanías, pero teniendo bastante altura y bien echas y mayores que las de España porque son de extracción de Dinamarca, quiero establecer con cavallos Padres Andaluces una excelente casta de cavallos, fuertes y bien formados que puedan servir, o bien para tiros de cavallos de las Reales Caballerizas o remonta de las tropas de S.M.”. Asimismo solicita el permiso real para remitir otros diez caballos al rey de Polonia, siempre y cuando sea del agrado de Felipe V[4]

 Retrato de Juan Manuel II, XI duque de Béjar, entre los reyes Felipe V y y Mariana de Neoburgo. Detalle del lienzo Cacería en La Moraleja organizada por el Duque de Béjar en honor de los hijos de Felipe V en 1729, Toribio Álvarez, Palacio de Riofrío

Un mes más tarde, en marzo, Juan Manuel II recibe la aprobación de criar caballos aunque sólo en tierras de Andalucía y Extremadura, y nunca en La Mancha por prohibirlo una real pragmática[5], y con la licencia de remisión al rey polaco de ocho caballos. En mayo, sin embargo, el rey se desdice, o más bien su consejo, limitando el regalo a seis caballos y no diez como era la intención del duque bejarano[6].

La loable idea del duque de Béjar acabó frustrándose con la muerte de Augusto II, el Fuerte, el rey de la porcelana, en 1733. Nada se vuelve a encontrar en los archivos del asunto.



[1] Archivo Histórico de la Nobleza (AHN). OSUNA, C.260, D.95-96. “Copia de la carta remitida por Augusto II, rey de Polonia a Juan Manuel López de Zúñiga Mendoza Sotomayor, XI duque de Béjar en la que le trata de primo y en la que le agradece el regalo de dos caballos de raza española para él y para su hijo, y a cambio le envía con el Capitán Martine un tiro de yeguas y varios presentes de porcelana."

[2] La carta está archivada bajo la misma referencia que la anterior.

[3] AHN. OSUNA, CT.141, D.82. "Carta de Juan Bautista de Orendain Azpilcueta, I marqués de la Paz, a Juan Manuel López de Zúñiga Sotomayor, XI duque de Béjar, informándole que ha recibido el regalo que el rey de Polonia ha hecho a los reyes."

[4] AHN. OSUNA, CT.141, D.84. "Carta a Juan Bautista de Orendain Azpilcueta, I marqués de la Paz, informándole de las intenciones de crear una casta de caballos cruzando razas danesas y españolas, con el fin de ponerlos al servicio del rey Felipe V, y pidiendo que se le conceda un pasaporte para enviar diez caballos al rey de Polonia."

[5] AHN. OSUNA, CT.141, D.85. "Carta de Juan Bautista de Orendain Azpilcueta, I marqués de la Paz, a Juan Manuel López de Zúñiga Sotomayor, XI duque de Béjar, transmitiéndole el permiso concedido por el rey Felipe V para enviar diez caballos al rey de Polonia y agradeciéndole que ponga al servicio de la corona la nueva casta de caballos que prepara."

[6] AHN. OSUNA, CT.141, D.86. "Carta de Juan Bautista de Orendain Azpilcueta, I marqués de la Paz, a Juan Manuel López de Zúñiga Sotomayor, XI duque de Béjar, comunicándole que el rey Felipe V sólo le concede un pasaporte para enviar seis caballos al rey de Polonia (y no diez, que era lo que él solicitaba)."

 

4 comentarios:

  1. Me gusta eso de ojiplático con esos regalos quien no...
    Entre nobles y más cuando los favores son bien concedidos los presentes alcanzan magnitud.
    Gracias a estos archivos y a la labor de investigación podemos entender tantas cosas, gracias por tus entradas.
    Un abrazo y un tranquilo finde,Carmen

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  2. Ahora esas piezas tan v valiosas, son motivo de admiración tanto en su país, como las que recibió como obsequio el duque de Béjar, que habrán sido conservada con el mayor esmero.
    Besos.

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  3. Cualquiera se quedaría admirado al ver semejantes obras de arte en porcelana.
    En cuanto al comportamiento sexual del Rey polaco me recuerda a lo que se nos ha dicho de ese rey de Castilla que dieron en llamar "el hermoso".

    Saludos.

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  4. Vaya siglo el XVIII, y vaya tema interesante el de ambos presentes. En principio, por valioso, el del cruce de los caballos. Aún así, el que para mí guarda un notable interés, es el del apartado de la porcelana, ya que esta especialidad, junto a la cristalería de arte, siempre ha llamado mi atención.
    En Barcelona, cerca de la Catedral hay un local de venta y Exposiciones que es (espero que siga estando), una autentica maravilla que abarca todo tipo de diseños, incluidas las creaciones de joyería.
    Qué goce leer un episodio tan bien documentado. Un besazo, Doña Carmen.

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.