Autora: Mª Teresa López Hernández
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de la Cámara de Comercio de Béjar, 2017, pp. 48-51.
Unos meses después, La Victoria expresa su opinión sobre la disposición del gobierno que pretendía suprimir el Cuerpo de Capellanes de Prisiones. Lo expuesto en La Voz de la Caridad, periódico promovido por Concepción Arenal en 1870, desde el que se refutaba una medida similar dictada por Pi y Margall en 1873, les servirá como base para su protesta:
“El señor Pi y Margall que suprime los capellanes en las prisiones los conserva en las casas de beneficencia. ¿Qué razón puede haber para sostener un culto en un manicomio y suprimirlo en un presidio?”
Tras la revolución de 1868, acepta el cargo de Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres y se incorpora a la Junta Directiva del Ateneo de Mujeres, lo que le lleva a publicar La mujer del porvenir (1869), que había escrito algunos años antes y desde la que se fomenta el beneficio de la instrucción en las mujeres:
“…En las mujeres que hemos podido observar de cerca hemos visto lo que no podíamos menos de ver, que la instrucción las hace más razonables y mejores; más dulces y menos expuestas a devaneos y extravíos”, lo cual prueba la “natural alianza de una inteligencia cultivada, de un corazón amante y de una abnegación sin límites.”
Este texto era reproducido en La Victoria, para después hacer hincapié en la notoria carencia de esa instrucción:
“…hoy no sólo no hay abnegación de la mujer para romper los compromisos con una moda impúdica que en alguna de sus manifestaciones (en el baile) ganó los límites de lo inconcebible sin obstáculos de ninguna clase, sino que no quiere conocer otra norma que la que la moda traza…”
Otro fragmento de la misma obra se citaba en un discurso pronunciado por una alumna de Acción Social Femenina, en el Teatro Cervantes, durante el domingo de Carnaval. Se hablaba de la participación de las mujeres en la vida activa y en su capacidad para desempeñar cualquier profesión al igual que los hombres, pero:
“… jamás le daría el cargo de juez, y no porque no esperase mucho de su rectitud y firmeza, sino por no provocar una lucha continua, entre su deber y su corazón, su mano de mujer ha de enjugar las lágrimas, no de hacerlas asomar ni aún a los ojos del criminal”.
Amparándose en este párrafo, se defendía el papel tradicional de la mujer y se condenaba el feminismo. No se especificaba que los motivos que tenía Concepción Arenal para no darles el cargo de juez no era por incapacidad para desempeñarlo, sino para no perjudicar su moralidad y sentir degradación, pero en ningún caso justificante para retener a la mujer en el hogar.
Por un motivo parecido Concepción Arenal no era partidaria de que las mujeres participaran en política, pues la consideraba una práctica inmoral y corrupta y era mejor no verse involucradas en ese ambiente de corrupción.
“Los católicos no temían la intervención de las mujeres en las luchas de los comicios, pero no es propio de la mujer ese campo en que las pasiones se exaltan y las luchas se encienden […] La mujer debe intervenir en política, pero no para ir a colegios electorales ni participar en mítines”.
Se decía en La Victoria y aseveraba que según la escritora:
“Cuando la mujer toma parte en la cosa pública, no necesita salir al campo para contribuir a que se haga la guerra.
Sin salir de su casa tendrá medios de animar y dar fuerza a los combatientes, en vez de enervarlos y retraerlos”.
La mujer debe intervenir en la política aconsejando, induciendo, llevando a su esposo o a sus hijos a seguir la política de amor a Dios y a la Patria en cuántos casos se le presenten”.
El texto corresponde a La mujer de su casa (1881), y no se refiere a la participación de la mujer en política sino a su actividad fuera del hogar. Se trataba de inducir a las mujeres a no circunscribirse al hogar, a no limitarse al entorno impuesto por la sociedad. Siempre hay tiempo para desarrollar otras actividades, pero incluso cuando no se tiene pueden hacer sentir su influencia en su entorno, en aquellos que la rodean:
“… en el combate continuo contra el dolor y la culpa, aun cuando no pueda salir de su casa, tendrá muchos medios de animar y dar fuerza a los combatientes, en vez de enervarlos y retraerlos”.
Un artículo sobre el mismo tema en República, bastantes años después, usaría una reflexión suya para mantener el argumento contrario:
“Si la ley civil mira a la mujer como un ser inferior al hombre, moral e intelectualmente considerado ¿por qué la Ley Criminal le pone iguales penas cuando delinque?”
Y es que las mujeres deben participar en política sea cual sea su ideología, a pesar de que las comprendidas entre 35 y 50 años sean eminentemente conservadoras. La esperanza la ponían en las más jóvenes que asistían a la universidad y se involucraban en la defensa de sus derechos.
La cita, sacada de La mujer del Porvenir, más que una defensa de la participación en política es una denuncia contra la diferencia de derechos entre hombres y mujeres.
Continuará
No tienen desperdicios, las frases expresadas por esta gran mujer.
ResponderEliminarBesos
Un antes y un después en España, en lo tocante al papel de la mujer.
ResponderEliminarSaludos.
En esta parte nos muestras un poco mas de la vida y pensamiento de de una gran mujer.
ResponderEliminarSaludos.
Olá, Carmen! Nessa tua bela postagem conheci esse lado da história, que até então ignorava. Gostei muito dessa magnífica explanação. Parabéns, amiga.
ResponderEliminarBeijo
Pedro
Lo tenía bien claro sus derechos como mujer.
ResponderEliminarUna excelente mujer.
Un abrazo.
Entrar a fondo en los escritos de Concepción Arenal, como en el de otras famosas mujeres de su época, tiene su miga.
ResponderEliminarTe das cuenta de su conflicto interior, de su querer abogar por la libertad de la mujer pero siempre desde un plano observador, pasivo. El combativo se lo reservaban para ellas mismas, no para la madre común.
Por ejemplo, en su convicción de que la mujer debía circunscribirse al hogar, eso sí, leyendo y formándose para poder aconsejar, pero sin apartarse del fogón. No debían entrar en política, o en la danza, en la moda ni en la judicatura, su papel debía ser dentro de las cuatro paredes, para serenar ánimos, no para participar en decisiones. Por su bien, el de su moral, y preservando su limpieza de espíritu. Puro paternalismo femenino.
Leída con atención, en sus párrafos aparece como único destino femenil el sempiterno papel de la abnegación. Y por mucho que se quieran explicar sus razones buenistas, no hay más.
Un abrazo, Carmen.
Inteligente comentario... JZR.
EliminarHola Carmen: Quería dejar de ser ciudadana de segunda categoría...Y se sigue luchando
ResponderEliminarBesos Carmen