Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, 2021.
Un escudo de armas campea flamante sobre la ventana de la sacristía de la iglesia de San Juan Bautista. Sobre una ventana enrejada, mirando hacia el sol que las calienta durante casi todo el día, las armas del obispo placentino don Pedro González de Acevedo se muestran desafiantes e impolutas a pesar del paso del tiempo. Los bejaranos que transitan frente a ellas apenas se fijan en su rutinario devenir. Están ahí y basta. Y es que son escasos los testimonios documentales que se han dado a conocer relativos a este templo, sobre todo en cuanto a la construcción y modificaciones en su fábrica se refiere[1]. Sin ser uno de sus elementos más característicos, aunque no por ello menos importante, desvelamos aquí los datos sobre la construcción de su sacristía y el motivo por el que luce el escudo familiar de este obispo[2].
Escudo del obispo González de Acevedo. Iglesia de San Juan. Béjar
En 1596 el párroco de San Juan, Gerónimo Sánchez Rubio, y su mayordomo, Manuel González Bazán, presentan un escrito a don Pedro González de Acevedo[3], obispo de Plasencia a la sazón, solicitando una sacristía nueva. El espacio que hoy se utiliza como tal, la capilla de los Muñoz de Aguilar o de los Aguilares, era un ámbito sepulcral privado, propiedad de una familia concreta y, por lo tanto, de uso restringido. Además, en el momento al que estamos haciendo referencia tal aditamento es probable que aún no existiera o que estuviese en proceso constructivo.
El documento nos pone en boca del párroco que «la dicha yglesia de san juan tiene neçesidad muy urjente de que en ella se haga una sacristia de paredes de canteria y de bobeda arrimada a la capilla mayor de la dicha yglesia haçia la parte de mediodia». La afirmación deja implícita, no la inexistencia de una sacristía, que la habría como veremos, sino de que se edifique la nueva con sólidos muros de piedra mirando hacia el mediodía buscando el sol. Maestros no faltaban en Béjar para tal cometido: «y al presente ay en esta villa oficial y maestro de canteria que la haria segura segun el arte». Y no es de extrañar que lo hubiera, incluso más de uno, pues esa centuria que estaba a punto de concluir había estado marcada por la fiebre constructiva de un Béjar que pasa de villa a secas, a villa ducal[4]. Pero, hete aquí que el dinero escasea y la parroquia no dispone de fondos para afrontar el dispendio «tanto quantos son menester para la dicha obra y en esta villa ay personas que tienen dineros que dar a zenso a raçon de catorze el millar y para la dicha obra son neçesarios duçientos ducados».
Iglesia de San Juan en el exterior. Foto de aquí
El obispo don Pedro, sin decir ni que sí ni que no, ordena al licenciado Antonio Muñoz de Sotomayor –por cierto, del linaje de los Muñoz de Aguilar-, Vicario de Béjar, acometer una información, o lo que es lo mismo, una investigación para comprobar si la necesidad es cierta. De primeras, el vicario llama a presentarse como testigos al racionero Juan López y a Francisco Velázquez. Una vez elegidos ambos, convoca a varias personas para que testifiquen.
El primero de ellos, Bernal Ramírez, afirma que se hace necesaria una sacristía «que sea buena y fuerte, para la guardia y custodia de los dichos ornamentos». La presente «es yndezente y no conviene porque es muy debill y angosta y oscura y de tal manera que al entrar y salir de ella y vestirse los sacerdotes se rompen y maltratan los ornamentos que se ponen por ser tan estrecha». El segundo en testificar es Pedro Ramírez y Ossorio, quien confirma la versión anterior e incide en que la nueva se construya hacia el mediodía. El tercer testigo, Juan López, beneficiado de El Salvador, ofrece un complemento a la descripción desfavorable de la sacristía existente al añadir que «es muy debill y podria ser alguna vez hurtados de ella los dichos bienes por ser como es muy oscura y angosta y chica de paredes muy ordinarias». Y a mayores «porque por ser la sacristía tan vieja como es no sirve de mas de ratonera porque ay en ella mucha cantidad de ratones y echan a perder todos los ornamentos». El problema ratonil se hacía cuesta arriba cuando se cebaba en libros parroquiales, cantorales y vestimenta litúrgica. La humedad y los xilófagos hacían el resto para dañar sin remedio unos ornamentos a todas luces valiosos.
Escudo del obispo Acevedo en una obra impresa. Foto de Todocolección
El informe se presenta a don Pedro González de Acevedo en mano en julio de 1596. No era extraño encontrar en verano los obispos placentinos en Béjar, eligiéndola para pasar los largos y duros meses del estío al fresco serrano. Es posible que se alojase en el denominado Palacio del Obispo frente a la iglesia de Santa María[5]. Por fin el obispo concede los ducados necesarios para su construcción a condición de que campeen sus armas sobre la ventana sur de la sacristía y que fuera de las mismas hechuras que la de El Salvador. Por su autoridad insta al Cabildo Eclesiástico de Béjar a costear un censo al año de 5.357 maravedíes al año (muy parecido a un préstamo) hasta completar la cantidad de los doscientos ducados necesarios. Y es por ello por lo que hoy nos reciben cuando nos aproximamos a sus seculares muros.
[1] A este respecto consular el capítulo dedicado a la arquitectura religiosa bejarana titulado «Huellas actuales de la Historia Medieval de Béjar» y escrito por José Muñoz Domínguez. En Historia de Béjar, Volumen I. Béjar: Centro de Estudios Bejaranos, Diputación de Salamanca y Ayuntamiento de Béjar, 2012.
[2] El documento se encuentra en el Archivo Parroquial de la iglesia de San Juan Bautista de Béjar.
[3] Nacido en Torremormojón (Palencia) don Pedro González de Acevedo (1539-1606) fue obispo de Orense y después de Plasencia. Destacó por ser un gran mecenas de las artes. No en vano había estudiado en las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca. Su biografía se puede consultar en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia http://dbe.rah.es/biografias/75141/pedro-gonzalez-de-acebedo.
[4] Consultar sobre el particular ALEGRE CARVAJAL, Esther. Las villas ducales como tipología urbana. UNED, 2004. Capítulo referido a Béjar.
[5] Sobre las Casas del Obispo consultar José Muñoz Domínguez. MUÑOZ DOMÍNGUEZ, José. «Los sistemas de representación en la investigación histórica. Un método para obtener información objetiva a partir de la “Vista De Béjar” de Ventura Lirios». Revista Estudios Bejaranos, nº 9 (2005).
Muchos trámites son necesarios, para conseguir el favor del ovispo.
ResponderEliminarFeliz fin de semana.
Lo de seguir una larga tramitación para una obra por lo que nos relatas no es nuevo.
ResponderEliminarSobre lo que nos dices sobre lo que se fijan los bejaranos del escudo si que lo creo y seguro que son muy pocos los que se fijaron en él.
Saludos.
Yo creo que mandó colocar su escudo, más que para que lo viera el pueblo, para que al cura no se le olvidara a quien tenía que devolver el préstamo...
ResponderEliminarBromas aparte, me encantan este tipo de crónicas, de las que aprendo mucho, y por los curiosos aportes que siempre nos regalan, de tiempo atrás.
Un fuerte abrazo, amiga Carmen.
Los tramites siempre han sido y serán engorrosos y dilatados. Buena entrada Carmen.
ResponderEliminarUn abrazo.
Actualmente los alcaldes colocan una placa cuando se realiza una obra y no la han pagado ellos. Este al menos la financió y dejó un bonito recuerdo. El afán de perpetuarse es una obsesión. Bonito artículo.
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