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9/05/2025

Felipe Rodríguez de Ledesma (Béjar, 1676- México, 1728), letras y mitras entre Perú y Méjico

Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto

Publicado: Béjar en Madrid.  


       A veces la investigación en archivos históricos depara sorpresas que terminan por hacernos olvidar la materia de estudio primera alejándonos de ella. Esto me sucedió hace unos meses al encontrar de modo casual una referencia a un bejarano desconocido, al menos para mí, pero cuyos apellidos no me resultaron en absoluto inéditos.  Una vez estirado el hilo de sus, en principio, escasos datos biográficos, comprobé que no se trataba de un individuo sin mayor trascendencia sino, quizá, uno de los bejaranos más ilustres entre los siglos XVII y XVIII en que vivió. La llamada de atención se desveló al recitar la ristra de apellidos con que se presentaba: Felipe Rodríguez de Ledesma Núñez de Prado y Zúñiga, a partir de los cuales, deduje, no sería ajeno familiarmente a la familia Núñez de Prado, bejarana, y vinculada durante varios siglos a la llamada casa Clavijo, desde donde ahora, precisamente, redacto estas líneas. Como sabemos, aquella prolífica estirpe de hidalgos estuvo formada por individuos destacables dentro del organigrama del poder local: tesoreros de la casa ducal, regidores del estado noble, abogados del Santo Oficio, alféreces mayores, etc.

Ciudad de México en el siglo XVII 

       Ahora, como veremos, le tocaba el turno a la religión. Pero vayamos por partes: los datos sobre este tal Felipe Rodríguez de Ledesma aparecieron en un memorial genealógico sobre su persona que él mismo mandó redactar y que fue reproducido por la imprenta “Viuda de Ortega”, de Puebla de los Ángeles[1], en Méjico, en 1714. En él, y tras el inevitable despliegue heráldico, su protagonista nos desvela, primero, que es nacido en Béjar, territorio de Salamanca y obispado de Plasencia, que es canónigo y licenciado, y después los motivos por los que ha investigado su ascendencia y ha hecho redactar ese memorial, y que no eran otros que agradecer al rey Carlos II los nombramientos que en su persona habían tenido lugar: primero como tesorero de la catedral de Arequipa, en Perú, y después como canónigo de la Puebla de los Ángeles, en Méjico. Esto es, que le venía a decir algo así como: “Majestad, no se ha equivocado usted al elegirme a mí, pues mire quiénes son mis antepasados…”.

 


Catedral de Puebla de los Ángeles (México). Foto de aquí

 

        Felipe Rodríguez de Ledesma se había preocupado de investigar su pasado consultando en 1699 los protocolos de testimonio de la villa de Béjar y de la ciudad de Salamanca, y en los archivos de Su Majestad de los escribanos Juan Hernández de Vega y Francisco Pérez. Con los datos certificados elaboró lo que en el impreso citado se presenta como “De la Accendencia, y Origen Genealogico de el Canonigo Don Felipe Rodriguez de Ledesma y Cornejo Nuñez de Prado y Zuñiga” en el que resulta que nuestro hombre (y por ende la estirpe bejarana a la que pertenecía) tenía como ascendientes más remotos a los primeros reyes de Castilla y al propio don Pelayorestaurador y fundador de la monarquía española”, señalando, así mismo, el grado de parentesco que uno de sus bisabuelos, Pedro de Ledesma Paredes, tenía con el emperador Carlos V y con los Reyes Católicos. El documento está orlado con las armas de su escudo, exactamente el mismo que hoy, tallado en granito, es visible en la fachada oriental de la casa Clavijo de la calle de las Armas, palacete familiar  donde muy probablemente nació nuestro protagonista.

       Pero no es el abolengo de esta familia lo que más nos interesa ahora, por más que don Felipe se afanara en exhibirlo frente al Rey, sino la faceta religiosa dentro de cuya jerarquía alcanzó relevantes puestos, y aun la de escritor y poeta en la que terminaría derivando.


Arequipa. Foto de aquí

       Empezamos por su vocación espiritual que es la que le condujo desde Béjar (donde, como hemos dicho, nació en 1676) a la Universidad de Salamanca. Allí se graduó en Derecho y estudió Filosofía. Una vez ordenado como religioso viajó a América donde el rey Carlos II le había designado, primeramente, tesorero de la catedral de Arequipa, y después, en 1700, canónigo de la villa mejicana de Puebla de los Ángeles. Sabemos que viajó allí un año antes acompañado por su criado, el bilbaíno Jacinto de Contreras y Palacios, y que cruzó el Atlántico en la flota que comandaba el general Manuel de Velasco y Tejada[2].

       Son numerosas las referencias que a su persona existen en la bibliografía religiosa de Méjico y muchos los estudios de carácter filológico donde figura su nombre, lo que nos ha permitido referir parte de su legado literario. Sabemos así que publicó una biografía de San Felipe Neri que tituló Lucero de Florencia”, escrita en metro castellano, muy celebrada en su momento por su conjunción de filosofía, teología e historia. Dentro de la misma temática religiosa redactó en 1718 el “Sermón de la soledad de María Santísima…” que sería editado treinta años después. “Cítara misteriosa métrica castellana en glosas de las sentencias selectas del doctor Máximo San Jerónimo” fue un trabajo que el propio autor declara tener manuscrito a principios de la centuria XVIII. Escribió así mismo estudios sobre leyes como “Propugnación jurídica[3] y una serie de obras teatrales y zarzuelas ya quizá más alejadas del sentido religioso como “El monarca más prudente y el cuchillo de sí mismo” y “La libertad de Vizcaya y  timbre de los Osorios[4]. La publicación de estas  dos obras, sin duda panegíricos del rey Felipe V, le otorgó una cierta celebridad que permitiría que  su nombre acabara figurando en catálogos tan importantes como el “Dramáticos posteriores a Lope de Vega[5] publicado por Ramón de Mesonero en 1858.

       La muerte le llegó Felipe Rodríguez de Ledesma tempranamente, cuando contaba con 52 años, un día 28 de septiembre de 1728 en el colegio apostólico de Nuestro Padres San Pedro de la ciudad de Méjico, siendo enterrado al día siguiente en el lado diestro de la iglesia metropolitana de la misma ciudad[6]. Parece ser que, como apuntan algunos biógrafos, no se trató de un fallecimiento natural  sino que pudo tratarse de “la venganza de cierta persona a quien satirizó en una zarzuela”[7], lo cual añadiría un colofón sorprendente a su propia biografía que, aunque casi desconocida, se nos antoja fascinante.

 


[1] MAZA, Francisco de la: Un bello impreso desconocido del siglo XVIII.

[2] ARCHIVO GENERAL DE INDIAS, Contratación, 5459, 171: “Felipe de Ledesma Núñez de Prado”.

[3] MAZA, Francisco de la: Un bello impreso desconocido…

[4] CAÑAS MURILLO, Jesús: Teatro y propaganda en los primeros años de la Ilustración. El mejor representante del cathólico coliseo y la exaltación de Fernando VI. Revista de la Facultad de Filología, 2002-2003. Edic. Universidad de Oviedo.

[5] MESONERO ROMANOS, Ramón de: Dramáticos posteriores a Lope de Vega, Colección escogida y ordenada… Edición de Hernando y Comp. Madrid, 1902.

[6] LEÓN, Nicolás: Bibliografía mejicana del siglo XVIII (Boletín del Instituto bibliográfico mejicano) Guerrero y ss. 1903. Ciudad de Méjico.

[7] CAÑAS MURILLO, Jesús: Teatro y propaganda en los primeros años … p. 600.

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